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Auguste Perret: Maestro del concreto en el siglo XX

El maestro Auguste Perret (1874-1955) es uno de los más importantes exponentes del trabajo en concreto armado; de ahí que recordar parte de su vida y obra es sumergirnos también en momentos trascendentales dentro de la historia de nuestro admirado material constructivo.

Auguste Perret es conocido por su enorme calidad en el diseño de edificios en los cuales el concreto armado fue, sin lugar a dudas, el material preponderante. Como ejemplos, baste mencionar el inmueble de la calle Franklin número 25, bis, en París; el Museo de los Trabajos Públicos; el Teatro de los Campos Elíseos, así como la reconstrucción de la ciudad de El Havre al norte de Francia la cual fuera bombardeada durante la Segunda Guerra
Mundial. Sobre éste trabajo, uno de sus últimas realizaciones, cabe decir que se trata de un conjunto declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en 2005.
De esta obra destaca, a decir de la propia UNESCO el hecho de que la parte bombardeada fuera reconstruida por Perret entre 1945 y 1964 conforme a un plan urbanístico dirigido por el maestro y su equipo.
En la actualidad, el conjunto urbano inscrito está integrado por un centro administrativo, un centro comercial y otro cultural. Entre las muchas ciudades reconstruidas, Le Havre destaca sobremanera por la excepcional unidad e integridad de su plan de reedificación, en el que se asociaron los vestigios del trazado urbano precedente y las estructuras históricas subsistentes con las nuevas ideas en materia de urbanismo y técnicas de construcción.
Para la UNESCO, “la reconstrucción de esta ciudad es un notable ejemplo de aplicación de los principios de la arquitectura y la planificación urbanística de la posguerra, basados en la unidad metodológica, el uso de elementos prefabricados, el recurso sistemático a una trama modular y la explotación innovadora de las posibilidades del concreto”.
Por su parte, en el caso del edificio de la Rue Franklin, de 1903, –mencionado líneas arriba–, la estructura queda manifestada como un elemento visto en la fachada que estará presente en obras posteriores. La obra de la calle Franklin presenta estancias realizadas con historicismo, siguiendo además un método compositivo académico basado en tabiques cortos con grandes espacios. De esta obra trascendental para la historia del concreto armado, el historiador Sigfried Giedion señala que “este edificio no incorpora en absoluto las formas puras de los edificios para oficinas de Chicago, y no logra igualar la fuerza de la obra de Frank Lloyd Wright en el conocido periodo. No obstante, el edificio representa la primera aplicación del concreto armado como medio de expresión arquitectónica, y muchas de sus características se revelarían como el germen de futuros adelantos”. Hasta antes de esta obra, hace ver Sigfried Giedion, los edificios de concreto no hacían un uso arquitectónico del esqueleto.
“Ahora la fachada está perforada, se retranquea hacia atrás y sobresale hacia adelante. Seis pisos salientes quedan suspendidos en el aire, y el sexto de ellos muestra desnudos los pilares cuadrados del esqueleto de concreto. Toda la fachada está en movimiento. La parte superior del edificio casi parece flotar, y la parte baja, que en su momento albergó el estudio de Perret, casi se disuelve en el vidrio. Esta planta está cubierta con losas de concreto, delgadas y estrechas, que sobresalen para proporcionar una zona de sombra rematada por una terraza. El efecto total recuerda algunas construcciones de hierro: todo parece ir haciéndose más ligero hacia el suelo, hasta que finalmente tan sólo unos elementos delgados conectan al edificio con el terreno. Esta impresión de fragilidad tuvo sus consecuencias financieras. Los bancos se negaron a conceder una hipoteca sobre el edificio de viviendas, ya que los expertos predijeron su rápido derrumbe”. (Sigfried Giedion en Espacio, tiempo y arquitectura, Editorial Reverté).
Así podemos ver que esta visión que tiene el conocedor, de considerar a Auguste Perret como el padre del concreto tiene su razón de ser pues fue el primero en usarlo como elemento constructivo y estructural, pero también como elemento ornamental, lo que significó presentarlo, en algunas obras, de manera aparente; es decir, desnudo ante los ojos de un lector visual histórico, acostumbrado a los revestimientos.
Cabe decir, por cierto, que tanto el maestro Auguste Perret, como Tony Garnier son considerados los arquitectos más importantes del nuevo clasicismo francés, ese que tuvo lugar en el París de comienzos del siglo XX. En este sentido Perret realizó una arquitectura académica, siempre bajo una mentalidad neoclásica, sin mostrar un avance en la manera de componer ni tampoco en la de decorar; de ahí que su innovación radica, esencialmente, en el uso del concreto.
Con la realización, un año antes, en 1902, del edificio de la avenida Wragan, de París, Auguste Perret arranca su trabajo arquitectónico en el cual, como ya se dijo, ya está presente ese gusto por el retornar a la tradición clásica. Para 1905 Perret realiza el proyecto Garage Pontheu, donde utiliza el concreto acompañado de grandes ventanales de cristal, dejando la retícula desnuda de la fachada.
Cabe decir que ese mismo año de 1905, Auguste, junto con su hermano Gustave, fundan el estudio A&G Perret Architecs. Tiempos después, con su otro hermano, Claude, crea la constructora Perret Frères Entrepreneurs. Otra obra de enorme valor dentro del trabajo de Auguste Perret es el llamado Teatro de los Campos Elíseos, construido en 1911 en París; una obra que, por cierto, fue primero diseñada por Henry Van de Velde. De la obra destaca ese eterno gusto neoclásico de Perret, sólo que dialogado a través de un esqueleto de concreto.
En la década de los veintes, Auguste Perret se dedicó a explotar las múltiples posibilidades del concreto con el fin de conseguir una nueva imagen a través de las vidrieras por encalados de concreto de las iglesias. En este sentido, en 1922 se dedicó a rehabilitar las paredes exteriores de la icónica Catedral de Notre Dame, de París, usando esta técnica. En 1927 trabaja en la iglesia de Notre Dame, de Raincy, donde su interesante torre campanario de concreto armado, pareciera un anuncio de a lo que el concreto llegaría, no sólo en Francia sino en el mundo entero. Al ver esta obra, uno recuerda edificios en la Ciudad de México, como el de la Lotería Nacional. Quince años después construye el Museo de Obras Públicas y finalmente, pocos años antes de morir trabaja en la ya mencionada reconstrucción de La Havre. Hoy, a más de un siglo de que Perret realizara algunas de sus obras iniciáticas en concreto armado, su figura no sólo no se desdibuja sino que, por el contrario, se fortalece al ser reconocido por todos, como el gran maestro –arquitecto/ ingeniero– que fue. Vayan estas palabras en reconocimiento a uno de los genios del concreto. c

 


Yolanda Bravo Saldaña

 

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