Renovación
Concreto histórico
John Ruskin (1819-1900), escritor y crítico de arte inglés afirmó que “Podemos vivir sin arquitectura y practicar el culto sin ella; pero no podemos recordar sin su auxilio”. Aquí un ejemplo de lo dicho por el gran teórico.
La memoria, pero sobre todo el valor del pasado, tiene un peso específico en nuestras ciudades, en sus edificios y en las obras que un día fueron importantes para la consolidación de la vida contemporÁnea. En este artículo mostramos un trabajo recientemente concluido
En este proyecto el tema en cuestión era una fábrica de cemento en desuso que debía ser convertida en estudio de arquitectura y vivienda para el propio arquitecto español Ricardo Bofill, quien en 1973 descubrió las instalaciones abandonadas y parcialmente en ruinas. Su visión lo motivó a plantearse como objetivo la renovación del lugar en estricto sentido estético y funcional. Su idea inicial era convertir la fábrica en oficinas para su despacho de arquitectura, un archivo, un laboratorio o taller de maquetas, una sala de exposiciones, un departamento para él, así como habitaciones para sus huéspedes y varios jardines.
Se trataba de un edificio que fue uno de los emblemas del industrialismo del siglo XX que a pesar de sus condiciones seguía siendo visitada por profesionales, estudiantes y artistas de distintas disciplinas. Dentro de las instalaciones que aún estaban presentes se encontraban más de treinta silos, diversas galerías y salas subterráneas, así como otros elementos que formaban un ambiente pleno de surrealismo: escaleras que subían a ninguna parte; poderosas estructuras de concreto armado que nada sostenían; piezas de acero en el aire y grandes espacios vacíos llenos de magia, etcétera.
Nueva vida
Ricardo Bofill ha comentado respecto a esta obra que debe entenderse el mensaje de que en la arquitectura no existen las causas pérdidas. “Me gusta pasear por los sitios de desechos industriales y por esta tierra de nadie, donde se debate la ciudad aparte, donde las chimeneas de ladrillo marcan la lucha anárquica entre los campos y los bloques de concreto. Conocer estos lugares malditos, un cementerio rodeado por el campo, la zona industrial y sus áreas secas. Por eso ocupamos la fábrica como ciertos pueblos del desierto ocupan cada silo, vinculándolos o no al otro como si fuera una unidad de vivienda, sabiendo que cada día cruzarían y recorrerían estos espacios más de cincuenta personas creando una buena armonía. Así comprobé todo lo que se puede extraer de un espacio como éste: la estructura industrial, en principio restrictiva como mensaje y abstracción artística, la introducción de dos nuevos programas en sí mismos difíciles de conciliar; la profesión del diseño, la reflexión y la convivencia en el sitio es algo incomparable, nunca me arrepiento”.
El proceso de restauración inició con la adaptación al nuevo programa. Ocho silos originales se mantuvieron, convirtiéndose en las oficinas, archivo, una biblioteca, una sala llamada la “catedral”, una sala de reuniones y la principal sala pública para el desarrollo de actividades culturales vinculadas a la actividad profesional del arquitecto. Se inició con la demolición de una parte de la vieja estructura. Los elementos rígidos fueron demolidos y poco a poco se fueron eliminando diversas toneladas de cemento que invadían todas las superficies. Había que poner al descubierto los volúmenes originales, hasta llegar a la estructura de concreto histórico.
Una vez que los espacios se habían definido, se comenzó a trabajar en el proyecto de interiorismo tratando de mantener una parte de lo construido anteriormente como símbolo de la arquitectura industrial al exhibir el “esqueleto” de concreto otrora oculto. Además se fueron introduciendo en las fachadas diversas ventanas en ojiva y arcos decorativos en los techos diseñados con un estilo distinto al industrial para dar dinamismo a este diseño original que poseía demasiados elementos planos y la fuerte presencia de los silos.
