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¿Cuándo nace su amor por la ingeniería? De siempre soy ingeniero civil, y tuve la suerte de que mi primer trabajo fuera en una planta de concreto, que se llamaba en aquel tiempo Presforzados Mexicanos S.A. (Premesa). En esa empresa estuve doce años y adquirí un gran aprecio por este sistema constructivo. Al poner mi propio despacho seguí haciendo elementos prefabricados, con algunas innovaciones. ¿Cómo era el México de ese tiempo en cuanto a construcción? Era un México más abierto, pero renuente a los prefabricados. En esa época me tocó estar en la construcción del metro, donde empezamos a colocarlos. Me costó mucho trabajo incursionar con los prefabricados en naves industriales y en edificios. Íbamos aprendiendo sobre la marcha, por ejemplo, nos dimos cuenta de que algo parcialmente prefabricado, combinado con el colado en sitio, entorpece el éxito y las ventajas de la prefabricación, como son la rapidez de construcción y los bajos tiempos y costos. |
El ingeniero José María Riobóo, presidente de la Sociedad Mexicana de Ingeniería Estructural y del Grupo Riobóo –firma reconocida como una de las empresas de consultoría más prestigiada en la construcción–, con un español muy bien pronunciado, pausado y una voz grave, en un entorno sobrio y ordenado, inicia la entrevista con Construcción y Tecnología. |
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¿Recuerda con especial cariño alguna obra? Muchas obras que hemos promovido, una de ellas –en los años 1976 o 1977–, con la que rompimos récord, fue un silo prefabricado en Lázaro Cárdenas: lo promovimos, lo diseñamos y la empresa Diconsa lo construyó. En esa ocasión diseñamos elementos muy especiales a dos aguas de un claro recto y, por originalidad, el Precast Concrete Institute (PCI) publicó el trabajo. En obras de ingeniería, hemos podido lograr puentes con un criterio de diseño de puentes urbanos; hemos intervenido en más de 40 puentes. ¿Alguien, o alguna circunstancia, influyó de manera determinante en su vida profesional? Mis maestros. Además, por una parte me tocó vivir un resurgimiento impactante de la ingeniería estructural mexicana, con todos los avances de la prefabricación y el presfuerzo. Por un lado, la ingeniería sísmica empezaba a desarrollarse, capitaneada por el doctor Emilio Rosembluth –México fue y sigue siendo pionera en la ingeniería, logrando en su momento incluso sobrepasar a Estados Unidos, donde no se tenía tanta experiencia en ingeniería estructural. En la prefabricación, estuve en contacto con grandes profesionales, los que por desgracia, y por la crisis, se fueron. Hoy las ingenierías están, por algún motivo, en decadencia. Los buenos despachos de cálculo acreditados cada vez son menos, nos estamos convirtiendo en una especie en extinción, y ello es resultado de la gran ferocidad y la mala legislación que se tiene al respecto. La gente prefiere lo barato, y el recuerdo del sismo de 1985 ya se borró. Pero lo más grave es que los muchachos ya no quieren estudiar ingeniería, lo cual es un índice muy claro de que la rama está en decadencia. Por otra parte, la globalización nos va a llevar a ser un país en el que todos vengan a construir y a diseñar. No es que tenga una visión fatalista, pero si el gobierno, las escuelas, las universidades y el gremio no forman una fuerza para defender nuestra tecnología, nuestras ingenierías, eso es lo que va a pasar. ¿Qué cualidades le permitieron ser el profesionista que es? No son cualidades, si uno trabaja en lo que le gusta, es un hobbie, hasta domingos y días festivos está uno trabajando. Si uno mantiene esta actitud un poco medular, logra soluciones cada vez más eficientes. ¿Por qué la inclinación a la construcción en concreto? Soy un convencido de la conveniencia del concreto, el acero tiene grandes limitaciones y la mayor es el costo. Antes de la crisis pasada –cuando tuvimos la gran devaluación, en el 94–, en apariencia el costo del acero era casi como el del concreto. Con un dólar se podía comprar mucho acero, y por lo tanto mucha estructura, pero cuando ya se estabilizó la moneda se pudo ver que casi se duplicaron los costos de la estructura metálica. Hablo del edificio de oficinas, en lo que se refiere a las naves industriales o cubiertas de tipo ligero, los costos son diferentes. En un sentido estricto, la estructura metálica también es prefabricada, pero tiene muchas limitaciones, porque en la prefabricación de concreto uno puede manejar el molde como se quiera, y en la estructura metálica en cambio, las viguetas ya vienen hechas, lo que genera muchas incertidumbres como, por ejemplo, los problemas de soldadura. Para competir con el concreto en condiciones semejantes, se requeriría un acero colado. ¿Cómo se ve a futuro? Un poco insatisfecho, porque hay cosas que se han quedado en el tintero y que no se han podido lograr dentro de la ingeniería, pero he logrado otras. No quiero ser pesimista, pero no me gusta decir dónde he llegado, porque día a día me gusta hacer cosas nuevas y siempre algo se me ocurre. ¿Qué hace en momentos de descanso? Estudiar, hacer cosas ligadas con la ingeniería, pero siempre aprender. ¿Cómo se visualiza usted en unos 20 años? No tengo idea –dice con una gran sonrisa. ¿Pero no tiene un sueño, algo así como el ideal? No, porque eso sería el fin. De hecho, no tengo un sueño, quiero seguir como hasta hoy, haciendo las cosas que me gustan hacer. Para mí, cada estructura es distinta. En una obra, por pequeña que sea, me gusta forjar las respuestas. Las grandes obras conllevan la satisfacción de que son importantes. Los puentes me gustan porque no ocultan nada, no tienen falsos plafones, toda la estructura está a la vista y va a permanecer por años, muchos permanecen más tiempo que nosotros mismos. En un edificio, en cambio, aunque la estructura esté muy bonita, hay que fotografiarla antes de que la tapen, y hay que platicar la forma en que se hizo. Déjeme externar una preocupación que tengo, la de regresar a lo que era el orgullo nacional: a la ingeniería local. No es por proteger de la competencia extranjera, porque no todo lo de fuera es lo mejor. |
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