Internacional
Museo Can Framis
Nexo entre tiempos
Una antigua fábrica en desuso es hoy en día sede de una de las mejores colecciones de arte catalán.
Desde comienzos del presente siglo, la ciudad de Barcelona acogió uno de sus proyectos más ambiciosos de las últimas décadas: el Distrito 22@. La idea central básicamente es la de regenerar antiguos espacios y edificios industriales, que abarcan desde la segunda mitad del Siglo XVIII a la primera parte del Siglo XX, y con-vertir la zona en un nuevo entorno de creación de última tendencia. Es decir, sustituir las chimeneas por lo digital, aunque también dentro de este gran desarrollo urbanístico, está contemplada la incorporación de centros educativos y culturales.
Desde la segunda parte del Siglo XVIII, esta región de la ciudad llamada Poble Nou, se convirtió en la gran región industrial de Cataluña. Incluso llego a denominarse como el “Manchester Catalán”, por la gran capacidad de producción que llegó a tener. A mediados del siglo XX toda esta actividad vino a la baja y origino que grandes fábricas quedaran en desuso; con ello comenzó la decadencia de Poble Nou. Sin embargo, los primeros diez años del presente siglo han sido testigos de la regeneración –con el proyecto Distrito 22@– de una actividad constante en la construcción que ha creado verdaderos iconos de la ciudad condal. Así, despachos de la altura del de Jean Nouvel famoso por su ya clásica Torre Agbar–, Herzog & de Meuron o Perrault, han sido algunos de los invitados a crear en este nuevo espacio de desarrollo. Cabe decir que dentro de los proyectos en 22@ existen dos tendencias principalmente: la de sustituir el antiguo edificio fabril por una obra de última generación, o bien, tomando en cuenta el pasado y presente de Poble Nou.
El Can Framis
Uno de los ejemplos más reco-nocidos es la antigua fábrica de lana Can Framis, hoy Museo Can Framis, de la Fundación Vila Casas. Haciendo un poco de historia, el farmacéutico Antoni Vila Casas quería salvar los edificios de la antigua fábrica y crear en ella la sede de una de las colecciones de pintura contemporánea catalana más importante. Para ello encargo al arquitecto y académico Jordi Badia –con el despacho Baas Arquitectos– esta aventura de mezclar tiempo y usos. En palabras del propio Badía, había que mantener la piel de los edificios antiguos, y además, que contrastara con el olor a nuevo del entorno 22@, así como dar aviso de que no hay sólo que renovar aquellos edificios excepcionales, sino algunos otros que ayuden a ofrecer al futuro una imagen no distorsionada de lo que represento Poble Nou.
Las dos naves antiguas, subraya Badía, no merecían ser recuperados desde un punto de vista arquitectónico o formal, sino por motivos de memoria histórica. Y así lo atestigua el jurado que le otorgo a este proyecto el Premio Ciutat de Barcelona de Diseño, Arquitectura y Urbanismo 2009, se lee en los medios: “por haber creado un espacio público íntimo en un contexto urbano desmembrado y en transformación, y por su acertada articulación entre lo viejo y lo nuevo, sin caer en tópicos restauracionistas”. Cabe decir que Jordi Badia recibió por este mismo proyecto el Premio Nacional de Patrimonio Cultural de la Generalitat de Cataluña.
La situación original tenía la presencia de dos naves industriales del antiguo complejo fabril Can Framis, en pleno corazón de Poble Nou. Dichas naves tenían que mantenerse y ser acondicionadas para crear una tipología de espacio expositivo de un museo de vanguardia, es decir, salas amplias, austeridad formal y el uso del color blanco. Además de los espacios destinados a la exposición, se tenía la necesidad de considerar zonas de oficinas, almacenaje y espacios polivalentes. Para ello, dentro de los 5,468 metros cuadrados existentes, 3,400 se dedicaron a espacios expositivos y el resto se repartió entre jardines y espacios polivalentes, oficinas y talleres.
