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No
cabe duda de que, para poder iniciar una obra de construcción, es necesario
contar por lo menos con una hoja de papel donde quede plasmada una idea,
un trazo, un croquis o un esquema que pueda explicar lo que uno se ha
imaginado en la mente y desea ver en la realidad.
Hasta donde se ha podido investigar, no existe ningún registro oficial
en los libros de historia que indique cuándo se empezaron a dibujar las
ideas como dibujo técnico, para poder construir un edificio utilizando
una hoja de papel como medio de comunicación entre los obreros y el constructor.
Hemos podido descubrir la forma de representación gráfica de algunas construcciones
sólo por los documentos que han sobrevivido al paso del tiempo, por ejemplo,
los códices aztecas, la escritura china sobre papel de arroz o los croquis
realizados por inventores tales como Leonardo Da Vinci, Copérnico o de
Miguel Ángel, que se hicieron sobre papel pergamino.
De lo que no nos cabe duda, es del hecho de que, para poder explicar nuestras
ideas es necesario plasmarlas sobre una superficie, cualquiera que ésta
sea, y un ejemplo muy claro de esto pueden ser las pinturas rupestres.
Definitivamente, en el caso de la ingeniería y la arquitectura, el papel
y la forma de representación han permitido que estas dos disciplinas tengan
uno de los más grandes desarrollos tecnológicos de la era moderna, comparado
casi con el de las comunicaciones.
Conforme ha pasado el tiempo, las formas de representación en la arquitectura
y la ingeniería han permitido que esta herramienta se vuelva indispensable
para poder materializar lo que una vez nació en la mente del creativo,
dígase arquitecto, ingeniero, diseñador de interiores, diseñador gráfico
o diseñador industrial.
En la arquitectura, la función de dibujar en una, dos o tres dimensiones
los volúmenes que posteriormente serían construidos tuvo que hacerse de
una herramienta que permitiera explicar a los obreros la forma en que
debían acomodar los materiales; y esta herramienta tenía que ser práctica
y manejable, y por ello la representación sobre papel fue la óptima.
En la actualidad, los proyectos son cada vez más complejos, y el dibujo
debe adaptarse a esta circunstancia, ya que el descubrimiento de nuevos
materiales y sus resistencias ha hecho que los edificios alcancen alturas
insospechadas y que las formas se vuelvan aún más caprichosas y difíciles
de solucionar.
El desarrollo del proyecto como tal se viene manejando de manera formal
desde principios del siglo XIX, y por ser una herramienta indispensable,
también lo es su manufactura. Su evolución ha tenido distintos momentos,
desde el dibujo a mano sobre pergaminos, la invención de la regla y las
escuadras, pasando por el famoso "Leroy" hasta llegar a la computadora
y los programas de dibujo, que han logrado una forma magnífica de simplificar
el trabajo.
El programa de dibujo asistido por computadora (CAD) ha sido uno de los
más lentos en su desarrollo debido a lo complejo de su programación, ya
que se ejecuta por vectores, lo que hace que el cálculo de bits sea matemático
y, además, que requiera procesos (rutinas) muy elaborados.
Los primeros programas de CAD aparecieron en la década de los años ochenta
y su aplicación resultaba compleja, por lo que sólo técnicos muy capacitados
lograban entender las rutinas de dibujo.
Para este año 2001, los programas CAD están tan avanzados, que se pueden
tener animaciones computarizadas en realidad virtual y el espectador puede
transitar a través de los espacios diseñados con sólo ver la pantalla
de la computadora.
Todas estas herramientas han hecho del proyecto la forma de construir
sin equivocarse, aunque tal vez ahora, y con la facilidad para interpretar
los dibujos, los constructores siguen sufriendo por esa falta de información
entre lo arquitectónico y lo estructural.
Dibujar un proyecto hasta hace 20 años era toda una obra de arte y requería
un equipo muy capaz y completo que pudiese tener la habilidad de expresar
las ideas en el papel, ya sea como planta, corte, alzado, perspectiva
o isométrico, lo que hacía que cada dibujo resultara una verdadera obra
de arte pues era trazado a lápiz y tinta, pliego por pliego.
Y qué decir de los tiempos de ejecución del proyecto. Lo mínimo que cualquier
profesional ofrecía eran meses y no días, lo que hacía que las obras de
construcción también tomaran ese ritmo de trabajo o, en su defecto, y
por la prisa de iniciar la obra, se arrancaba con unos cuantos planos
hechos al vapor.
