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La ingeniería permitió a los humanos abandonar la oscuridad de la cueva para vivir al aire libre, alejarse de los páramos solitarios a fin de organizarse en comunidades, y dominar, en suma, la naturaleza, para adoptar su mundo metafísico y desarrollar cabalmente su capacidad existencial. El hombre se preocupó primero por comer y luego por reflexionar. De la cueva a la ingeniería En la actualidad, el ingeniero civil es el profesional con capacidad para planear, diseñar, construir, administrar, mantener y operar obras para el desarrollo urbano, rural, industrial, habitacional y de la infraestructura del país, procurando el mejor aprovechamiento de los recursos materiales y financieros en beneficio de la sociedad. Debe poseer conocimientos de física, matemáticas y química que le permitan comprender las ciencias de la ingeniería civil. |
La profesión de constructor implica, hoy día, no solamente tener conocimientos técnicos sino, además, respetar las condiciones económicas del entorno. |
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Entender los fundamentos de estructuras, geotecnia, hidráulica, construcción e ingeniería sanitaria, sistema de transportes y vías terrestres que le permitan proponer soluciones a los problemas propios de la profesión; Aplicar las herramientas de la computación y de la comunicación gráfica en los proyectos de ingeniería civil; tener conocimientos generales de administración y evaluación de proyectos, y conocer la sociedad en la que desarrollará sus habilidades. En este contexto, la profesión de constructor implica, hoy día, no solamente cumplir con normas técnicas sino, además, respetar condiciones económicas que obligan a un costeo adecuado de las obras y al cálculo de razones financieras para lograr un desarrollo sustentable para nuestros recursos y un equilibrio entre nuestras regiones y comunidades. Con esta perspectiva amplia, se fundó hace 32 años la Sociedad Mexicana de Ingeniería de Costos (SMIC), actualmente Sociedad Mexicana de Ingeniería Económica, Financiera y de Costos (SMIEFC), por un grupo de profesionales de la construcción de obras que tuvo la visión de considerar la ingeniería de costos como una técnica fundamental de la construcción y se planteó como propósito central lograr que la aplicación de las normas correspondientes proporcionara certidumbre de eficiencia económica a la inversión pública. La palabra mágica: el financiamiento Los temas que antaño ocupaban la mayor parte del trabajo intelectual de la ingeniería han pasado a segundo término. Difícilmente se acude a reuniones técnicas para discutir sobre cuestiones tales como la conveniencia de calcular estructuras de concreto por el método plástico o el método elástico, la compresibilidad diferencial de las arcillas del valle de México o la pérdida de pendiente del drenaje profundo. Los temas actuales, que se discuten en congresos y seminarios, son los problemas económicos (macro y micro), las dificultades de financiamiento de la inversión y de las empresas, los graves errores que se cometen en el cálculo de precios unitarios y de montos contractuales, tanto por parte de los ingenieros que trabajan en el sector público como en el privado. El tema del financiamiento cobra relevancia hoy día. Basta recordar como ejemplo el caso de las llamadas concesiones carreteras que marcaron el principio del divorcio de la relación productiva empresas-gobierno: de los cinco mil kilómetros construidos según esta extraña modalidad, apenas algunos tramos resultaron rentables; el sector público alega que los constructores no supieron calcular los costos de las obras, y las empresas que se estrenaron como financieras, aducen que el gobierno fijó arbitrariamente las tarifas, haciendo inviable la recuperación de sus inversiones. Como en todo divorcio, cada contendiente defiende su verdad, lo cierto es que se cometieron graves errores de ingeniería financiera. El drama no ha terminado, apenas comienza con el actual rescate carretero, que se encuentra aún en la fase II de emergencia continua. Y aún hay más Pero no solamente el pasado nos alcanza, demos una mirada al presente inquisidor. Como una segunda parte del mencionado