[Q U I É N   Y    D O N D E]
 

por el vacío, por lo que forma del conjunto de edificios, pero lo que queda entre ellos: calles, plazas, parques, banquetas, paseos, espacios deportivos, espacios públicos, etc.”
¿Esta idea de vincular y dar prioridad a los espacios tiene alguna referencia lejana que haya inspirado en su formación como arquitecto?
“Sí, tenía referencia en términos del paisajismo; desde niño me gustaba el campo, los perímetros de la ciudad. El concepto de arquitectura y urbanismo, básicamente creo que es una característica que nos viene de una generación que entró a la Escuela de Arquitectura; en ella había esta visión que la arquitectura podía ser ciudad y que la ciudad podía ser arquitectura; por otro lado, vivir en la Ciudad de México creo que te marca fundamentalmente porque es una ciudad que explota en el siglo XX.
Mi generación vivió mucho esos cambios: una Ciudad de México de los años 60 muy distinta a la configurada entre 1970 y 2000. Esta visión de lo vívido no es la nostalgia de una cosa perdida; sin embargo, es esa calidad de vida —que existía— la que necesitamos recuperar en nuestras ciudades”.
¿Algún arquitecto o urbanista reforzó su búsqueda?
“En mi primera etapa me influenciaron básicamente cuatro personas, por un lado
Luis Barragán, en términos de su filosofía, de su visón de la arquitectura como un arte, de la calidad, la individualidad y del paisaje. Por otro lado, un arquitecto paisajista extraordinario, Burle Marx, junto con Óscar Niemeyer y finalmente Isamu Noguchi. De éste último, recientemente se ha recuperado su imagen e importancia; a mi me dio muchísima idea de lo que era poder actuar como escultor en el espacio abierto; esta visión del agua y la piedra son cosas que me han interesado. No sé, hay muchos otros personajes que me han influenciado de alguna forma”.
¿Cuál es su opinión del espacio público capitalino? ¿Qué se puede generar con su rescate?
“Bueno, se podría generar mucho obviamente porque ahí está, lo tenemos en el DF.
Desafortunadamente la ciudad ha esperado más de 20 años con lo cual este elemento se ha ido deteriorando. A partir de 1985 —con los daños del sismo— se juntan tres factores desafortunados en el deterioro de la ciudad: por un lado, los daños físicos ocasionados por el temblor; después, las crisis económicas que sufrimos en esa misma década, con lo cual se redujo la inversión requerida para satisfacer las necesidades de crecimiento; por último, la crisis política. Se nos fueron veinte años de transición en la cual se castigaba política-
 
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Construcción y Tecnología®
Febrero 2007
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