Vivir en una cueva
El hombre encontró refugio en las cuevas desde la época prehistórica convirtiéndolas en su morada. Si bien primero se alojó en cuevas naturales, al poco tiempo comenzó a excavar viviendas en las laderas de cerros y montañas dando inicio así a la arquitectura subterránea y/o troglodita.
En este mundo en el cual los avances tecnológicos
han reformado estilos de vida a lo ancho y largo del orbe, las llamadas
casas-cueva siguen siendo el hábitat de más de 60 millones
de personas pues satisfacen las demandas mínimas que requiere el
hombre para subsistir. Sin embargo, más allá de que en estas
ancestrales moradas vivan familias humildes, hospedarse o vivir en una se
ha convertido en una experiencia que cada vez gana más adeptos entre
las personas que buscan acercarse de nuevo a la naturaleza para alejarse
del bullicio de las grandes ciudades; eso sí, con todas las comodidades
de la vida contemporánea.
En la región sur de España, estas construcciones subterráneas
se han convertido en pocos años en un producto no sólo para
cubrir determinada demanda de vivienda sino que también son un atractivo
turístico. Por su parte, en Suiza, el arquitecto Peter Vetsch, desde
los años setenta diseña tanto casas unifamiliares como grandes
urbanizaciones donde los residentes viven confortablemente bajo tierra.
Ya sea para lograr la permanencia de las casas-cueva ancestrales o para
erigirlas desde cero bajo la bandera de la arquitectura bioclimática,
el uso de tecnologías como el concreto lanzado y el ferrocemento
tiene un papel fundamental en su conservación y construcción.
Al
rescate de la arquitectura troglodita española
España es uno de los países más ricos en viviendas
trogloditas. Excavadas en las laderas de cerros y montañas, estas
singulares viviendas hoy están en boga gracias al auge del turismo
rural, aunque cabe destacar que de acuerdo con información del diario
español El País en la actualidad, tan sólo en Granada,
unas 25 mil personas las habitan de forma habitual. Excavados en roca, arcilla,
areniscas, calizas, conglomerados o rocas compactadas, estos huecos en la
tierra son autoportantes; es decir, no requieren del uso de concreto armado,
ni refuerzos de madera o arcos de ladrillo para soportar el techo. Sin embargo,
en los meses de intensas lluvias y después con la presencia de la
acción secante del sol se pone en riesgo de sufrir derrumbes a muchas
de estas
viviendas, afectando a las familias que viven en ellas. En lo que toca a
la hostelería troglodita, este sector lleva más de 15 años
trabajando en la construcción y mantenimiento de cuevas, y ha adaptado
a estos recintos con 900 años de antigüedad a la vida contemporánea.
Tras las afectaciones del temporal que afectó a las casas-cueva deshabitadas
o en condiciones precarias más que a las instalaciones turísticas,
los empresarios ofrecieron compartir su experiencia y conocimiento en la
construcción y mantenimiento de cuevas.
La solución que encontraron los especialistas reunidos por la Diputación
de Granada para garantizar la seguridad en las casas-cueva es aplicar concreto
lanzado con fibras de acero para crear un “caparazón estructural”.
Esta técnica, que es utilizada por los ingenieros en la construcción
de túneles y estabilización de taludes, no requiere de complejas
preparaciones y ofrece una gran resistencia a la corrosión, además
de que tiene una excelente adherencia a diferentes materiales como roca,
arcilla y arena, entre otros. Para probar su eficacia en la reparación
y conservación del patrimonio troglodita, la tecnología está
siendo implementada en la construcción del “Centro de Artesanía
y Eco museo del Pan del Valle del Zalabí” un museo interactivo
ubicado en un complejo de cuevas que abrirá en 2011. Los 9 mil metros
cuadrados del Centro tendrán gran capacidad para soportar cargas
con la ventaja de que además, esta técnica supone un importante
ahorro de materiales y mano de obra sobre cualquier otro sistema aplicable
en seguridad.
Cuevas
modernas
Otra faceta de esta búsqueda de vivir “pegado a la tierra”
es la construcción de casas-cueva de nueva factura inspiradas en
la interpretación de una arquitectura respetuosa con el medio ambiente.
El arquitecto suizo Peter Vetsch es uno de los principales exponentes de
esta filosofía que está sustentada en el hecho que si el suelo
y la casa se separan, ésta última es construida en el aire,
dando por resultado la pérdida de calor y humedad, y con ello la
pérdida de esperanza de vida. Desde los años setenta, Vetsch
ha construido más de 70 casas con una conciencia ambiental, ecológica
y progresiva.
Su obra recuerda las formas orgánicas de Antoni Gaudí, así
como la arquitectura Jugendstil. Para este arquitecto suizo, el principio
fundamental de diseño de una casa-cueva es conservar la esencia de
la tierra, respetar el medio ambiente y ayudar a un consumo razonable de
energía. No obstante, algo que resulta paradójico es que esta
arquitectura que tiene la capacidad de fusionarse con paisajes pre-existentes
e imitar la geología natural, generalmente no es aceptada como “sustentable”
por los llamados “arquitectos verdes” debido a que en su construcción
utiliza materiales industriales como el cemento y la malla de acero.
Las casas-cueva modernas integran desde su concepción elementos de
confort como cocinas, baños y sistemas de calefacción. Pueden
ser construidas como viviendas individuales o como conjuntos de viviendas
con una planificación orgánica. Estas esculturas habitables
permiten una experiencia más allá de las típicas cuatro
paredes y sus ángulos rectos. En comparación con los edificios
convencionales, las casas-cueva se mimetizan con el entorno. Al asemejar
colinas, sus techos se convierten en “suelo”. En sus obras,
Peter Vestch inyecta un aislante de espuma rígida y poliuretano contra
el frío y el calor hacia el exterior de las bóvedas para que
sean impermeables. Después coloca una estera continua encima y las
cubre con tierra. De esta forma el techo se convierte en una manta aislante
que protege a la casa eficazmente de la lluvia, las bajas temperaturas,
el viento y la abrasión natural. Al ser construcciones monolíticas
son prácticamente herméticas y por tanto tienen un aislamiento
muy eficaz que se traduce en un ahorro energético de hasta un 50%.
Otra de las ventajas ecológicas de estas construcciones es su agradable
temperatura interior, así como la humedad del aire, que está
en el orden del 50%, en contraste con los espacios sobrecalentados en invierno
de las casas convencionales. El uso de energías alternativas es fácil
de integrar en las casas-cueva. Peter Vetsch utiliza sistemas de calefacción
de piso radiante o el calor que se almacena en el suelo; y con un panel
solar de 4 metros cuadrados abastece entre el 50 y70% de la demanda de agua
caliente de una familia de cuatro personas.
Las formas
orgánicas de la arquitectura de las casas-cueva modernas son posibles
gracias al uso de una tecnología muy simple pero poderosa que se
conoce como ferro-cemento. Creada a principios del siglo pasado, es uno
de los procedimientos de construcción más versátiles
que existen. Consta de una malla de alambre con barras de refuerzo para
la estructura a la que se aplica una fina mezcla de cemento lanzado a mano
con una tiroleta, o con un rociador de volumen de cemento impulsado por
una bomba peristáltica. La capa de cemento que se utiliza es muy
delgada y tiene una elevada resistencia que está dada por la forma
de las piezas. Esta tecnología presenta una buena resistencia a la
tracción que supera notablemente a la del concreto armado y se mantiene
en el rango elástico hasta su fisuración. Otra de sus ventajas
es que ofrece un alto rendimiento y tiene una durabilidad superior contra
otros materiales.
Sin duda, el ferrocemento es una técnica constructiva excelente para
la construcción de vivienda debido a su costo relativamente bajo,
su durabilidad y su resistencia a la intemperie. Es fácilmente moldeable
en domos, bóvedas, formas extruídas libres, y puede cubrir
grandes claros reduciendo la necesidad de apoyos. Es un material térmico
y acústico; impermeable y resistente al fuego. En el caso de las
casas-cueva, sus estructuras, concebidas como bóvedas integrales,
pueden ser prefabricadas en bloques individuales rígidos o ser colocadas
en redes de armazón mediante un sistema de moldeo por inyección.
Cabe destacar que el uso de esta tecnología implica un compromiso.
Es imposible cambiar una estructura de ferro-cemento sin realizar una demolición
quirúrgica ya que la estructura sólo puede tolerar una cantidad
limitada modificaciones antes de perder totalmente su integridad. c
Isaura González Gottdiener
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