Vino y concreto
De un tiempo a la fecha se ha puesto de moda que las oficinas y cavas de importantes viñedos, sean diseñadas por despachos de prestigio por su calidad, obteniendo por ende, obras de gran belleza.
La puesta en práctica de las tesis aplicadas sobre industria, arquitectura y paisaje por parte del despacho catalán Konkritblu ha permitido que este equipo de proyectos lograra una obra peculiar que por su manufactura en concreto y por la integración de este material con su entorno, se haya convertido en una de las obras más representativas de la cultura arquitectónica de los viñedos en Europa.
Equilibrio entre forma y sabor
El objetivo con el que nació esta obra era alcanzar una integración
con su entorno y causar el mínimo impacto visual en éste.
Parece complicado el cumplimiento de esta meta y más cuando se tiene
en mente la masividad con la que se expresan generalmente las obras en concreto.
Sin embargo, en la nueva bodega y oficinas para Bodegas y Viñedos
Qumrán hay un giro interesante: el espacio construido es audaz, preciso
y libre de escenografías nocivas que lo convierten en una obra sutil
con evocaciones claras del paisaje circundante.
La obra está ubicada en un paraje natural del Valle del río
Duero, Valladolid, España; en una zona de orografía suave
y contornos definidos, destinada casi en su totalidad a la producción
vitivinícola y ganadera. La bodega se emplaza en el denominado Pago
de las Bodegas.
El
acceso al sitio se realiza mediante una ascensión lenta donde se
suceden diferentes escenarios, develando el nuevo edificio entre vestigios
de cuevas y lagares. Dentro de la finca, el ascenso continúa entre
viñas por el camino tradicional de vendimia, recientemente rehabilitado.
El edificio emerge en cada paso, mostrándose finalmente por su cara
norte, como una prolongación del terreno.
El proyecto tiene como principal estrategia el aprovechamiento del desnivel
del terreno ocasionado por una formación silíceo-arcillosa
del subsuelo que está en el extremo suroriente de la misma; éste
tiene aproximadamente 4 m de altura y se extiende a lo largo de más
de 20 m bajo la superficie. De esta forma, se entierra parcialmente el edificio
y se aleja la fachada sur (la más alta) del límite del predio,
creando una plaza multifuncional rodeada de vegetación nativa.
Konkritblu y los arquitectos a cargo del proyecto Sandra Hernández
y Álvaro Solís compartieron con CyT su visión de que,
en este tipo de proyectos, es necesaria una revisión más profunda
a la arquitectura que se plantea porque “ésta debe de tener
diversas estrategias especificas que no dejen de lado la funcionalidad,
el futuro de la edificación y la elaboración de un buen vino;
por lo tanto, debe pensarse bien en el sistema constructivo empleado porque
será en gran medida, el factor que dé el mayor número
de respuestas para obtener una reducción de costos y un mínimo
consumo de energía durante su operación”. Además
de lo anterior, nos recuerdan que existía la consigna de generar
beneficios paralelos a las instalaciones principales como fueron la recuperación
del entorno inmediato desde el punto de vista paisajístico (más
allá de los de campos de viñedo); el rescate de un antiguo
mirador, y la proyección futura de recorridos didácticos por
la finca y sus alrededores, todo ello motivado por un programa resumido
que inicialmente indicaba que sólo debían ejecutarse oficinas
y el edificio para la elaboración de vinos de pequeña tirada
y gran calidad.
La propuesta desarrollada –evidentemente- supera lo inicialmente estipulado
basándose en la sistematización del programa funcional y en
este sentido, se buscó una lógica tectónica-estereotóa
mica y finalmente topográfica para ofrecer continuidad al terreno.
Los beneficios que se lograron una vez concluido el proyecto pueden resumirse
en dos rubros principales: economía y cultura. Cabe decir que el
municipio comenzó a obtener una mayor dinámica al realizar
periódicamente diversas visitas turísticas para la celebración
de catas, exposiciones artísticas y muestras artesanales de la zona
y con ello, se potencializó la economía del lugar y de sus
residentes.
En el horizonte
Debido a las características del proyecto se planteó
la realización de un sistema constructivo masivo basado en concreto
aparente que confiriera al edificio las cualidades conceptuales y estéticas
requeridas, a la vez que evita añadir otros recubrimientos innecesarios.
Este material tenía que tener la cualidad de mantener la temperatura
necesaria lo más estable posible a lo largo del año para la
elaboración del vino, evitando así picos de temperatura en
verano e invierno. De esta forma se trabajó con un sistema sencillo
y universal de construcción, debido a la falta de grandes recursos
en la zona. “Es una forma de adaptarse al contexto económico,
tecnológico y constructivo del entorno. La clave de todo era el aislamiento
térmico que se resolvió utilizando tierra en elementos verticales
al enterrar algunas secciones del edificio y espuma de poliuretano expandido
(EPS) en elementos horizontales (losas) para locales auxiliares como la
sala de catas, laboratorio, zona de embotellado”, explicó Hernández.
