La labor de un visionario
En un libro que resulta un verdadero tesoro para la historia del concreto en México, el ingeniero veracruzano Miguel Rebolledo da una visión general del estado del material en la primera mitad del siglo XX.
“El cemento armado tiene un lenguaje que sólo sus adeptos lo entienden; tiene oídos, tiene voz; una voz misteriosa que nos dice de sus triunfos”. Hennebique
EI impreso por Editores e Impresores Beatriz de Silva SA, el libro Cincuentenario del concreto armado en México (1902-1952), escrito por el ingeniero Miguel Rebolledo es una de las escasas obras de la época publicadas en México que da cuenta del uso del concreto en los primeros cincuenta años del siglo XX. Y quién mejor que el ing. Rebolledo, responsable en mucho de los inicios del concreto en nuestro país, para hacer esta joya bibliográfica de la construcción.
Acerca del autor
El ingeniero Miguel Rebolledo –nacido en Perote, Veracruz en 1868–
fue el introductor el sistema de concreto armado en México. Este
destacado profesionista que estudió en el Colegio Militar, fue enviado
a Francia para estudiar ingeniería naval. Tiempo después,
fue funcionario de la Secretaría de Guerra y Marina por lo cual realizó
diversas obras portuarias. En sociedad con el contralmirante Ángel
Ortiz Monasterio introdujo en México el concreto armado en 1902.
Entre las obras construidas por Miguel Rebolledo –las cuales son mencionadas
y descritas en el libro anteriormente citado– están el Edificio
Gante, localizado en la calle del mismo nombre, esquina con Francisco I.
Madero, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Este
inmueble, cabe decir, fue construido en 1922, con planos del arquitecto
Silvio Contri y del ingeniero Carlos Burgatta. Otra obra importante realizada
por el ing. Rebolledo es el Templo de la Sagrada Familia, en la colonia
Roma.
Información de gran valor
En los primeros párrafos de su libro, Miguel Rebolledo cuenta que
el ing. Ortiz Monasterio, quien fuera su profesor de Astronomía en
el Colegio Militar, estableció en 1901 una pequeña oficina;
hecho importante para la futura relación profesional. Después
de haber sido su profesor, fue su jefe y fue en esa dupla que en que se
hicieron socios e introdujeron en México, según se lee “el
novísimo sistema de construcción llamado en ese entonces cemento
armado y en la actualidad concreto armado”. El autor reconoce que
la idea la tuvo desde tiempo atrás cuando estando en Francia, “país
de origen del cemento armado”.
Rebolledo
señala que la primera vez en la cual es implantado el sistema de
“cemento armado” fue en lo que él consideró una
“obra insignificante”: un sótano de una pequeña
casa comercial localizada en la esquina de las calles de París y
Artes donde creó, con el ingeniero Sánchez Facio “cimientos
de poca importancia”. Para fines
de 1902 viaja a Francia y visita la casa Hennebique. Ahí consigue
la representación del sistema de pilotes de concreto armado llamado
Compressol (Compresión del suelo), un sistema que estaba de boga
en Europa. Reconoce que los pilotes Compressol fallaron en algunas aplicaciones
“tal vez por su poca profundidad”.
En 1904, señala Rebolledo, hizo una obra de importancia en concreto
armado, el edificio destinado al Banco Hipotecario, ubicado en la calle
de República de Uruguay. Esta obra consistía en “una
plataforma de cimentación, muros del primer cuerpo de 12 cms los
del segundo y de 8 cms del tercero”. Todos los pisos y las escaleras
también eran de concreto armado, “constituyendo así
un verdadero cajón con mamparos divisorios”. Para Rebolledo,
éste era el tipo de uso de concreto más conveniente para la
Ciudad de México por su peso poco relativo, su indeformabilidad,
así como por su gran resistencia contra los sismos. Reconoce que
el sistema resultaba caro por lo cual tuvo la necesidad de adaptarlo, para
casas de dos y tres pisos, en un sistema mixto que consistía en hacer
muros delgados de 14 cm de tabique de barro, ligados entre sí por
columnas ligeras, llamadas después castillos y sus cadenas de concreto
armado. En este caso, el autor pone por ejemplo, las casas de su propiedad,
construidas en la calle de Nogal.
Para
1905 se hacen los cimientos del icónico edificio de La Mexicana,
localizado frente a la Iglesia de la Profesa, en el centro Histórico,
así como los faros de Nautla y Tecolutla. Dos años después,
con el arq. Samuel Chávez, realizan en concreto armado una de las
obras más notables de la arquitectura propiedad de la UNAM, el Anfiteatro
Simón Bolívar, que formó parte de la ampliación
a la entonces Escuela Nacional Preparatoria. Resulta interesante la fotografía
que camde este recinto presenta en su libro Rebolledo, entre otras razones,
pues es anterior a la realización del famoso mural de Diego Rivera
que todos conocemos.
La iglesia de la Sagrada Familia
Para Miguel Rebolledo, una de las obras más importantes de su curriculum
es el Templo de la Sagrada Familia, cuya estructura fue terminada en 1908.