drama, se presenta una actualización que se plantea a continuación. ¿Se debe recurrir a las técnicas y los procedimientos universalmente aceptados para planear la construcción de aeropuertos, como es el caso de la terminal aérea de la ciudad de México?, ¿utilizar metodologías para definir los financiamientos requeridos por el crecimiento del sector eléctrico?, ¿realizar los estudios que ha menester para lograr proteger las cuencas hidráulicas?, ¿planear con rigor científico la forma de explotar la riqueza petrolera? ¿Hay que continuar con la discusión, en ámbitos políticos y de grupos económicos interesados, que pudiera estar comprometiendo el crecimiento económico del país y convirtiendo los recursos de inversión en gastos no recuperables para la sociedad? Es casi seguro que cualquier encuesta telefónica, aunque se realizara con ligero aseo metodológico, apoyaría la primera propuesta. Resulta importante plantear lo anterior porque la ineficiencia en el manejo de los proyectos (que generalmente se ofrecen como botín político, como premio a la fidelidad conyugal, como pago al amor extemporáneo, pero que rara vez se encomiendan a los expertos) puede provocar mayores daños que la corrupción y conducirnos a una pérdida casi total, como suele ocurrir en los sistemas de agua potable o en las autopistas concesionadas. Afilando el lápiz Por lo que se refiere al tema económico de actualidad, las noticias cotidianas no dan cabida al optimismo, y tampoco a la esperanza. El país se convierte necesaria y fatalmente en un sector de servicios, de manera que si la industria de la construcción mantuvo en el año 2000 tasas positivas –aunque desaceleradas– de crecimiento en los cuatro trimestres, al iniciarse el 2001 aparecieron las malas noticias para la rama económica, porque en el primer trimestre se presentó un decaimiento de 3.8% en su producción. Al no concretarse la reforma fiscal en discusión camaral (que por cierto no queda claro en qué medida impactaría favorablemente a la inversión), y ante el lento ritmo de crecimiento de nuestros vecinos americanos, que como todos sabemos están inmersos en grandes problemas, es previsible que el ajuste del gasto en inversión pública se profundice. Lamentablemente, a casi 200 años de 1810, nuestra dependencia de economías extranjeras nos ubica en una posición difícil. De manera que las expectativas de expansión de la construcción deberán fundarse en probabilidades de financiamiento de fuentes externas y de búsqueda interna de créditos. Para competir por los créditos, habrá que afinar los cálculos de costos, estudiar con cuidado los mercados y las capacidades reales de recuperación y, en su caso, desarrollar las propias capacidades gerenciales para operar los proyectos. Los recursos existen. No es el país lo que está en quiebra, sino las estrategias gubernamentales. No se propone una autarquía, ni un regreso al estatismo industrial; no la dictadura de partidos políticos, ni el proteccionismo empresarial; no, tampoco, el paraíso fiscal de la evasión de impuestos, ni mucho menos la conservación de privilegios y manipulaciones políticas que han concentrado el ingreso en pocas manos y han incrementado las zonas urbanas y rurales miserables. Es difícil aceptar que intensificar el comercio internacional implique comprometer la autonomía de desarrollo económico que consagra la Constitución. Se debe regresar la actividad creadora de la ingeniería al lugar de donde nunca debió salir: la academia, los colegios, las sociedades técnicas. Desde allí tendrán que darse los cambios, desde allí las respuestas que México requiere para planear su crecimiento, desde allí la solidaridad de los ingenieros con México y con sus conciudadanos. Que el país sepa que los profesionales de la construcción son capaces de planear un proyecto, costearlo, construirlo con calidad y con seguridad, y que también son capaces de operarlo para recuperar la inversión. Esto es lo que la SMIEFC ofrece al gremio y a la sociedad mexicana. Para hacerlo efectivo, refrenda el compromiso de continuar con las certificaciones, los cursos, intercambios técnicos, colaboraciones, asesorías y, en fin, el apoyo del gremio constructor en relación con los temas de financiamiento, evaluación