¿Cómo se inicia su inclinación por la ingeniería?
Circunstancialmente; no tenía yo ningún pariente ni amigo
ingeniero, pero desde la secundaria me gustó la idea y pude hacer
una buena carrera con reconocidos maestros.
Soy generación 51, y aunque la facultad se cambió a Ciudad
Universitaria en 1954, quienes estábamos en los años avanzados
tuvimos la fortuna de que nos dejaran terminar en el Palacio de Minería.
¿Cómo
se despierta el gusto por las estructuras?
Terminé la carrera con un enfoque directo hacia las estructuras,
debido en mucho a mis maestros, principalmente al ingeniero Oscar de Buen.
Con él tomé la materia de Estabilidad de las Construcciones,
que era el “coco” de la carrera, y obtuve 10, lo que me animó
tiempo después a pedirle trabajo; como no lo había en ese
momento en su despacho, me invitó a ser su ayudante en la clase,
y así empecé como docente.
Al poco tiempo, cuando se fundó la empresa Colinas de Buen Rodríguez
Caballero, me invitaron a colaborar y tuve la oportunidad de trabajar
en todos los campos de las estructuras.
Incluso mi tema de tesis, muy novedoso en 1956, salió de la empresa:
Diseño al Límite de un Edificio de Concreto Reforzado.
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En
su casa, en un ambiente lleno de color, buen gusto, con hermosas pinturas
y fotografías –lo que habla de una vida ordenada y feliz,
llena de satisfacciones–, el ingeniero Enrique del Valle Calderón,
ampliamente conocido por su exitosa carrera desarrollada en las estructuras,
recibió a CONSTRUCCIÓN Y TECNOLOGÍA.
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¿Cómo
llega a estudiar a Estados Unidos?
Poco antes de terminar la carrera había solicitado una beca para
una maestría, y algún tiempo después de recibirme
me fui a Estados Unidos a la Universidad de Illinois, donde al terminar
me ofrecieron quedarme para cursar el doctorado, pero yo ya tenía
planes para regresar y casarme.
En ese entonces, en México había tres doctores: Nabor Carrillo,
Emilio Rosenblueth y Leonardo Zeevaert; a este último lo visité
para pedirle trabajo porque sabía que también había
hecho el posgrado en Illinois, y me aceptó.
Entonces vino el primer temblor importante en mi vida, el de 1957, y a
un mes de mi regreso y de haber entrado a trabajar tuvimos mucho que hacer,
porque el doctor Zeevaert era quien había calculado la Torre Latinoamericana,
edificio que permaneció intacto.
¿Qué
edificios recuerda que haya calculado?
Varios de 20 pisos, que eran los más altos de la época:
el de Reforma y Milán, el Banco Internacional, el de la embajada
americana, el Banco de Comercio de Venustiano Carranza, el de Nacional
Financiera en las calles de Uruguay, y muchos otros.
¿Cómo
se reincorpora a la vida docente?
Un tiempo después busqué trabajo en la Facultad de Ingeniería
y me aceptaron, porque estaba en puerta el proyecto de la medición
de los periodos de vibración de todos los edificios de Nonoalco
Tlatelolco, y yo tenía la experiencia en esa área.
Después, el doctor Rosenblueth me invitó a dar unas conferencias;
le gustó mi exposición y me dijo: “Tienes que dar
clases”.
Así hice mi aplicación, presenté mi oposición,
y bajo la dirección del doctor Antonio Dovalí Jaime comencé
a dar clases a grupos muy grandes, hasta de 80 personas.
Poco a poco me fui involucrando, hasta que me ofrecieron dar la clase
de Ingeniería Sísmica en la división del doctorado,
y en esta etapa, en 1970 –durante mi año sabático–,
hice el doctorado con el ingeniero De Buen.
¿Cómo
llega a la dirección de la Facultad de Ingeniería?
Cuando inicié mis trámites predoctorales, me propusieron
entrar en la terna para la dirección de la Facultad. Entré,
gané, y de 1974 a 1978 fui director de la Facultad de Ingeniería.
En su opinión,
¿cuál fue su mejor aportación a la Facultad
de Ingeniería?
Llamó mucho la atención del rector, el Dr. Soberón,
la aplicación que se hizo de la computación para llevar
el control de los alumnos.
Con esta tecnología se pudo llegar a un nuevo concepto, “la
eficiencia en la carrera”, y a un número al que llamamos
“el índice de escolaridad”. Para establecer este índice
se tomaron en cuenta, además del promedio, otros datos; por ejemplo,
la fecha de inscripción, el número de materias cubiertas,
en cuánto tiempo, cuántas habían sido acreditadas
y cuántas no acreditadas, cuántas veces se habían
inscrito en la misma clase, y aunque había índices de escolaridad
que marcaban más de 100 % –cuando, por ejemplo, el alumno
acreditaba todas las materias y los créditos en menos tiempo que
el establecido– nos dimos cuenta de que en general el aprovechamiento
no era muy bueno, y que en los primeros años teníamos una
saturación debido a que aquellos que no acreditaban se incorporaban
a las recien llegadas nuevas generaciones.
Para conocer con certeza el nivel de conocimientos con el que llegaban
los alumnos a la carrera, establecimos los exámenes de evaluación
de conocimientos básicos y los cursos de capacitación.
Debo mencionar también como un aporte el hecho de que, estudiando
las necesidades de las empresas, se creó la carrera de computación.
