Caballero de la Ingeniería
Por Mireya Pérez Estañol

Cuenta con infinidad de reconocimientos nacionales e internacionales, como el ser Profesor Emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México, Premio Nacional de Ingeniería 1999, haber recibido el Vector de Oro de la Unión Panamericana de Asociaciones de Ingeniería (UPADI) y ser Académico de Honor de la Academia de Ingeniería, entre otros muchos.

¿Cuándo llega a México?

Llegué con mi madre a México a la edad de 14 años, a mediados de enero de 1940, después de la Guerra Civil Española. Mi padre murió en la guerra, yo fui de los que perdieron

¿Cómo se decidió por la ingeniería?
Me lo he preguntado varias veces. No sé, en aquel entonces no había -como se dice hoy- el "menú de carreras" que existe actualmente, estaban las tradicionales medicina, arquitectura, ingeniería, y yo siempre tuve facilidad para las matemáticas, me gustaban; aunque la ingeniería no es sólo matemáticas, tiene un componente importante
Yo soy de familia de profesionistas, pero más bien del área de la biología y la medicina. Mi abuelo fue un biólogo marino a principios del siglo XX, bastante afamado dentro y fuera de España; mi hermano y mi padre fueron médicos, y mis dos hermanas biólogas.

El ingeniero Oscar de Buen López Heredia no necesita presentación, ya que su quehacer profesional está firmemente ligado a la ingeniería y a México.


¿Cuándo entró a la entonces Escuela Nacional de Ingenieros?

En 1944. Teníamos buenos profesores, los mejores de México, y ahí siguen estando. Actualmente hay muchas posibilidades de escoger, en aquella época para estudiar ingeniería en la ciudad de México no había más que una posibilidad, y en el país no había muchas opciones, por aquel entonces se fundaron el TEC y la ICA, en 1946 o 1947.
Cuando yo estaba en tercer año, tuve que empezar a trabajar porque la situación en la casa no era nada buena. Trabajé donde encontré trabajo, que fue en lo que era el Departamento del Distrito Federal, primero de dibujante y luego viendo algunas obras de pavimentación.
Mi primer diseño y tesis profesional -claro que no lo hice yo sólo- fue el Auditorio Nacional de Chapultepec.
Aquí tengo que aclarar que en el último año de la escuela me dio polio, a una edad que no me debía haber dado -ya no era yo tan niño-, aunque creo que yo hubiese acabado realizando trabajo de gabinete porque era lo que más me gustaba. Sí pensaba dedicarme dos o tres años a la ingeniería en el campo, pero con la polio quedé un poco limitado.


¿Quiénes fueron sus maestros?
El mejor maestro que tuve fue Javier Barros Sierra, que daba clases de matemáticas. Era magnífico, pero un profesor de los que más influyeron en mí, y creo que en toda esa generación, fue el ingeniero que acaba de morir el año pasado, el Ingeniero Alberto J. Flores, quien daba clases de estabilidad en las construcciones, una de las materias principales. Él era el "coco", y gracias a él se decía que la carrera no era ingeniería civil sino ingeniería estructural -también en parte debido a la época que vivía el país en el que se empezaba a construir gran parte de las ciudades, claro que también presas y caminos.

¿Recuerda con afecto alguna obra en especial?
El Auditorio Nacional, que en ese entonces era el Auditorio Municipal, porque como dije, fue mi primera obra importante -aunque no era mía del todo-. Cuarenta años después, cuando lo remozaron y lo arreglaron, en 1991-1992, también lo hicimos nosotros, pero ya en el despacho. Con esa renovación me siento bastante ligado.
Entre las más vistosas -aparte de montones de edificios y de naves industriales- están el Museo de Antropología, la Basílica de Guadalupe -la segunda, porque la primera no, dice sonriendo-, el Estadio Azteca, la Torre de PEMEX, la Torre de Mexicana de Aviación y la cúpula del Palacio de los Deportes, en la que trabajé con Félix Candela.
También hay obras menos vistosas pero que encierran un desafío personal, por ejemplo, la cúpula que está encima de los que se supone fueron los baños de Moctezuma en el Centro vacacional de Oaxtepec (también proyectamos todo el centro vacacional), o el paraguas del Museo de Historia o una cubierta de un gimnasio que tiene el Seguro Social en San Bartolo Naucalpan.

¿Cómo ve la ingeniería en la actualidad?
En los primeros años, cuando empecé a trabajar, se presentaba el sube y baja de los ciclos sexenales. Al fin de cada sexenio no había trabajo, pero se sentía que las cosas iban mejorando, no sólo en la ingeniería sino en el país en general. Había mucho por hacer pero se iba mejorando, y esa sensación yo la dejé de sentir a partir del 68. Como desde entonces las cosas han venido para abajo, incluso la ingeniería mexicana está dejando de serlo. Tenemos mucha competencia con compañías extranjeras que están comprando todo, y cuando por ejemplo compran la Comercial Mexicana y la convierten en Costco -por decir algo- la ingeniería viene de allá en buena parte.

