Destellos
de inteligencia
En la subindustria de los edificios “inteligentes”, se han
categorizado los componentes que los distinguen de los “otros”
edificios, menos listos. Los ahorros de energía, la introducción
de eficientes sistemas de TI y telecomunicaciones sumada a la administración
pormenorizada de cada detalle del edificio (clima, detectores de gases
o de incendios), han levantado expresiones de entusiasmo, y se comenta
en los despachos de ingenieros o arquitectos, cada vez con más
insistencia, que el diseñador, el calculista y el constructor deben
ahora tomarse de la mano con los encargados de la alta tecnología
aplicada a las viviendas y los edificios, antes de trazar la primera línea
de un proyecto.
También los avances en todo el proceso de construcción de
estos edificios (y casas), así como el costo y variedad de equipos,
maquinaria y mantenimiento, cada vez más a la baja, han puesto
a disposición de un mayor número de corporaciones un abanico
de recursos tecnológicos que ponen en órbita a la imaginación
y hacen pensar que la era de los Supersónicos (¿se acuerdan
de la teleserie de dibujos animados de los años 60?) está
por llegar y a escala planetaria, primero entre las grandes empresas y
en los países más desarrollados, y luego en empresas con
menos caudal económico, en países que están emergiendo
al desarrollo.
Esos destellos de “inteligencia” se irán percibiendo
en muchos edificios, incluso en aquellos que no fueron concebidos para
albergar un cerebro, como el caso de los edificios que rodean al Rockefeller
Center, en Nueva York, que creó su propia empresa de tecnología
para desarrollar un sistema de telecomunicaciones que brindara la “inteligencia”
a los 19 edificios que lo integran.
En Londres, algunos hoteles tradicionales han instalado accesos a Internet
a alta velocidad, correo electrónico y una variedad de servicios
inalámbricos y digitales. Y de nuevo en Nueva York, la firma Hartz
Mountain Industries ha diseñado habitaciones con acceso a la Web
a través de teclados inalámbricos, gracias a los cuales
los visitantes pueden navegar desde la comodidad de su cama.
En México, que ya cuenta con numerosos edificios “inteligentes”
en el territorio nacional, algunas firmas inmobiliarias y de la industria
de la construcción se soban las manos ante lo que puede ser un
negocio redondo en el futuro inmediato, mientras se cuece y se prueba
la tecnología que envuelve cada detalle de las viviendas y los
edificios “inteligentes” (admírese, si no, la Torre
Mayor).
Según algunos analistas, un sistema automatizado de seguridad y
energía para un edificio de 30 pisos puede costar, en promedio,
un millón de dólares, aunque ofrece cada año ahorros
muy importantes, hasta de 30%, en mantenimiento y aprovechamiento de energía.
Ese promedio de costo tenderá a reducirse y, en sentido inverso,
los ahorros a incrementarse.
Los proyectistas aseguran que “la inteligencia del edificio”
comienza con el diseño arquitectónico, la adecuada selección
de materiales de construcción y la anticipación de cambios
futuros de su arquitectura.
Los cimientos
de la “inteligencia”
Desde los años ochenta del recién pasado siglo, las revistas
de negocios (Fortune, Forbes Business Week), las industriales (Engineering
Digest) y las de telecomunicaciones y TI, comenzaron a llamar la atención
en un fenómeno de convergencia en el mundo de la construcción,
los negocios y la tecnología. Como resultado de esa intensa cobertura
de prensa, acabaron llamando a esas construcciones, “Edificios Inteligentes”.
De manera natural, los sistemas mecánicos se podían amarrar
a los sistemas automatizados, y éstos a los de telecomunicaciones
para hacerlos más eficientes. Todo empezó con el noble propósito
de ahorrar energía.
El reto para los diseñadores y constructores que buscaban crear
un Frankenstein de concreto, acero y cristal, fue ensamblar los materiales
inanimados del edificio en un continuo de espacios “animados”
capaz de reconocerse a sí mismo y a sus habitantes, es decir, levantar
un medio “inteligente”.