Por otra parte, también le di la independencia –por así
decirlo– al Instituto de Ingeniería de la Facultad, que hasta
ese momento era la División de Investigación de la Facultad
de Ingeniería.
¿Por
qué dejó la docencia?
A lo largo de 12 años, lamentablemente, la UNAM disminuyó
el nivel de sus salarios, y gracias a que me gustaba mucho mi carrera,
y que siempre conservé una asesoría, que me permitía
estar en contacto con las estructuras, pude regresar al ejercicio de la
profesión.
¿Cuál
fue su experiencia de las estructuras y los sismos?
El primer sismo importante que tuve oportunidad de observar fue el de
1957. Como consecuencia del mismo, se dividieron los suelos en tres tipos,
aunque no se identificó el problema que genera la zona blanda de
la ciudad –antes todo el suelo se consideraba parejo– y se
subió el coeficiente sísmico. Hubo cinco o seis colapsos
que fueron la primera llamada de atención sobre los edificios que
con ciertas características dinámicas se cayeron pero, no
la pudimos interpretar porque no teníamos el suficiente conocimiento
sobre el comportamiento dinámico de las construcciones para hacer
hincapié en esto. Sin embargo, cuando colaboré con Colinas
de Buen los edificios ya se calculaban con el doble del coeficiente sísmico
que pedía el reglamento, y no nos guiábamos por aquello
de que la fuerza sísmica era constante en toda la altura, sino
que la variábamos siguiendo el criterio que se utilizaba en los
Ángeles y San Francisco, California.
Otro temblor importante fue el de Managua en 1972, que sucedió
el 24 de diciembre. En Navidad, ya estábamos allá el doctor
Emilio Rosenblueth, Roberto Melli, Luis Esteva Maravoto y el ingeniero
Raúl Bracamontes, a la sazón secretario de Comunicaciones
y Transportes, para hacer las primeras observaciones. La destrucción
era tan grande que tuvimos que dormir en el avión, regresar a México
y volver a Managua con una misión más completa el 4 de enero
(en mi aniversario de bodas).
El sismo de 1979, cuando se cayó la Universidad Iberoamericana,
me permitió estudiar muchos edificios, y en especial, gracias a
los documentos que se tenían guardados, se pudo establecer que
el origen del problema estuvo en el diseño arquitectónico.
También en 1979, en otro temblor que repercutió en Veracruz
y que se originó en Ciudad Serdán, Puebla, hice un recorrido
con algunos ingenieros para hacer observaciones y vimos muchos problemas
que no se tomaban en cuenta .
En 1985, en la Facultad de Ingeniería, con el Instituto de Ingeniería
nos organizamos en brigadas para trabajar. Tuvimos que hacer conciencia
en todos los que nos querían ver muertos que los edificios habían
colapsado porque habían entrado en resonancia por el comportamiento
del suelo.
Resumen curricular
Actualmente es ingeniero
consultor y socio de la firma Consultoría Integral en Ingeniería
S.A. de C.V.
(Conisa), corresponsable en seguridad estructural de acuerdo con el Reglamento
de Construcciones para el Distrito Federal y miembro del Comité
de Sismos del Reglamento de Construcciones para el Distrito Federal, y
miembro del Comité de Estructuras del Instituto Mexicano del Cemento
y del Concreto (IMCYC).
1954 Inicia su trabajo
en el campo de la Ingeniería Estructural y Sismo Resistente colaborando
con
ingenieros tan importantes como Oscar de Buen, Leonardo Zeevaert y Emilio
Rosenblueth.
1954-1955 y 1964-1990
Profesor de la entonces Escuela Nacional de Ingenieros UNAM.
1974-1978 Director
de la Facultad de Ingeniería UNAM.
Ha participado en equipos de reconocimiento después de temblores
intensos en México.
1957, 1962,1964,1968,1973,1979,1985,1989
y 1995 en la ciudad de México.
1952 en Acapulco,
Guerrero.
1973 en Orizaba y
Córdoba, Veracruz, y en Ciudad Serdán, Puebla.
1979 en Mexicali,
Baja California
1995 en Manzanillo,
Colima
En el extranjero:
1965 en San Salvador en El Salvador
1972 en Managua Nicaragua.
1979 en El Centro
California EEUU.
1995 en Santiago,
Valparaíso y Viña del Mar Chile.
1989 en San Francisco
y Oakland, California EEUU.
1989 Spitak y Leninakan
Armenia.
Ha participado en
inumerables conferencias, simposios y reuniones en México y en
el extranjero.
Es coautor y autor de más de 70 artículos e informe técnicos.
Ha colaborado en varios libros técnicos y en la
traducción al español de otros.
Es miembro de las siguientes asociaciones profesionales:
Colegio de Ingenieros Civiles de México (CICM)
Earthquake Engineering Institute (EERI)
Academia Mexicana de Ingeniería (AMI)
Sociedad de Exalumnos de la Facultad de Ingeniería (SEFI)
Comité Latinoamericano de Estructuras (claes)
Sociedad Mexicana de Ingeniería Estructural (SMIE)
Sociedad Mexicana de Ingeniería Sísmica (SMIS)
Comité de Estructuras (IMCYC)
Ha sido miembro del :
American Concrete Institute (ACI)
American Institute of Steel Construction (AISC)
American Welding Society (AWS)
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