La Tallera, como ahora se le conoce fue quizá, el primer taller destinado al muralismo en el mundo. “Un taller–decía David Alfaro Siqueiros– grande, inmenso, lleno de máquinas, con andamios móvi les, con laboratorios para probar la química y la durabilidad de los co lores, con materiales plásticos en abundancia, sin el sufrimiento de la limitación, con un departamento de fotografía, con cámaras fílmi cas, con todo, todo lo que necesita un pintor muralista, hasta con los elementos y accesorios para pene trar en el escabroso campo de la dinámica de los colores y la rela tividad de las formas geométricas en el espacio activo”. Ese espacio para el artista era algo así como un inmenso granero, con luz cenital, pero sin puertas, abierto y por el cual había que entrar a través de un túnel, una metáfora física de todo lo que podía encontrarse ahí.
Su construcción lograda final mente en 1965 en el número 52 de la calle Venus en la colonia Jardines de Cuernavaca, en la ciudad de Cuernavaca, Morelos fue en pala bras del propio Siqueiros la ambi ción materializada de “llevar a la realidad una idea que desde 1920 tenía con Diego Rivera; es decir, la creación de un verdadero taller de muralismo donde se ensayaran y aprendieran con maestros locales y artistas jóvenes nuevas técnicas de pintura, materiales, aspectos geométricos, perspectivas, etc.”
Así, en una superficie de 500 m2 fue levantada la construc.ción original con una altura de 8 metros, ésta abarcaba sólo la mitad del terreno, poseía inmensos muros con ventanales hacia el sur y todo el lado norte abierto, dejando libre la otra parte del patio para la circulación del aire y el más amplio campo visual.
Su forma es una especie de gran rectángulo a primera vista, tiene 23 metros de largo; la par.te más larga del taller mide de extremo a extremo 33 metros. Da la sensación en su conjunto de un foro. El techo se componía originalmente de una estructura de hierro cubierta de asbesto–ce.mento. Incorporaba en esa zona, largos rieles por donde corrían potentes grúas eléctricas, de cu.yas cadenas pendían los grandes paneles de asbesto –que ahora forman el exterior del Polyforum–. Esta idea surgió de Siqueiros con el objetivo de no tener que usar andamios y facilitar la cotidianidad de su trabajo.
Era una idea visionaria para su tiempo, las grúas para la moviliza.ción de los paneles mencionados pesan 500 kg cada una y debajo de los rieles se encuentran los canales con profundidad de dos metros y 60 cm de ancho por los cuales ha.bían de descender dichos paneles. En total se usaban 12 grúas, 4 eléc.tricas y 8 mecánicas. Y se bautizó como la Tallera porque además de la admiración femenina, el maestro Siqueiros consideraba dicho taller como una fábrica que “daba a luz” cuadros de grandes proporciones. Al lado de este gran espacio de carácter industrial se encuentra la que fuera casa del artista en los últimos años de su vida.
El espacio fue paulatinamente olvidado y subutilizado. En 1986 se abrió como museo y en el 37 ani.versario luctuoso del muralista se formalizó el anuncio por parte del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) para intervenirlo. Objeto de una interesante inquietud de revitalizarlo y devolverlo a la comu.nidad artística nacional pero sobre todo a la comunidad del estado, ávida de vincularse con propuestas artísticas y los mensajes que éstas puedan construir en beneficio de la reconstrucción de un tejido social quebrantado por la violencia y la indiferencia, la oportunidad de re.novarse llegó en 2009 y después se concretó de manera más amplia en 2011 cuando se convocó a un con.curso de diseño arquitectónico por invitación del cual resultó ganado.ra por unanimidad la propuesta de la arquitecta Frida Escobedo.
Intervenir y reinterpretar
El proyecto integral de interven.ción y rescate de los murales re.quirió de más de treinta meses de trabajo y una cantidad mayor a 50 millones de pesos (mdp) invertidos de la siguiente manera: 5 millones para la realización de estudios pre.vios y diagnostico del conjunto (La Tallera y la casa estudio); 28 mdp para la obra pública necesaria pro.venientes del gobierno del estado, el INBA y la Secretaría de Turismo; 15 mdp para la restauración y tras.lado de murales que se llevaron al sitio; 4.5 mdp más para el equipa.miento, mobiliario, rehabilitación de oficinas y exhibiciones.