y costo de proyectos, así como con los de ingeniería económica y con la reingeniería empresarial. En algún momento del pasado reciente se dejó de recurrir a los profesionales de la planeación, construcción, costo y operación de nuestros grandes proyectos y, en consecuencia, se cayó en un problema de mayor impacto que la propia corrupción, como es la ineficiencia en la explotación de los recursos naturales y humanos. Por ello se malbarató la riqueza petrolera y emigran nuestros trabajadores al extranjero. Es urgente luchar contra la ineficiencia en el desarrollo de proyectos de inversión en obra pública, para lo cual se requiere la participación gremial en forma solidaria y organizada. Es preciso recuperar, para bien de México, el respeto hacia las ingenierías y las técnicas; no más obras al vapor que carezcan de los estudios de mecánica de suelos, de impacto ambiental, hidráulicos, geológicos, arquitectónicos y estructurales; pero, mucho menos, proyectos que no hayan tenido un estudio que permita conocer su capacidad financiera o su beneficio social. Desarrollar proyectos inmaduros puede conducir a niveles inaceptables en cuanto a la eficiencia de la inversión, lo cual, en un país con escasa capacidad de ahorro interno, representa un peligro permanente de caer en la nueva forma de dominio extranjero, que es la dependencia financiera mediante préstamos, deuda avalada e ingreso de capitales claramente especulativos. La riqueza de un país se finca en el desarrollo de sus capacidades de producir bienes y servicios, no en la habilidad para tomar dinero ajeno, prestado o para lavarlo. Es por ello que los miembros de la SMIEFC, al hacer un recuento de los logros y retrocesos que ésta ha tenido en sus 32 años de trabajo en la ingeniería de costos, encuentran que, a pesar de lo mucho que se ha logrado, todavía falta más por hacer, que aún faltan proyectos productivos petroleros para sustraer la riqueza nacional, que falta infraestructura carretera para el desarrollo regional y capacidad exportadora, que se requieren obras urgentes para dar seguridad a la población de zonas urbanas, que es necesario proteger el entorno vital a la par que desarrollar proyectos portuarios y aeroportuarios de gran magnitud. La componente técnica que requieren los proyectos que se vayan a desarrollar se puede obtener de la rica experiencia que la ingeniería ha acumulado en más de 50 años de construir los activos nacionales; las componentes financiera y de costos son un esfuerzo que requiere la mayor participación gremial, porque de su éxito o fracaso dependerá la suerte de la inversión en un futuro cercano. Si la técnica y la ingeniería continúan fuera de la mesa de discusión de los grandes problemas nacionales, el país seguirá caminando a ciegas por el mundo globalizado, ofreciendo mercancías baratas y comprando dinero caro y artículos suntuarios. No hay gobierno de la economía nacional porque no hay doctrina, plan nacional o estrategia de desarrollo confiables que marquen el rumbo y ritmo de los grandes anhelos populares, traicionados por los revolucionarios institucionalizados e ignorados por los hijos del liberalismo económico. La ingeniería mexicana ha cumplido con la tarea de continuar el desarrollo del país, a fin de obtener la justicia social requerida en las grandes zonas empobrecidas. Esto siempre se hizo con el cuidado de la calidad en los productos y con el ahorro en las obras. Además de lo anterior, los ingenieros y profesionales vinculados con la ejecución de proyectos deberán incrementar su participación en la toma de decisiones sobre planeación sectorial y regional y sobre financiamiento de proyectos productivos. De esta manera, estarán respetando el mandato que el Estado les ha conferido mediante una cédula profesional para participar en el desarrollo económico nacional, en los términos de lo asentado en la Constitución y en la ley de Planeación. Para sobrevivir, el profesional ingeniero del nuevo siglo, del nuevo milenio, deberá ser un ejecutivo capaz de desarrollar y vender proyectos de inversión exitosos y rentables, lo mismo si la venta se hace al sector público que al privado, si la rentabilidad es financiera o social, o bien una ganancia política |