Uso
de modelos a escala para probar la compatibilidad |
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La
mejor manera de verificar la compatibilidad, así como otras condiciones
de proyecto, es incluir modelos a escala como parte del programa de
reparación. Esto puede hacerse antes de la preparación de los documentos
del proyecto, o incluirse como el trabajo inicial que ha de llevarse a
cabo, de acuerdo con un contrato de construcción, antes de implementar el
trabajo de producción. Este último enfoque es bastante común; ofrece al
contratista la oportunidad adicional de trabajar en combinación con el
ingeniero para adaptar muy bien las técnicas de reparación y protección
y da la posibilidad de mejorar la calidad del proyecto y/o reducir los
costos.
Deben someterse a prueba todas las técnicas básicas de reparación.
Es de particular importancia la preparación de la superficie,
especialmente para recubrimientos. Si existen recubrimientos en el
edificio, el alcance de la remoción debe determinarse en este momento.
Con respecto a las garantías del producto, es importante que los
fabricantes se involucren y que ellos de hecho aprueben la preparación de
la superficie para que se acepte como satisfactoria a fin de garantizar
sus productos.
Las pruebas deben hacerse como parte de este procedimiento para
confirmar que la adherencia y otros criterios significativos en las
especificaciones, así como las condiciones del fabricante en general, se
satisfagan. Aquellos procedimientos que cumplan con la aprobación del
fabricante, el ingeniero y el propietario, se convertirán entonces en los
estándares del proyecto. A veces los modelos a escala se dejan en el
lugar mientras dura el proyecto, como una referencia para juzgar la
preparación de la superficie.
Además de permitirnos escudriñar los aspectos técnicos del
trabajo, los modelos a escala proporcionan la oportunidad de que el
propietario pueda juzgar la apariencia de cada una de las técnicas y, lo
que es más importante, el recubrimiento final. Se recomienda que las
especificaciones exijan que el propietario apruebe la apariencia de las
reparaciones, incluyendo el color y la textura finales de los
recubrimientos, antes del comienzo del trabajo de producción. Guías
para seleccionar un sistema de protección l
«Guía para el uso de sistemas de barrera, decorativa, protectora,
impermeabilizante y a prueba de humedad para el concreto (ACI 515.1R)”.
Es una buena referencia para empezar, al considerar los recubrimientos. La
edición más reciente (1985) está siendo actualizada. También está
limitada únicamente a técnicas de recubrimiento. l
El Reporte 244 del Programa Nacional de Investigación y Cooperación
“Selladores de concreto para la protección de estructuras de puente”,
por Wiss, Janney, Elstner y Asociados, diciembre de 1981. Este reporte es
una comparación de 21 materiales seleccionados (inicialmente ) para
varios parámetros, que incluyen: 1.
Capacidad para reducir la intrusión de cloruros.
2.
Efecto del contenido de humedad en el concreto en el momento de la
aplicación.
3.
Efecto de diferentes capas de recubrimiento. 4.
Prueba acelerada para determinar las condiciones de exposición al
intemperismo a largo plazo, tales como la exposición a ácidos, sales y
agua fresca, radiación de luz UV, calor, congelación y deshielo,
humedecimiento y secado. l
En 1996, el ACI publicó la “Guía para la Reparación del
Concreto” (ACI 596R-96), por el Comité 546 del ACI, Reparación del
Concreto. El capítulo 4, Sistemas de Protección, debe ser muy útil como
una referencia. Se discuten con detalle los tratamientos de superficie,
los selladores de juntas y los sistemas de protección catódica.
En
las últimas décadas, las preocupaciones respecto al medio en que habita
la humanidad han generado innumerables acercamientos a la cuestión, con
propuestas que intentan no sólo una comprensión teórica de los
problemas que hoy enfrentamos, sino también crear un aparato técnico-práctico
con miras a la solución de dichos problemas.
En el caso específico de la construcción, también se ha dado el fenómeno
de la aparición de propuestas teóricas y técnico-prácticas como
intentos de comprensión y solución de los nuevos problemas que han ido
surgiendo en el área. Llama la atención que en diversas publicaciones técnicas
podemos encontrar propuestas que van desde las posibilidades de lograr un
concreto ecológico1
hasta aquellas que constituyen una guía de las más variadas técnicas
alternativas para la construcción de una vivienda sustentable.
Sin embargo, la comprensión misma de la problemática ambiental
que nos aqueja queda sesgada en las implicaciones ecológicas que derivan
de dicha problemática. Por esta razón, lo que se pretende en este artículo
es presentar algunas reflexiones de carácter ambiental que tengan como
referencia la construcción y su participación en la transformación de
la naturaleza, en aras de hacer de ésta una segunda naturaleza más
acorde con las necesidades sociales, y las implicaciones de estas
transformaciones para la sociedad y la misma naturaleza. La
construcción del hábitat humano y sus implicaciones ambientales La
construcción del hábitat humano se da prácticamente en concomitancia
con la evolución de la especie humana pues, muy tempranamente, el
ser que daría origen a lo que hoy somos empezó a buscar formas de hábitat
que diferían mucho del hábitat de las otras especies animales.
