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Este papel lo desempeña el ingeniero José María Riobóo Martín, quien desde hace casi 30 años fundó el Grupo constituido en la actualidad por cinco empresas: Riobóo, SA de CV, dedicada principalmente al diseño integral de proyectos de ingeniería; Jorod, encargado del diseño estructural; Consultoría Riobóo, que responde por la coordinación y supervisión de la construcción de obras públicas; Ingeniería Riobóo, para atender los servicios de gerencia de proyectos, es decir, la dirección, coordinación y supervisión de la construcción privada, y Presforza Ingenieros, que lleva a cabo los servicios de refuerzo de estructuras existentes. En
los últimos meses, además, el nombre de Riobóo ocupó
la atención de conocedores y del común ciudadano, dado su
aporte tecnológico en la realización de una de las obras
más debatidas en el DF, el distribuidor vial de San Antonio, donde
se aplicaron muchas de las innovaciones propuestas por este despacho y
su fundador. |
Liderar uno de los despachos de ingeniería más importantes
de México, sin duda, implica una alta responsabilidad, y también
un constante reto para responder a las exigencias de las innovaciones
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Una mirada al pasado Este hombre afable, que no escatima su tiempo para platicar con la enviada de Construcción y Tecnología, a pesar de sus múltiples obligaciones, rememora sus inicios, pues está convencido de lo atinado de haber elegido, muy joven, una carrera como la suya “en una época magnífica, con estupendos maestros, que nos enseñaron no sólo cómo hacer bien las cosas, sino que ejemplificaban con sus propias obras y su capacidad de experimentación constante”. En
retrospectiva, considera que la época de gloria de la ingeniería
mexicana se dio desde mediados de los 50 hasta fines de los 70, en el
siglo XX, cuando se hicieron obras muy relevantes en la capital y presas
en todo el país. “Desde los 50, México se erigió
como una potencia mundial en esta especialidad. Ejemplos sobran en la
trayectoria del Instituto, en la UNAM, con maestros de la talla de Emilio
Rosenbleuth o Neftalí Rodríguez, en estructuras; de Raúl
Marsal, en mecánica de suelos o Antonio Dovalí, en vías
de comunicación de concreto presforzado, por citar unos pocos. Comenta el entrevistado que en su interés por ciertos materiales como el concreto incidió su primer trabajo, pues recién graduado de la UNAM empezó a trabajar en una naciente empresa dedicada a diseñar, fabricar, transportar y montar elementos prefabricados y pretensados de concreto, denominada Presforzados Mexicanos, SA de CV, (PREMESA), dirigida por su ex maestro, el ingeniero Francisco Robles, quien se había capacitado en Suecia, por entonces uno de los países más desarrollados en ese tipo de tecnología, además de profundizar en los sistemas estadounidenses, creando una verdadera “escuela” de presfuerzo nacional al sintetizar los diversos criterios al respecto. Y uno de sus primeros seguidores fue Riobóo, quien participó de lleno en varios de los proyectos a cargo de la empresa, como las tres primeras líneas del Metro capitalino, las cubiertas de la Alberca y del Gimnasio Olímpicos, así como la del Palacio de los Deportes, o varios puentes y pasos a desnivel, de los más novedosos entonces. Además, el joven José María impartió clases entre 1965 y 1970 de Matemáticas e Introducción a la Ingeniería en la UNAM, etapa durante la cual lo nombraron subjefe de la Sección de Estructuras, bajo la dirección de su también maestro Luis Esteva Maraboto, tras lo cual amplió su enseñanza a las áreas de Análisis y Diseño Estructural, Estructuras de Concreto y Presforzado. Todo esto llevó a nuestro entrevistado a ahondar cada vez más en las opciones idóneas para su mejor aplicación en aquellas obras que debería enfrentar en breve, cuando ya en la década de los 70 fundó Riobóo, SA de CV. “Durante más de una década en PREMESA aprendí mucho, pues no cesábamos de experimentar, y no sé si será una virtud o un defecto, pero siempre estoy dispuesto a cambiar de opinión acerca de una propuesta o una solución, si al cabo de dos días considero que hallé una mejor opción. Evito casarme con una sola idea, y no se trata de actuar por capricho, sino de mantenerse abierto a nuevos criterios y posibilidades, pues la ingeniería no está atada a las matemáticas exactas” afirma en la actualidad Riobóo. Un paso adelante
“Después, monté un despacho de diseño y comprendí
rápidamente el conflicto de hacer el proyecto y no participar en
la obra, pues se daba una especie de divorcio. Así, aprendimos
que debíamos ir a las obras, involucrarnos más y saber cómo
hacer la pieza, cómo levantarla, cómo entender todo el proceso
de principio a fin, más allá de una oficina, pues no se
vale entregar un plano para que le paguen a uno y luego que otros busquen
la manera de llevarlo a la práctica, para que el “maestro”
interprete a su modo el plano. Por eso, el diseñador no debe “soltar
la obra”.
