La voz de la experiencia
Juan Fernando González G.
Fotos: Fotos: A&S Photo/Graphics.

Símbolo de toda una época de la ingeniería mexicana, Roberto Meli Piralla —especialista en ingeniería estructural y en diseño sísmico de estructuras— tiene la actitud y el dinamismo de un recién egresado. Es, a todas luces, una persona respetada en todo el medio y referente en el extranjero cuando se quiere presumir de la calidad que tiene México en la investigación y la docencia relacionadas con la ingeniería.

El doctor Roberto Meli Piralla —ganador del Premio Universidad Nacional y del Premio Nacional de Ciencias y Artes, ambos en el área de desarrollo tecnológico— nos lleva de la mano por algunos pasajes de su historia personal al tiempo que revisa desde el faro de la experiencia el avance que ha tenido la ingeniería en los últimos tiempos.

    

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Dispuesto y afable, Meli Piralla evoca los días en que caminaba por los pasillos de la Facultad de Ingeniería de la UNAM como un alumno más. “Me he preguntado varias veces por qué estudié ingeniería y no sé qué contestar con exactitud, pero quizás fue porque me interesaba un área que permitiera una aplicación práctica de cierto nivel tecnológico y un campo de acción promisorio. Claro, cuando yos decidí eso era 1955 y había muchas perspectivas de crecimiento en el campo de la construcción. Apenas se estaba dando la modernización de la construcción en la Ciudad de México y eso llamaba mucho la atención; probablemente eso fue el factor principal que veía yo como una línea en la que había la oportunidad de realizar obras con un nivel tecnológico razonablemente importante”.
Investigador Emérito del Instituto de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México, el entrevistado reconoce que la ingeniería ha sufrido cambios evidentes en las últimas décadas. En la parte que me corresponde, la estructural, dice el académico, “hay diferencias radicales, pero quizá el cambio más llamativo y el más claro corresponde al de las técnicas usadas ahora; me refiero a la llegada de las computadoras y a los grandes paquetes dedicados específicamente al análisis y diseño de las estructuras”.
El avance tecnológico tiene pros y contras, dice un reflexivo Meli Piralla. “Por el lado positivo podemos decir que a los especialistas de mi área nos permite estudiar las estructuras con un detalle y precisión que era impensable antes. No se trata sólo de que el tiempo disminuya, sino que nos da la oportunidad de hacer cosas más precisas y más a fondo en cuanto a las distintas fases del proceso del diseño, pero principalmente en la parte del análisis; también en la parte de producción de planos y cada uno de sus detalles”.
Sin embargo, esto no quiere decir que se haga mejor ingeniería porque en muchos casos el avance tecnológico se hace de manera automática, con poco juicio, y eso repercute —dice el expresidente de la Sociedad Mexicana de Ingeniería Sísmica— “en resultados incorrectos o inadecuados que son producto del poco tiempo dedicado a pensar en los aspectos básicos del proceso, que son la concepción de la estructura y entender a fondo su comportamiento.
Ahora se confía en lo que sale de unos paquetes de cómputo y son aplicados los resultados a ciegas.
Eso es peligroso en muchos sentidos. Creo que eso ha sido el principal cambio; pero reitero, si se usa bien es una herramienta extraordinaria de potencial y de mejoría, pero cuando se utiliza mal resulta peligroso pues muchas veces el proceso del cálculo se deja en manos de personas sin experiencia, operadores de paquetes que no entienden bien lo que está sucediendo”.
La tecnología de hoy, abunda el también consultor del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo, “no es ningún problema para las generaciones jóvenes, “pero insisto en que el problema no es el uso de esas herramientas, sino hasta qué punto se deben usar y saber qué es lo que se tiene que decidir y definir de una manera menos automática, para que con más reflexión, análisis y creatividad.
Para generaciones como la mía o aun las sucesivas, la actualización tecnológica tiene sus inconvenientes —establece el investigador— lo que ha motivado que se deje en manos de operadores inexpertos un trabajo que debería hacerse en conjunto, es decir, entre una persona que cuente con la capacidad, el conocimiento o el feeling, y el operador. Si existe una supervisión y hay cercanía entre el personal los resultados son excelentes, pero lamentablemente lo que vemos es una especie de divorcio”.

Un sabia mirada
El doctor Meli ha participado en la elaboración de normas y reglamentos de construcción en México y otros países. Su prestigio ha traspasado fronteras porque es un especialista en los procesos de seguridad que se deben seguir en las edificaciones para evitar los riesgos sísmicos. Su capacidad en este terreno, además de su notable calidad profesional y ética, lo llevó a ser el director general de Centro Nacional de Prevención de Desastres, entre 1995 y 2000.
Meli es un hombre que se ha actualizado a través del tiempo, lo que le ha valido ser uno de los especialistas más consultados cuando se trata de analizar y resolver un problema estructural de edificios urbanos, monumentos históricos, construcciones industriales o de infraestructura, y aún de vivienda de interés social.
-¿Es la ingeniera estructural la más importante en el proceso de construcción?, le pregunto al catedrático.
“Es un aspecto esencial, pero no el único. Creo que para tener un buen producto finalmente debemos tener en mente que lo que buscamos es tener una edificación o una obra de infraestructura que funcione. Una de sus funciones esenciales es el aspecto de seguridad estructural, pero también es fundamental que lo haga desde el punto de vista hidráulico si así se consideró, si es un edificio que cumpla con aspectos de habitabilidad y confort, del uso del espacio. Es decir, creo que todos los componentes son importantes, por ello no me gusta jerarquizar”.
-Dicen que los ingenieros estructuralistas son poco valorados, es decir, que son los “patitos feos” de la ingeniería…
“Es una sensación bastante difundida entre quienes se dedican a esta profesión, pero yo creo que hay que matizarlo un poco. Lo que sí es verdad es que en la mayoría de los casos es una profesión mal pagada y no se reconoce la importancia de esta parte del proyecto, no se valora de manera adecuada, pero está asociado a varios aspectos”. “El hecho de que esta especialización de la ingeniería sea mal pagada hace que el tiempo que se le dedique a la ejecución de refueresta parte del proyecto se reduzca más —explica Meli Piralla— pero al mismo tiempo hay una presión exagerada y se exige que haya resultados casi inmediatos. Por eso no hay tiempo suficiente para hacer un estudio profundo y detallado como el que se requiere”. Sin embargo, dice el entrevistado, “esta visión es variable porque hay mucha gente en el medio de la construcción que están conscientes y le dan mucha importancia a este rubro, mientras que otros lo consideran como una parte más que no merece que se pague bien ni a la que deba dedicársele mucho tiempo”.

