La religiosidad del concreto
Recientemente se organizó por parte de DOCOMOMO México, una visita a diversas iglesias capitalinas proyectadas por el gran Félix Candela.
Este genio del paraboloide (1910-1997), osó llevar a niveles desconocidos y poco explorados las posibilidades del concreto armado y provocó la reflexión de muchos arquitectos que descubrieron una “sensualidad del material” a la cual no estaban acostumbrados. Por eso, no es fortuito que la arquitectura a través de Candela lograra cualidades únicas que permitieron establecer nuevos límites constructivos y estéticos. Geómetra nato y constructor prodigioso, promulgó con religiosidad las bondades del concreto hecho piel.
Su pasión por lo anterior le permitió justo
después de su graduación en 1935, abrir un taller con Eduardo
Robles y Ramírez Dampierre. Juntos daban lecciones privadas a estudiantes
y dibujaba para arquitectos locales con lo cual comenzó a tener encargos
para calcular estructuras de acero y concreto. En 1936 hizo una solicitud
de una beca de viaje, otorgada cada año por la Academia de Bellas
Artes de San Fernando de Madrid, presentando una tesis titulada "La
influencia de las nuevas tendencias en las técnicas de concreto armado
sobre la forma arquitectónica". Decidió ir a Alemania,
equipado con la cartas de presentación para los especialistas en
cascarones: Dischinger y Frinsterwalder. Muchos sucesos limitarían
parte de sus intenciones, pero nunca daría por concluida su búsqueda.
De su obra no es necesario hacer difusión; es uno de los más
reconocidos creadores de obras valiosas del siglo XX en cuanto arquitectura
se refiere, pero vale la pena destacar el valor de su trabajo y conocerlo
ampliamente en beneficio de la conservación y el cuidado de sus obras;
así lo considera el DOCOMOMO (Documentación y Conservación
del Movimiento Moderno) que organizaron un tour day a algunas de las obras
que Candela desarrolló en conjunto con otros arquitectos mexicanos
en la Ciudad de México. Colmado de estudiantes y bajo la guía
del dr. Juan Ignacio del Cueto, CyT siguió la ruta y constató
la genialidad de este personaje, además de descubrir algunas de las
peculiaridades de sus obras.
Candela
en México
La historia de cómo llega Candela a México es interesante.
En su juventud, con su hermano Antonio, se adhirió al bloque republicano
e ingresó en el ejército español como oficial de artillería,
donde fue incorporado a la Comandancia de Obras en Albacete; posteriormente
sería nombrado capitán de ingenieros. El rigor de los acontecimientos
y su búsqueda personal le exigieron retirarse hacia los Pirineos.
En Perpignan, Félix Candela sería recluido en un campo de
concentración por cuatro meses, esperando ser acogido por alguno
de los pocos países, como México, que recibían refugiados.
Y así fue: su nombre fue escogido dentro de un promedio de 17,000
personas que esperaban ser solicitados por algún gobierno que abriera
sus puertas.
Ya en nuestro país consiguió una plaza como dibujante dentro de una compañía, al tiempo que vivía en una colonia de españoles al norte de Chihuahua. Se casa con Eladia Martín, una mujer que había conocido en Madrid. A partir de ese momento su obra, pensamiento y crítica serían incesantes. Durante los años 1941 y 1942 trabajó en Acapulco erigiendo varias residencias, centros nocturnos y departamentos. Debido a la atmósfera del lugar, no muy conveniente para sus intereses profesionales, aprovechó una baja temporal en los negocios para unirse a Jesús Martí –un compañero refugiado– quien dirigía una oficina de arquitectura en la Ciudad de México. Con Martí permaneció cuatro años, dichos por él “los más tranquilos de su vida en América”. Construyó más residencias y reconstruyó el Hotel Casino de la Selva, en Cuernavaca. Además de forma independiente, construyó un hotel y un cine en Guamúchil, manejando la obra a través del correo por medio de un amigo que puso como residente.
Para 1951 presentó un ensayo, "Hacia una nueva filosofía de las estructuras", en el II Congreso Científico Mexicano. Siguió tratando de hallar simplificaciones para el diseño ofreciendo soluciones económicas y rápidamente construibles principalmente para la industria, a pesar de la complejidad formal. Fue entonces que comenzó a ser reconocido por el ímpetu de su teoría convertida en sistema constructivo, la cual él mismo se encargó de difundir ante una sociedad escéptica, desconfiada de las cualidades del concreto usado fuera de los esquemas tradicionales en el ámbito estructural. Debido a ello, Candela criticaba a los ingenieros estructurales de su época por limitar el diseño; por generar cálculos superfluos resumidos en formulas matemáticas generalizadas que no llegaban más lejos que una dosificación de materiales que podría ser repetitiva. Para él estaba claro que debía generarse un método basado en la geometría y las posibilidades que el concreto adquiría al ser reforzado por una malla de acero bajo el análisis de las ecuaciones de membrana, con las que proponía se verificara que las tensiones soportadas por la estructura podían equilibrarse con los materiales propuestos. Obtuvo bajo este método espesores mínimos de entre 2 y 5 cm que hoy son emblemas locales de México.
