La arquitectura más que un oficio,
una manera de pensar

Por Mireya Pérez Estañol

Poseedor de una gran sencillez, el arquitecto Augusto Quijano Axle habla desde su ciudad natal, Mérida, en Yucatán, del significado de la arquitectura y del Premio Precast Concrete Institute (PCI), ganado por el edificio de oficinas de la constructora BACSA.
Aclara que al igual que otros galardones, como el de Cemex 2002, por la Torre del Aeropuerto de Chichen- Itzá, no los ha recibido él solo, sino en unión con el ingeniero Enrique Escalante y todo su equipo.

¿Qué premios ha ganado?

“En 1995 el PCI nos otorgó una mención especial por el entonces edificio sede de banca Confía. He ganado en las Bienales de Arquitectura de México y hemos sido finalistas en Bienales de Sudamérica, pero lo interesante de estos reconocimientos es que abarcaron no sólo el diseño, sino también lo constructivo”.

¿Cómo nace este amor por la arquitectura?

“Tenía como 11 o 12 años cuando mi papá construyó una ampliación de la casa. Recuerdo que llegaba el ingeniero a supervisar la obra, se subía a ver el tablado y yo pensaba lo bonito de poder construir cosas. En aquel entonces tenía una visión más bien como constructor.
Pero, más adelante preferí quedarme como diseñador, en algún momento tuve una constructora, pero me ocupaba mucho de su administración, sin tiempo para proyectar o diseñar. Así, lo fui dejando para consolidar un despacho sólo de diseño, pero sin dejar atrás el proyecto ejecutivo, por lo que no he perdido el contacto con los ingenieros, calculistas y proveedores”.

¿Recuerda a algún maestro que le haya dado un criterio especial que normara su arquitectura?

“Yo estudié en la Universidad Iberoamericana, en la ciudad de México, y tuve mucha afinidad, en cuanto a los principios de como producir un proyecto, con el entonces director de la Facultad de Arquitectura, José Renava y con Francisco Serrano.
Por otra parte, recuerdo con especial afecto a Carlos Mijares, Félix Sánchez, Mario Schjetnan, Carlos González Lobo, José Creixell, Jorge Ballina, Aurelio Nuño y Manuel Rivero. Todos fueron maestros que me ayudaron a definirme en el campo del diseño”.

¿Por que regresó a Yucatán?

“Fui a estudiar arquitectura en la capital, pero me gusta donde vivo, y pensé que había más oportunidades de experimentar y hacer nuevas cosas aquí, que en una selva de competencia. Además en otros sitios, fuera del DF, también hay un futuro”.

¿Qué le dejó vivir en la ciudad de México?

“Uno regresa a su ciudad con cierto bagaje, experiencias que desea compartir, ciertas cosas que quiere incluirlas en su ciudad. En ese sentido se me abrió la perspectiva, descubrí que la arquitectura moderna, la contemporánea puede coexistir con tu medio ambiente y estar de acuerdo con el clima, a las costumbres y su
tradición inclusive, lo que no quiere decir que uno tenga que vestirse de huipil o de mestizo.

Al igual que el hombre moderno, las ciudades también tiene que “vestirse” de acuerdo con la época, adaptarse a lo que yo llamo espíritu de la época, el espíritu del lugar, sin perder su esencia”.

¿Cuál es la experiencia de trabajar en una ciudad tan tradicional en su arquitectura como Mérida?

“Alguien me preguntaba si como arquitectos teníamos un estilo, y más que un estilo una manera de pensar y de hacer, tenemos el oficio, así como una búsqueda constante. Por ejemplo, cuando en el Paseo Montejo diseñamos la sede de banca Confía como un edificio vertical, lo que queríamos no era hacernos notar, sino destacar la arquitectura en sí.
Como arquitectos estamos capacitados para ofrecer las nuevas experiencias y sensaciones que pueden dar tanto un espacio urbano con edificios altos o en el espacio interior de una casa.
En esa búsqueda no basta tener la idea también, hay que saber cómo realizarlas y siempre tratar de dar un poco más. Eso nos cuesta superarnos todos los días, ir avanzando, tratando de buscar la siguiente aportación, para seguir vigentes. Le debemos dar a nuestros clientes no lo que ellos esperan. Debemos darles más, superar sus expectativas”.

¿Ha sido difícil mantener una comunicación en el nivel nacional e internacional estando en Yucatán?
“No, por ejemplo, no sólo hemos participado en las siete Bienales de Arquitectura nacionales que se han organizado, sino que desde aquí hemos promovido la participación de otros despachos y colaborado en las Bienales de Yucatán. En el plano internacional hemos mandando trabajos a Quito, Ecuador, a Sao Paulo, Brasil, a Chile y a Estados Unidos
La comunicación no es un problema en este momento. Estamos en Mérida y en un avión llego a México en hora y media, más aún con internet, estamos en segundos con cualquiera y donde quiera. Estar en un sitio en particular no genera una arquitectura AAA, AA o sólo A, pues como una disciplina universal tiene un valor universal y se expone desde cualquier lugar. Así, no hay arquitectura ni chica ni grande, es buena, y ya su valor no depende del tamaño, ni tampoco de un alarde constructivo”.

