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La ingeniería civil en México requiere incrementar el número de estudiantes, mejorar el plan de estudios de posgrado de la UNAM, promover mayor participación de los egresados de esta especialidad en los problemas que enfrentan las distintas dependencias oficiales, así como elevar la capacidad empresarial del país- aseguró el ingeniero Luis Esteva Maravoto, quien el año pasado se convirtió en el tercer mexicano que ingresó a la Academia Nacional de Ingenieros de Estados Unidos (ANIEU). Entrevistado en su cubículo del Instituto de Ingeniería de la UNAM, el también doctor en Ingeniería Sísmica dijo que las condiciones anteriores servirían para "poder desarrollar otras ingenierías en el nivel en que lo ha hecho la ingeniería civil en México", De la conversación se desprende que los ingenieros de esta rama se encuentran entre los mejores del mundo. Durante la conversación, el doctor Esteva Maravoto trazó un panorama de la ingeniería civil en nuestro país desde sus inicios y se refirió a su propio interés por esta disciplina tan importante en México, así como a la labor que él desarrolla en la formación de ingenieros civiles en la especialidad sísmica en la UNAM, donde es catedrático en la maestría y el doctorado. -¿Cómo tomó usted el reconocimiento que le hicieron para ingresar a la Academia de Ingenieros de Estados Unidos? -Me dio mucha satisfacción; fue para mí algo inesperado, porque a uno lo proponen sin que se entere, y yo lo supe cuando ya me habían aceptado. Es principalmente un reconocimiento a mi labor de investigación en el área de la ingeniería sísmica en el país. No es por un trabajo específico, es un reconocimiento a las labores realizadas durante décadas en esa línea, desde fines de los años cincuenta. Es un reconocimiento de mis colegas de otros países, fundamentalmente por mi labor en Estados Unidos. Recordó a los otros dos mexicanos que han sido miembros de la Academia; uno es el doctor Leonardo Sevart, un ingeniero muy distinguido en el área de la mecánica de suelos en México, que "está activo todavía como ingeniero y como profesor de la División de Posgrado de Ingeniería". El otro, el doctor Emilio Roseblueth, quien "entre otras cosas fue mi profesor y una personalidad muy distinguida en México, pero que desgraciadamente falleció a principios de 1974", comentó el entrevistado. -Háblenos un poco de su trabajo. -Yo me gradué en 1958, pocos meses después del temblor de 1957 en el que se cayó El Ángel de la Independencia. Ya en esa época trabajaba como ayudante en la oficina de Diseño Estructural de Colinas de Buen Rodríguez, uno de cuyos dueños era Oscar de Buen, que fue también mi profesor. Por esos años, el joven ingeniero tenía inquietudes relacionadas con los problemas del diseño estructural; cuando ocurrió el temblor mencionado, obviamente esos intereses se incrementaron: -Al terminar mi carrera y recibir el grado, conseguí una beca para irme a hacer la maestría al Instituto Tecnológico de Massachussetts, fundamentalmente con esos intereses, y regresé una vez terminada la maestría porque me interesaba mucho trabajar ya en problemas que tenían que ver con la ingeniería sísmica en México y el mundo. Recuerda que trabajó en una oficina de la cual fue socio, ya que era una empresa que habían formado unos amigos suyos, quienes lo invitaron a participar. -Pero con el tiempo me di cuenta de que me interesaba no solamente estar en la práctica, sino también hacer investigación, de modo que le solicité al doctor Rosemblueth la posibilidad de ingresar en esta actividad, lo cual pude hacer a fines de 1959. Me tocaron entonces las secuelas del temblor de 1957, porque estaban en proceso de revisión las normas entonces vigentes, y debí empezar algunas investigaciones sobre problemas relacionados con la resistencia de las construcciones de mampostería ante temblores, ya que sobre este tipo de edificaciones no se había investigado en México ni en los países avanzados. A éstos no les interesaba tal construcción, muy típica en nuestro país. Del trabajo allí realizado, recuerda: -Me tocó hacer el primer mapa de regionalización sísmica del país, en cuya elaboración se incluyeron planteamientos muy novedosos, basados en análisis de riesgo y probabilidades. Fue uno de los primeros mapas de este tipo que se hicieron en el mundo y, también, una de