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Llegar a las oficinas de Pascal Arquitectos es transitar de una ciudad moderna, complicada y un mucho caótica, a una colonia donde los grandes edificios cohabitan con construcciones de uno o dos pisos. En este entorno se confirma el enfrentamiento tradición versus modernidad, que con frecuencia ocurre en nuestro país. Al iniciar la entrevista, Carlos descansa sus brazos en el escritorio, una mesa que él y su hermano diseñaron hace 19 años; es de acero y pesa alrededor de 150 kilos, la sacaron de otro escritorio que era más formal, cuando empezaba el legorretismo. La mesa es muy grande; «me gustaría que fuera más amplia», dice. A Carlos y Gérard Pascal se les conoce principalmente por sus obras de interiorismo; sin embargo, ellos no quieren ser clasificados como tales, ya que esto limita tanto su campo profesional como su formación de arquitectos. |
Los hermanos Carlos y Gérard Pascal llegaron a México en l972. La historia se volvía a repetir: emigrar en busca de mejores oportunidades. Sus padres y abuelos lo habían hecho tiempo atrás, cuando de Rumania y Polonia migraron a Uruguay. |
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Carlos recuerda: «En una de las tantas veces en que no había trabajo en la construcción, hubo en contraste un gran auge en el diseño de interiores, y en ese momento nos metimos de lleno en estas obras, que nos dieron otra visión de la arquitectura. Allí encontramos la oportunidad de explorar las mil y una posibilidades que se pueden dar en un espacio ya construido, y de dejarlo listo para ellas». Afirma que no hay diferencia entre un proyecto de interior y uno de exterior: «todo es diseño. Mirando hacia atrás nos damos cuenta de que hemos cometido errores, y también de que hemos aprendido de ellos. Seguimos cometiendo errores, pero cada vez tenemos más aciertos; es parte de la búsqueda». Actualmente la firma Pascal tiene en sus manos uno de los proyectos que, por su ubicación y contenido emocional, reviste una gran importancia: el hotel Sheraton que se construye en el predio que ocupó el hotel Del Prado, frente a la Alameda Central. Llegar a este momento no fue de la noche a la mañana, fue tiempo de mucho trabajo. «Estamos haciendo por primera vez un hotel –refiere el arquitecto–, y estamos conscientes del valor que reviste para todos el lugar en el que se construye, por lo que al igual que en cada una de nuestras obras, queremos explorarlo, investigar las posiblidades que ofrece el proyecto y no caer en lo mismo, en soluciones rutinarias. Buscamos la excelencia a través del diseño, en realidad somos una especie de traductores; las obras tienen nuestra parte, la del cliente, la del lugar; son la conjunción». Carlos comenta que trabajaron en el proyecto sin saberlo. Semanas antes de que llamaran a Pascal Arquitectos para que presentara un proyecto para la construcción del Hotel Sheraton Alameda, la firma había sido invitada a participar en un concurso para un hotel en Los Cabos. Se había convocado a cuatro compañías. Con un mes para desarrollar el proyecto, trabajaron en las noches, sábados y domingos. Fue mucho esfuerzo y perdieron, pero al mes de haber tenido los resultados de este concurso llegó la oferta del Sheraton, y cuando enseñaron el paquete que habían hecho para Los Cabos, les dieron la obra. «Es una gran oportunidad, por todo lo que implica el lugar y el tiempo en el que se está haciendo; este edificio está marcando un momento, como en su oportunidad lo hicieron el Banco Nacional de México y la Torre Latinoamericana», dice Carlos Pascal al comentar la lucha que ha habido porque algunas autoridades quieren que la obra tenga reminiscencias historicistas en lugar de marcar un nuevo momento. «Hemos luchado mucho por hacer una obra nueva; no queremos hacer un refrito histórico, no queremos caer en la arquitectura neovernácula. Nos interesan mucho los procesos, rescatar la artesanía pero sin llegar a lo regional. Para el arquitecto es muy difícil decir cuáles son los elementos que van a caracterizar la construcción. «Por el momento