EL URBANISMO CONTEMPORÁNEO*

Denio Munia Benfatti

PRESENTACIÓN: A partir de una clasificación de Christian de Portzamparc, el autor de este artículo pasa revista a las respuestas que ha tenido a lo largo del siglo la problemática urbana. Desde una perspectiva que busca soluciones humanas, analiza el momento actual con su reconsideración de las formas tradicionales y su intento de redescubrir los valores de la ciudad.

 * Da Vinci proponía la creación de asentamientos satélites de no más de 10 mil habitantes. También proponía un diseño de vías de comunicación para el centro urbano en varios niveles, reservando el nivel superior a la circulación de peatones y el inferior a la circulación de vehículos, mercancías, y a la eliminación de desechos.

 Brasilia es uno de los más grandes ejercicios urbanísticos de inspiración corbusiana. La adopción de sus principios pretendidamente universales ha suavizado el desmontaje progresivo de la ciudad tradicional y de los conceptos urbanísticos de la ciudad del siglo XIX.

 Lo que en la ciudad de la Edad I tenía el sentido de calle, espacio público por excelencia, toma ahora el sentido de vía de circulación, de acceso. En la definición de Portzamparc, lo que distingue, y al mismo tiempo caracteriza a la ciudad de la Edad II es esta inversión de la visión del espacio. Una inversión que supone el rechazo de la calle con edificios autónomos, que ya no se organizan alrededor de espacios públicos.

 Entre otros, los principales objetivos del Plan del Gran Londres eran el bloqueo de instalaciones industriales, el desplazamiento industrial y residencial hacia las áreas exteriores, la disminución de la población del Gran Londres en su conjunto. Como complemento de estas acciones, fue propuesto un esquema de reasentamiento poblacional por medio de ocho ciudades nuevas autosuficientes, localizadas a una distancia promedio de 50 km del centro de Londres.

 * ,Para dar una idea de la profundidad de la crisis habitacional en la ciudad de París en 1954, diremos que solamente 22 por ciento de las habitaciones estaban servidas por un sistema de aprovisionamiento de agua; 40 por ciento aproximadamente no tenía lavavo interno, y solamente 20 por ciento poseía baño con ducha.

 * En total, durante un periodo de 15 años, entre 1955 y 1970, Francia construyó en todo su territorio más de cuatro millones de departamentos, sin contar algunos cientos de miles de viviendas individuales. Una cifra bastante significativa, en comparación con la población total del país, que actualmente es de poco más de 50 millones de habitantes.

 En 1960 se preparó el primer Plan de Mejoramiento y Organización General de la Región Parisina. Pretendía frenar el crecimiento físico de París promoviendo el crecimiento de otras ocho ciudades del país, como polos de equilibrio, o metrópolis de equilibrio. Este plan se opuso frontalmente a la propuesta de ciudades nuevas para la región de París, con el pretexto de que las mismas acabarían por intensificar el crecimiento urbano de la región.

 * Ciudades tales como Sao Paulo, México, Río de Janeiro, entre muchas otras, no solamente han mantenido altas tasas de crecimiento sino que también ven agravarse todos los días sus disfunciones urbanas. Para no citar más que algunos indicadores de viabilidad, y de modo de vida urbana, estas ciudades imponen una carga diaria en tiempo de transporte superior a dos horas. Este mismo recorrido promedio cotidiano en las grandes ciudades de Estados Unidos, Europa y Japón es inferior a 50 minutos.

 Ya las grandes metrópolis de principios del siglo (Londres, Berlín, Nueva York, etcétera), siguiendo el ejemplo de París, han tenido una inflexión en su tasa de crecimiento urbano, y actualmente se han estabilizado o presentan tasas de crecimiento anual de poco más de cero.

 * La estabilización de la población de las metrópolis, y sobre todo el decrecimiento de la población en las zonas centrales, podrían estar originando un nuevo tipo de preocupación completamente opuesto al que tenían los urbanistas de principios de siglo. Actualmente ya no se teme a la explosión de los grandes centros urbanos, sino por el contrario, al vaciamiento.

 * Si en los años cincuenta, sesenta y hasta la mitad de los setenta, los gobiernos locales centraban sus esfuerzos en la administración urbanística y la planificación del crecimiento urbano acelerado, en los años subsiguientes, su preocupación ha estado dirigida hacia la dotación de servicios a las grandes zonas urbanas que han sido incorporadas a las ciudades en el periodo precedente.

 * El crecimiento de las ciudades y su urbanización han creado, o mejor dicho, han resuelto solamente una parte de los problemas: dar alojamiento a la población nueva. La ciudad, por contigüidad o por extensión, presta su nombre, pero no pasa sus atributos a estas nuevas áreas. Aquí tenemos la ciudad de la tercera edad. Y es para esta ciudad que se deben presentar nuevos planteamientos teóricos, las estrategias de transformación.