las razones del reconocimiento. El especialista reitera que el trabajo que ha realizado está relacionado con la ingeniería civil, pero orientada hacia el diseño contra temblores, "lo que me ha hecho trabajar también en la frontera con la sismología". Agrega que los sismólogos tienen su forma de ver los problemas, y los ingenieros la suya. "Nosotros necesitamos obtener información de tipo sismológico para poder plantearnos normas de diseño adecuadas". -Me ha tocado participar en la norma de diseño para México y en las normas de diseño de otros países, principalmente de Latinoamérica, aunque también colaboré en la revisión de los problemas en Irán y otros países afectados por temblores intensos. La experiencia que nos ha dado México la hemos tenido que compartir con otros países que han pasado por problemas similares a los nuestros. -¿En especial con los japoneses? -He viajado bastante a Japón para dar conferencias sobre el trabajo que hacemos en México. No podría decir yo que los hemos asesorado, porque ellos tienen muchísimo tiempo de trabajar en esto, pero, bueno, me han invitado para comunicar nuestras experiencias. -¿Es usted pionero en este rubro en México? -Por más que creamos que estamos introduciendo todo lo que conocemos, ¡vaya, siempre hay sorpresas! El temblor de 1985 causó problemas porque dentro de nuestra experiencia y la revisión hecha de la información de varios siglos atrás, no teníamos indicios de un sismo de intensidad tan grande como la que se manifestó entonces: 1985 nos mostró una intensidad sísmica que sinceramente no esperábamos. -¿No la había habido ni en los sismos del siglo XVI? -Cuando nos fuimos para atrás y buscamos en los códices información histórica al respecto, nos dimos cuenta de que había datos de temblores que debieron haber sido muy intensos. Lo que pasa es que no habían sido muy destructivos, porque no había construcciones sensibles a los movimientos sísmicos que tenemos en nuestro país, con su tipo particular de suelo. Entonces, no había referencias históricas que nos dijeran que teníamos que preocuparnos por una intensidad excesiva. Una vez que ocurrió el sismo y nos pusimos a investigar en el pasado, nos dimos cuenta de que habían ocurrido fenómenos que seguramente habían sido temblores. Pero eso lo encontramos no en informaciones científicas, sino en crónicas históricas, e incluso en códices antiguos. -En relación con el terremoto de 1985, cuando se derrumbó el edificio Nuevo León en Tlatelolco, se habló de fraude con los materiales que se utilizaron para la construcción de la unidad, ¿es cierto esto? -Sinceramente, no lo creo. En este caso, Nonoalco era un conjunto muy moderno, pero que había sido construido con normas anteriores, y por eso los edificios se cayeron en 1985. Ahora, creo que muchas construcciones que se vinieron abajo en 1985, y muchos de los problemas que tuvimos después, fueron precisamente porque las normas de construcción no estaban en relación con la gran intensidad de ese sismo. También debo decirle que muchos edificios que estaban bien hechos, y según las normas anteriores, resistieron, a pesar de que no habían sido construidos para soportar las características de los temblores de 1985. Esos edificios tuvieron defensas suficientes para seguir en pie, a pesar de que las normas no preveían temblores tan intensos. Agrega el doctor Esteva Maravoto que, en este caso, se puede decir que la mayor parte de los problemas que hubo en 1985 se debió a deficiencias en la construcción, pero aclara que otra de las situaciones de esta problemática que enfrenta la ciudad de México, sobre todo en la parte central de lo que fue el lecho del lago, es el hundimiento de edificios. -¿Cómo trabaja usted en ese aspecto, cuál es su participación? -No, yo en eso no trabajo. Hay gentes en el Instituto de Ingeniería que se dedican al estudio de ese problema, principalmente los ingenieros interesados en la mecánica de suelos. Yo me he concentrado más en el problema de cómo responden las construcciones ante temblores y cómo conviene diseñarlas para que puedan resistir esas situaciones de alta sismicidad. -¿El temblor de 1985 fue el ejemplo, el despertar para ponerse a trabajar más sobre esto? - No, digamos que el despertar fue el de 1957. Ese año aprendimos mucho, ya que en el curso de los siguientes, entre 1957 y 1985, como recordarán, tuvimos 304 temblores