Con los ojos bien abiertos
Por Mireya Pérez Estañol

El maestro en ingeniería Gabriel Moreno Pecero, con la visión optimista y llena de sabiduría del profesor de gran experiencia y brillante profesional, nos recuerda que la misión de las instituciones de educación superior tiene una doble vía, marcada una por los académicos y la otra por las actitudes de los alumnos.

¿Qué actitud tienen los estudiantes ante el panorama que actualmente presenta la construcción?

En las últimas fechas, muchos de los foros a los que he asistido, especialmente aquellos que tratan temas de ingeniería, se han transformado en muros de lamentación.
La queja es constante: que no hay actividad, que la construcción está detenida; esporádicamente se oye un comentario acerca de alguna acción propuesta, pero nunca he escuchado que debamos ver esta situación con ojos de oportunidad.

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¿Dónde está la oportunidad?

Por ejemplo, 70% de la construcción de vivienda es autoconstrucción, y hasta el momento esta área ha estado casi ausente del apoyo de los profesionales de la ingeniería y de la arquitectura.
Debemos hacernos presentes, pero no sólo en la ciudad de México o en el área conurbada, debemos salir, incluso cruzar las fronteras de Latinoamérica. Ya hay programas de vivienda muy agresivos para nuestro país, ¿de qué otra manera se pueden unir los esfuerzos?

La reunión que sostuve antes de esta entrevista forma parte de un proyecto de vivienda. Me reúno regularmente con este grupo de muchachos, que ya recibieron un galardón en el Premio Nacional de Vivienda, para revisar los avances y generar ideas para ir por todo el país ofreciendo sus servicios, y con tales experiencias estos grupos deben apoyar a las nuevas generaciones.

Ellos han tomado entre sus responsabilidades el formar a otros jóvenes para que el día de mañana puedan incursionar en este campo. Así, es muy importante llevar un registro ordenado y documentado de la investigación y de las experiencias negativas o positivas que se tengan. Para mí, este proyecto, iniciado durante el periodo en el que me desempeñé como jefe de la División de Educación Continua de la Facultad de Ingeniería de la UNAM, reviste tal importancia que es una de las dos actividades en las que seguiré al frente, la otra es la coordinación del servicio social.

¿Por qué el interés en el servicio social?

El servicio social, como su nombre lo indica, es servir a la sociedad en general, pero en este caso se trata de la más desprotegida o de aquella que necesita ser encauzada, y para esto es preciso convivir con sus necesidades y ser muy sensible al respecto. Por ejemplo, el mes pasado 20 jóvenes estuvieron tres semanas en el estado de Hidalgo en la zona de Ixmiquilpan, en el Valle del Mezquital. Se eligió esta zona al descubrir que, si bien es verdad que el valle no tiene recursos naturales, viven allí familias que en algún tiempo disponen de una cantidad de dinero importante, que llega a través del trabajo de los hijos o el padre o de una buena cosecha.
Pero también descubrimos que son familias que no saben cómo usar estos recursos económicos y, siguiendo la información que les llega a través de la televisión, gastan frecuentemente ese dinero en una gran fiesta o inician la construcción de una casa de grandes dimensiones sólo para hacer evidente un estatus, y al final se quedan con las manos vacías pues no pueden terminar la construcción. Entonces, los hijos o el padre se ven en la necesidad de ir a trabajar a Estados Unidos.
En algunos de estos casos hemos tenido éxito al integrar equipos interdisciplinarios de ingenieros, arquitectos, veterinarios que, a través del servicio social, han incursionado en las comunidades para realizar cambios de un beneficio duradero, lo que no cancela el proyecto de tener una casa digna, pero quizá no de tres niveles sino de dos, y con más área de jardín que de superficie construida.
Entonces se logra que la universidad vaya más allá de sus fronteras físicas, y también que ofrezca a los profesionistas recién egresados un panorama real, que se inicia con el trabajo social y da respuesta a la pregunta que el joven se formula cuando termina su carrera: ¿qué haré?
El servicio social es más que un trámite y debe cubrir dos facetas; por un lado, el joven debe sentir que al aplicar sus conocimientos se fortalecen sus habilidades de líder, y sentir la satisfacción plena de su ejercicio profesional; por otro lado, debe experimentar que la institución en la que se formó, en este caso la UNAM, y muy concretamente la Facultad de Ingeniería, está respondiendo a su razón de ser, que es servir a la sociedad.

¿Cuál es su concepto de ser académico?