Su obra se impone
El país que le dio tanto, al final le obligaría una vez más
a salir y retirarse hacia Estados Unidos, decepcionado por el mismo gremio
arquitectónico local con el que gestó obras dignas y emblemáticas
además de una menguante carga de trabajo que posiblemente nunca supuso.
Sin embargo, había dado con su última obra construida en México
(El Palacio de los deportes) un nuevo giro: la fusión de estructuras
mixtas en edificios de mayor escala basándose en sus paraboloides
hiperbólicos. Las lecciones estaban ahí. Cabe decir que esta
división emocional también fue archivística: actualmente
el archivo histórico de su trabajo está dividido en dos: una
parte la posee la Universidad Nacional Autónoma de México
y otra la Universidad de Columbia, en Estados Unidos.
TOUR DAY
Algunas de las obras emblemáticas visitadas en el tour day fueron:
Iglesia de San Antonio de las Huertas, 1956 (Arquitectos asociados: Enrique de la Mora y Fernando López Carmona). Construida sobre la calzada México-Tacuba esta obra perfecciona las labores de Candela con obras previas como lo realizado para la Sala principal de la bolsa de valores (1955) para integrar un conjunto de bóvedas de arista para cubrir un espacio de 16x48 m con una altura de 7.50 m y un espesor de 4 cm trasladando todas las cargas y esfuerzos de compresión hacia las esquinas y las líneas que forman los paraboloides hiperbólicos en su evolución e intersección. El concreto pone en evidencia la huella de la cimbra utilizada, su entramado y cada una de las reglas de madera que conformaron cada segmento de los giros espaciales diseñados. Entre ellos, la luz entra de forma prodigiosa y genera un ambiente adecuado con la disposición de una serie de vitrales que matizan el ambiente.
Iglesia
de Santa Mónica, 1960
(Arquitecto asociado: Fernando López Carmona). Ubicada en la esquina
de un predio se aloja una planta semicircular que dispone una columna inclinada
en uno de los vértices. A ella llegan todos los “gajos”
que conforman la cubierta que corren de forma convergente generando un efecto
de apoyo sutil al interior. En este caso, todos los bordes superiores son
utilizados para introducir luz natural y en contrapunto al llegar éstos
hacia el suelo son interrumpidos por una serie de triángulos que
transmiten el peso hacia la cimentación. Por detrás del espacio
de celebración religiosa es posible apreciar la forma en cómo
este mástil es sostenido y como diversos elementos rodean al edificio
principal para garantizar el equilibrio de la estructura en concreto.
Iglesia de la Virgen de la Medalla Milagrosa, 1953-1955
Es una de las obras más reconocidas. En ésta, el arquitecto
hace uso del concreto para realizar membranas multidireccionales que cubren
un área de 31x53 m. Por esta obra el ingeniero más importante
y referenciado por sus soluciones estructurales Ove Arup dio severas muestras
de admiración a su amigo ante una solución que a él
mismo le sorprendía. Los contrastes generados por la diversidad de
superficies planas y elementos estilizados de mayor altura hicieron de esta
obra un ejemplo inédito del trabajo conjunto de diversos elementos
estructurales que junto con los vitrales de José Luis Benlliure marcaron
una referencia obligada en la arquitectura contemporánea del siglo
XX.
Mercado en Coyoacán, 1955
(Arquitecto asociado: Pedro Ramírez Vázquez). En esta obra
se solicitaba una luz intensa y clara debido a ello la solución geométrica
fue diferente aunque manejaba el mismo lenguaje. Se realizaron “paraguas”
en línea ligados unidireccionalmente en el que cada uno cubría
un claro de 3,200 m2 con una altura de 6.5 m. La obra sigue funcionando
aunque ya con adecuaciones y cambios que no respetaron la arquitectura original
establecida por los autores. Al interior poco visible resultan ser las cubiertas;
sin embargo a 54 años de su creación la obra se mantiene sin
falla alguna. c
Texto y fotos: Gregorio B. Mendoza
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