Esto, combinado con que a la gente moderna no le gusta la ingeniería porque hay que trabajar mucho, tiene muchas responsabilidades, la va dejando atrás.
Sin embargo, aún la ingeniería sigue con buen nivel, pero si siguen las cosas como van, contratándose proyectos que vienen del extranjero con dinero de fuera, los ingenieros mexicanos estarán en un segundo.
Más o menos en los años en los que yo nací, la ingeniería se volvió mexicana, se creó la Comisión Federal de Electricidad, la Comisión de Irrigación -que fue luego Recursos Hidráulicos-, poco después Petróleos Mexicanos. Entonces los mexicanos tenían los puestos importantes, no eran gente de segunda.
En otro aspecto, si hay oportunidades pero éstas están fuera de México, cuántos jóvenes no se estarán yendo fuera, pero aún afuera, se ve que la ingeniería civil está perdiendo interés entre los jóvenes y les interesan más las ingenierías de moda como la electrónica, o la de telesistemas.
.
Un país como México, que cada vez crece más, va a necesitar habitación, transporte, pero no hay dinero para nada, y no se construye infraestructura. Las universidades públicas -con todos sus defectos- han servido para que exista una gran permeabilidad social, mucha gente que no hubiese podido estudiar en universidades, en la UNAM ha podido hacer una carrera y pasar de un nivel social a otro, pero cada vez más las universidades públicas tienen menos dinero. En cambio, las universidades particulares se llevan la mayor parte y ahí estudian los que tienen dinero, con lo cual la brecha que favorece a unos cuantos se hace más profunda.

¿Por qué dejó la universidad?
Di clases de 1952 a 1994, y la verdad es que no la quería dejar, pero aunque como maestro de asignatura o de medio tiempo nunca alcancé el año sabático, un día decidí darme uno yo solo. Pero cuando me dio polio, la única de las extremidades que no resultó afectada fue la superior derecha, y me pasó como a los pitchers del béisbol, que de tanto utilizarla se me estropeó del hombro. Me tuvieron que operar y no quedé muy bien, desde entonces ando la mayor parte del tiempo en silla de ruedas y por eso ya no regresé.

¿Cómo era como maestro?
Es cierto que me huían un poco porque era más exigente que otros, pero creo a pesar de que reprobé a una buena cantidad de alumnos, se tiene un buen recuerdo de mi, yo reprobaba porque yo hacía todo mi esfuerzo porque aprendieran, y yo creo que si un muchacho no sabe, le hago un favor no dejándolo pasar, aunque de momento él no lo entienda así.

¿Recuerda algunos alumnos que sean conocidos?
Recuerdo a los muy buenos y a los muy malos, pero de los más conocidos puedo mencionar a Roger Dáz de Cossío, que fue luego subsecretario de Educación, a Luis Esteva Maravoto, muy distinguido en ingeniería sísmica y a Cuauhtémoc Cárdenas.

¿Qué les diría a los jóvenes ingenieros?
Que con las computadoras se tiene la impresión de que las cosas se pueden hacer de hoy para mañana y no es verdad. Algo que va a pasar cuando la gente de mi generación desaparezca -lo que ya está sucediendo- es que si bien los muchachos son muy buenos para las computadoras, no saben lo que están haciendo.
Se puede hacer un edificio en un día, pero muy mal. Las computadoras quitaron el trabajo de hacer números y números; cuando yo empecé, teníamos que simplificar las cosas porque para resolver una estructura compleja, aunque existían los métodos, no se lo podía hacer a mano. Esto requería horas, meses, y se llegaba a sistemas de ecuaciones muy grandes en las que se perdía precisión, había que buscar sistemas de reducción y uno sabía lo que estaba haciendo, se tenía el control, pero hoy que es fácil modelar un edificio, meterlo a la computadora, se tiene una cantidad tal de información que si uno no sabe un poco puede cometer errores garrafales y se pierde el control de todo.

En este punto, el ingeniero De Buen sonríe y dice, con la voz sonora y el acento castizo que lo caracteriza: "Pero no quiero dar la impresión de ser alguien pesimista, quiero aclarar que me gusta lo que hago, y principalmente me he dedicado a las grandes obras urbanas porque todas las actividades del hombre se llevan a cabo en una estructura. Es un trabajo bonito, en el que nunca se deja de estudiar, aunque también me gusta hacer otras cosas.
"En una ciudad como México hay una enorme oportunidad de asistir a actividades culturales, en la universidad misma. Me gusta leer, también me gusta la música, pero me gusta más leer, especialmente de historia, aunque lo hago sin un sistema, pero tengo la ventaja de hacerlo en tres idiomas: inglés, francés y español".
Al retirarnos, salimos con la impresión de que hay muchas cosas que se quedan en el tintero, que nos gustaría hablar mucho más tiempo con quien denota una gran calidez y simpatía, ¡lástima que éstas entrevistas tengan un límite de tiempo!

Este artículo le pareció: