Con los pies bien plantados
Con una amplia experiencia de más de 46 años en el uso del concreto, el ingeniero Genaro Salinas aporta sus conocimientos a través de la capacitación y la certificación de las nuevas generaciones de constructores, tanto en México como EUA.
Perteneciente a una gran generación de ingenieros
civiles que inició el proceso de dotar de infraestructura a México
y fomentar la diversificación del uso del concreto, el ingeniero
Genaro Salinas, tiene los pies bien plantados sobre lo que sabe hacer mejor:
pisos industriales
de concreto. Su amable carácter norteño, su espíritu
emprendedor y sus enormes ganas de enseñar, lo mantienen vigente
para estar al día y entregarse de lleno a sus labores a favor de
la construcción. ¿Qué lo llevó a estudiar la
carrera de Ingeniería civil? ¿Cómo fueron sus años
de formación en el ITESM? “Era una época en que los
ingenieros civiles eran escasos. Hice muchas cosas con los compadres de
mi padre, que estaban dedicados a la construcción. Aprendí
lo básico con ellos. Incluso, me ayudaron en la escuela. Así
fue como empecé. La decisión de estudiar en el ITESM se tomó
porque era una buena escuela; además, la familia de mi padre es de
Monterrey. Eran los años sesentas, y era el único campus en
el país, con pocos estudiantes. El obtener una beca me facilitó
las cosas. A la vez, yo era ya instructor de topografía. Trabajé
en el gobierno del estado de Nuevo León, haciendo avalúos.
Mi hermano, dos años mayor, también ingeniero civil y yo,
estábamos un poco enamorados de la carrera por lo que habíamos
vivido. El “Tec”, a la fecha es una institución que exige
mucho trabajo. Esta forma de aprender y ser en la vida, sentó mis
bases. Gran parte de mis compañeros de la secundaria, también
estudiaron Ingeniería civil. Es toda una generación de ingenieros
civiles que, a la fecha, nos seguimos frecuentando. En el “Tec”
hubo una clase que fue para mí muy impactante: Laboratorio de concreto.
En las vacaciones de verano trabajaba para una empresa constructora, quizá
la más grande en Ciudad Juárez. Esto fue también parte
de mi formación. Poco después me enviaron a operar una de
las plantas de concreto de la compañía y con esto le tomé
más sabor a las cosas. Tenía muchas inquietudes acerca del
material. Era una de las primeras plantas de México que operaba con
hielo, con agua fría y con agua caliente para las mezclas de concreto,
usábausábamos lo más avanzado en aditivos. Aproveché
en hacer mis propios diseños de mezclas. Todo esto me llevó
a trabajar en una empresa cementera y seguir adelante”.
¿Cuáles
han sido las principales obras en su trayectoria profesional? y ¿cuál
le ha significado un reto mayor?
“En 1964 se comenzaba a construir el Hipódromo de Ciudad Juárez.
Se trató de una planta con elementos presforzados postensados, cosa
que nos hizo montar cables y surgieron otros elementos presforzados que
estuvimos fabricando también. Quizá ésta sea la más
importante, por ideas que, tramitadas con el estructurista procedente de
EU, modificaron algunas situaciones, y en donde hubo ahorros importantes.
Es una obra de 100 por 120 metros, llegó un momento en que toda estuvo
en puntales de madera. Ningún entrepiso ni techo estaba asentado
en columnas, porque no habíamos hecho el presfuerzo y no queríamos
que hubiera transmisión de esfuerzos a las columnas que no fueran
los permitidos. Una vez presforzado, entonces se asentaron a través
de rellenos. Después de esto, me incliné al área de
producción de materiales, trabajando en plantas de bloques de concreto,
de asfalto, y de tubería de concreto. Allí empecé a
elaborar concretos de muy alta resistencia, utilizados muy poco en ese tiempo.
La planta era la única que podía surtir cuando estaba nevando,
o la única que podía colar a plena luz del sol en verano.