 Actualmente, asociado a un conjunto de crisis económicas, institucionales e ideológicas, vemos cómo se ponen a discusión una serie de hechos que se daban por ciertos, y conceptos ya establecidos. La arquitectura y el urbanismo, ciertamente, no han escapado a estas crisis de dudas, y los procedimientos ensayados progresivamente en las diferentes regiones del mundo destinados a controlar, orientar y dar forma al crecimiento de las ciudades son impugnados en cuanto a su naturaleza y eficacia.

 * El predominio o el consenso, o ambos, respecto a los principios y modelos, comienzan a derrumbarse. Aun teniendo en cuenta la genialidad y el talento de Le Corbusier, las proposiciones del CIAM, la ambición de postular conceptos definitivos y universales para la construcción y la organización de la ciudad moderna, así como los resultados obtenidos, han resultado profundamente discutibles. Habitar, circular, trabajar, es lo esencial, y sin embargo, insuficiente para constituir una ciudad.

 Se habla de un retorno a la ciudad, de un redescubrimiento de los valores de la ciudad. Pero, ¿cuáles son estos valores exactamente?, ¿de qué ciudad o de cuál de sus partes se habla?, y, ¿para qué situación específica se propone este retorno a la ciudad?

 Lejos de haber encontrado una síntesis, las preguntas están todavía en el aire. ¿Será que las propuestas que se hicieron para Barcelona y Berlín eran equivocadas? ¿Debemos aceptar el mito de la ciudad que no evoluciona, o afirmar su opuesto, la ciudad como algo que ha sido superado por la velocidad, por los cables ópticos, por las redes de comunicación?

 * Evitando la facilidad y la simple regresión, Portzamparc busca en los intersticios de la ciudad actual, en la oposición de las herencias contradictorias, nuevas estrategias para las transformaciones que exige la ciudad contemporánea. Él prevé todo el desorden del momento actual como una posibilidad de afirmación, de construcción de nuevas estrategias.

 (TEXTO DEL ARTÍCULO:

 Todos los ciudadanos sueñan con un tiempo feliz en la ciudad. Un tiempo que, independientemente de la edad, del autor, del personaje, se sitúa invariablemente en un periodo lejano de su existencia. Los recuerdos adquieren una importancia fundamental y la nostalgia se impone como un hecho universal. Con frecuencia recordamos que los tiempos idos fueron mejores. "¡Ah, qué tiempos los de antaño!" Se podía tomar el tranvía, el trayecto no era largo, era seguro, todas las líneas estaban a nuestra disposición, cosa que ya no es evidente en nuestros días.

En términos urbanísticos, la realidad es a veces diferente. El crecimiento vertiginoso y caótico, simple producto de la casualidad y de la acumulación de elementos incoherentes y sin método, las dimensiones y la disposición a que han llegado las ciudades, las disfunciones de la vida urbana, la cantidad de gente, el fenómeno reciente de los embotellamientos, la instalación de gigantescas y modernas fábricas, como la Fiat de Lingotto – inaugurada en los años veinte en Turín y cuya extensión sobrepasa los 500 metros por lado– en fin, todo lo que concierne al fenómeno metropolitano, ha colocado desde el comienzo de este siglo a los arquitectos, urbanistas y geógrafos ante cuestiones que comprenden no sólo el modo de vida y la dimensión ideal de las ciudades, sino también la viabilidad misma de las metrópolis en cuanto lugares de domicilio y producción de bienes y servicios.

Ante estos problemas, en las últimas décadas la idea de caos se ha extendido y ha estado siempre presente. Sin embargo, no sólo no se ha llegado al caos, sino que la idea misma se ha renovado constantemente, y entonces, una vez más, cada nueva generación puede canturrear la misma canción: "¡Ah, qué buenos los viejos tiempos!"

La idea de ciudad-jardín estaba en el centro de las preocupaciones a principios del siglo. Los esquemas de Howard proporcionaban los sustratos teóricos para todo el desarrollo de la planificación urbana subsecuente; preconizaban una combinación entre las ventajas de una vida urbana intensa y sana con los placeres del campo.

El movimiento de ciudades-jardín y su ulterior desarrollo teórico, asociado a algunas experiencias concretas durante la primera mitad de este siglo, han dado como resultado un esfuerzo de contención del crecimiento urbano, así como el desarrollo de modelos que estipulan una dimensión ideal para la ciudad, una cintura verde para estructurar y delimitar el controno urbano, y el crecimiento controlado por la implementación de nuevos núcleos urbanos (ciudades nuevas).