es un edificio en el que estamos utilizando tecnología de vanguardia, materiales como el vidrio, el acero, el aluminio, materiales que no son los típicos de la colonia o de otros tiempos; además, tendrá una gran fachada de precolado». Inspiración mata capital «El primer trabajo que hicimos fue una casa, que todavía sigue en pie –dice Carlos en tono de broma–;el padre del único amigo que teníamos por el año de 1979 se arriesgó, y quedó muy contento». Esta frase lo hace reflexionar sobre la relación con los clientes: «Nuestra relación con los clientes generalmente termina bien, y lo atribuyo a dos cosas; por un lado, nuestro trabajo está a la altura de sus expectativas, y por el otro, empleamos un sistema de cobro que permite al cliente planear sus gastos, y que además da la posibilidad de que en el momento en que una de las partes no esté de acuerdo, nos podamos decir adiós en buenos términos. Nosotros no cobramos por arancel, sino que establecemos un precio fijo por mes, un sueldo.» «No medimos las obras por el tamaño. Al contrario de lo que pudiera pensarse, cuanto más pequeña es una obra, más complicada resulta. Hicimos una que tenia 60 metros cuadrados y tardamos tres años; son los baños de una sinagoga, en Tecamachalco, que están bajo el nivel de piso. Como no estaban previstos en la cimentación, no tienen luz natural. Pero la falta de luz nos dio la oportunidad de manejar los espacios con un criterio escenográfico», señala. Carlos tiene la percepción de que para algunos arquitectos es un tabú hablar de las escenografías como arquitectura. Él argumenta: «Creo que un espacio es una escenografía porque es el lugar donde se da la interacción, y donde a diario tienen lugar muchas puestas en escena». A sus 44 años, Carlos estudia una maestría en semiótica, que está por terminar. Frente a su escritorio, un mueble guarda decenas de libros apilados por temas; todos ellos tienen que ver con estos estudios. ¿Por qué estudiar semiótica?, ¿por qué ahora?, ¿por qué buscar una respuesta en los signos y los símbolos, en un mejor conocimiento del entorno, en el conocimiento multidisciplinario? «La tecnología y la ingeniería van cambiando –dice–; es un reto tener la visión, la posibilidad de aceptar lo nuevo.» Sobre la relación actual con Gérard, dice: «Somos muy opuestos, y por eso nos llevamos tan bien en el trabajo. A veces llegamos a exaltarnos por esas diferencias, pero siempre encontramos el equilibrio». La proyección A la recomendación de boca en boca se ha sumado su presencia en internet, que les ha valido el ser conocidos más allá de las fronteras. Comenzaron con la página hace cuatro años, y ya han hecho obras a través de contactos por la red. Les han hablado de China, Bahamas, Estados Unidos. Acaban de hacer un restaurante en Filadelfia; el cliente los contactó por internet. En tono modesto, dice: «Claro, en internet a lo mejor a veces piensan que somos más de lo que en realidad somos». No hay duda, llegaron de Uruguay y hoy los Pascal ya son mexicanos, tienen esposa e hijos mexicanos; su empresa está creciendo y, por lo mismo, modificando formas de trabajo. Se están allegando gente de diferentes disciplinas, quieren que sus colaboradores dejen brotar sus capacidades, les interesa formar un equipo multidisciplinario, que cuando se enfrente a retos ponga toda la pasión. Pascal Arquitectos ha obtenido cuatro premios de diseño de interiores; en 1994 (Best of Competition),1996 y 1998 le fueron otorgados por el International Interior Design Association y la revista Interior Design, y el de 1995, en Honk Kong, por la Asian Pacific Interior Design Association. El jardín de la casa de Carlos en Yautepec está retratado en un libro de jardines de arquitectos. Él muestra las fotografías; son su orgullo. Lo diseñó, lo construyó, hoy lo disfruta. La pared que está frente al escritorio tiene mensajes –los típicos: no olvidar..., hay que hacer ...,– también las fotografías familiares. En un librero, a un costado de la mesa amplia está un dibujo, junto a un reloj, que mide el tiempo. |
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