Esto se debe a la práctica cognoscitiva del hombre, que va
aprendiendo de la naturaleza sus leyes y empieza a aplicarlas, a ponerlas
en práctica, para la construcción de su hábitat. Así, las pieles de
animales, el lodo, la madera, fueron algunos de los materiales utilizados
por el hombre para la construcción de su vivienda cuando aparecieron las
primeras aglomeraciones humanas.
En el principio de la historia, este proceso de conocer las leyes de la
naturaleza y ponerlas en práctica era algo que reconocidamente daba
tiempo a aquella para recuperarse de los impactos sufridos, incorporando a
sí misma los cambios que le eran impuestos. Sin embargo, hace ya milenios
que la dinámica de aprendizaje y utilización de estas leyes por el
hombre supera en mucho la dinámica de la naturaleza. Esta tendencia a
rebasar la dinámica de los tiempos de generación y regeneración de la
naturaleza y las repercusiones de esto en la sociedad es lo que hoy
conocemos como un problema ambiental.2
El hábitat humano no está exento de problemas ambientales. Muy por el
contrario, la humanidad se ha tornado una sociedad marcadamente urbana y
esta característica ha implicado una cada vez mayor apropiación de la
naturaleza, in natura o ya creada por el hombre, para que la sociedad
pueda sustentarse como tal.3
Así las cosas, el hábitat urbano del hombre, caracterizado por
las viviendas, las calles, las áreas de esparcimiento, los más diversos
sistemas de transportación de gente, energía y comunicación, ha
demandado el desarrollo cada vez más acelerado de técnicas constructivas
que a su vez requieren la utilización de nuevos materiales.
Se puede afirmar que esta aceleración tiene como antecedente más
cercano la revolución industrial que surgió en Inglaterra a finales del
siglo XVIII y que se definió como la forma más urbana de desarrollo
social, principalmente porque la manufactura de los productos de consumo
quedó independiente de las fuentes de energía y de materia prima.
Por supuesto que las ciudades que recibieron las industria fueron
escenario de toda suerte de problemas. Son bastante conocidas las
precarias condiciones de salubridad de los barrios donde vivían los
obreros londinenses y la contaminación del aire y del río de la ciudad
de Londres en el primer siglo de la revolución industrial.
La percepción de estos problemas determinó que empezaran a llevarse a
cabo muchas propuestas para su solución, entre ellas, las que tenían
fundamentación religiosa y cristalizaron en las ciudades para obreros
diseñadas y construidas por Owen. Otras propuestas, como el utilitarismo
de Bentham, buscaron una planificación urbana más moderna, acorde con
las tendencias del desarrollo que se estaba dando y, en este sentido,
plasmaron una gran masa legislativa en constante aumento sobre
saneamiento, provisión de agua, pavimentación, alumbrado, caminos y
calles, ferrocarriles, control de humo y emanaciones, vivienda y
alojamiento en general.4
Para muchos, la ciudad quedó supeditada al despotismo de la producción,
y la fusión del capital industrial y el financiero pasó a incidir sobre
las manifestaciones superestructurales de la sociedad, entre ellas el
urbanismo y la arquitectura, lo que determinó la aparición de
movimientos de vanguardia a finales del siglo XIX e inicios del XX, como
fue el cubismo, que tuvo gran influencia en el racionalismo arquitectónico
de Gropius, fundador de la Bauhaus, en la obra de Le Corbusier y en el
constructivismo ruso.5
Queda así prefigurada la nueva fisonomía urbana, con la
arquitectura comercial que impone un diseño racionalizador, un modelo con
miras a mejorar la estructura y la funcionalidad de las ciudades y que
prevé la utilización de los nuevos materiales industrializados. El
acero y el concreto, en combinación con las vidrieras, pasan a formar
parte de las múltiples innovaciones constructivas, símbolos de un patrón
económico en plena expansión e influencia rectora de un estilo
constructivo que se desplaza por las ciudades en todo el mundo.
Este modelo racionalizador de construcción de la ciudad es muy criticado
porque muchas veces conlleva la destrucción de un pasado urbano de valor
extraordinario que se encuentra en el casco antiguo de la misma.6
Sin embargo, en términos ambientales, se puede afirmar que el problema
tiene muchas otras connotaciones, pues desde el momento mismo de la
explotación de la materia prima que se emplea para la producción del
acero y de otros materiales que se utilizan en la construcción civil, por
ejemplo el cemento, la problemática ambiental se dinamiza.