Esta idea no es reciente. Debemos a Leonardo da Vinci la primera formulación moderna en 1485, destinada a reorganizar y sanear la ciudad de Milán después de la devastación, casi total, que sufriera a raíz de una peste. Da Vinci proponía la creación de asentamientos satélites de no más de 10 mil habitantes. También proponía un diseño de vías de comunicación para el centro urbano, en varios niveles, reservando el nivel superior a la circulación de peatones y el inferior a la circulación de vehículos, mercancías, y a la eliminación de desechos. Durante los años cincuenta, el buró del arquitecto Mauricio Roberto presentó un proyecto similar, el de una ciudad como núcleo, para el concurso de Brasilia.

La idea de orden y vida urbana sana, sin embargo, no siempre ha estado asociada a un retorno al pasado, a la contención del crecimiento urbano o, inclusive, a un retorno al campo.

Frente al caos y a todos los males que aflijían entonces a los habitantes de las grandes ciudades, Le Corbusier interpone su obsesión de limpieza, geometría y orden.

Su ciudad contemporánea se opone radicalmente a la ciudad tradicional. Portzamparc, en un texto publicado en el número 9 de la revista Óculum, define la ciudad tradicional, a la que nos referimos antes, como ciudad de la primera edad. En contraposición con la ciudad tradicional, la ciudad contemporánea propuesta por Le Corbusier ha sido llamada la ciudad de la segunda edad.

Le Corbusier, a pesar del pequeño número de realizaciones –el Plan Director de Chandigarth y la ciudad-jardín de Pesac– fue un agitador cultural, y sus teorías, por lo tanto, han influido en todo el urbanismo de los decenios posteriores. Brasilia es uno de los más grandes ejercicios urbanísticos de inspiración corbusiana. La adopción de sus principios pretendidamente universales ha suavizado el desmontaje progresivo de la ciudad tradicional y de los conceptos urbanísticos de la ciudad del siglo XIX. A los islotes cerrados de la ciudad tradicional, él opone los islotes abiertos, grandes calles, inmuebles autónomos y aislados, separación de flujos sobre niveles distintos según los tipos de desplazamiento (peatones, circulación local, etcétera).

Al principio, sus proposiciones de islotes abiertos en U conservan parcialmente la calle como corredor solamemente en la forma. Más tarde, sus proyectos abandonan completamente la relación con la calle.

La influncia más grande de sus teorías no consiste, por lo tanto, en la implementación de nuevas ciudades sino fundamentalmente en su idea del inmueble aislado y autónomo. La Unidad Habitacional de Marsella (1947-1952), uno de los raros proyectos construidos, un inmueble aislado en el interior de un área, que no se puede afirmar que sea un islote, se convirtió en uno de los modelos de inmuebles urbanos más copiados en el mundo. Esta nueva tipología y su correspondiente relación inmueble-ciudad, rompen completamente la forma del urbanismo típico del siglo XIX.

Así, lo que en la ciudad de la Edad I tenía el sentido de calle, espacio público por excelencia, toma ahora el sentido de vía de circulación, de acceso. En la definición de Portzamparc, lo que distingue, y al mismo tiempo caracteriza a la ciudad de la Edad II es esta inversión de la visión del espacio. Una inversión que supone el rechazo de la calle con edificios autónomos, que ya no se organizan alrededor de espacios públicos.

Estas características de la Edad II han marcado significativamente la construcción del territorio urbanizado en los años cincuenta, sesenta y setenta. Sobre todo en las ciudades, en donde su expansión se hace por la construcción de conjuntos residenciales planificados y concebidos en el "estilo internacional".

 

CAOS Y CONTENCIÓN URBANA

 

Toda la discusión respecto al crecimiento y transformación de las ciudades, la planificación urbana y las propuestas de contención y redistribución equilibrada de la población sobre el territorio urbano y regional, desarrolladas durante la primera mitad de este siglo, incidirá de manera decisiva en la formulación del Plan del Gran Londres (1944). Coordinado por el arquitecto Patrick Abercrombie, este plan representó, según Munford, "el mejor documento aislado que haya surgido hasta ahora sobre la planificación, después del libro de Howard; en efecto, puede casi considerarse como la forma madura del organismo, del cual Garden Cities of Tomorrow había sido el embrión".

Además, el acta que daría viabilidad a la política de New Towns en Inglaterra, editado poco después (1946), reposaba sobre una legislación urbanística que ha evolucionado siguiendo este mismo proceso de discusión, en donde la Town and Country Olanning Association ha jugado un papel fundamental. Oponiéndose sistemáticamente a la creación de nuevos barrios populosos, esta asociación defendía la alternativa de que el crecimiento urbano se hiciera a partir de la creación de ciudades nuevas autónomas.