Pero la tecnología nos ha permitido acercarnos cada día más en todos los
aspectos, y es tal el avance que actualmente se puede trabajar a distancia
con otros despachos en casi cualquier parte del mundo sin tener que trasladarse
a la ciudad o país donde el proyecto se está originando.
A pesar de esta tecnología, todavía muchos constructores siguen sufriendo
con la información errónea o la misma falta de información entre el proyecto
arquitectónico y el estructural.
Aunque el diseño es el mismo, por lo regular existe un divorcio entre
ambos proyectos, ya que uno lo realiza un arquitecto, y el otro un ingeniero
especialista en estructuras.
Cuántas veces no nos hemos llevado la terrible sorpresa de iniciar una
obra y, al cabo de unos meses, descubrir que en medio de un área aparece
una columna o una trabe que acaba por destrozar la idea original y obliga
a los constructores a detener el avance, con la consabida perdida de tiempo
y la elevación de los costos.
Cuántas veces el arquitecto ha soñado con diseñar formas que el ingeniero
calculista acaba modificando con el argumento de que esa altura o ese
claro no se puede construir.
Y todo este problema podría terminarse si ambos profesionales se tomaran
un momento de respiro y pudieran empatar ambos proyectos antes de iniciar
la construcción. Gracias a las herramientas actuales, es mucho más fácil
empalmar los dibujos de ambos profesionales, y con ello facilitar las
decisiones o los detalles sobre el plano y no en la obra, como se acostumbra
aún.
Este proceso, que hasta hace algunos años era engorroso y difícil, provocaba
que el divorcio entre ambos profesionales fuera aún más peligroso para
el bienestar de la construcción, tanto por lo técnico como por lo económico.
Por ello, y después de muchos años de sufrimiento, estas recomendaciones
podrían ayudar a resolver en parte las crisis que se generan en una obra
entre constructores y diseñadores que, al encontrarse con falta de información
o información inconclusa, acaban echándose la culpa unos a otros por las
deficiencias de los proyectos.
Soluciones para no caer en crisis
La experiencia en el desarrollo de proyectos me ha permitido reunir unas
cuantas ideas acerca de cómo se pueden resolver problemas antes de que
se conviertan realmente en crisis de obra. A continuación las mencionaré,
esperando que sirvan de guía para la solución en obras, no sin antes aclarar
que cada obra conlleva su problemática particular:
1. Primera reunión de trabajo
Es muy recomendable que el arquitecto busque a su calculista de confianza
desde el momento en que ha aceptado algún encargo y, de preferencia, en
el momento en que tenga por lo menos el criterio definido de lo que se
quiera como anteproyecto.
Al reunirse con el ingeniero calculista para comentar las ideas del anteproyecto,
ayudaría a escuchar el criterio del estructurista y a evitar que el anteproyecto
se convierta en un proyecto defectuoso desde su concepción, comentando
el criterio estructural, las propuestas de materiales, el tipo de terreno,
la posibilidad de un estudio de mecánica de suelos o la posibilidad de
elementos prefabricados, así como los costos aproximados de los mismos.
En este momento, la responsabilidad se comparte entre ambos profesionistas,
lo que ayudará a encontrar soluciones lógicas y acordes con la realidad.
Esto se debe convertir en algo recíproco, ya que muchos ingenieros acaban
prescindiendo de los servicios del arquitecto también.
2. Reunión de trabajo con los ejecutores de la obra
Es muy importante además, después de reunirse con el calculista, hacerlo
con el responsable de la ejecución de la obra, en caso de que ya exista
la asignación y los analistas de precios, para explicar la idea del anteproyecto
con el fin de evaluar los posibles costos de obra de determinados sistemas
constructivos.
Ello permitirá planear desde un principio ideas lógicas y sensatas. Además,
ello involucra de manera directa a quienes decidirán los costos finales
de materiales y mano de obra de las diferentes partidas. Muchas veces
el arquitecto diseñador decide escoger un material que ya no existe o
tarda mucho tiempo en conseguirse. Por lo regular, esta información la
manejan a diario los residentes, superintendentes y analistas, y puede
ser de gran utilidad para adelantarse a los problemas.
