Su historia inicia cuando en 1957 el maestro Luis Barragán comenzó
a realizar el proyecto conceptual de estos enormes volúmenes
“ciegos” que se convertirían en lo que conocemos
hoy: un conjunto escultórico a nivel urbano integrado por cinco
prismas triangulares de distintos colores y tamaños dispuestos
sobre una plataforma de 200 metros cuadrados; en ese entonces utilizado
como símbolo del Banco Internacional Hipotecario, institución
promotora del fraccionamiento del mismo nombre en Naucalpan de Juárez,
Estado de México.
Barragán invitaría a participar a dos de sus grandes amigos
intelectuales y artísticos: el escultor Mathías Goeritz
y el pintor Jesús Reyes Ferreira, quienes contemplaron la construcción
de siete cuerpos prismáticos que no sólo alcanzaban una
altura de 200 metros sino que buscaban exaltar a como diera lugar las
cualidades físicas y el proceso de transformación de su
materia prima: el concreto.
Lo anterior generó un enfadó manifiesto del Partido Comunista
que cuestionó el proyecto argumentando que con los cientos de
toneladas de cemento que se utilizarían se podrían construir
más casas para trabajadores. No obstante, el proyecto continuó;
pero por falta de presupuesto —al concluirse, la obra costó
3.5 millones de pesos que para la época fue considerado un gasto
innecesario y desorbitado— se eliminaron dos cuerpos, quedando
cinco torres y reduciendo su altura para que la más grande midiera
52 metros y la menor 30. La idea original de Goeritz sobre el color
de las torres planteaba que fueran todas en diferentes gamas de naranja;
sin embargo, fue persuadido por constructores y empresarios para que
se pintaran en diferentes tonos, acordándose finalmente que serían
amarillo, rojo, azul y las dos restantes blancas.
Así, estos 6,644 m2 recubiertos de concreto que conforman la
obra —inaugurada por el entonces presidente Miguel Alemán
Valdés— son las huellas impregnadas por la cimbra de madera
que las forjó y las diversas capas de pintura que han recubierto
los espasmos vandálicos de una ciudad que se pierde en el horizonte.
Hoy, celebran con su indiferencia la calma que aún poseen y se
disimulan ante el caos que las rodea.