En esta visión han influido, sin duda, los 45 años que llevo ejerciendo esta actividad, un tiempo en el que he aprendido que la juventud, más que hablar con palabras, lo hace con actitudes.
He aprendido que los jóvenes en ocasiones se meten en otro mundo y se encauzan equivocadamente, pero si encuentran una institución que los apoye, descubren su potencial y lo dirigen a metas muy elevadas, y lo hacen mejor que los académicos, logran premios, reconocimientos, becas, y el mérito no es del maestro, es del alumno.
¿Podría hablarnos más de esta lectura de actitudes?

Esta lectura la he aprendido con la convivencia. Durante muchos años fui de los profesores que venían a dar su clase como parte de la actividad profesional, pero con el tiempo aprendí.
Los jóvenes hacen que uno aprenda. Cuando uno entra en un salón de clases, y más en una universidad pública, echa una mirada a los ojos de los jóvenes y siempre encuentra ojos brillantes. Un joven es, en promedio, como un niño de kinder: llega los primeros días de clases con los ojos bien abiertos, expectante ante lo que va a acontecer y ante casi todo lo que recibe; por eso tiene sus ojos llenos de luz, de vida. Pero hay otros ojos, los retadores, dispuestos a enfrentar a quien representa la autoridad, independientemente de quién sea el profesor; estos ojos casi siempre son de jóvenes a los que las circunstancias de la vida han llevado por caminos difíciles, jóvenes que han sido maltratados por la misma familia o por la sociedad y sienten por lo tanto que todo lo que representa la autoridad está en contra de ellos.

Así es el primer día de clases, pero uno como profesor tiene que realizar una autoevaluación en esas mis-mas miradas. El último día de clases uno vuelve a ver los ojos y son muy diferentes, las miradas son diferentes, conservan su brillantez pero ya no están expectantes sino seguras, y los ojos retadores desaparecieron para dar paso a una aceptación que se manifiesta hasta por el lugar en el que se sienta el alumno, que ha dejado el fondo del salón para venir a ocupar un sitio en los primeros pupitres.
Son cambios de ese tipo los que se experimentan, cambios que constituyen la mayor satisfacción que un profesor puede recibir, cambios que se producen en la universidad, una institución que permite no sólo la transmisión de conocimientos sino también la formación de actitudes. En nuestro país esta segunda parte es muy importante.
Además son los jóvenes los que hacen que el profesor cambie y deje de ser el clásico sábelotodo, quien da
su clase de espaldas a sus alumnos sin permitir que la personalidad del joven fructifique y que sin más anuncia:
“Ya me tengo que ir porque tengo una junta”. Hay una larga distancia entre ese maestro y el que da un número telefónico a los alumnos para cualquier comentario, tiene tiempo para ellos y les dice: “Jóvenes, quiero comentarles que yo soy quien va a aprender de ustedes”. Con esto se genera un ambiente de confianza en el que se les valora como seres humanos y puede florecer su personalidad, su iniciativa, su inteligencia.
Lo anterior, aunque parezca muy idealista, tiene una razón práctica: en el mundo que nos tocó vivir debemos derribar fronteras para poder competir con los países desarrollados. Hoy los jóvenes se enfrentan a una ingeniería de competencia nacional e internacional, y para ganar es muy fácil decir: “Lo que tienen que hacer es una ingeniería funcional, más segura, más armoniosa con la naturaleza y más económica”, pero, ¿qué hacer si llega una empresa alemana de entrada con muchas ventajas?
La respuesta está en la innovación, en las propuestas audaces.

¿Dónde nace esta visión?

En el salón de clases. Debemos motivar al joven para que se sienta libre y pueda echar a volar su imaginación, para que se fortalezca su personalidad, pero para que esto suceda es muy importante que los académicos también cambiemos, y no hablo del cambio tecnológico, igualmente es necesario, sino del respeto y la apertura que debe haber hacia el alumno. Por ejemplo, decir: “Jóvenes, les quiero comentar que yo les voy a creer lo que me digan, confío en su palabra”; entonces (no soy ningún ingenuo), los jóvenes pensarán: “Qué bueno, nos tocó un profesor barco”. Pero no, la siguiente propuesta es retarlos, por ejemplo, a descubrir una tecnología para el abatimiento de los niveles freáticos. Para esto se necesitan conocimientos, experiencias que se pueden comentar en el aula, y el caso se complica, no por gusto sino porque esto es lo que ocurre en la vida real. Ellos son los ejecutores y deciden cuándo responder, lo cual en la práctica es muy importante porque una propuesta tiene que ser completa, económica, técnica, debe esta- blecer un compromiso para cumplir con un programa de actividades.