¿Cuál considera su mejor obra?

“Espero que sea la última. En ocasiones, hay profesionales que cuando muestran sus proyectos presentan obras de 20 y 30 años atrás con un gran orgullo, y poco o nada de lo último. Yo veo esto como un proceso inverso, la última es la primera y la mejor la que ya estoy proyectando, porque en esta estoy poniendo toda mi experiencia, pero siempre habrá una que la supere”.

¿Qué le gusta hacer en su tiempo libre?

“No tengo pasatiempos, pero me gusta, ver televisión, películas, ir al cine, jugar tenis, salir a comer, a cenar, además de leer mucho sobre arquitectura. Durante un tiempo dibujé, dibujaba en abstracto. Me gusta observar, soy visual, hay gente auditiva o le place conversar. Yo soy visual, veo todo, si estoy en el cine escucho el diálogo. Veo la escena y el escenario, la silla en el fondo, el cuadro, la cortina, lo que está en la pantalla y me agrada imaginar las cosas que están adentro”.

¿Qué cualidades cree que le han hecho llegar al nivel de desarrollo que se encuentran?

“Diría que trabajo y constancia. Todos los días vengo a la oficina con gusto, es muy difícil decir un día ¡hoy no quiero ir! En 21 años en esto vengo con cierta ilusión para resolver desde un baño o una fachada, un edificio o unas instalaciones, pero todos los días son de trabajo, de sudor... Es como un golpeteo continuo, siempre estoy golpeando, un poco todos los días. A esto muchas veces se le llama constancia, dicen que soy muy perseverante y, sin duda, soy terco, aunque no soy muy organizado...
Siempre quiero organizarme, pero las cosas están con cierto orden y funcionan. “Otra cosa es la colaboración... Yo no hago todo el trabajo, mi equipo es el brazo fuerte. De hecho, no tengo privado donde aislarme, mi privado es el taller de 70 m2 en el que estoy siempre rodeado de ocho personas. Mi lugar es uno más, tengo una computadora más, y si viene alguien lo atiendo en la sala de juntas, o en un privado disponible para dar atención”.

¿Le gusta la docencia?

“Sí, impartí clases en la autónoma de Yucatán durante 17 años, y hace tres doy clases en el CUM, de Administración de Proyecto. También, he dado clases fuera del país, en Panamá, en Chile, en Cartagena, Colombia. Me han invitado a talleres, incluso pronto debo ir a uno en Montevideo”.

¿Qué le diría a un alumno que le preguntara cómo llegar a ser un buen arquitecto?
“Lo primero es que te guste, para que te guste primero tienes que dedicar tiempo, si le dedicas tiempo te empieza a salir bien, si te empieza a salir bien lo dominas, y si lo dominas pues viene todo lo demás, esa es la clave, que le dediques mucho tiempo.
No es la locura como alguna vez oí de alguien que dijo “de las 24 horas del día hay que pensar 36 en arquitectura”. No tienen que ser 10 horas diarias, pueden ser seis, pueden ser cuatro, pero que te guste.
El tiempo que le dedicas debe ser muy intenso, observar mucho, porque eso ayuda a imaginar. Viajar es otra clave, tocar las obras... No puedo ver un edificio en una fotografía y decir ‘está bien’. Si no voy y lo toco, entro, lo camino, lo huelo, lo percibo, lo transito, hay que estar en él... Los edificios son mejores en la realidad que en fotos...”

¿Cómo ha influido su esposa en esto?

Muy positivamente. Siendo arquitecta ha tenido la virtud de entender qué pasa cuando uno continúa trabajando a las dos de la mañana, y como hay veces que igual uno puede dedicarle todo un día completo en aparentemente no hacer nada porque todo está en marcha.
Sabe que no hay domingos y no hay lunes. Un lunes puedo no venir a la oficina, porque trabajé todo el domingo. Entiende la actividad según la intensidad del proyecto y entiende cómo en ocasiones hay que darle seguimiento a las cosas. Me ayuda mucho porque me respeta mucho como persona y como arquitecto. Coincide con mis ideas, pero es mi principal crítica. Las opiniones más elegantes y demoledoras han sido de ella pues me conoce muy bien. Es muy objetiva, me ofrece todo el apoyo, incluso me ayuda en la oficina, en la parte administrativa, que me quitan mucho tiempo”.

Este artículo le pareció: