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La
aparición del concreto armado a finales del siglo XIX trajo consigo una
revolución en la construcción mundial en la que hoy, gracias a los
adelantos de la técnica, seguimos avanzando. Las grandes rupturas
originadas por el movimiento moderno en la arquitectura fueron ocasionadas
en gran parte por la necesidad de incorporar a esta disciplina los
beneficios de los adelantos tecnológicos que trajo consigo la revolución
industrial en Europa.
En esta ocasión nos remontaremos a los inicios del siglo XX para
recordar a uno de los maestros de la arquitectura que revolucionaron la
concepción de este arte haciendo uso del concreto armado; Charles-Edouard
Jeanneret, mejor conocido como Le Corbusier.
La
materialización de los cinco postulados lecorbusianos
Hablar
de este gran arquitecto es recordar sus cinco postulados para una
arquitectura moderna: los pilotes, la estructura independiente, la planta
libre, la fachada libre y la terraza jardín. Agudo analista de su tiempo,
Le Corbusier sintetizó en estos puntos la aplicación de los adelantos
tecnológicos de su época, sustentados en la filosofía del vasto
movimiento intelectual del que formó parte, cuyos principales postulados
fueron publicados en sus célebres artículos de la revista L’Esprit
Nouveau.
La Villa Saboye, ubicada en Poissy, es una de las obras maestras de
la arquitectura moderna en la que se conjuga magistralmente el legado de
Le Corbusier. Abandonada durante la segunda guerra mundial, estuvo en
riesgo de ser demolida en 1958, lo que fue impedido gracias a un
movimiento internacional y a la intervención del entonces ministro de
Cultura de Francia, André Malraux, quien la declaró monumento histórico
en 1965. Hoy, la que fuera casa del matrimonio Saboye es visitada y
admirada por estudiantes, arquitectos y el público en general.
Esta casa forma parte del grupo de villas blancas que el célebre
arquitecto construyera durante los años veinte a personas de alto nivel
económico. Se edificó con la más pura simplicidad gracias a que los
clientes estaban, según palabras del propio Le Corbusier, “desprovistos
totalmente de ideas preconcebidas; ni antiguas, ni modernas. Su idea era
simple: ellos tenían un magnífico entorno boscoso; deseaban vivir en el
campo; estaban a 30 km de París en auto”. Pero antes de recordar la
descripción de la Villa Saboye en sí, es interesante rememorar sus
antecedentes que nos refieren al esquema de la casa dominó; célula
habitacional con la que Le Corbusier dio a conocer al mundo sus postulados
acerca de la arquitectura moderna.
El
esquema de la casa dominó como respuesta a una nueva realidad
El
siglo XIX se distinguió de los precedentes por la gran cantidad de
inventos que durante él se gestaron y constituyeron materia prima para
las vanguardias de principios del XX. La era industrial trajo como
resultado la producción en serie, que en arquitectura se tradujo en
ciudades industriales en las que se perdió la identidad del individuo al
tipificar su hábitat. A esta pérdida de relación natural entre la
vivienda y el hombre, Le Corbusier responde con el esquema de la casa
dominó, donde plantea que la industrialización de la arquitectura, si es
ideada con sentido humano, puede conducir a resultados satisfactorios no sólo
funcionalmente sino estéticamente.
El esquema de la casa dominó se compone de elementos prefabricados
donde la estructura es completamente independiente de la organización
interna de la vivienda; plataformas planas sostenidas por pilotes y
comunicadas por rampas componen el esqueleto. Esto nos es totalmente
familiar en nuestros días, pero sabemos que en su época causó revuelo
mundial ya que la solución de la casa-habitación era tratada como un
problema completamente nuevo; era reinventada en función de una nueva
civilización con posibilidades técnicas en la que el concreto armado jugó
y sigue jugando un papel primordial; respondía a necesidades económicas
imperantes en la época que al pasar de los años se han intensificado;
sugería la posibilidad de organizar barrios enteros bajo este esquema sin
ser repetitivo gracias a su flexibilidad; y aunque estos barrios compuestos por casas dominó se quedaron en
proyecto, fueron, según el propio Le Corbusier relata, “experimentos
que permitieron desarrollar sus posteriores ideas en torno al
urbanismo”, ideas que se plasmaron en obras tales como las unidades
habitacionales de París, Marsella y Berlín.
Funcionalidad,
naturaleza y estética en la Villa Saboye
Del
diseño de la casa dominó surgió la serie de villas blancas mencionadas
a las que pertenece la Villa Saboye. Esta casa, además de cumplir con
todos los postulados lecorbusianos, fue concebida para llegar a ella en
automóvil, y por eso el radio de giro mínimo de un auto es la condición
fundamental de la que parte su esquema compositivo. En la planta baja se
encuentran los servicios comunes y el garaje, todo ello contenido en la
curva dictada por el movimiento del auto y rodeada por los pilotes que
soportan la estructura superior.
Otra condición esencial es el respeto por el entorno. Dice Le
Corbusier que “la hierba es bella; el bosque también. Se le tocará lo
menos posible. La casa se posará como un objeto al centro de la hierba
sin destruir nada. Sin embargo –continúa–, la hierba es húmeda,
malsana para vivir; en consecuencia, el verdadero jardín de la casa no
estará sobre el suelo, sino a tres metros cincuenta; será un jardín
suspendido donde el sol es seco y saludable; desde donde se podrá admirar
el paisaje en su totalidad, mucho mejor que desde abajo”.
Regresando a la planta baja, al ascender por la rampa se llega al
solarium y al resto de las habitaciones. Conforme se recorre este nivel,
se van descubriendo los espacios. Esta enseñanza de apreciar la
arquitectura al recorrerla la toma de los árabes, lo que le da gran
diversidad de encuentros con sensaciones inesperadas al pasar de un
ambiente a otro.
La Villa Saboye se encuentra en Poissy, ciudad prácticamente
conurbada con París. Es custodiada por la Fundación Le Corbusier, que
tiene su sede en otra de las célebres casas del afamado arquitecto suizo
nacionalizado francés: la Villa La Roche, en la capital gala. Aunque la
urbe se ha comido al bosque, esta casa goza de una amplia extensión de
terreno que la hace lucir como la ideara su creador, posada sutilmente en
medio de la hierba.
Recordar esta obra no sólo por su valor estético sino por ser la
materialización de toda una serie de reflexiones en torno a una época
donde la tecnología comenzaba a ocupar un lugar preponderante en la
concepción de la arquitectura, nos conduce a reflexionar acerca de
nuestra realidad actual. Vivimos un proceso cada vez más acelerado de
tecnificación; saber aprovecharlo positivamente con sentido humano nos
conducirá, como dijera Charles Edouard Jeanneret a principios del siglo
XX, a resultados satisfactorios no sólo funcionalmente sino estéticamente.
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Resumen:
En
esta época de vertiginoso avance tecnológico que vivimos, en la que parece
a veces que el hombre ha perdido el control de sus propias creaciones,
la obra de este gran maestro sigue siendo un referente en la búsqueda
de opciones para aprovechar los adelantos de la modernidad y ponerlos
al servicio de una mejor calidad de vida. La Villa Saboye es un ejemplo
de lo que puede lograr la creatividad humana cuando la orienta una reflexión
profunda y un interés positivo.
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