Sin embargo, el término edificio inteligente aún no se ha
aceptado universalmente, y hay quien señala que sólo es
mercadotecnia inmobiliaria que ayuda a llenar de arrendatarios con mucho
dinero algunos edificios modernos y bien equipados. Una primera definición
de este concepto (1985) destacaba: “Un edificio inteligente es aquél
que combina innovaciones, tecnológicas o no, con una administración
‘experta’, para maximizar el retorno sobre la inversión”.
El Instituto del Edificio Inteligente emitió una definición
más precisa: “Un edificio Inteligente es aquél que
proporciona un ambiente productivo con efectividad de costos y optimación
de cuatro elementos básicos: estructura, sistemas, servicios, administración
y la interrelación de todos ellos. Eso propicia que los propietarios,
los administradores y los ocupantes del inmueble satisfagan propósitos
como reducir costos, ganar en comodidad, conveniencia, seguridad, flexibilidad
a largo plazo y plusvalía”.
De acuerdo con algunos consultores, el acento de la definición
recayó en la tecnología, en el mejoramiento continuo de
los instrumentos técnicos que se van a aplicar para potenciar el
desempeño de la inversión. Al quedar tan estrechamente vinculados
al desarrollo de la alta tecnología, los edificios inteligentes
quedaron bajo la lupa de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos,
la cual estimó que deberían evolucionar en correspondencia
con cuatro grandes áreas:
• Eficiencia de energía
• Sistemas de seguridad
• Sistemas de telecomunicaciones y
• Automatización del espacio laboral
Pero en la práctica, las cuatro categorías se encogieron
en sólo dos: administración de instalaciones (energía
y seguridad) y sistemas de información (telecomunicaciones y automatización).
La administración de las instalaciones se ocuparía de la
estructura física y de las operaciones diarias, mientras que los
sistemas de información decidirían cómo distribuir
y controlar la información en el edificio.
Como todavía todo está por hacerse en esta joven subindustria
(y la mayor parte de los proveedores y promotores de este concepto han
sido los norteamericanos), puede esperarse que los acuerdos entre los
constructores para establecer una definición universal acerca de
lo que es y será un edificio inteligente se acerquen, inclusive,
a la estandarización de muchos de sus procedimientos y componentes.
Sobre este asunto, el consultor internacional Donald Coggan: www.coggan.com,
señala que, por lo regular, la administración de todas las
instalaciones recae en un sistema de cómputo que vigila y controla
todo el edificio, de modo particular las áreas de energía
y seguridad. Y aunque existe la capacidad probada para integrar las instalaciones
de las actividades administrativas “en un solo y monstruoso sistema”,
consideraciones prácticas y económicas desaconsejan hacerlo.
Resulta más sensato una interfaz entre varios sistemas –HVAC
(ventilación, calefacción y aire acondicionado), iluminación,
antiincendios y seguridad– trenzados con las comunicaciones esenciales.
Los propietarios se han resistido a la idea de poner todos los huevos
en una misma canasta. Ellos alientan así las ofertas competitivas
de un número mayúsculo de proveedores calificados. Si tuvieran
todo amarrado en un solo paquete, se podría limitar la competencia
a unos cuantos.
Más de un cuarto de siglo después, luego de la crisis petrolera
de mediados de los años setenta, la eficiencia en energía
continúa siendo la prioridad en el diseño de cada edificio
inteligente. La finalidad estriba en reducir el uso de la energía
al mínimo, sin tener que sacrificar el confort . Por ese motivo
los sistemas de cómputo se emplean de modo tan extendido. Esos
sistemas tienen muchos alias: BAS, Building Automation System (Sistema
Automático del Edificio); EMS, Energy Management System (Sistema
de Administración de Energía); EMCS, Energy Management and
Control System (Administración de Energía y Sistema de Control);
CCMS, Central Control and Monitoring System (Control Central y Sistema
de Monitoreo), y FMS, Facilities Management System (Sistema de Administración
de Instalaciones).