Los responsables del proyecto explican que lo que se realizó es “destruir los volúmenes arquitectónicos o decorativos que no necesitábamos y que demeritaban el sentido estético de esta antigua instalación en su conjunto, además hubo que vaciar los silos de cemento, limpiarlos a cabalidad para que no generaran partículas que provocaran daños a la salud y dividir los silos en distintas plantas –agregando una serie de losas de entrepiso– según las necesidades de uso de cada una, ya fueran espacios de trabajo para los arquitectos, la zona de archivos, de reproducción de planos, de recepción o de administración, siempre respetando la estructura existente. Era demasiado claro, teníamos que entender que el concreto había sido y seguiría siendo el elemento esencial del edificio”.
Como resultado se obtuvo la gran sala bautizada como “La Catedral”, que fuera la antigua sala de máquinas, con una altura de aproxima damente 12 m, transformada en recepción, lugar expositivo y zona cultural donde se celebran conciertos, conferencias, proyecciones multimedia, los espacios de trabajo, configurados como un gran trébol para favorecer la comunicación entre los diferentes equipos, la vivienda privada, con tres comedores, tres habitaciones, jardín, sala de fitness y el jardín elevado.
La calidad del espacio y la relación con su concepto da significado a cada lugar. La belleza de la relación entre el diseño de las partes y el todo se conjuga con la intención del espacio, su carácter, su luz, temperatura y otras condiciones para asegurar la elaboración de espacios únicos. “El espacio interior genera sensaciones capaces de aceptar a cualquier tipo de individuo con su propia personalidad. Por esta razón los espacios serán voluntariamente armónicos y neutros, produciendo las mínimas tensiones al comportamiento humano. Pocos materiales y una ausencia de decoración caracterizan los espacios interiores”. Así de clara era la concepción que Bofill tenía de lo que sería este sitio.
Los diseños de muebles por otro lado se alejan de las modas al ser concebidos como arquetipos funcionales que tienen como primer objetivo ser bellos, cómodos y fácilmente utilizables. Desde el diseño de vivienda colectiva hasta los interiores de aeropuertos, Ricardo Bofill Taller de Arquitectura continua elaborando el diseño de sus proyectos hasta los últimos detalles, este sin duda no ha sido la excepción. Así, resuelto el interior se iniciaría un proyecto de arquitectura de paisaje en los jardines exteriores que por su abandono estaban éstos colmados de hierba y rodeados por grupos de eucaliptos, palmeras, olivos, ciruelas, mimosas, y un sinfín de plantas que al final conservaron su característica principal, la de ser envolventes de la estructura de concreto y espacios de esparcimiento o convivencia colectiva.
Broche de oro
“El individuo, frente a la angustia de los cambios tecnológicos y a la incertidumbre que provocan las catástrofes, debe encontrar en la arquitectura una nueva relación con el espacio y el tiempo que le procure tranquilidad y armonía en su espíritu; una relación que le permita articular su vida entre el desarrollo del conocimiento y la fugacidad del placer, entre el acelerado tiempo de trabajo y el dilatado tiempo libre, entre el reducido espacio globalizado y el amplio y armónico espacio individual, entre la investigación de nuevos modelos de convivencia y la inmensa necesidad de construcción para la humanidad, entre las soluciones tecnológicas nuevas y la adecuación a arquitecturas ecológicas y locales. Entre la globalización y la diversidad. Entre el individualismo exacerbado y la solidaridad necesaria. Entre el trabajo ininterrumpido y la necesidad de invención y creatividad continúa”. Así lo dice el arquitecto Bofill. Comulgamos con él, esta obra es quizá uno de los más dignos representantes de este pensamiento escrito.
Lo que un día tuvo un esplendor industrial hoy recobra su majestuosidad pero con una nueva función, con otro carácter mucho más ameno y con muchas lecciones sobre la arquitectura, el respeto por el pasado y la flexibilidad de las estructuras de concreto, material que una vez más nos enseña otra de sus múltiples facetas.
Texto: Gregorio B. Mendoza
Fotos: Cortesía de Ricardo Bofill Taller de Arquitectura
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