Hasta aquí el maestro debe guiar al estudiante para que se interiorice en el problema y conozca los procedimientos, debe dar referencias, incentivar la búsqueda de respuestas, respetar las fechas que el alumno ha establecido y familiarizarlo con el trabajo en un marco de rigidez económica –es decir, con muy poco dinero–, además de acostumbrarlo a estar muy al pendiente de la información tecnológica, que fluye aceleradamente en un entorno de competencia internacional.
Por otra parte, los temas de investigación, si tienen buenos resultados, pueden ser el puente de comunicación entre la Universidad y el sector productivo externo.
También, es una manera de prestigiar a la universidad, de ubicar al estudiante en la realidad y hasta de alcanzar una remuneración económica, es decir, se desarrolla así mismo una visión empresarial.
Este es el reto al que se enfrentan los muchachos y ante el que pueden tener dos actitudes.
Una es preguntar al cielo: ¿Por qué me hiciste mexicano, cuando debí de haber nacido en Europa?

La otra es ver la magnífica oportunidad de haber nacido en este país y enfrentarse al enorme desafío de vencer la adversidad con ingenio, voluntad y disciplina.

¿Qué otras actitudes debe desarrollar un buen maestro?

Un profesor no es el que sabe mucho, el que trata de no ver a los alumnos, sino aquel que mira directamente al joven a los ojos, camina entre ellos, les toca el hombro cuando los nota distraídos o desanimados, quizá cansados; es el que desde la primera clase les invita aprender juntos, a discutir, a poner un ejemplo práctico y encontrar la respuesta, les invita a iniciar un diálogo. La columna vertebral de la educación son los maestros, que deben también tener una autoridad moral, y es que frecuentemente constatamos que llegan a la universidad con sus valores muy debilitados, y cuando encuentran un respaldo lo dicen: “Maestro... es que la verdad yo tenía una gran religiosidad cuando era niño pero eso se ha venido deteriorando, tengo dudas, y entonces esto de la fe ahora ya no me nace; por otra parte a mi familia la quiero, la disfruto, pero salgo a las 6:30 de la mañana y regreso a las 10:30 de la noche igual que mis padres, porque ellos también trabajan, lo mismo mis hermanos, y el sábado cada cual tiene su mundo muy formado y ya no hay esa comunicación que antes se daba; entonces, casi que mi único valor, la única base sólida que tengo para alcanzar mis ideales, para no perder el rumbo, es mi estudio, mi universidad, y por eso lo único que pido es que los profesores no nos defrauden”.

Cuando se oye una confesión de ese tipo, se comprende que el alumno tiene toda la razón, que no se merece un profesor que aparenta que sabe aunque sea un ignorante, o un profesional que aunque es brillante no llega a dar su clase, o llega tarde. Un profesor no es aquel que recibe el título por la normatividad; es el que sale por los pasillos y todo el mundo lo respeta, lo saluda con gusto, el que deja huella y pasan los años y su ejemplo permanece: ese es el tipo de maestro que tenemos que promover.

SINTESIS CURRICULAR

Estudios
Ingeniero Civil (mención honorífica), Maestría en Ingeniería, créditos para el doctorado completos; todo ello en la UNAM.
Ejercicio profesional
Secretaría de Obras Públicas: Ingeniería de tránsito, geotecnia aplicada a vías terrestres, ingeniero proyectista, jefe del laboratorio de suelos, jefe de la oficina de mecánica de suelos, pavimentos y de estudios geotécnicos de vías terrestres.
Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas (hoy Secretaría de Comunicaciones y Transportes):
Colaboración y responsabilidad en innumerables obras de ingeniería, entre las que destaca la recimentación del Palacio Nacional.
Miembro del Comité Sudamericano de Estabilidad de Taludes.
En 1981 fue nombrado jefe de la División de Educación
Continua de la Facultad de Ingeniería de la UNAM.
Siempre ha ejercido la docencia como profesor de asignatura en la UNAM.

