El Antiguo templo de San Agustín |
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Isaura González Gottdiener La vida de la vieja ciudad colonial se regía por el tañido de las campanas de la Catedral y de las muchas torres de sus iglesias. Las campanas anunciaban el perezoso amanecer con el toque melancólico de las Avemarías; llamaban nerviosas a las primeras misas; después alegres, a las fiestas titulares, y lánguidas a las 12, para comer; hora en que invariablemente se daba cuerda a los relojes y se sentaban todos a la mesa. La historia de la ciudad de México se halla estrechamente asociada con las tres primeras órdenes religiosas establecidas en la Nueva España: los franciscanos, desde 1523, con la presencia de fray Pedro de Gante; los dominicos, desde 1526, y los agustinos, en 1523. Cuando llegaron a la ciudad para fundar sus casas escogieron los solares en los sitios principales. Los edificios religiosos, hoy día semidestruidos,
mutilados o arrasados, formaron parte importante de la vida de la capital,
dieron una fisonomía a la ciudad y, en algunos casos, enriquecieron
su nomenclatura. De todos ellos ninguno se encuentra completo. Fundación y avatares del antiguo templo Fueron los conventos de la orden de San Agustín de los más suntuosos que se levantaron en la Nueva España. El arte plateresco floreció en ellos de una manera no igualada por otras órdenes religiosas. Como no tenían la limitación del voto de pobreza de los franciscanos y la Corte los ayudaba ampliamente en sus tareas, pudieron realizar obras verdaderamente soberbias. El 7 de junio de 1533 llegaron a México siete religiosos de la orden agustiniana. Bajo la advocación del Santísimo Nombre de Jesús se hospedaron en Santo Domingo hasta que tomaron posesión de un terreno donado que llevaba el nombre de Zoquiapán, que significa "el lodo", por la consistencia pantanosa del suelo, a la que se debió que la primitiva iglesia se hundiera repetidas veces, si hemos de creer al no siempre verídico Fray Tomás Cage, quien refiere que en 1625 reconstruían la iglesia por tercera vez poniendo los cimientos sobre las antiguas columnas hundidas. La primera piedra de San Agustín fue puesta el 28 de agosto de 1541 por el virrey Antonio de Mendoza. La iglesia y el convento resultaron muy suntuosos; el arquitecto de la obra hacia 1567 fue Claudio de Arciniega. En 1587 fue concluida y su retablo mayor fue obra de Andrés de la Concha; las puertas de madera que daban a la calle se labraron en 1591, siendo sus autores Pedro López Pinto y Hernán Sánchez. Por los diálogos de Cervantes de Salazar sabemos que en 1544 aún no estaba terminado el templo; que ostentaba un alfarje mudéjar de casetones, el cual descansaba sobre arcos de piedra, y que a los lados del templo se construían capillas para servir de entierro a la nobleza. El convento ofrecía su claustro con bóvedas de casetones y existían dos dormitorios con numerosas celdas igualmente abovedadas. Un incendio en la época colonial era un acontecimiento que ponía en agitación y alarma a todos los habitantes de la ciudad de México, alarma y agitación sólo comparables a las que padecían los mismos habitantes por un tumulto, una inundación, un terremoto. Las campanas de las iglesias y conventos cercanos al lugar del incendio anunciaban con toques lúgubres el fuego. Los vecinos que andaban por las calles contiguas corrían apresuradamente hacia el sitio donde las llamas se levantaban, a fin de prestar auxilio o de permanecer como simples curiosos espectadores. En diciembre de 1576 se incendiaron la iglesia y parte del convento, estando celebrándose las vísperas de la fiesta de la virgen de Guadalupe. Se salvaron algunos colaterales y pinturas -entre otras la Santa Cecilia de De la Concha, hoy en la Pinacoteca Virreinal- y gracias a don Juan de Chavarría se rescató la magnífica custodia. Con gran actividad reconstruyeron los agustinos su iglesia, que quedó concluida y se estrenó el 14 de diciembre de 1692, siendo esta nueva fábrica de estilo y planta diferentes de la antigua, y techada de bóveda. Fue sin duda para esta iglesia, levantada a finales del siglo XVII, para la que se talló la magnífica sillería del coro, en madera de nogal, que hoy puede admirarse en el salón del generalito del Antiguo Colegio de San Ildefonso. En esta etapa participaron fray Diego de Valverde, maestro de arquitectura, y Tomás Juárez, escultor y ensamblador, autor del retablo mayor. La iglesia estuvo adornada con retablos de Blas de los Ángeles, Miguel José de Rivera, Juan de Rojas y José Joaquín de Sáyago, autor del colateral de la Capilla del Tercer Orden en 1752. Nacionalizado el convento de San Agustín por los
hombres de la reforma, permaneció varios años abandonado
e inundado, hasta que se decidió adaptarlo para la Biblioteca Nacional.