que causaron algo de destrucción, por lo que consideramos que eso era lo peor que nos podía pasar. -Hay gente que piensa que se está generando mucha energía en ciertos lugares del país y que podría producirse un temblor más fuerte que el de 1985, ¿usted qué opina? -Si, es una realidad. Esto es así, si se toman en cuenta las características de las fallas en la corteza terrestre, en especial las de aquellas sobre las que está asentada la república mexicana. Además, el tiempo que ha transcurrido parece indicar que se está acumulando suficiente energía para que, a una distancia más corta de lo que ocurrió en 1985, y si esa energía se liberara de golpe, el temblor pudiera ser más grave. Aunque también existe otra posibilidad: que no haya tal sismo, porque ha habido antecedentes de liberación de esa energía ya en dos ocasiones, que representaron la liberación de la mitad de la energía total. Podría ser así, pero también podría ser que ocurriera lo contrario, y eso nadie puede predecirlo. Le puedo afirmar que si ocurre ese temblor, que desgraciadamente estamos esperando, sí va a haber problemas. Está previsto de dos maneras: por un lado, las normas se están actualizando continuamente, y existe en el caso de la ciudad de México un Comité Asesor en Seguridad de Infraestructura del DF, que se formó desde el régimen anterior y que en éste ha sido ratificado. El comité sigue trabajando, y bajo su patrocinio se están haciendo estudios para la actualización de las normas de construcción. Puntualiza que hay una revisión que se está terminando en este momento. Los documentos sobre la revisión de las normas de diseño sísmicas ya se distribuyeron, para que distintos especialistas en toda la ciudad puedan revisarlas y dar su opinión, con el fin de que se conviertan, al final de este año, en la versión 2001 de las normas, "porque sobre este tema hay que seguir aprendiendo, siempre hay cosas nuevas". La otra manera, al decir del doctor Esteva Maravoto, es que actualmente se están dando cursos en la UNAM y en otras universidades del país sobre ingeniería sísmica, tanto en el ámbito profesional como de posgrado. -Nos preocupamos por formar ingenieros, aunque no sé si serán suficientes, porque desgraciadamente, cuando sucede un sismo de grandes magnitudes nos damos cuenta de que no son suficientes los ingenieros sísmicos. -La población, doctor, ¿tiene información para estar prevenida y enterada de qué debe o no debe hacer en este tipo de terremotos, sobre todo en zonas populares donde hay construcciones hechizas? -Desgraciadamente, creo que tenemos que aceptar que hay mucha autoconstrucción y que ésta no satisface ninguna norma. Aunque, afortunadamente, en el caso de la ciudad de México eso no es cierto; ustedes recordarán que los problemas de fallas no se dieron en la autoconstrucción, realmente no, porque esas construcciones no son tan sensibles como los edificios altos. Agrega que en el caso de la ciudad de México, por las características del terreno y las de los temblores que nos llegan de lejos, los movimientos de suelo se amplifican en el terreno blando, por lo que las estructuras vulnerables son los edificios, más que las casas bajitas. -Si estuviéramos hablando de Acapulco y Oaxaca, diríamos que de las casitas de un piso construidas así, sin ninguna norma, sin control, se caería un gran porcentaje, pero si se recuerda, eso no ocurrió en México en 1985, y es simplemente por la situación peculiar de terreno que tenemos; aquí no se producen muchos temblores ni tampoco se generan cerca; aunque también se han dado, pero no son los que nos han estado afectando. Los que nos dañan vienen, principalmente, del Pacífico, pero esos movimientos en terreno firme no nos hacen nada, y a las construcciones bajitas no las afecta; solamente daña las estructuras más altas, las que tienen periodos de vibración que coinciden con los periodos del terreno local y eso causa las famosas resonancias, las que hacen que respondan tan fuerte a los movimientos a pesar de que los temblores estén tan lejos. -¿Qué apoyos han tenido ustedes, los investigadores y especialistas en sismología, de las instituciones de México o del extranjero? -En realidad, yo me considero muy afortunado, porque ha sido satisfactorio el apoyo que he recibido, aunque claro, siempre piensa uno que podría tener más, pero yo creo que en el Instituto de Ingeniería de