3. Junta de coordinación de proyecto
Pasar del anteproyecto al proyecto ejecutivo definitivo amerita una junta
de coordinación con los diferentes especialistas antes de que se dibuje
en su totalidad, y una vez que ya se tengan los dos proyectos básicos
que requiere cualquier diseño, arquitectura e ingeniería.
No por ello la parte de instalaciones es menos importante, por lo que
esta junta permitirá decidir si se continúa o se retrodece. En este momento,
los responsables de las instalaciones deben participar para considerar
los pasos y las áreas donde se alojarán las diferentes instalaciones,
y con ello evitar demoliciones sobre muros y losas tan innecesarias, tan
dañinas y tan costosas.
Muchas veces en la obra se acaban rompiendo, demoliendo o ranurando elementos
estructurales por la falta de previsión en el proyecto ejecutivo, con
la consabida pérdida de tiempo en obra por romper lo que ya estaba hecho.
4. Desarrollo de proyectos
Gracias a los programas de dibujo por computadora, actualmente se pueden
empalmar y encimar planos de diferentes temas sobre una misma superficie
de papel. Por ello, es importante vaciar la información del calculista
sobre los planos arquitectónicos con el fin de detectar por dónde pasa
la estructura y cómo se encima sobre el proyecto arquitectónico.
Esto va a permitir que alturas, chipotes, mochetas y otros elementos que
el proyecto arquitectónico no alcanza a plasmar sean detectados y, por
consiguiente, tomados en cuenta para la definición de acabados. Uno de
los grandes problemas que sufren las obras es la definición de niveles
en sus diferentes modalidades, dígase niveles de piso, niveles de losas,
niveles de trabes o la subestructura que nunca se toma en cuenta, como
castillos, cadenas de cerramientos, cadenas de liga, mochetas estructurales,
trabes secundarias o columnas de refuerzo.
En el momento que el arquitecto plasma en los planos arquitectónicos todos
los elementos que intervienen en cierta área de la obra, todos y cada
uno de los ejecutores podrán prever sus trabajos. Adicionalmente a este
empalme de dibujos, es necesario que todos los especialistas en instalaciones
obtengan un ejemplar de los planos y trasladen su información a los mismos;
ello ayudará a que éstos adviertan sobre posibles problemas en obra al
ejecutar las instalaciones.
5. Coordinación para el arranque de obra
Antes de iniciar la obra, resulta muy importante que cada uno de los integrantes
del diseño y desarrollo del proyecto ejecutivo tenga un ejemplar completo
del proyecto, con el fin de revisar no sólo la parte que les corresponde,
sino de ver las partes que conciernen a otros responsables sobre su diseño,
y así poder conciliar las reformas o modificaciones al mismo. Esta revisión
amerita una junta de coordinación con el fin de corregir cualquier diferencia
antes de poder iniciar la obra, lo cual evitará atrasos posteriores. En
este momento se debe aceptar todo tipo de criticas y opiniones, con el
fin de modificar o conciliar los cambios que en un futuro ya no podrán
ejecutarse. Muchas veces, las constructoras consideran una pérdida de
tiempo estas reuniones, ya sea porque los especialistas en instalaciones
no son profesionistas o porque los mismos constructores no saben cómo
coordinarlas. Este tipo de coordinación puede ser llevada a cabo por la
supervisora (¿o constructora?) o, cuando se requieren especialistas por
la envergadura de la obra, contratar un servicio de consultoría que ayude
a conciliar las partes.
6.Fast track o taller de diseño en obra
Una vez arrancada la obra, se debe tener un equipo de diseño en obra que
atienda cualquier duda, aclaración o deficiencia en la información, con
lo cual se puede asegurar la continuidad de la misma y la velocidad de
los trabajos. Este sistema de trabajo es conocido como fast track y permite
que las decisiones que se tomen en obra sean coordinadas y conciliadas
con el fin de evitar sobrecostos o extras no considerados.
La importancia de este equipo de trabajo se reconoce aún más en situaciones
de definición para los acabados en plafones, muros y pisos, así como para
detalles constructivos de carácter fino. Muchas veces se diseña el despiece
de un piso en proyecto y resulta que las medidas consideradas en proyecto
no coinciden con las de obra. En ese caso, el diseñador de detalles debe
dar el criterio para resolver el inconveniente.