Entre otros, los principales objetivos del Plan del Gran Londres eran el bloqueo de instalaciones industriales, el desplazamiento industrial y residencial hacia las áreas exteriores, la disminución de la población del Gran Londres en su conjunto. Como complemento de estas acciones, fue propuesto un esquema de reasentamiento poblacional por medio de ocho ciudades nuevas autosuficientes, localizadas a una distancia promedio de 50 km del centro de Londres.

Esta estrategia de contención del crecimiento y desconcentración urbana por medio de ciudades nuevas, fue más tarde seguida por varios países extranjeros en distintas metrópolis. Primero en los países escandinavos, en Estocolmo y Helsinki, a principios de los años cincuenta. Después en Japón, en Tokio, contando también con un entorno verde rodeado de ciudades nuevas, según el modelo inglés. Ulteriormente también en Rusia, Francia, Estados Unidos y en muchos otros países.

Con un cierto desfase en el tiempo (años setenta), estas políticas de contención han sido también adoptadas en Brasil con el programa de ciudades medias y de regiones metropolitanas.

 

URBANISMO Y ARQUITECTURA EN LA CONSTRUCCIÓN DE LOS SUBURBIOS DE PARÍS

 

El ejemplo parisino es no sólo un ejemplo específico de contención urbana sino también una base de referencia del texto de Portzamparc.

Francia comenzó a preocuparse tardíamente por las grandes dimensiones del acelerado crecimiento metropolitano. Las primeras ciudades nuevas se propusieron apenas en 1965, cuando esta forma de control del crecimiento metropolitano comenzaba ya a ser cuestionado y estaba en retroceso en otros países.

Los primeros esfuerzos realizados en la posguerra estuvieron canalizados a resolver el problema de la vivienda, a la reconstrucción y el mejoramiento de lo existente, sin que eso implicara proposiciones urbanísticas de mayor alcance. Para dar una idea de la profundidad de la crisis habitacional en la ciudad de París en 1954, diremos que solamente 22 por ciento de las habitaciones estaban servidas por un sistema de aprovisionamiento de agua; 40 por ciento aproximadamente no tenía lavabo interno, y solamente 20 por ciento poseía baño con ducha.

Como una primera reacción a esta situación, la administración recurrió a un programa de reconstrucción de grandes conjuntos residenciales, pero sin poner mucha atención en su localización y en la calidad de los proyectos. En total, durante un periodo de 15 años, entre 1955 y 1970, Francia construyó en todo su territorio más de cuatro millones de departamentos, sin contar algunos cientos de miles de viviendas individuales. Una cifra bastante significativa, en comparación con la población total del país, que actualmente es de poco más de 50 millones de habitantes.

Hasta 1958 la escala de estos conjuntos era todavía de alrededor de 500 unidades. Desde entonces, con la propuesta de las ZUP (zonas de urbanización prioritaria), las dimensiones de estas nuevas masas urbanizadas han dado un salto. Algunas de estas zonas han alcanzado dimensiones muy grandes, comparables con las ciudades nuevas implantadas en otros países.

Jean-Pierre Le Dantec, en su libro Enfin l’Architecture, consagra a la descripción de esta situación todo un capítulo, cuyo título es a la vez claro y contundente: "Los treinta años negros de la arquitectura francesa".

Su evaluación de los resultados de la reconstrucción y de la expansión de los barrios populosos es demoledora. Entonces, dice él, "lo que se construía –a gran velocidad por cierto– era espantoso. Sin importar cuál fuera el discurso social que pretendidamente lo justificara"... "Prefabricación pesada por una parte, urbanismo de zoning por la otra y, sobre todo, un empaquetamiento considerado arquitectura: todo tendía a la repetición de un catálogo de cajas, listas para colocarse donde fuera: maletas de todos los tamaños, pero cuanto más grandes mejor; silos para trabajar o para dormir..."5

En 1960 se preparó el primer Plan de Mejoramiento y Organización General de la Región Parisina. Pretendía frenar el crecimiento físico de París promoviendo el crecimiento de otras ocho ciudades del país, como polos de equilibrio, o metrópolis de equilibrio. Este plan se opuso frontalmente a la propuesta de ciudades nuevas para la región de París, con el pretexto de que las mismas acabarían por intensificar el crecimiento urbano de la región.

Las medidas tomadas en este plan resultaron inadecuadas. A fin de cuentas, aun si las metrópolis de equilibrio resultaban ser un gran éxito, las luces de París permanecían como una atracción irresistible para los jóvenes inmigrantes. Siguiendo el ritmo de crecimiento verificado en esa época, la ciudad no habría resistido, con toda segirudad, una explosión así.