INVESTIGACIÓN
Creador de tecnologías innovadoras tales como El inclinómetro hechizo.
Drenes de arena de penetración transversal. Aplicación práctica del abatimiento del nivel de aguas freáticas en suelos finos saturados, con excavación rápida. Inyección de agua en el suelo blando de apoyo para controlar su deformación. Utilización de barreras rompedoras de vibración en el suelo blando de la ciudad de México.
Comportamiento mecánico del suelo blando del lago de Texcoco bajo dos terraplenes de prueba.
Coordinación los libros La justificación geotécnica de las Normas Complementarias de Construcción del
Departamento del DF en el área de Cimentaciones y Excavaciones en el suelo blando de la ciudad de México.
Es coautor del libro Educación continua en México.
Ha escrito más de 78 artículos técnicos..
DOCENCIA
En 1957 ingresó como profesor-ayudante en la Facultad de Ingeniería. Desde entonces, ha sido profesor de geodesia, de posgrado y de educación continua.
Profesor durante 17 años en la Universidad Iberoamericana.
Profesor fundador de la ENEP Acatlán, UNAM.
De 1976 a 1982 impartió clases para profesores en los fines de semana en la Universidad Autónoma de Chiapas, en el área de geotecnia.
Profesor fundador de la Maestría en Ingeniería de Vías Terrestres en la Universidad Autónoma de Chihuahua (seis años).
En la Universidad del Cauca, Colombia, fundó la Maestría en Vías Terrestres.
Presidió en dos periodos –de 1987 a 1988 y de 1996 a 1998– la comisión dictaminadora de ciencias básicas de la ENEP - Acatlán, UNAM.
Ha impartido cursos y conferencias en todas las entidades del país y en Ecuador, Venezuela, Costa Rica, Colombia y Honduras.
Actual coordinador del examen general de calidad profesional en Ingeniería Civil en la UNAM.
Profesor titular “C” de tiempo completo, definitivo; profesor de asignatura definitivo en
Mecánica de Suelos, en Cimentaciones y Mecánica del Medio Continuo, en la UNAM.
DISTINCIONES
Primer presidente de su generación de licenciatura (1954-1958).
Primer consejero técnico alumno que tuvo la actual división de estudios de posgrado
de la Facultad de Ingeniería, UNAM (1960-1961).
Diploma al «Mérito Universitario», UNAM y Universidad Iberoamericana.
Medalla «Universidad del Cauca», máxima distinción en el rango de «profesor distinguido y eminente servidor».
Primer socio de honor en el Colegio de Ingenieros Civiles del Ecuador.
Socio de Honor de la Sociedad Colombiana de Geotecnia.
De 1980 a 1983, consejero universitario de la UNAM por la ENEP Acatlán.
Diplomas del Colegio de Ingenieros Civiles de México por su labor en la Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas, de la sociedad de exalumnos de la Facultad de Ingeniería por su labor docente. Presidente del Colegio de Profesores de Ingeniería y Actuaría de la ENEP Acatlán.
Presidente de la Sociedad Mexicana de Mecánica de Suelos (1983-1984), actualmente miembro del Consejo de Honor. «Socio de Honor» de la Asociación Mexicana de Ingeniería de Vías Terrestres (nombrado en 1992).
Miembro de número de la Academia Mexicana de Ingeniería (1985); prosecretario y secretario durante cuatro años de la misma.
Miembro del Consejo Consultivo de la Federación de Colegios de Ingenieros Civiles de la República Mexicana.
En 1994, Secretario de la Asociación Mexicana de Educación Continua, miembro de la directiva del Proyecto Columbus en educación continua (de 1993 a 1995), nombrado por el consejo de rectores europeos (70 universida-des).
En 1995, miembro del Comité de Reconocimientos de la Facultad de Ingeniería. De 1981 a 1995 (14 años), director de la División de Educación Continua de la Facultad de Ingeniería –UNAM–; en 1987 se transmitieron vía satélite los cursos a distancia Geotecnia Aplicada a Vías Terrestres, Evaluación de Proyectos y Telecomunicaciones Vía Satélite, siendo la primera vez que en América Latina se utilizó este medio de transmisión para cursos de ingeniería.
De 1995 a 2003, jefe de la División de Ingeniería Civil, Topográfica y Geodésica de la Facultad de Ingeniería UNAM.
Profesor de Honor por la Universidad Católica de Guayaquil, Ecuador, en 1996.
Socio de Honor por la Asamblea General de Socios de la Sociedad Mexicana de Mecánica de Suelos, en 2002. Profesor honorario y medalla y reconocimiento por su notable contribución a la ingeniería y su aportación a la educación superior, por la Facultad de Ingeniería de la Universidad Ricardo Palma de Lima, Perú (12 de junio de 2003).
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