Arquitecta de dos mundos

¿QUIÉN ES SARA TOPELSON?
Me considero esposa, madre y ama de casa.
El desempeño profesional no ha impedido mis actividades en el hogar; tengo los mismos problemas que cualquier mujer contemporánea.

Durante muchos años combiné la actividad profesional con la doméstica.
Estoy casada con el arquitecto José Grinberg, con quien tuve dos hijos, una hija que hoy es diseñadora gráfica y un hijo que es médico; pero en los años formativos, hasta la preparatoria, no trabajé por las tardes.
En ese tiempo disfruté al ayudarles en las tareas escolares y llevarlos a las clases de idioma, tenis, piano, etcétera, y en las noches compartí con mi esposo las idas al cine, al teatro, o las salidas con los amigos.
Actualmente, debo confesar que me dedico poco a las actividades de la casa y de mamá, porque mi hija vive en San Diego y mi hijo en Nueva York.

Eso me permite destinar la mayor parte de mi tiempo a la profesión, pero no significa que no me guste cocinar, tejer, bordar.

Sara Topelson de Grinberg, directora del Museo de Arquitectura, desde sus oficinas ubicadas frente al Teatro de las Bellas Artes nos explica con gran sencillez y amabilidad que, no obstante haber nacido en Polonia, es mexicana de hueso colorado, y que no en pocas ocasiones ha tenido que hacer maravillas con su tiempo para poder ser una profesional sin descuidar sus responsabilidades de madre y esposa.

¿QUÉ REPRESENTA SU ESPOSO?
Mi magnífico esposo y mis padres son la gran suerte de mi vida. Mi matrimonio es una relación de amor, de cariño, de amistad, de camaradería. Mi marido es un hombre apoyador, que disfruta con el éxito de los demás, y especialmente con el mío.
Esto para mí ha sido muy positivo, porque si en algún momento tuve dudas para lanzarme a la candidatura de la presidencia de la Unión Internacional de Arquitectos no hay que olvidar que fui la primera mujer y la primera latinoamericana que ocupó ese puesto, él estuvo ahí para decirme: "Estás en el momento preciso y en la circunstancia adecuada, tienes que hacerlo".
Por otra parte, yo lo admiro, por la calidad de sus proyectos y por su gran talento plástico; sus dibujos tienen una expresión nítida y bella en la que se proyecta su calidad humana y su nobleza. Además, su cariño por la familia ha sido fundamental.

¿DÓNDE SE CONOCIERON?
Yo salía con un chico que estudiaba medicina, y en una ocasión nos acompañó otra pareja. Me dijeron que él estudiaba arquitectura. Fuimos al teatro y luego a cenar algo, la plática se centró en la arquitectura, y se nos olvidó que estábamos acompañados.
Pasó un tiempo, y me invitaron a una fiesta. Cuando dije que no tenía cómo ir, le pidieron a él que pasara por mí, y... ya nunca nos separamos.

¿QUIÉN ES SU PERSONAJE INOLVIDABLE?
Una maestra de hebreo que tuve en segundo de secundaria. Una vez le comenté que yo no iba a llegar a ser gran cosa, a lo que ella me respondió: "¿Por qué no, si tienes todas las facultades para ser lo que tú quieras?"
Fue uno de esos comentarios que parecen intrascendentes, pero que en la vida de un niño o un adolescente son determinantes; significó sin duda un gran estímulo. En ese momento yo era una alumna de promedio, de las que nunca dan problemas. Terminé la secundaria, y en la preparatoria, con ese consejo, me propuse sacar todos los diplomas y los reconocimientos. Y lo logré. La pasión por el trabajo -me declaro workcoholic- la heredé de mi papá.
Yo lo veía todo el tiempo trabajando feliz, y mi mamá -que también era estimuladora- me dejó aquello de que tú puedes con todo y no hay obstáculos que no puedas resolver. ¿Otros modelos? ... He tenido varios, de profesionistas sobre todo.
En la universidad, recuerdo una maestra muy significativa, que siempre estaba estimulando a las mujeres, predicando con el ejemplo: Estefanía Chávez de Ortega, otra arquitecta. Una muy talentosa es Yolanda Peralta, maravillosa dibujante, quien siempre me impresionó por la calidad de expresión de sus manos.

¿CUÁNDO NACE SU PASIÓN POR LA ARQUITECTURA?
Cuando estaba en cuarto año de la carrera. Yo entré a arquitectura por circunstancias familiares; quería estudiar matemáticas puras, y a mis papás no les gustó la idea, los dos coincidían en que tenía que ira la universidad, pero mi mamá estaba convecida de que yo podía ser una médica excelente.
Sin embargo, no me sentía atraída por la medicina. Tengo dos hermanos arquitectos, que en ese entonces estaban estudiando la carrera, y era muy estimulante ver cómo trabajaban con muchos amigos.
Eso me decidió a estudiar arquitectura. Ya en el tercer año, me apasionó meterme de lleno y comprender que no se trata sólo de levantar los edificios, sino que a través de la arquitectura se hace la ciudad

¿DÓNDE ESTÁ LA SIGUIENTE META?
La siguiente meta está aquí y es hacer un buen trabajo en la Dirección de Arquitectura de Bellas Artes; dedicarle -como lo he hecho en estos cinco meses- lo mejor de mi talento y de mi capacidad.

¿CÓMO SE VE EN 20 AÑOS?
Me veo trabajando, participando en las asociaciones de los arquitectos, integrada a un trabajo productivo desde donde se pueda llevar el beneficio de la arquitectura a todos los niveles de la sociedad.

¿QUÉ HACE EN SU TIEMPO LIBRE?
Comencé a hacer ejercicio todas las mañanas hace 20 años porque era bueno para la salud, pero ahora me encanta. Otra de mis pasiones es el cine, siempre me ha gustado. Hace algún tiempo, di clases durante siete años de una materia que se llama Arte y cultura en el siglo XX.
Consistía en diez clases de filosofía y diez clases de música, diez de teatro y diez de literatura, y, desde luego, diez de cine. También procuro ir al teatro, al ballet, me gusta la música y leer novelas, y leo muchísima arquitectura.
Leo regularmente varias revistas de arquitectura y también disfruto la fotografía. Siempre viajo con dos cámaras para no perder nada, y tal vez por eso tengo una colección de por lo menos 5 mil fotos de todo el mundo.

¿ESTÁ CONTENTA A DONDE SE ENCUENTRA?
Me gusta lo que hago, vivo a plenitud cada día. En esta dirección del INBA hay un reto: la protección del patrimonio arquitectónico del país .

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