Las estrategias empleadas en el sistema de administración de instalaciones
para la reducción del consumo de energía incluyen, entre
otras, un programa arrancar / parar, un ciclo de trabajo, la reinstalación
del proceso y una demanda eléctrica limitada.
Con respecto a la seguridad, los edificios inteligentes emplean alta tecnología
para maximizar el comportamiento de la alarma para incendios y / o los
sistemas de seguridad al tiempo que minimizan costos. Los factores de
seguridad que intervienen son: la reducción de mano de obra, un
circuito cerrado de televisión, un acceso controlado con tarjeta,
la detección de humos, una alarma de intrusión, el control
de puertas, el de sistemas HVAC y el de los elevadores de emergencia,
además del UPS (Uninterruptible Power Supply) o Sistema de Alimentación
Ininterrumpida.
Los sistemas de información incluyen tanto las telecomunicaciones
como la automatización de la oficina. Todo ello consiste en muchos
aparatos sofisticados de telecomunicaciones, que idealmente reducirán
costos al ser compartidos por numerosos usuarios.
La inteligencia en el medio laboral para la automatización de la
oficina se refiere al uso de sistemas automáticos de alta tecnología
para hacer más eficiente la operación de la compañía.
Esto, también, puede reducir costos a los propietarios por los
equipos compartidos. Algunos elementos de esta aplicación son la
centralización del proceso de datos, el procesador de palabras,
el diseño por computación asistida, los servicios de Información.
En un edificio inteligente, el propio sistema de control central se encarga
de hacer llamadas telefónicas, bloquear accesos, detectar humo
o calor excesivo y allegar la información que facilite el mantenimiento,
entre las funciones seguras y altamente eficientes.
Aunque suene reiterativo, la declaración proporcionada por el Instituto
Mexicano del Edificio Inteligente (IMEI), www.imei.org.mx, acerca de lo
que una construcción con esas características debería
cumplir, aterriza al país y a sus limitaciones, un concepto que
ya no tiene vuelta de hoja. Considera esencialmente cinco funciones de
igual importancia:
1. Eficiencia en el uso de energéticos y consumibles renovables
(Máxima Economía).
2. Adaptabilidad a un bajo costo a los continuos cambios tecnológicos
requeridos por sus ocupantes y su entorno (Máxima Flexibilidad).
3. Capacidad de proveer un entorno ecológico interior y exterior
respectivamente habitable y sustentable, altamente seguro, que maximice
la eficiencia en el trabajo a los niveles óptimos de confort de
sus ocupantes, según sea el caso (Máxima Seguridad para
el entorno, el usuario y el patrimonio).
4. Eficazmente comunicativo en su operación y mantenimiento (Máxima
automatización de la actividad).
5. Operado y mantenido bajo estrictos métodos de optimación
(Máxima predicción y prevención; refaccionamiento
virtual).
Inteligentes,
sí, ¿pero también enfermos?
Pero no todo ha sido miel sobre hojuelas en estas construcciones avaladas
por el signo de la alta tecnología. Hay muchos críticos
de esos entornos sellados e inexpugnables. El material de construcción
de los edificios inteligentes y el ambiente laboral de las oficinas, sin
ventilación natural, ha despertado sospechas entre los custodios
de la salud.
Se habla con insistencia del llamado “síndrome del edificio
enfermo”, es decir, un “conjunto de síntomas”
que pueden afectar, según los estudiosos, a 20% de los trabajadores
de un mismo inmueble.
Los especialistas proponen un programa de vigilancia para detectar “alergias
en fase precoz” y controlar seguido los “niveles máximos
tolerables de contaminación”. Sugieren el aprovechamiento
de la luz y la ventilación naturales para ahorrar electricidad.