El uso de concreto colado in situ como material absoluto, representaba la
oportunidad de unificar el programa y generar una continuidad conceptual
en cada parte del edificio -estructura, acabado y mobiliario- y en relación
con su entorno, que hace que se convierta en un material que proviene de
la tierra aportando al proyecto las cualidades estructurales y de confort
deseadas; todo ello evitando el uso de materiales adicionales y la consecuente
generación de residuos.
Se trata entonces de una estructura porticada a base de muros de carga desplomados
en todo el perímetro del edificio y losas de concreto aligeradas
mediante EPS en los claros mayores a 8 m. Todo ello se conjuga con núcleos
estructurales y elementos de escala doméstica de concreto (pila de
lavado antes de entrar al despacho, y un banco a sur para descansar durante
la vendimia). Cabe destacar la rapidez de ejecución obtenida y el
reto que representó la realización de las esquinas de los
muros debido al desplome de éstos y a la geometría de su unión
que nunca se mantiene perpendicular entre sí.
El proceso de construcción, colado, vibrado, curado resultó
fundamental para alcanzar una similitud metafórica con el proceso
de creación del vino: proceso industrial que al mismo tiempo se convierte
en artesanal al llegar a los detalles, reflejando el tipo de vino que se
produce. “Esto mismo sucede con la obra: se emplea un sistema industrializado
en los elementos de mayor escala como el cimbrado de muros y losas y aquellos
con una menor presencia como la pila o el banco exteriores se han realizado
a base de cimbras artesanales que reflejan la mano de obra empleada en ellos”.
Exterior e interior con sabor
Las fachadas se proyectan como dos caras largas que inciden directamente
en el proceso de elaboración vitivinícola y apoyan el trabajo
de campo a lo largo del camino de vendimia. Esta forma alargada proporciona
una potente relación interior-exterior, ventajas funcionales y ergonómicas
que se traducen en unas buenas condiciones lumínicas, de ventilación
natural, máximo aislamiento térmico, así como una conexión
coherente entre espacios interiores.
Al norte, las cinco puertas de vendimia conectan física y programáticamente
el campo con la sala de elaboración, y actúan como puntos
de vertido de uva por gravedad. Al sur, la fachada se escalona y el voladizo
queda acentuado para crear un gran ventanal que acompaña los dos
espacios más luminosos, a saber, la sala de elaboración y
las oficinas.
En el cuerpo más bajo se sitúan los programas auxiliares,
que actúan de colchón térmico de los tres programas
principales: elaboración, crianza y maduración. Tanto la pica
exterior como el banco de la plaza son piezas contextuales pensados para
atenuar el rigor de los trabajos del campo; punto de limpieza y riego y
lugar de reposo, respectivamente.
Eventualmente, la cubierta funciona como mirador, extendiendo el edifico hacia el paisaje. El programa interior actúa como fuerza generatriz, modificando el contorno, generando una topografía dirigida, que intenta sintetizarse con el entorno y entonces “los límites de actuación se difuminan al dar continuidad a la vegetación existente: se planta vid en el límite meridional, extendiendo el campo, y arbustos y plantas aromáticas, al oeste. La manipulación es mínima: se deja que lo verde se fusione de forma natural con el paisaje existente y sus geometrías. En este sentido, el jardín trasciende más allá de sus límites y se funde con la naturaleza circundante, como un paisaje prestado o shakkei, nos acotan.
No menos importantes son los núcleos, concebidos
como umbrales o espacios de transición interiorexterior que tienen
la misión de suavizar el impacto de entrada y salida a la intemperie.
Son profundas cavidades o antesalas donde se comprime el espacio y generan
cobijo y sombra (las temperaturas son extremas a lo largo del año)
y, a la vez, al norte, actúan de cortavientos.
Los accesos
forman parte de los núcleos estructurales de concreto que contienen
las instalaciones, los almacenes y los servicios, a la vez que estructuran
el espacio en tres naves principales: crianza, elaboración y maduración.
De esta manera, las salas de los extremos quedan cerradas evitando recorridos
innecesarios y la consecuente alteración de temperatura, luz, sonido,
etc., mientras que la sala central -sin condicionantes de aislamiento térmico
ni lumínico- funciona como sala de trabajo diario.
Brindis por una obra
Inteligente, elegante y de gran calidad esta obra espera su mejor momento
con la fórmula del tiempo, el cual liberará sus mejores cualidades
para poder apreciarla en totalidad una vez que haya madurado. Concreto,
diseño y vanguardia ya comienzan a ser sus principales razones para
ser un referente inevitable. c
.
Gregorio B. Mendoza
Fotos: Cortesía José Hevia y Konkritblu
Arquitectura.
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