En 1964, cuando se empezó a pensar más concretamente en las ciudades nuevas, las ZUP albergaban ya una población aproximada de dos millones de personas, casi todas concentradas en los suburbios. Esto no es ninguna exageración. La reconstrucción y la expansión de los barrios populosos dieron como resultado asentamientos verdaderamente caóticos.

En 1965, cuando la población parisina alcanzaba los nueve millones de habitantes, se propuso un nuevo plan general. Este plan definía normativamente que la población de la región no debería sobrepasar los 14 millones de habitantes hasta el año 2000. Esta previsión no se realizó, y la población de la región parisina no sobrepasa actualmente los 11 millones de habitantes. Sin embargo, en ese momento, esta previsión contenía una suposición heroica, podría decirse, pretendiendo que la emigración hacia París sería de cero. No consideraba más que el crecimiento de la población ya fijada en París durante todo el periodo considerado (35 años).

Sin embargo, los urbanistas tenían como tarea dar abrigo a una población de cinco millones de habitantes. Así pues, adoptaron un plan de ciudades nuevas siguiendo el modelo de ciudades satélites adoptado en Estocolmo, a principios de los años cincuenta. Se propusieron cinco nuevas ciudades de 500 mil habitantes y, por lo tanto, la mitad del crecimiento previsto para París estaría fijada en cinco nuevos núcleos, y otra cantidad similar debería encontrar acomodo en el interior del área ya urbanizada.

Las ciudades se colocaron sobre el eje preferencial este-oeste, en el valle del Marne, y en el alto Sena. Las nuevas ciudaders son: Evry y Melun-Senart (región sur), St. Quentin en Yvelines (sudoeste), Marne-la-Vallée (este) y Cergy-Pantoise (norte).

Estas cinco ciudades están situadas entre 20 y 30 km del centro de París. Su objetivo principal es romper el monocentrismo de la capital realizando la transferencia de puestos de trabajo hacia otras regiones, disminuyendo los desplazamientos hacia el centro, aligerando así la presión sobre el tránsito en la zona central.

La expansión rápida de los suburbios parisinos ha presentado, en su conjunto, resultados poco alentadores.

"Ah, qué bella época era aquella... la de los grandes conjuntos" que pasaban por "ejemplares" (y lo eran, ciertamente, para desgracia de los usuarios).

No tardaron las demandas sociales por un mejoramiento de las condiciones urbanas. Comenzaron inmediatamente después de las inauguraciones, y los programas de recalificación de los espacios habitacionales habían empezado ya hacia mediados de los años setenta. Poco tiempo después, a comienzos de los ochenta, con el aumento de la tensión social y de la violencia en la región parisina, el Estado tuvo que establecer una política más agresiva y ambiciosa, denominada "desarollo social de los barrios". La transformación de estos espacios en una ciudad ha planteado cuestiones muy complejas. Mientras que los conjuntos más pequeños y aislados son demasiado pequeños para justificar la adopción de centros, cuando la dimensión del conjunto es demasiado grande, la definición rigurosa de espacios compromete la posibilidad de calificación. En ciertas áreas, esta recalificación no es posible más que con la demolición de los espacios ya construidos.

 

REVERSIÓN DEL CRECIMIENTO DE LAS METRÓPOLIS TRADICIONALES

 

La rápida e intensa urbanización de la sociedad, no solamente en términos cuantitativos, se ha generalizado en casi todas las regiones del planeta en esta segunda mitad del siglo XX.

Sin embargo, todos estos años de política de contención del crecimiento urbano y de desaceleración del crecimiento poblacional en los países desarrollados han provocado alteraciones significativas.

La primera es el desplazamiento geográfico del peso y de la localización de la red urbana en el mundo. La segunda, y que complementa la primera, es que la concentración urbana en Europa y en América del Norte presenta tasas decrecientes de crecimiento urbano, mientras que las grandes ciudades de Asia, África y América Latina continúan teniendo tasas elevadas de urbanización y concentración urbana, aumentando así el número de ciudades con más de cinco millones de habitantes.

Estos hechos, que tienen ecos de extrema importancia para el urbanismo y la planificación urbana, no inciden de la misma manera en el conjunto de las grandes metrópolis actualmemte existentes en el mundo. Las grandes ciudades de los países considerados en desarrollo han igualado ya en tamaño a las ciudades más grandes del mundo.