“Pero con frecuencia –se quejan– hacen todo lo contrario,
y el resultado son edificaciones que generan un desperdicio irracional”.
Algunos arquitectos claman volver a los orígenes, a repensar los
aciertos del diseño de viejas construcciones, donde el ahorro de
electricidad llega a ser de 36% en el aire acondicionado y de 11% en la
iluminación.
DIEZ PREVISIONES PARA EL PRÓXIMO 2007
La firma estadounidense
Battelle: www.battelle.org, en sus viajes al futuro, recogió
en su rápida visita al próximo año 2007 algunos horizontes
1. La desaparición de cables y alambres para la comunicación,
la transmisión de datos y la distribución de la energía
cambiará el espacio de las viviendas de modo notable. Los equipos
de cómputo, los teléfonos, e inclusive las lámparas
y otros artefactos como planchas y cafeteras, no tendrán que estar
conectados a ningún punto de la pared. En los hogares, los sistemas
de ahorro de energía podrían incluir techos recolectores
de energía solar, eliminando de ese modo la transferencia de electricidad
que se hacía mediante los cables.
2. Habrá cada vez menos edificios “enfermos”. En la
actualidad, el aire que se hace circular dentro de los edificios es motivo
de preocupación por las bacterias que suelen proliferar en los
sistemas de ventilación. Nuevos productos, capaces de desarrollar
“filtros inteligentes”, se pondrán en los sistemas
de aire acondicionado. Conceptos innovadores, como “las superficies
antialérgicas y antibacterianas”, o las alfombras “autoaspiradas”,
actuarán como filtros sucedáneos. En el hogar, y en el jardín,
habrá avances con el desarrollo
de pastos recombinados con métodos genéticos, los cuales
no requerirán para su mantenimiento tratamientos químicos.
3. Se pondrán de moda monitores para
la salud en el hogar, los cuales mostrarán en todo momento un amplio
rango de las funciones físicas, a la vez que analizarán
la nutrición y los programas de ejercicios de los habitantes de
ese envidiable paraíso tecnológico.
4. El administrador de desechos cumplirá, por su parte, con funciones
vitales dentro del hogar, ya que reciclará y / o eliminará
de manera organizada todos los residuos. Se habla, además, que
para ese año se verificarán adelantos en el reciclaje y
tratamiento casero del agua.
5. Los aparatos telefónicos y de cómputo llegarán
al colmo
de la miniaturización. Los hand-helds y las computadoras inalámbricas
altamente especializadas ayudarán a poner al día a un usuario
repleto de actividades, como planear el fin de semana o administrar los
ahorros e inversiones.
6. La televisión de alta definición digital (HDTV), que
ya existe ahora, para entonces será distribuida masivamente, a
la vez que incorporará otras opciones, como la videoconferencia,
el cómputo y las redes electrónicas. Para obviar costos,
muchos de esos sistemas avanzados serán subarrendados.
7. Y para los que todavía no han sido deslumbrados por ese futuro
a la vuelta de la esquina, los investigadores de Battelle aseguran que
habrá proyecciones virtuales y sofocantes ambientes de sonido para
realzar los de por sí imponentes juegos de la computadora, los
sistemas de música, los de video-entretenimiento o el equipo para
ejercitarse. Tendrá lugar entonces una convergencia entre la información,
el cuidado de la salud y el entretenimiento.
8. El comercio electrónico ya no será un asunto complicado.
La clientela, desde la comodidad de su casa, disfrutará el saludable
ejercicio de comprar electrónicamente y de efectuar sus transacciones
bancarias sin complicaciones, de modo seguro.
9. En algunas habitaciones muchos aparatos se activarán con la
voz del dueño de la casa, como los televisores y las luces .
10. El desarrollo de nuevos y más potentes sistemas de identificación
situará la seguridad personal en otro nivel: la protección
de la vivienda, de los autos, de las redes de cómputo y del comercio
electrónico harán que la gente del mañana
(apenas dentro de cinco años) duerma más tranquila.
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