Se construyo un nuevo edificio en concreto que conecta las dos naves existentes del Siglo XVIII, coincidiendo con el trazado de otra antigua nave. Con esto fue generada una plaza que coincide con la entrada principal al complejo y en un espacio de usos múltiples. Todo lo anterior se encuentra rodeado por un parque ajardinado de uso público, que aporta a la atmósfera un respiro de la modernidad circundante del Distrito 22@. Se tiene contemplado que la hiedra cubra todo el pavimento, mayoritariamente blando, mientras que la implantación de álamos blancos ofrezca una imagen nostálgica que contraste aún más con la piel moderna de los edificios vecinos.
El argumento de utilizar concreto para la construcción del volumen nuevo y en la reforma de las antiguas naves se basa en la historia misma de los edificios fabriles. En las primeras fases de construcción de las naves antiguas se habían utilizado para los muros, piedra y mortero de cal, y para las remontas y ampliaciones, ladrillo cerámico con mortero Portland. De esta forma, el mortero siempre había estado presente en las naves, y cómo lo entendían en el equipo de Jordi Badía, la suya sería una intervención más, como había sucedido a lo largo de la historia. La conclusión fue que debían intervenir con el mismo material que siempre se había utilizado en las fábricas. Por otro lado, se optó por concreto sin pulir y marcando los encofrados, para conferir al proyecto en su totalidad, un aspecto industrial. Por último, no por ello menos importante, el material otorga opacidad y un peso tal que ayudan a potenciar la sensación de aislamiento y recogimiento.
De esta forma, las antiguas naves fueron revestidas por una nueva capa de concreto que se funde con los pavimentos. Una capa de pintura gris protege los muros existentes, en la que aún se puede ver el viejo y deteriorado edificio fabrilcon cicatrices de antiguas ventanas, arcos, piedras, ladrillos formando un conglomerado de texturas, agujeros y tapiados de las diferentes intervenciones que estas naves han sufrido a lo largo del tiempo.
La entrada principal al museo tiene lugar por medio del edificio nuevo, dotado de espacios abiertos y grandes ventanas con vistas a la plaza del complejo, para Badía, el espacio principal del complejo, ya que dota de paz, silencio y aislamiento del gran movimiento que se genera en los alrededores y que al mismo tiempo es el punto de confluencia entre los edificios antiguos y el nuevo. Desde el vestíbulo principal comienza la propuesta museográfica la cuál propone una ruta, o más bien un laberinto, que siempre trasladará al visitante en un ir y venir entre el presente y el pasado. Esto es, hay un constante movimiento entre el espacio renovado de las dos naves industriales del Siglo XVIII y el espacio nuevo del Siglo XXI. De esta forma, este nuevo volumen conecta y permite un recorrido expositivo continuo y un ir y venir temporal.
Los mayores retos en este proyecto del equipo de Badía, era el de crear un espacio público cultural de última generación contemplando al mismo tiempo, las características del antiguo complejo industrial. Por ejemplo, las dimensiones de la nave y la altura no eran las más adecuadas, al mismo tiempo que la implementación de instalaciones –climatización, iluminación, etc.– tenían que adaptarse sin desvirtuar la atmósfera. Se trató de una operación quirúrgica que llevó gran parte del tiempo en la preparación del proyecto.
La parte posterior del conjunto comunica con la Facultad de Comunicación e Imagen de la Universidad Pompeu Fabra y con la Fábrica de los Media, otro espacio museístico donde se exponen 15 mil piezas de la colección de objetos de cine Queraltó. Entre estos edificios, todos de reciente construcción, incluyendo la de Can Framis, se respira un aire de modernidad en la cual aún se mantiene una gran chimenea, un vivo ejemplo de lo que Poble Nou significó para la industria catalana en el pasado, un barrio que comienza a tomar nueva energía, completamente de lleno en estos tiempos digitales, pero tratando siempre de no olvidar sus primeros momentos.
Texto y foto: Carlos Sánchez Pereyra
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