la UNAM hemos tenido unos apoyos muy adecuados. Explica el doctor Esteva que buena parte de estos apoyos se han dado directamente a través del presupuesto universitario, que una parte importante ha llegado también de los proyectos que han patrocinado distintas instituciones oficiales, y que él ha tenido el apoyo de éstas, prácticamente todo el tiempo. Señala que estos apoyos han llegado a través del Gobierno del Distrito Federal, de la Comisión Federal de Electricidad, de la Comisión Nacional del Agua, "y de muchas que en este momento se me olvidan". -Ahora, si nos comparamos con los recursos que puede tener una institución semejante en un país con más recursos, es obvio que estamos en desventaja; pero dadas nuestras condiciones, yo no me quejaría. Para un país de cien millones de habitantes, con las necesidades que tenemos, en verdad son muy pocos los especialistas en sismología. Pero nos metemos en un círculo vicioso, porque nos quejamos de que no tenemos tantos especialistas de alto nivel, y, sin embargo, al momento de formarlos, tampoco hay muchos lugares donde ubicarlos, por los problemas de insuficiencia de recursos. El doctor Esteva Maravoto dice que lo anterior es consecuencia del subdesarrollo, de los recursos del trabajo, de las instituciones y, obviamente, de lo que se invierte en el país. Sobre el ambiente que existe en el gremio, el especialista en ingeniería sísmica dice: -Somos bastante unidos, tenemos conciencia del papel que nos toca para construir la infraestructura que el país necesita; en general, nos apoyamos y nos entendemos muy bien, a pasar de que muchos tienen que competir entre sí, obviamente. - Finalmente, ¿cuál es la situación de la ingeniería en México?, ¿ qué futuro le espera? - Los ingenieros civiles hemos podido trabajar con mucha menos dependencia de las empresas extranjeras que los ingenieros de otras especialidades. Obviamente, la situación es complicada por la desigualdad en la competencia con las empresas extranjeras para otras ingenierías, las cuales no han tenido la capacidad de desarrollarse como la civil, que en México lo logró hacer gracias al impulso que recibió para construir la infraestructura básica. Todos los ingenieros saben que a partir de los años veinte, y con la necesidad de construir la infraestructura de este país, nuestra ingeniería civil se tuvo que desarrollar. Lo que pasa es que para ser competitivo se necesitan dos cosas: por un lado, saber, y por el otro, tener los recursos para competir con otras empresas. A la ingeniería civil la apoyan instituciones oficiales tales como la Comisión Nacional del Agua, la Comisión Federal de Electricidad y la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, porque les interesa crear infraestructura y apoyan la investigación orientada a ello. En el caso de una compañía de electrónica, de informática, de cualquier rama industrial, la cantidad de dinero que tendría que invertir para poder competir con la alternativa extranjera es muy grande, y eso le hace la vida muy difícil. Entonces, para estar en posibilidades de avanzar en esa dirección, las universidades hacen su aportación; pero eso es solamente una parte, la otra es la que se refiere a cómo hacemos para competir con los japoneses, con los americanos; no se trata sólo de conocimiento. Yo creo que aquí podemos
formar gente de primer nivel en cualquier disciplina, yo creo que hay
personal académico de muy alto nivel en otras disciplinas, pero la posibilidad
de ser competitivos en el ámbito internacional, no desde el punto de vista
académico, sino desde el punto de vista de las aplicaciones, es mucho
más difícil para ellos que para nosotros. Simplemente, nosotros estamos
en una situación más ventajosa en razón de quién es nuestro usuario.
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Con una larga trayectoria como investigador y docente en la especialidad de ingeniería sísmica, el doctor Esteva Maravoto se ha ganado el reconocimiento internacional y el ingreso a la Academia Nacional de Ingenieros de Estados Unidos. Su participación en la elaboración de normas de diseño, su visión del desarrollo de la ingeniería en México, las enseñanzas que dejó el terremoto de 1985 y las posibilidades de que ocurra uno mayor son cuestiones a las que se refirió en la conversación con él mantenida. |
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