Es importante que el perfil de este equipo de trabajo tenga la capacidad
de diseño y el conocimiento de obra, ya que no siempre el dibujante de
despacho tiene la experiencia de obra y, por desgracia, es el que termina
decidiendo detalles fundamentales para el aspecto de la obra o no tiene
la suficiente autoridad para firmar los ajustes de proyecto. Además, este
equipo de trabajo tendrá que trabajar en la actualización de los planos
que hayan sufrido modificaciones con el fin de dejar un registro de estos
cambios y, al mismo tiempo, para el aviso de terminación de obra tan importante
para el cliente por cuestión de legalización o aseguramiento del inmueble.
7. Juntas de coordinación de obra.
Una vez arrancada la obra, se recomienda tener juntas de coordinación
de obra en las que el arquitecto proyectista y el ingeniero calculista
participen de manera regular, ya que muchas veces las dudas o los cambios
se van suscitando y estos especialistas, o no son tomados en cuenta, o
ellos mismos renuncian a la idea de participar en decisiones directas
de obra.
Por lo general, en obras de mediana a gran envergadura, estas juntas se
presentan cuando la situación ya rebasó a todos los actores directos de
la obra, y en ellas habitualmente deben participar los directivos de las
empresas involucradas. Debemos imaginar que una reunión de este tipo se
lleva a cabo por lo regular cuando la situación ya es crítica y alarmante.
Sin embargo, cuando las decisiones fueron previstas, este tipo de reunión
resulta difícil de imaginarse pues todos los pasos dados evitarán esta
penosa intervención.
8. Control de calidad
De manera opcional, se puede considerar la posibilidad de equipar la obra
con un grupo de trabajo que se dedique a llevar un control de calidad
directo en el sitio. Este tipo de control de calidad se lleva por lo general
de manera deficiente por la supervisión de obra, que con el tiempo se
ha convertido en un juez, más administrativo que supervisor, al concentrarse
prácticamente en revisar volumen de obra y costos de precios unitarios,
olvidándose por completo de la buena ejecución de la obra o, en su defecto,
pasando esto a un segundo o tercer término.
Este equipo de control de calidad se concentraría en supervisar que las
especificaciones de proyecto sean las autorizadas por el cliente y, además,
revisar a diario trabajos como, por ejemplo, que los niveles queden perfectamente
establecidos, que la cimbra y los colados de concreto sean de la mejor
calidad, que la ejecución de las instalaciones esté dentro de las normas
y sea correcta y que la aplicación de los acabados se lleva de acuerdo
con el criterio del proyectista tanto en calidad como en aparencia, que
los materiales comparados reúnan la calidad y las características con
que fueron cotizados, olvidándose de costos y análisis de precios que
en mucho distraen a los supervisores.
Conclusión
No cabe duda de que en la actualidad, y con las herramientas que contamos,
se pueden realizar obras más eficientes, mas rápidas y menos costosas
que en años anteriores. Esta posibilidad de empatar los proyectos de arquitectura
e ingeniería adquiere una mayor relevancia y ofrece la posibilidad de
reducir los errores.
Podríamos pensar por qué en otros países este tipo de divorcios no se
dan tan seguido en las obras, y la explicación es que, en los países industrializados,
la estandarización y la prefabricación de materiales hace que el desarrollo
de la obra se lleve a cabo como un rompecabezas, algo que en América Latina
todavía no se puede realizar debido a que la participación de la mano
de obra directa es aún muy significativa.
Tal vez, después de leer estas recomendaciones, los profesionales sientan
que esto tiene lógica y que muchos lo hacemos a diario en las obras; sin
embargo, a otros muchos les cuesta trabajo aceptar esta circunstancia
por la costumbre arraigada de no querer poner en práctica sistemas de
trabajo más eficientes, aduciendo que los costos de obra no permiten implementar
otras formas de control.
Para quienes aún dudan de esta forma de trabajo, tal vez un análisis de
costos en las pérdidas de la obra les haría cambiar de opinión, ya que,
por experiencia, no existiría ahorro en la obra, pero no habría pérdida,
lo que ya es una ganancia, por lo menos en costo-beneficio directo, pues
al ejecutarse con calidad, la obra tendría un mantenimiento menor.
Espero que algún día este divorcio que existe entre el proyecto arquitectónico
y el proyecto estructural termine, ya que ello contribuiría a la reducción
de los problemas de obra y a permitir una mayor concentración en resolver
situaciones directas en el sitio, eliminando carencias de información
que se arrastran desde la concepción del proyecto ejecutivo.
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