Dando un salto innovador, Grupo Riobóo, mediante sus ramales de
consultoría, empezó a promocionar en México este
sistema y en el transcurso de los años han obtenido un éxito
indiscutible por su modo de trabajar, gracias a las ventajas que ofrece,
como rapidez de ejecución, economía, notorio nivel de calidad,
control programado de erogaciones, información continua y específica
para el propietario en todas las etapas. Competencia a escala global
Al hablar acerca de la posición que ocupa la ingeniería
mexicana en un contexto internacional, sobre todo en relación con
la de Estados Unidos, América Latina, Europa y Asia, nuestro entrevistado
hace énfasis en que Uno
de los aportes más notorios de la ingeniería impulsada por
Riobóo se basa en los centros sismo-resistentes en los puentes
con trabes cajón, lo cual se sigue formando el marco longitudinal
con el claro central de la trabe del puente voladizo, mientras en el sentido
transversal se forman marcos transversales con columnas debajo de cada
trabe, unidas por una diafragma semiprefabricada y colocada en sitio,
un marco de varias crujías, según el número de trabes,
por cada uno de los dos ejes longitudinales. Si de puentes se trata… Al abordar el tema de las vialidades, se plantea que no pocos piensan que la mejor ingeniería se basa en los puentes de enormes dimensiones, sin duda impactantes, erigidos tanto en EU como en Europa, y se cree que en México aún hay un gran rezago al respecto, menospreciando las obras nacionales. “Por supuesto, esa imagen espectacular repercute en la mente de la población y, también, de algunos inversionistas –advierte Riobóo-. Sucedió
hace poco en Monterrey, con los puentes hecho con dovelas, a pesar de
advertirles lo costoso de esa tecnología, pero prefirieron los
consejos externos. Quizá se piensa que como los vinos o los quesos
lo que “hable” francés o inglés debe ser superior.
No obstante, hay que reconocerlo, en EU y Europa hacen buena ingeniería
de puentes grandes. En eso se han especializado, pero en puentes medianos
y cortos lo dudo. Además, a escala mundial hay verdaderas com-petencias
a ver quién hace el puente más largo, más grandioso,
pero en viaductos urbanos y puentes urbanos, en realidad, no me han impresionado,
pues extrapolan demasiado lo hecho en áreas abiertas y ahí
fallan en no pocas ocasiones. Al
señalarle ciertos comentarios comparativos entre los grandes express-ways
de EU con los distribuidores viales del DF, Riobío destaca que
“son otra cosa… Muchos valoran la ingeniería sobre
la base del costo y no de la eficiencia. Siempre he dicho que el Golden
Gate no se hizo para verse bonito, pero al ser eficiente resultó
tan atractivo. Y en el distribuidor pasó esto, se buscó
la funcionalidad, el buen costo, sin colocarle nada más de lo necesario
ni anteponer la belleza, pero tampoco olvidándonos de su aspecto
estético. Por supuesto, hay monumentos artísticos, como
los puentes de Calatrava y ahí ya no hay una relación equilibrada
entre costo-beneficio, pues se trata de una obra creativa, además
de su eficacia. Pero, es otro concepto. Decir “quiero tener un puente
de Calatrava” es como desear un Picasso en la pared de la sala,
algo emblemático para la ciudad y con otros valores.”
“Hace un tiempo, siendo presidente de la Sociedad Mexicana de Ingenieros
Estructurales, señalamos que esta especialidad se hallaba en el
punto de la extinción y no exageraba. Todavía no hemos mejorado
mucho al respecto. Por una parte, la globalización nos lleva a
una competencia desleal, pues las grandes obras contratadas a firmas del
exterior ya llegan con su solución estructural y esto desilusiona
al ingeniero nacional, quedando casi como “firmones” de proyectos
importados.
Esto sucedió a todos los niveles, desde los obreros a los principales
técnicos, pero los mexicanos tienen grandes habilidades y, por
suerte, la curva de aprendizaje es muy rápida.” Una última pregunta cierra la plática antes de despedirnos: ¿cómo ve el futuro después de estas obras de tanta relevancia y amplia repercusión social? “Quiero suponer que resulte una inspiración contagiosa no sólo para nuevos proyectos en el DF, sino en otros estados. En tiempos recientes, los políticos-economistas decían que las obras de ingeniería eran inflacionarias, por tanto debían “congelarse”, además de que al causar ciertas molestias a la población circundantes podían dañar sus aspiraciones partidistas, así preferían evitarlas. Y, por otra parte, algunas, según el sitio pasaban casi inadvertidas, aunque se hicieran miles de metros, pues al no estar situadas en puntos neurálgicos, como el distribuidor vial, no hubo tanto revuelo. Creo firmemente que, a la larga, los usuarios agradecen cuando la obra es buena, pues mejora la calidad de vida de las ciudades y, por tanto, de sus pobladores.” |
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