Estructuras unidas
En 1921, Rodia compró una casa y el terreno adjunto
que describía una forma triangular cercano ya a las vías
del tren. Tuvieron que pasar poco más de tres décadas
de espacios colmados de ocio para que en 1954 el conjunto escultórico
originalmente llamado “Nuestro Pueblo”, en Watts, en Los
Ángeles, California estuviera totalmente terminado. Se trataba
de un grupo de 17 esculturas unidas no sólo por su lenguaje popular
y su influencia inminente del art brut, sino por la fusión de
carácter industrial del acero, la cotidianeidad de la vida con
objetos singulares y la fuerza expresiva de un ideal a través
del concreto.
En este icono es evidente notar que cada pieza bien podría considerarse
un agregado o un simple ornamento. Pero resulta sorprendente que sean
estos objetos sean los que le den un sentido peculiar, al capturar el
tiempo dentro de los cuerpos grises de cemento que adquieren color y
vida al desplazar la mirada sobre el pequeño predio en el que
emergen. De esta forma en cada uno de los detalles y elementos arquitectónicos
es el concreto como materia prima, el que describe la historia no sólo
de un hombre que agradeció las bondades de un país y su
momento histórico, sino que plasmó involuntariamente un
autorretrato integral basado en sueños, realidades, ideales y
fantasías.
Concreto poético
Los cuerpos principales fueron realizados en concreto y acero, así
como con una argamasa colmada de incrustaciones integradas por botellas,
cristales rotos, fragmentos de cerámica, conchas de mar, cables
y toda clase de materiales de desecho. Dos de las tres principales torres
alcanzan casi 30 metros y contienen las columnas más largas de
concreto reforzado del mundo, las cuales además de su excéntrica
figura sorprenden a nivel constructivo por la estilización de
los segmentos principales –en sentido vertical– que contienen
los refuerzos internos de acero sujetos con alambre y envueltos con
malla de acero.
Parecería una solución diseñada y planeado por
el mejor ingeniero estructural de ese tiempo, pero no lo es. Rodia trabajó
como minero y albañil en Pensilvania; sin embargo, su creación
cuenta con los mejores avales de seguridad del estado a más de
cinco décadas de haberlas construido. Lejos de su aspecto endeble
y la iniciativa de demolerlas en 1956 cuando la casa del autor sufriera
un grave incendio que obligó la demolición de su vivienda
los vecinos solicitaron que el Department of Building and Safety de
Los Ángeles, hiciera una revisión estructural para valorar
el estado de la obra para motivar su demolición o en su defecto
la conservación y mantenimiento.
La sorpresa y el veredicto fue contundente: resultaron seguras y sin
daños severos. Y así, tres años más tarde
se conformó la iniciativa de un grupo pequeño de vecinos
que lograron hacerse de recursos económicos para garantizar su
preservación y fungir como el comité de las Torres de
Watts. Así, tal y como lo platican las autoridades a cargo del
The Watts Towers Arts Center, “todo fue construido con la audacia
de un hombre idealista que sin necesidad de andamios, equipos especiales,
cimbras o dibujo alguno; trabajó día a día con
las herramientas disponibles asegurándose exclusivamente de su
hebilla y cinturón como único equipo de seguridad”.
Con ello Rodia construiría entre 1921 y 1954, las tres torres
principales (30, 29.5 y 16.76 m), un patio, una glorieta circular que
contenía una banca de trabajo, tres bañeras para pájaros,
y las características espigas verticales que sobresalen en el
conjunto, y una estructura que él llamó el "buque
de Marco Polo", que tiene una singular aguja de 10 metros de alto.