Ciudades tales como Sao Paulo, México, Río de Janeiro, entre muchas otras, no solamente han mantenido altas tasas de crecimiento sino que también ven agravarse todos los días sus disfunciones urbanas. Para no citar más que algunos indicadores de viabilidad, y de modo de vida urbana, estas ciudades imponen una carga diaria en tiempo de transporte superior a dos horas. Este mismo recorrido promedio cotidiano en las grandes ciudades de Estados Unidos, Europa y Japón es inferior a 50 minutos. En ciudades como Sao Paulo, el tiempo de transporte aumenta aún más cada año. Es una tendencia que todavía no ha sido revertida.

Ya las grandes metrópolis de principios del siglo (Londres, Berlín, Nueva York, etcétera), siguiendo el ejemplo de París, han tenido una inflexión en su tasa de crecimiento urbano, y actualmente se han estabilizado o presentan tasas de crecimiento anual de poco más de cero. Además, teniendo otra vez a París como ejemplo, el conjunto de la región central de la metrópoli ha presentado un crecimiento negativo, es decir, pierde población. Así pues, nos parece que después de algunos decenios de vigencia de las políticas urbanas, que buscan la contención del crecimiento urbano metropolitano, las principales metrópolis europeas han comenzado a presentar signos concretos de un tope en su crecimiento.

Las consecuencias de esta verificación son fundamentales para la orientación de proposiciones y estrategias urbanísticas que han tomado cuerpo a fines de los años setenta. Con una población estabilizada de las metrópolis, o incluso declinante en sus zonas centrales, se hace inevitable repensar nuevas estrategias de intervención.

La estabilización de la población de las metrópolis, y sobre todo el decrecimiento de la población en las zonas centrales, podrían estar originando un nuevo tipo de preocupación completamente opuesto al que tenían los urbanistas de principios de siglo. Actualmente ya no se teme a la explosión de los grandes centros urbanos, sino por el contrario, al vaciamiento. Nuestro ejemplo de la fábrica Fiat al comienzo de este texto, uno de los monumentos del movimiento moderno que asombraba en su época por la posibilidad de engendrar trastornos, asombra actualmente por su total abandono; un inmueble fantasma completamente desactivado que sólo espera una cosa: su reemplazo o transformación.

De ahí los conceptos y propuestas de una nueva centralidad con la creación de áreas urbanas y de barrios generadores destinados no solamente a llevar comodidades urbanas a los suburbios, sino también a reforzar y revitalizar los centros ya existentes.

Por el contrario, si en los años cincuenta, sesenta y hasta la mitad de los setenta, los gobiernos locales centraban sus esfuerzos en la administración urbanística y la planificación del crecimiento urbano acelerado, en los años subsiguientes, su preocupación ha estado dirigida hacia la dotación de servicios a las grandes zonas urbanas que han sido incorporadas a las ciudades en el periodo precedente.

A partir de ese momento, el urbanismo para estas ciudades entra en una nueva fase. Ya no es un urbanismo de anticipación como lo era, por ejemplo, la experiencia de las new towns y las villes nouvelles. Se convierte en un urbanismo de transformación endógeno recreando la ciudad a partir de su interior, de su renovación.

Ahora es necesario que los arquitectos y los urbanistas definan cuáles son los nuevos presupuestos teóricos, los nuevos temas, los nuevos instrumentos y las nuevas estrategias para poder promover esta transformación urbana. ¿Y en cuanto a las otras ciudades?, ¿en cuanto a nuestras ciudades?

Es necesario establecer algunas diferencias con respecto a los contextos específicos abordado antes. Primero, nosotros somos un país de asentamientos y urbanización recientes. No tenemos una gran herencia urbana. La ciudad tradicional, las ciudad de la Edad I, tiene poca expresión física en el conjunto de nuestras ciudades. Aquí predomina la ciudad de la segunda edad, no exactamente con el acento racionalista y corbusiano, sino más bien "caboclo".

Nuestra ciudad de la segunda edad está en gran parte formada. Los grandes conjuntos habitacionales, tan indignos como sus similares europeos, nos han dado la satisfacción de no ser numerosos, no predominan en nuestro paisaje, ni en el centro ni en los suburbios.

En los mismos años del cincuenta al ochenta, la ciudad se ha extendido teniendo como base el lote individual y la habitación autoconstruida. Aquí, lo que se considera formado está en gran medida todavía en formación. Lo provisional se convierte en definitivo, los asentamientos se transforman ante nuestros ojos inclusive antes de estar terminados. Es difícil saber si una casa en un suburbio tendrá uno o tres pisos, sólo el tiempo podrá decirlo. Es la autoconstrucción infinita. La idea de ciudad acabada no es predominante en nuestro repertorio, porque aunque todavía insatisfechos por estas diferencias, nosotros somos también iguales. En nuestros días, todavía sufrimos en nuestras ciudades dos males simultáneos: la adolescencia y la vejez (obsolescencia asociada a los efectos de la globalización). Todavía tenemos un fuerte crecimiento periférico, con gran deterioro de las zonas centrales y de algunas zonas indstriales más recientes. Zonas que empiezan a mostrar signos de un vacío económico y poblacional al lado de zonas periféricas que incoporan nuevos territorios a nuestras metrópolis.

