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En el comienzo de la arquitectura moderna, el acero impulsó a los constructores a buscar nuevos modelos, los cuales pudieron materializarse en sus formas más extremas gracias a otra innovación, una que envolvía al metal: el concreto armado. A
partir de entonces, la audacia siguió a la fantasía y los
materiales se ajustaron a todos los esfuerzos, volviéndose equilibrios
y armonías. Ya no existían límites para la organización
de los espacios; nada que impidiera evolucionarlos hacia otros contornos
Uno de los principales detonadores de esa transformación fue, desde
la década de los 50, Félix Candela Outeriño, a quien
se le recuerda por sus paraboloides hiperbólicos (“denominación
complicada abreviada por los estadounidenses con el término hypars,
hyperbolic paraboloids), por sus estructuras atrevidas y también
porque, entre otros galardones, ganó el Premio Augusto Perret (en
1961) que se otorga a los más destacados constructores de concreto
armado. |
“Félix Candela Outeriño, arquitecto hispano-mexicano nacionalizado estadounidense, ha sido una de las figuras más destacadas del siglo XX en el desarrollo de nuevas formas estructurales de hormigón armado. Hace unos meses sus huesitos se agitaron en la tumba. ¿Por pura indignación? Unos ignorantes habían derribado sus obras en el Casino de la Selva ¿Habría que recordarles quién fue Félix Candela?. |
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Aunque
comparte con Buckminster Fuller la capacidad de innovación en el
terreno estructural, su carrera arquitectónica está más
asociada a la del italiano Pier Luigi Nervi, que también investigó
en el campo del hormigón armado desde su doble condición
de arquitecto y promotor. A Félix Candela le tocó vivir
años difíciles. La Guerra de España le rozó
el alma, y la emigración INGENIEROS
CONTRA ARQUITECTOS De hecho, aún hay arquitectos que critican a Candela porque, según ellos, “no terminaba sus obras” y nunca se preocupaba por “los acabados”, aunque admiten que era un buen “estructurista”. Y por otro lado, desde la orilla de la ingeniería, tampoco le va bien. Algunos ingenieros no sólo lo critican porque no contaba con un título de ingeniero, sino “porque no sabía calcular sus estructuras”, operación –dicen- que efectuaba “a ojo de buen cubero”. No saben que en Madrid, en la Escuela Superior de Arquitectura, se les exigía a los arquitectos estudios de ciencias exactas. Además, aprendían Teoría de la Elasticidad, un verdadero escollo para los estudiantes. Por
eso, Candela desarrolló una profunda devoción por la geometría
descriptiva, aunque nunca sintió proclividad por la matemática
pura. EL AZAR Y LA NECESIDAD Según
describe uno de sus numerosos biógrafos, Candela no lo tomó
a mal y se refirió al hecho como un ejemplo de la suerte, de “estar
en el lugar y el momento preciso, porque si no logré beneficiarme
con las sabias enseñanzas de los profesores alemanes, absorbí
algunas de las lecciones impartidas por la revolución y la guerra
civil, que me fueron mucho más útiles”. Poco
resignado a su condición de emigrado, Candela inició un
largo LA VIDA EN MÉXICO A
inicios de los años 40, Candela trabajó en Acapulco, que
se había puesto de moda, donde erigió algunas mansiones,
una casa de departamentos y muchas cabañas en el Hotel
Papagayo. Años después, colaboró con Jesús
Martí, otro refugiado como él, pero que ya se había
establecido en la ciudad de México. Muy
propenso a la lectura, Candela “era un autodidacta insuperable”;
aprendió varios idiomas y se mantuvo al día con artículos
técnicos de su profesión. En una oportunidad tuvo acceso
a un artículo del Journal of the American Concrete Institute (ACI)
que mostraba la construcción de losas dobladas y sus implicaciones.
Revisó sus apuntes de juventud, recopiló artículos
sobre cascarones, “siempre con la idea en la cabeza de que estas
estructuras podían ser analizadas por métodos más
simples que el clásico”. LA OBSESIÓN POR LAS ESTRUCTURAS Su
mayor aportación en este ámbito fueron sin duda las estructuras “Siempre
con una actitud rebelde y un vigoroso espíritu crítico,
Candela empezó a obtener fama internacional y a divulgar sus conocimientos
en congresos a los que asistía y en conferencias que impartía”,
acota al respecto Tonda, quien desribe que Candela continuó buscando
más simplificaciones para el diseño. “La estructura
más sencilla El
de las Aduanas, por ejemplo, fue importante porque su diseño se
condicionó a la necesidad de construirla sistemática, rápida
y económicamente. La ingeniosa solución al problema constructivo
hizo parecer triviales a sus obras anteriores. Candela llegó a
ser conocido como el principal diseñador de cascarones en el mundo
e invitado a dictar conferencias en numerosas universidades, principalmente
en Estados Unidos. Candela quiso exagerar la forma del paraguas para obtener
nuevos efectos. Este fue el origen de la iglesia de la Virgen de la Medalla
Milagrosa (1954), en la colonia Narvarte, que iba a ser su estructura
más conocida. Bajo cuyas bóvedas dobladas se configura un
espacio que recuerda de algún modo las construcciones de Antoni
Gaudí. LA
CONQUISTA DEL MUNDO Pero
no dejó de lado su trabajo creativo. Se asoció con una constructora
con sede en Toronto y participó en ambiciosos proyectos, inclusive
en España donde participó en un proyecto del estadio de
fútbol de Madrid “Santiago Bernabeu”, que no se llevó
a cabo; en la Ciudad Deportiva de Kuwait; en el Centro Cultural Islámico
de Madrid, y en la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia (“donde
se confeccionaron réplicas de las estructuras de bordes rectos,
con picos, a diferencia de Los Manantiales, que fueron curvos), espacio
que incorporó un gran parque oceanográfico en el que también
participó el destacado arquitecto-ingeniero Santiago Calatrava. |
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