De ésta explica los detalles: “Pilotes Compressol de cemento
armado, sobre ellos una plataforma muy importante, columnas, cúpula,
torre y bóvedas del mismo material”. Esta obra fue proyectada
por el arq. Manuel Gorozpe quien, a decir del ing. Rebolledo “desde
años atrás se había declarado partidario del cemento
armado”. Con Gorozpe, Rebolledo realizó otros notables trabajos
con cemento armado, como fueron las obras de ampliación del Seminario
Conciliar de la calle de San Jerónimo.
En 1909, señala el autor, “hice la recimentación del Cuartel de Artillería por San Lázaro, con Compressol, y en 1910 [año de la conmemoración del Centenario de la Independencia], los cimientos y estructura del Monumento a Benito Juárez en la avenida Juárez. Para esa obra, además del sistema Compressol, colocó una plataforma de cimentación. Subraya que el terreno donde había sido desplantado el monumento “era muy malo, no podía soportar más de 250 gramos por centímetro cuadrado”. También de 1910 son las obras que hace para el edificio del periódico El Imparcial, proyecto del arq. Vallejo. Esta obra, con el paso de la Revolución cambió de dueño y función, convirtiéndose en el Hotel Regis.
La
etapa revolucionaria
Así describe esos años el ing. Miguel Rebolledo: “Llegó
el año de 1911, caída del régimen porfirista. La Revolución
no se contuvo con la desaparición del general Díaz; sucediéronse
levantamientos y una lucha intestina que nos crispa los nervios al recordarla.
Se hundió el país en la miseria, mientras la lucha fratricida
tenía lugar en todo él. Se agotaron todos los recursos, se
acabaron las obras, los que tenían recursos propios se los fueron
comiendo, los que no los tenían se dedicaron muchos de ellos a la
guerra, otros a vivir al día. Puedo decir que de 1912 a 1919 no se
hicieron obras de ninguna especie en la ciudad y en todo el país”.
Para 1919, Rebolledo logró el contrato para la ampliación
del Hotel Regis, la obra de una casa comercial en Jalapa, Ver., y alguna
que otra casa habitación, según menciona.
A
partir de 1922, Rebolledo trabaja de manera prolífica en obras como
el edificio del periódico Excélsior, en Bucareli y Reforma;
el de High Life; el del Correo Francés; en la ampliación de
los almacenes del Palacio de Hierro; la Fábrica de Cerillos “La
Imperial”; la Fundación Mier y Pesado; el Hotel La Marina,
en Acapulco Guerrero, (primer proyecto del arquitecto Carlos Lazo); el edificio
“Industrial”, en avenida 20 de Noviembre; el edificio Thermidor,
en la esquina de las calles de Palma y Venustiano Carranza; el edificio
“Juana de Arco”, en 20 de noviembre; el Templo del Inmaculada
Concepción de María, en la colonia del Valle, proyectada por
el arq. Antonio Muñoz, entre otras obras.
Rebolledo reconoce que con el paso del tiempo, los pilotes Compressol no
dieron los resultados que él buscó, “por ello tuve que
abandonarlos, convencido como estoy de que con pilotes de cemento armado
se consigue el sistema más adecuado de cimentación para edificios
altos, estuve ensayando varias soluciones para ese problema: por una parte,
el clavado, en el contorno de varios sótanos importantes, de tablestacas
de concreto armado, de 5 a 6 metros de profundidad, perfectamente ligadas
a la plataforma de cimentación trabajando como ménsulas para
formar un cajón invertido y evitar que se escape el terreno lateralmente”.
Posteriormente,
utilizó pilotes tubulares de concreto armado –en el Hotel del
Prado–, con diafragma, cortos, voluminosos cuya parte inferior constaba
de un pequeño cajón cilíndrico individual, dentro del
cual quedaba encerrada una fracción del terreno sin posibilidad de
escape lateral. Para 1930, y después de haber probado con otro tipo
de cimentación y de pilotes, pensó que para ejercer una buena
competencia contra los de madera, debía hacerlos con una capacidad
de carga considerable para que el número de pilotes disminuyera y
los refuerzos de las vigas de cimentación por las contracciones de
la reacción del pilote, resultaran de menor importancia gracias a
que se pudieran colocar lo más cerca de las bases de las columnas;
éstos serían los pilotes largos de concreto armado, a los
cuales les dedicó un folletín aparte.
Para 1950, el ingeniero organiza la sociedad Construcciones Ingeniero Rebolledo
y continua su trabajo en obras tan emblemáticas como las estructuras
del Club España; la iglesia de la Gualupita y, de manera sobresaliente,
en las obras de construcción de la Biblioteca Central de la naciente
Ciudad Universitaria. A punto de cerrar su escrito, Rebolledo cita a Hennebique,
con una frase a la vez que contundente, bella: “El cemento armado
tiene un lenguaje que sólo sus adeptos lo entienden; tiene oídos,
tiene voz; una voz misteriosa que nos dice de sus triunfos”.
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