Es el caso, entre otros, de la explotación del mineral de hierro
para la producción del acero. Pese a la moderna tecnología existente,
dicha explotación continúa practicándose de una manera que degrada
el ambiente, porque la sociedad aún no ha desarrollado técnicas que
utilicen en un cien por ciento los desechos. Así, el destino de éstos es
casi siempre contaminar los suelos y las aguas, incluso de áreas que se
encuentran a muchos kilómetros de distancia del lugar de explotación.
A todo esto hay que añadir que la materia prima de la mayor parte
de los materiales que se utilizan en la construcción se encuentra en los
llamados países subdesarrollados. Estos países han vivido bajo la presión
de un constante y siempre creciente endeudamiento con los organismos
internacionales de desarrollo, tales como el Fondo Monetario Internacional
(FMI), y utilizan en gran medida las ganancias que obtienen de la venta de
sus materias primas para el pago de la deuda, lo que demanda una siempre
creciente explotación de las mismas. Además, la mayoría de los países
subdesarrollados suele no contar con las nuevas técnicas de explotación
generadas en los países del primer mundo, lo que por ende agudiza aún más
su problemática ambiental, con repercusiones de carácter globalizador. Las
normas y técnicas constructivas y las catástrofes ambientales Como
ya se señaló, la sociedad contemporánea es marcadamente urbana, y las
nuevas técnicas de construcción
tienen un papel preponderante en la materialización de este hábitat.
Así las cosas, la normalización del acero por medio de pruebas de
resistencia a los más diferentes tipos de tensión y las mezclas
cemento-agregados con miras a un concreto más resistente y duradero se
utilizan en alguna medida en la construcción de las viviendas, en los
edificios de oficinas, en las líneas de suministro de agua y energía,
etc., lo que nos hace considerar que el acero y el concreto se han adueñado
del espacio urbano.
Empero, las normas y las técnicas constructivas no son utilizadas
por la sociedad de la misma manera, y son muchas las razones de este fenómeno.
Si, por un lado, el acero y el concreto se emplean en la estructura de los
llamados edificios inteligentes, generalmente ubicados en las áreas
nobles de la ciudad y resistentes a prácticamente todos los fenómenos
naturales, por otro lado, los utilizan también los gobiernos en la
construcción de vivienda popular, así como la propia población
marginada de los ámbitos urbanos, la que generalmente se ubica en áreas
de mayor riesgo, donde el mismo suelo no es apropiado para cualquier tipo
de construcción.
Con esto, el acero y el concreto han estado presentes en las
llamadas catástrofes ambientales, que se han hecho frecuentes en todo el
mundo. Aunque sea casi imposible predecir, por ejemplo, la manifestación
de un sismo, si las técnicas constructivas se utilizan bien, con miras a
responder de manera positiva al impacto sísmico, las proporciones de los
desastres son menores. Todo lo contrario ocurre cuando las
especificaciones técnicas se dejan a un lado para atender otros
interesas. Sin
embargo, el sismo de 1994 en Kobe, Japón, fue una prueba contundente de
que la sociedad aún no logra conocer las implicaciones de un sismo en
su totalidad, porque, aunque las estructuras de dicha ciudad estuvieran
dimensionadas para resistir sismos de mayor intensidad, el desplazamiento
de la fuerza dinámica en el sistema agua-arena que se dio en el subsuelo
fue más potente que el esperado y logró colapsar incluso
superestructuras tales como la de los viaductos y la del metro de dicha
ciudad.7
Por su lado, la serie de sismos que sufrió Turquía a finales de 1999
puso en evidencia que la mala utilización de las técnicas constructivas
puede generar catástrofes de grandes proporciones, con pérdida de vidas
humanas y de la misma estructura de las ciudades. En este caso específico,
la construcción de conjuntos habitacionales populares no siguió las
especificaciones técnicas mínimas necesarias, con los empresarios de la
construcción ahorrando en las mezclas cemento-agregados y en la utilización
de varillas de acero, aun a sabiendas de que estaban construyendo en un área
sujeta a la actividad sísmica.8
Otros fenómenos naturales recientes también ponen en evidencia la
presencia del concreto y del acero en la vida cotidiana de la humanidad.
Un buen ejemplo son las intensas lluvias registradas en varios países,
las que han hecho necesario abrir las presas que suministran agua y energía
para evitar su colapso estructural, dando lugar con ello a la inundación
de grandes áreas, habitadas o no. Esto pone en evidencia el hecho de que
la utilización de las tecnologías que dan soporte a la conformación del
hábitat urbano ya se ubica mucho más allá de los límites físicos de
las ciudades.
Además, los huracanes se han incrementado en intensidad y número,
mostrando la fragilidad constructiva de muchas áreas del planeta y, de
manera increíble, la ausencia misma de ciertas estructuras en las que los
nuevos materiales y tecnologías de construcción deberían estar
presentes. Se hace referencia a la falta de infraestructura en
alcantarillado y suministro de agua que se vio en muchos países durante
el paso de los huracanes por su territorio.
A todo esto hay que añadir que la humanidad ha logrado habitar mucho más
allá de lo que convencionalmente llamamos suelo. Un buen ejemplo de esto
es Holanda, un país que históricamente ha desarrollado las más variadas
técnicas constructivas para ganar espacio al mar. La aparición de estas
técnicas ha propiciado un avance trascendente de la presión social en
zonas marinas, ya sea construyendo allí viviendas, áreas de
esparcimiento, puentes y muelles, o creando acceso a zonas de gran
fragilidad ecosistémica consideradas como una solución parcial al
efecto invernadero emanado de los cambios climáticos que hoy enfrentamos
en el nivel global,9
como son las áreas que contienen arrecifes coralinos. Hacia
una construcción con visión integradora Así
las cosas, las tecnologías constructivas del hábitat humano han estado
contribuyendo para que el desarrollo urbano sea, hoy por hoy, puesto en
tela de juicio, a partir de la comprensión de que las ciudades contemporáneas
son insustentables,10 ya que se van apropiando de todo, incluso de la
temperatura del planeta. Decimos esto porque, entre otros hechos, la
abrumadora verticalización de las construcciones, sumada a la
presencia de las industrias en las ciudades, han dado cabida dentro del
espacio urbano a las famosas islas de calentamiento que contribuyen al
aumento de la temperatura en el nivel global.
Este contexto de complejidad, propio del mismo desarrollo de la
humanidad en su relación con la naturaleza, exige pensar y trabajar en la
construcción civil de una manera más integradora, más allá de la
simple conformación de normas y procedimientos técnicos que aíslan las
construcciones de su medio, incluso del humano, pues, como ya se señaló,
no toda la sociedad logra participar de dichas construcciones y sus
innovaciones tecnológicas, como lo demuestra la carencia de viviendas en
todo el mundo.
Sin embargo, esta no es una tarea fácil, y mucho menos debe ser
llevada a cabo por un sujeto individual. Mas bien, es una tarea colectiva
en la búsqueda de una aportación que desde el principio tenga una visión
integral de la realidad que se está trabajando.
Con esto se buscan alternativas a la utopía
de la sustentabilidad ecológica que se ha planteado en las últimas
décadas, la cual crea estructuras que defienden el retorno a estilos ya
superados de desarrollo, también en lo relativo a desarrollo urbano.
Lo que aquí se plantea es justamente la creación de alternativas
a partir del estilo propio de desarrollo socioeconómico y de las
necesidades básicas y creadas que emanan de cada sociedad, reconociendo a
la vez que la misma naturaleza ha estado cambiando, de una manera tal que
cada día se torna más difícil aprender de ella.
Si la problemática ambiental que hoy vivimos llama a la conformación
de alternativas, no podemos desaprovechar esta oportunidad para que,
cuando la naturaleza responda a las intervenciones del hombre, no lo haga
de una manera que anule los resultados favorables ya obtenidos por la
humanidad, entre otros, el de poder construir su hábitat. Referencias 1.
Jacobs, F., «Hacia un concreto ecológico», Construcción y Tecnología,
febrero de 2000, pp. 11-19. 2.
Miranda vera,
C.E., Filosofía y medio ambiente. Una aproximación teórica, México,
Ediciones Taller Abierto, 1997. 3.
Lhamas Coelho, G., Lo urbano en la relación medio ambiente-desarrollo, México,
Ediciones Taller Abierto, 1999. 4.
Everslay, D., El planificador y la sociedad. Rol cambiante de una profesión,
España, Instituto de Administración Local, Col. Nuevo urbanismo, 1976. 5.
Trujillo, S., La Bauhaus, sin referencia bibliográfica. 6.
Chueca Goitia, F., Breve historia del urbanismo, España, Editorial
Alianza, 1982. 7.
Artículos publicados en diversos periódicos y revistas. 8.
Artículos publicados en diversos periódicos y revistas. 9.
Mauvois, R., «Proyecto sobre protección, utilización racional y
desarrollo biológico de los arrecifes de coral de la región del Mar
Caribe», México, PIMADI / IPN, 1995. 10.
Stren, R., Sustainable cities / Urbanization and the environment in the
international perspective, EUA, Wetview Press, 1992. Gelda Lhamas Coelho es ingeniera civil, se graduó de maestra en Medio Ambiente y Desarrollo Integrado en el Instituto Politécnico Nacional y actualmente cursa el doctorado en Ciencias Ambientales en la Universidad Autónoma de Puebla. |
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Instituto Mexicano
del Cemento y del Concreto, A.C. |
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