La propuesta, inaugurada el 20 de septiembre de 2012 por Felipe Calderón, la entonces ex titular del Instituto Nacional de Bellas Artes Lic. Teresa Vicencio, Taiyana Pimentel Paradoa, directora de la Sala de Arte Público Siqueiros, y la entonces titular del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes Consuelo Sáizar fue recibida entre amplios reconocimientos por haberse convertido en un nuevo es.pacio que contempla una renovada área de exhibiciones, talleres para distintas edades, biblioteca, centro de documentación, cafetería, área de trabajo y un proyecto interna.cional de residencias para artistas, críticos y académicos interesados en lo que ha ocurrido en Cuerna-vaca en el siglo XX y XXI que aún está en proceso de consolidación.
El trabajo de Frida Escobedo consistió en lograr que se unificara un diálogo público en torno a un edificio hermético y que finalmente comenzara a verse como un espa.cio común que se extiende hasta la plaza jardín que lleva el nombre de Siqueiros. Por esto mismo, este edificio se abre ahora con un gran patio de acceso con una pendiente sutil donde los protagonistas del espacio son un par de murales concebidos originalmente para estar al exterior y que con su nueva posición funcionan como vínculo visual y programático con la plaza, al contener la cafetería, librería y tienda del museo; y a la vez sepa.ran la residencia para artistas.
De acuerdo a Frida Escobedo “al rotar los murales se ponen en juego los elementos simbólicos de la sintaxis arquitectónica de la fachada –considerando la condi.ción de poliangularidad en la obra de Siqueiros– que cambia la habi.tual relación entre la galería y el visitante. Al igual que el exterior, el espacio museográfico interno se desdobla y genera nuevos vín.culos espaciales. La distribución de estos espacios como juego de planos en muros y murales se devela al cruzar una celosía peri.metral que delimita el contexto urbano; un gesto constructivo que puede por momentos llegar a ser considerada una pieza escultórica horizontal que resguarda la obra de Siqueiros.
El programa arquitectónico ahora habilitado se configura por: 253 m2 de oficinas; una plaza de acceso de 767 m2; sala principal del museo de 447 m2; 83 m2 cafetería; adicionalmente la zona de servicios y jardines así como 476 m2 de resi.dencias artísticas (la antigua casa de Siqueiros).
Nuevo lenguaje
La arquitectura del nuevo edificio posee gestos sencillos en su con.cepción constructiva así como en su pretensión material. Haciendo uso del concreto en los elemen.tos como son el patio de acceso (concreto lavado con agregados expuestos), el piso de las galerías (concreto con aplanado fino) y las losas de entrepiso o la estructura principal en concreto aparente, el diseño del espacio da prioridad al contenido y a la remembranza histórica de la función original. Al mismo tiempo deja clara la lección de equilibrar diversos sistemas constructivos y de dotar de cua.lidades extraordinarias materiales como las celosías de cemento triangular para configurar una at.mosfera peculiar colmada de luces y sombras.
La sofisticación de la obra se concentra en la mano de obra, la calidad constructiva y el rescate de elementos de la cultura popular en espacios destinados para el arte. Lo hace no sin cierta evocación nostálgica por el pasado pero tam.bién con un cierto grado de sim.plicidad que parece hace aún más anónimo al autor de la intervención para darle mayor protagonismo a quién concibió ese espacio como un lugar de vanguardia.
Las cajas que se encuentran ahora poseen ese color gris del cemento pero nunca se vuelven monótonas o deprimentes. Cons.truidas con una primera piel de blocks de cemento y recubiertas por una segunda de celosías, estas cajas exaltan la textura del concreto y su fortaleza siendo empleadas en una escala mayor, como corresponde a un edificio institucional con carácter público.
De la mano de la arquitectura del paisaje, la orientación y la pre.sencia de perfiles estructurales en color negro, todo espacio interior se vuelve una zona de interesante transición de luz y sonidos que en algunos casos representa la posibilidad de observar con dete.nimiento lo que sucede adentro, una metáfora del espacio público contenido en un edificio arquitec.tónico. El contraste entre la segun.da piel traslúcida y la pulcritud en blanco de las galerías herméticas que protegen adecuadamente la obra artística exhibida.
El cemento y el concreto son aquí, estructura y acabado; un lenguaje peculiar que se convierte por momentos en mobiliario y en pasadizo. Ventanas que parecen caleidoscopios, que determinan espacios y multiplican visuales. El mejor sistema para comunicar el pasado con un presente que culturalmente tiene mucho más por construir. Alejado de la con.cepción de que el concreto es materia siempre solida, aquí el in.genio popular parece expandir las virtudes de su materialidad desde el aspecto más humano posible al construir: la mano de obra.