¿Terremotos bajo control?

Quizá una de las preocupaciones latentes en los habitantes de la Ciudad de México sea la de la calidad de las construcciones que habitamos, por lo que la opinión del doctor Meli Piralla resulta a todas luces invaluable. El exvicepresidente de la Asociación Internacional de Ingeniería Sísmica considera que “deberíamos estar tranquilos si nos referimos a los reglamentos de construcción actuales porque son bastante elaborados, modernos y seguros en términos generales. Existe un buen grupo de especialistas de buen nivel en la Ciudad, y en el país, que saben cómo aplicarlos y cómo diseñar y proyectar las estructuras para que tengan una seguridad adecuada tanto para distintos efectos y en particular para los sismos.

“Hay una opinión generalizada, que comparto, en el sentido de que hay motivos par tener cierta preocupación porque no en todos los casos se siguen todas las buenas prácticas de la ingeniería estructural y se necesita una mayor vigilancia de lo que se construye por parte de la autoridad. Hay participación de gente poco calificada y esto se suma al aspecto que ya mencioné, de que el proyecto estructural es muy mal pagado y a veces lo realiza quien cobra menos y no el que sabe más y tiene prestigio”.

Objetivos cumplidos
El Investigador Emérito de la UNAM ha centrado su trabajo durante los últimos años a la investigación y la conservación estructural de edificios históricos de la capital mexicana. Su labor fuera de las aulas es la de supervisar el estado de estos inmuebles, su seguridad, y determinar las formas de refuerzo o rehabilitación en caso de que las construcciones tengan daños. Algunos de los edificios y monumentos en los que ha participado son: la Catedral metropolitana, el monumento a Cuauhtémoc, en el Ángel de la Independencia, la iglesia de Corpus Christi, y todos los edificios que forman parte del patrimonio universitario, como la antigua Escuela de Medicina, la de Jurisprudencia, la antigua Biblioteca Nacional o el que alguna vez albergó la Escuela Nacional Preparatoria, es decir, San Ildefonso, por mencionar unos cuantos.
El ingeniero Meli, poseedor de un cúmulo de experiencias profesionales que pronto alcanzarán las seis décadas, hace un recuento de los logros obtenidos y enfatiza que cumplió con los objetivos que se trazó en su época estudiantil. “Sin embargo, hay que mencionar que cuando estudiaba nunca contemplé la posibilidad de dedicarme a la investigación, porque mi intención era dedicarme a la práctica. De hecho, hasta que terminé la carrera empecé a considerar este aspecto y finalmente me dediqué a la parte académica y a la investigación, y al estudio de problemas de fondo, y no tanto a la parte relacionada con la práctica profesional.

Mi actividad durante los últimos años ha estado concentrada en la cátedra de maestrías y doctorado, y mi principal tarea en ese sentido es la dirección de tesis de posgrado. -¿Hay talento en los estudiantes actuales?
“Hay bastante demanda en estudios de posgrado en ingeniería, aunque no es igual a lo que sucedía hace varias décadas. Hay que reconocer que el atractivo de la ingeniería civil en general ha disminuido para los jóvenes, y ello se debe a la competencia de muchas otras carreras que hace 30 años no existían. Antes había un abanico muy reducido de profesiones a las que podía acercarse quien tuviera tendencia hacia la parte tecnológica o científica; ahora eso se ha ampliado muchísimo, hay orientaciones hacia la electrónica, la física y la química, que son mucho más de avanzada en cuanto al desarrollo tecnológico. Yo no me quejo en cuanto a la capacidad de los alumnos que llegan, pero es un hecho que la carrera de ingeniería no es tan atractiva como antes”.

-¿Por qué se podría apasionar alguien por la ingeniería?
“Muchos lo hacen por imitación de modelos, porque quizá ven a profesores o a gente en la práctica que han tenido éxito, que son muy destacados y reconocidos, y yo creo que probablemente es una de las causas.

-¿Usted se siente así, un modelo a seguir?
“Es algo que nunca me ha ocupado la mente, empezando por mis hijos. Ninguno de ellos se ha dedicado a
esto, y yo nunca he influido en ellos para que se dedicaran a la ingeniería. Sé que hay algunos alumnos míos que se han visto estimulados por haber trabajado junto a mí, por haber sido su asesor o su profesor, y que se han dedicado a esto, pero no es una parte que me preocupe demasiado”.