El bello claustro fue mutilado y, si se conserva un fragmento, es por
un milagro, ya que a lo que falta, así como a varias dependencias
del convento, actualmente los sustituye un estacionamiento. El proyecto
de la Biblioteca Nacional estuvo a cargo de los arquitectos Vicente Heredia
y Eleuterio Méndez. Se suprimieron las torres, se agregaron nuevas
fachadas, ventanales y estatuas. El problema de los suelos del Centro Histórico La Universidad Nacional Autónoma de México tiene bajo su custodia el antiguo templo de San Agustín y la Capilla del tercer Orden desde 1929. Construidos sobre el fangoso subsuelo de lo que hoy conocemos como el centro histórico, estas joyas de la arquitectura novohispana sufren un grave deterioro estructural ocasionado por los hundimientos diferenciales característicos en esta zona de la ciudad, que se han visto drásticamente incrementados en la segunda mitad del presente siglo a causa de la sobreexplotación de los mantos acuíferos. En 1952 las labores se suspendieron debido al mal estado del edificio, cuyas obras de reparación comenzaron en 1954 para que fuera reinaugurado en 1963. Las diversas etapas de construcción del recinto agustiniano son clara muestra de la poblemática que implica desde tiempos inmemoriales edificar cualquier obra sobre el peculiar subsuelo del primer cuadro capitalino. La primera iglesia erigida por los monjes no permaneció en pie más de 13 años ya que los hundimientos obligaron a su clausura. La fábrica del segundo templo se inició en 1561 culminando 26 años después. "Para la construcción del convento dice Cervantes de Salazar que los frailes tuvieron que bombear el agua para asentar luego grandes piedras con mezcla". Después del terrible incendio que lo consumiera irremediablemente, su reedificación se inició al año siguiente. En esta etapa probablemente sólo se renivelaron los muros y se reforzó la cimentación, como consta en el libro de control de gastos de los agustinos. Las calas hechas en la cimentación nos muestran que ésta se compone por una retícula de arcos de mampostería que descansan sobre estacones. También en ese tiempo se construyeron los muros que sirven como contrafuertes para poder colocar la bóveda que sustituyó a la antigua techumbre de madera que se perdiera irremediablemente en el incendio. Al envolver el templo, estos muros han actuado estructuralmente como cinturón de contrarresto y han impedido el derrumbe del edificio, que se comporta como un bloque. Este comportamiento estructural es explicado por el doctor Fernando López Carmona en su estudio para la corrección geométrica de la catedral metropolitana. Desde 1983, la Dirección General de Obras de la UNAM, junto con TGC Geotecnia, inició trabajos de medición y sondeos en diversos puntos del otrora convento agustino para conocer el estado real en que se encontraba y así poder sentar las bases sobre las que se plantearían las diversas propuestas de reestructuración. Este proyecto es dirigido por el arquitecto Fernando Pineda, quien cuenta con la asesoría de destacados investigadores de la Facultad de Arquitectura y el Instituto de Ingeniería de la UNAM entre los que se encuentran el doctor Fernando López Carmona y el ingeniero Enrique Santoyo. El problema de los hundimientos diferenciales es un denominador común para todos los edificios que conforman el centro histórico. Además del proceso de descenso natural, el subsuelo en que se encuentran desplantados posee partes duras y blandas compuestas tanto por restos de edificaciones que datan de la época precolombina como por rellenos de todo tipo puestos en las diversas etapas del período virreinal. Esto, aunado al abatimiento de la presión en el agua del suelo producido por la extracción de los mantos acuíferos profundos, ha ocasionado los problemas estructurales que afectan no sólo a San Agustín sino a muchos inmuebles más, ya que la existencia de estas zonas duras frena el descenso natural de los edificios en esos puntos, mientras que el resto continúa con otra velocidad poniendo en peligro su estabilidad estructural. Para garantizar la permanencia de nuestros monumentos se han utilizado varias técnicas que van desde el uso de pilotes que toman contacto con la capa dura existente a más de 45 m de profundidad hasta la técnica de subexcavación que ha dado excelentes resultados en la catedral y sagrario metropolitanos. Sin embargo, estos sistemas tienen un alto costo que los convierte en una posibilidad poco viable. Durante la reestructuración de la catedral y sagrario
metropolitanos se ha efectuado un arduo proceso de investigación
del que surgió un nuevo sistema para abatir los hundimientos diferenciales,
el cual consiste en inyectar mortero en las zonas blandas del subsuelo
para frenar su velocidad de descenso e igualarla a la de las zonas duras.