He pavimentado caminos, calles, pequeños presones, quizá no
muchas obras especiales; en fin, desarrollando mezclas para usos especiales.
La ventaja es que al pasar el tiempo, y con 68 años de edad y 46
de ser ingeniero, nunca he dejado de estudiar jamás, tengo que estar
al día. Ahora estoy dedicado a la capacitación, sobre todo
en los EU [y también en el IMCYC]. Me da más satisfacción
lo que estoy haciendo en este rubro, que lo que pude haber hecho en cualquier
otra obra”.
Cuéntenos
un poco de su especialidad: los pisos de concreto para usos industriales
“En cualquier edificación, lo que se va a gastar más
es el piso. Por lo que hay que tener mayor cuidado. De hecho, lo mejor es
terminar el edificio y después hacer los pisos. No hacerlos a la
intemperie. Bajo estas condiciones, el piso se convierte en un elemento
de concreto muy distante a lo que es una columna o una losa. El piso se
vuelve especial, no hay ningún elemento de concreto que tenga más
superficie expuesta. Hay que poner atención al estar fabricándolo,
sobre todo por cuestiones de clima. Ahora, las cosas han cambiado: los centros
de distribución o almacenes son mucho más altos. La estantería
alcanza en ocasiones los 12 metros, y se necesitan montacargas que elevan
la carga a esa altura, y si el piso no está suficientemente plano,
hay problemas. Los montacargas se manejan a tan sólo un par de centímetros
del piso y cualquier defecto en el piso los atora, los raya, los desbalancea.
La planicidad de los pisos se ha vuelto un factor importante, por lo que
me he enfocado más a las técnicas constructivas. Además,
se requiere que los obreros estén lo mejor capacitados. El mantenimiento
y reparación, son importantes e indispensables, si no se hace una
buena”.
¿Considera que actualmente, los ingenieros y los arquitectos cuentan con los conocimientos universitarios suficientes sobre las bondades y uso del concreto? “He visto mejores casos en México. Siento que a los ingenieros americanos recién egresados les falta instrucción. En México, he tratado mucho más con las universidades del norte del país, y hay de todo. Nuestras universidades promueven la certificación de los programas que tienen y sobre todo, la calificación de los maestros; pero creo que hace falta práctica e instrucción desde fuera. Hay cosas imposibles de enseñar dentro de las cuatro paredes de la escuela, los tiempos y los programas escolares son limitados; es difícil aprender todo lo que se debería. Hace falta, de igual forma, combinar teoría y práctica. Al dar un curso, llevo a los muchachos a una obra. Hablo sobre los efectos del control de calidad, de las expectativas, de los costos, de la facilidad de trabajo”.
A través de su experiencia y la impartición de cursos en los EU, nómbrenos algunas diferencias que usted identifique sobre el empleo y conocimiento del concreto entre ambos países “No hay gran diferencia. Muchos de los conocimientos y trabajo deben impartirse a través de estándares, y vinculados a México, hasta hace poco, eran prácticamente iguales a los que se aplican en EU. Los estándares en construcción o concreto, los crea la Sociedad Americana de Pruebas de Materiales. Hasta hace no mucho, las normas mexicanas eran muy similares. A partir del año 2000 ha habido ciertos cambios en las normas mexicanas, que nos han separado un poco. En ciertos casos se estandariza algo que no se emplea en México. Algo diferencial es el uso del sistema métrico. Hay una gran discusión al respecto. Diseñar una mezcla de concreto con el sistema de pulgadas/libras es muy diferente a hacerlo con el sistema métrico. Sin embargo, los estándares americanos están cambiando poco a poco al sistema métrico. Para allá va”.
El uso del concreto en México es todo un
presente con bastante pasado… En su especialidad ¿cuáles
han sido los cambios tecnológicos y su evolución recienteen
materia de concreto? y ¿cuál es el próximo paso?
“En los últimos años en México ha habido mucha
promoción en tener los conocimientos sobre lo más reciente
del mercado. CEMEX y Holcim Apasco van a la vanguardia en muchas cosas.
Pero hace falta que nosotros hagamos algo. Hay cosas que en otros lados
se ha avanzado tan rápido como en México. Tenemos una gran
ventaja: nuestros estructuristas son muy buenos. Lo que hace falta es comunicarles
lo nuevo sobre el material para que lo empleen, y exista una mejor simbiosis
entre estructura y material. Esto es básico. A veces, las grandes
obras de infraestructura son las que hacen falta, y muchas veces los políticos
no atienden a los técnicos cómo debe de ser. He visto problemas
de durabilidad en el concreto, porque no se han atendido las recomendaciones
de lo que hay qué hacer”.
Cuéntenos de su vínculo con el IMCYC
“Fui maestro en algunos cursos del Instituto. Después trabajé
directamente en el Consejo, como Coordinador Nacional de Enseñanza.
Al abandonar la industria cementera, dejé de operar con el IMCYC.
Sin embargo, sigo recibiendo sus publicaciones y notificaciones. Me he encontrado
a personal del Instituto en las convenciones del ACI y recientemente, he
acudido a hacer certificaciones en el IMCYC que no se habían hecho
en México. Soy el único examinador calificado por el ACI para
hacerlo. Ahora, el Instituto tiene gran interés en seguir promoviendo
esto, e ir a otras plazas. Pienso que falta mucho por hacer en la parte
de la Certificación y, en este sentido, creo que el IMCYC es uno
de los mejores instrumentos para lograr ampliar los procesos. Aparentemente
esto cuesta, pero certificación, inspección y supervisión,
no deben de entenderse como gasto, sino como inversión”.
¿Cuál
es su visión sobre la industria de la construcción?
La industria de la construcción es un indicador muy importante en
medir el desarrollo de un país, cuando el PIB de un país crece,
la construcción avanza en el mismo porcentaje. Construcción
es inversión. Sólo hay que saberla encaminar. Hace unos años,
leí a un expositor americano que decía que las obras que se
necesitan construir en todo el mundo en el Siglo XXI ya están hechas
al 90%, sólo falta construir el restante 10%. Entonces, tenemos que
enseñar a los nuevos ingenieros no solamente a hacer lo nuevo, sino
a mantener lo que ya está construido, a conservarlo. Y considerar
que las obras nuevas deben de ser de bajo mantenimiento; si no tenemos este
concepto, estamos en problemas serios. Hay que tener visión para
construir. Muchos de nuestros procesos de construcción son paradójicos:
Tenemos obras hechas con lo último en tecnología, pero hay
otras, hechas con lo que existió hace años. En cierto nivel
tenemos los conocimientos, pero no los aplicamos bien”.
Finalmente, díganos acerca de su labor y
experiencia en el ACI
“Gracias a mi trabajo en la industria cementera, y siendo miembro
del Consejo Directivo del IMCYC, la relación con el ACI se amplió.
Se ha logrado establecer una interrelación importante entre El Paso
y Ciudad Juárez. Desde un inicio, me di cuenta que no estábamos
tan mal de este lado. Esto desembocó en una mayor participación
en los EU; de hecho, desde hace 15 años vivo allá y trabajo
como consultor. Ha sido una experiencia interesante. Nunca falto a las convenciones;
investigo sobre lo que hacen los diversos comités. También
abogo porque nuestros manuales estén actualizados. Una de las mejores
cosas que tiene el ACI, son sus investigaciones y la aportación de
sus miembros, en base a un consenso general. La comunicación electrónica
nos permite el fácil acceso a publicaciones, el ser un miembro del
ACI nos provee de mucha información. Lo mismo sucede con el IMCYC,
ya que se tiene un acervo electrónico amplio, con acceso disponible
al ser miembro del Instituto. En el ACI
también he trabajado mucho con los estudiantes. Mis conocimientos
técnicos provienen de ACI, con el esfuerzo personal de quererlos
practicar”. c
Por: Alfredo Dávila Monsiváis.
Retrato: A&S Photo/Graphics
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