Pero es nuestra ciudad, es nuestra diversidad. Para nosotros, tampoco hay recetas.

 

LOS AÑOS DE CRÍTICA Y REFLEXIÓN

Después de más de medio siglo bajo el fuego de ideas, principios e intereses diversos, las ciudades y sus suburbios son el resultado del crecimiento y la superposición de lógicas múltiples y variadas. Una sucesión de factores económicos y sociales aleatorios, que responden no solamente a principios y modelos, sino también a urgencias y necesidades. Así pues, ya sea en función de la copia, de la repetición estandarizada, o bien por omisión, urgencia y necesidad, como es el caso de una buena parte de los suburbios autoconstruidos de las ciudades del Brasil, y en otras partes, la ciudad de hoy día, en buena parte, ya está constituida.

El crecimiento de las ciudades y su urbanización han creado, o mejor dicho, han resuelto solamente una parte de los problemas: dar alojamiento a la población nueva. La ciudad, por contigüidad o por extensión, presta su nombre, pero no pasa sus atributos a estas nuevas áreas. Aquí tenemos la ciudad de la tercera edad. Y es para esta ciudad que se deben presentar nuevos planteamientos teóricos, las estrategias de transformación.

Actualmente, asociado a un conjunto de crisis económicas, institucionales e ideológicas, vemos cómo se ponen a discusión una serie de hechos que se daban por ciertos, y conceptos ya establecidos. La arquitectura y el urbanismo, ciertamente, no han escapado a estas crisis de dudas, y los procedimientos ensayados progresivamente en las diferentes regiones del mundo destinados a controlar, orientar y dar forma al crecimiento de las ciudades, son impugnados en cuanto a su naturaleza y eficacia.

El predominio o el consenso, o ambos, respecto a los principios y modelos, comienza a derrumbarse. Aun teniendo en cuenta la genialidad y el talento de Le Corbusier, las proposiciones del CIAM, la ambición de postular conceptos definitivos y universales para la construcción y la organización de la ciudad moderna, así como los resultados obtenidos, han resultado profundamente discutibles. Habitar, circular, trabajar, es lo esencial, y sin embargo, insuficiente para constituir una ciudad.

El momento actual, por lo tanto, debe orientatr su análisis y su reflexión no solamente a los aspectos cuestionables de la planificación urbana cuantitativa y su ideario moderno, sino también a toda la materia establecida de la ciudad, y a partir de allí evaluar los resultados concretos de las situaciones portadoras de sentido. Actualmente nosotros andamos a tientas con lo nuevo, y el vacío que acompaña esta búsqueda hace más fácil y refuerza la tendencia a la regresión y a la necesidad de apegarse a las tradiciones más recientes.

Con ello, la idea de ciudad en su sentido tradicional adquiere todavía más cierta importancia, se convierte en la canción recurrente. Se habla de un retorno a la ciudad, de un redescubrimiento de los valores de la ciudad. Pero, ¿cuáles son estos valores exactamente?, ¿de qué ciudad o de cuál de sus partes se habla?, y, ¿para qué situación específica se propone este retorno a la ciudad?

La ciudad de Barcelona es, actualmente, uno de los ejemplos paradigmáticos de la transformación urbana reciente. El arquitecto Oriol Bohigas, uno de los coordinadores de este proyecto, afirma que la "redefinición de la ciudad implica, en efecto, la reconsideración de formas tradicionales. Nuestra generación ha pensado, durante mucho tiempo, que era posible encontrar alguna otra forma de ciudad. Todos nosotros éramos grandes admiradores de Le Corbusier, de la idea de la ciudad radiante, de las proposiciones del CIAM. pero ahora estimamos que la ciudad debe tener una forma comprensible para quienes la habitan. La ciudad debe corresponder a una tradición, y es por eso que nosotros juzgamos que el islote, la calle, el jardín urbano, son todavía muy utilizables y bastante más eficaces que otras formas de ciudad".