Con esto se logra que el proceso de hundimiento de las construcciones
sea uniforme, y en el caso de que existan diferencias de nivel en los
elementos que conforman la estructura, éstos pueden irse reduciendo
hasta retomar su condición original. Este sistema fue probado con
éxito en un edificio perteneciente a la Facultad de Estudios Superiores
,unidad Zaragoza, que se consideraba prácticamente perdido y hoy
funciona bajo condiciones de absoluta seguridad. Los trabajos que se realizarán en San Agustín El conjunto de lo que hoy conocemos como el Antiguo Templo de San Agustín se conforma de dos cuerpos: el templo y la capilla del Tercer Orden. Actualmente existe un desnivel de 2,400 mm entre las fachadas oriente y poniente, en una longitud de 50 m en el sentido transversal del edificio, que se ha producido debido a que la zona que ocupa la capilla del Tercer Orden ubicada en la esquina formada por la calles de República del Salvador e Isabel la Católica baja a una velocidad de 96 mm anuales, lo cual representa 16 mm más en relación con el promedio general de hundimiento regional que es del orden de 80 mm. La hipótesis plantea inyectar mortero en la primera capa arcillosa superior, que es responsable de 54por ciento del total del hundimiento regional. Al abatir en este porcentaje el descenso de la zona blanda bajo la capilla, su velocidad disminuirá de 96 a 52 mm anuales, lo que representa una recuperación 36 mm por año. Con ello serán necesarios 66 años para abatir totalmente el desnivel existente de 2,400 mm. Durante ese tiempo, el conjunto continuará bajando conforme al hundimiento regional, sin afectar las construcciones colindantes. La cantidad de mortero que se vaya a inyectar será directamente proporcional a las velocidades de hundimiento. Una vez realizada la primera etapa, vendrá un período de observación para analizar en qué zonas es necesario inyectar más mortero, llevándose con ello a cabo un proceso aditivo donde se requiera. Durante la realización de estos trabajos se colocará un tendido de protección al nivel de arranque de las bóvedas para que el templo no se cierre al público. La aplicación de este proceso representa un costo de 40 por ciento de lo que se invertiría si se subexcavara o piloteara el templo de San Agustín, ya que no se requieren grandes obras de ingeniería. Una vez comprobada la eficacia de este método tanto en la FES Zaragoza como en la catedral metropolitana, toca ahora dar inicio a esta magna empresa cuyo proceso de vigilancia estará a cargo de la UNAM, con lo que esta institución demuestra una vez más su compromiso profesional y comparte su experiencia, la que debe ser aprovechada para rescatar tantos edificios más que se encuentran en similares circunstancias. |
Resumen: Después de casi cinco siglos de vida y una historia
accidentada, este conjunto arquitectónico que hoy está bajo
custodia de la UNAM se halla en vísperas del inicio de trabajos
de nivelación estructural que buscan contrarrestar las diferencias
en la velocidad de hundimiento de los suelos de la zona. "Del tropel acudieron las memorias, los gustos, los favores; que a veces los lugares son historia" Lope de Vega (terceto de una de sus famosas epístolas) |