En efecto, las transformaciones de Barcelona a lo largo de la fachada marítima hacen esa referencia a la ciudad tradicional. La estructura urbana propuesta para la Villa Olímpica se basa en la estructura urbana existente propuesta por Cerda. Los superbloques propuestos inscriben una nueva jerarquía en la forma urbana en vez de cuestionarla. Las calles principales delimitan los superbloques mientras que las secundarias atraviesan los bloques perimetrales en edificios puente. En este proyecto son perceptibles las influencias de experiencias precedentes, sobre todo las del IBA (Internationale Bauhaussteling Berlín), en la renovación de una gran zona próxima al muro de Berlín. En ambos casos, es perceptible un retorno a la morfología tradicional de la ciudad. De manera similar, en la película Las alas del deseo, el hombre viejo insiste en no aceptar la tierra arrasada. Sobreviviente de un Berlín destrozado, camina solitario al lado del muro, en un paisaje de un vacío futurista, donde los vestigios de la ciudad se esconden bajo la hierba. El viejo deambula en los cafés y en los bares de su tiempo, tratando de hacerlos volver.

 

No encuentro Potzdamer Platz.

¿Aquí? ¡No es posible!

El café Josti estaba sobre la Potzdamer Platz,

Solía ir allí todas las tardes, para platicar... tomar un café, ver a las gentes.

Yo iba a fumarme un cigarro a Loesse et Wolf, tabaco de gran renombre.

Exactamente aquí.

No es la Potzdamer Platz. No hay nadie a quien preguntar...

...El almacén Wertheim se encontraba allí.

...No voy a desistir hasta que encuentre otra vez la Potzdamer Platz.

Después del derrumbamiento del muro, en la reconstrucción y reunificación de Berlín se ha llamado a los arquitectos para que encuentren nuevamente la Potzdamer Platz. Pero inclusive en una situación urbana que ha sido tan bien estructurada en el pasado, podemos preguntarnos, ¿de qué Potzdamer se trata?

La propuesta urbanística seleccionada establece una relación inmueble/ciudad que nos hace recordar al viejo de la película Las alas del deseo.

El proyecto de reurbanización de Potzdamer Platz de los arquitectos Heinz Hilmer y Christoph Sattler recomponen las formas urbanas de la ciudad tradicional: la ciudad, el islote, el paseo, el mismo urbanismo que consagró a Berlín como metrópoli de los años veinte.

La materia acumulada actualmente ya no es la misma de los años veinte ni de los años cincuenta. La ciudad es la fijación de todo su pasado, lo que comprende la ciudad del siglo XIX, la ciudad industrial, la formación del suburbio y su urbanización.

Así pues, el simple cuestionamiento de los principios urbanísticos del movimiento moderno no se debe confundir en ningún momento, con una actitud regresiva. Solución fácil y peligrosa.

Vivimos en otra época. Como lo sositene Portzamparc, "después de la ciudad preindustrial y la ciudad industrial, las cuales no pueden en ningún caso constituir un modelo teórico para el momento actual, continuamos obligados a inventar formas de ciudad contemporáneas, las de la ciudad de la edad de las metrópolis..."

De manera que, lejos de haber encontrado una síntesis, las preguntas están todavía en el aire. ¿Será que las propuestas que se hicieron para Barcelona y Berlín eran equivocadas? ¿Debemos aceptar el mito de la ciudad que no evoluciona, o afirmar su opuesto, la ciudad como algo que ha sido superado por la velocidad, por los cables ópticos, por las redes de comunicación?

¿Es posible definir una nueva estrategia general para la ciudad como en el siglo XIX?, ¿reinventar la posibilidad de la ciudad en las condiciones de ciudades con innmuebles aislados? ¿Cuáles serán la estrategias indicadas para el momento actual?

Evitando la facilidad y la simple regresión, Portzamparc busca en los intersticios de la ciudad actual, en la oposición de las herencias contradictorias, nuevas estrategias para las transformaciones que exige la ciudad contemporánea. Él prevé todo el desorden del momento actual como una posibilidad de afirmación, de construcción de nuevas estrategias. Él trabaja la arquitectura con la idea de interferir en la ciudad, de contaminarla de convertirla en un elemento generador.

La pluralidad de las soluciones es utilizada como una cuña para penetrar en los espacios urbanos de la ciudad real, algunas veces de origen claro, y otras de origen híbrido. Alterar, reemplazar, revelar, continuar, enriquecer, reinventar: la pluralidad de soluciones y su vinculación a situaciones concretas es presentada por Portzamparc como la gran pregunta del momento actual.

Al decidir trabajar la arquitectura como una posibilidad de transformación del modo de vida, como una manera de rediseñar la ciudad, Portzamparc vuelve a tomar, en cierto modo, una gran tradición del movimiento moderno. Ya veremos.

* Publicado en Óculum 9, revista universitaria de arquitectura, urbanismo y cultura, Campinas, agosto de 1997.