Una joya en Michoacán
Muchos de los postulados de la Revolución, no tienen caducidad; de ahí que siempre será necesaria la dotación de agua; la generación de energía eléctrica o la contención del vital líquido; ese tipo de obras, no necesitan momentos históricos para construirse.
En México existen alrededor de cuatro mil presas;
667 de ellas están consideradas como grandes, por su capacidad de
almacenamiento. En nuestro país, la principal función de las
presas es la generación de energía; en menor medida son utilizadas
para actividades agrícolas, sobre todo en el norte de la República.
La presa de mayor capacidad, hasta el momento, es la Belisario Domínguez;
le sigue en tamaño la Nezahualcóyotl, ambas ubicadas en el
estado de Chiapas. Sin embargo, el estado de Michoacán tiene excelentes
obras de ingeniería que representan una aportación contundente
en un momento histórico crucial en el aprovechamiento de los recursos
naturales del país.
Una
presa icónica
La presa José María Morelos, “La Villita”, es
una obra hidráulica de usos múltiples construida por la Comisión
del Río Balsas, dependencia de la Secretaria de Recursos Hidráulicos,
entre mayo de 1964 y julio de 1968. Está ubicada sobre el cauce principal
del Río Balsas, el más caudaloso de la vertiente Pacífico
de nuestro país. Es sin duda, uno de los orgullos de ingeniería
mexicana de su rubro. En su sección Bicentenario, Construcción
y Tecnología, quiere recordar la importancia de esta gran obra La
presa “La Villita”, está ubicada entre los estados de
Michoacán y Guerrero; en los municipios de La Unión, y Lázaro
Cárdenas, con una superficie de 6,125 hectáreas; una capacidad
de almacenaje de 534,900,000 m3, a una altura de 60 m sobre el nivel del
mar. La importancia de la presa La Villita, consiste en que ha sido una
obra de infraestructura fundamental para el desarrollo de la región
de la desembocadura del Balsas (costas de Michoacán y Guerrero),
a la vez que permitió la construcción de la Planta Siderúrgica
Las Truchas, el Puerto Lázaro Cárdenas, así como otros
desarrollos.
CyT buscó
el testimonio del ingeniero Cesar Buenrostro, quien señaló
que dentro de los objetivos que esta magna obra debía cumplir cuando
se planeó se encontraban: la generación de energía
eléctrica con capacidad de 304,000 Kw, aprovechando las descargas
de la planta hidroeléctrica de El Infiernillo; el riego de 18,000
hectáreas de las costas de Guerrero (margen izquierda) y de Michoacán
(margen derecha); el control de avenidas para proteger localidades y tierras,
en las zonas costeras; el paso de la carretera costera del Pacífico,
sobre la corona de la cortina y sobre un puente construido sobre el cimacio
del vertedor de demasías de la propia presa y por último,
el permitir la navegación, pesca y recreación, en el lago
con longitud de 60 km, hasta el pie de la presa de El Infiernillo.
No era una empresa fácil desde el enfoque de la ingeniería.
Destaca el hecho que estando a 13 km de uno de los epicentros sísmicos
más importantes del territorio nacional, la Comisión a cargo,
proyectó la cortina de la presa, del tipo materiales graduados, con
corazón impermeable de arcilla ejecutándose con un control
escrupuloso de los procedimientos de construcción y de las especificaciones
de calidad, lo que ha resultado en su plena estabilidad y satisfactorio
funcionamiento, resistiendo importantes movimientos telúricos originados
en sus años de vida.
“Es de interés destacar que previamente al inicio de la obra,
la Comisión realizó exploraciones en el cauce, para determinar
la profundidad del material de acarreo (gravas y arenas), encontrándose
que esos materiales llegan hasta 96 m de profundidad, lo que llevó
a realizar los estudios al centro del cauce, a base de un pozo Lugeon y
perimetralmente perforaciones con piezómetros para determinar la
permeabilidad de los acarreos, determinándose a partir de esos resultados,
la necesidad de construir en sentido transversal al cauce una pantalla impermeable
de concreto de 60 cm de espesor, a partir del nivel del cauce y dentro del
material de acarreo, cuyo eje es coincidente con el del corazón impermeable
de arcilla de la cortina”, acotó el ing. Buenrostro.
Esta
pantalla construida previamente al inicio del desplante de la cortina de
materiales graduados tuvo como procedimiento constructivo, la extracción
del material por medios mecánicos (cucharón de almeja), introduciendo
bentonita en el mismo volumen en que se iba extrayendo la grava y la arena,
con objeto de mantener verticales las paredes. Este procedimiento se efectuó
en dos etapas, manejando al río para encauzarlo a una de las márgenes
y posteriormente a la otra, para poder trabajar en seco.
En ambas etapas, una vez alcanzada la profundidad para empotrar la pantalla
en la roca del fondo del cauce, se fue colando el concreto, mismo que por
su densidad desplazó a la bentonita que había dado estabilidad
a la excavación. La tecnología utilizada fue de origen italiano
(ICOS), aplicada por técnicos mexicanos. En la parte superior de
esta pantalla, a lo largo de sus costa dos, se efectuaron inyecciones adicionales
de compactación del
terraplén, así como inyecciones de consolidación hasta
13 m de profundidad, confinando además con grava, arena y rezaga
y por varias décadas fue la pantalla impermeable de concreto más
profunda que en el mundo se hubiera construido. Adicionalmente a los aspectos
relativos a la pantalla impermeable de concreto, referidos en el punto anterior,
se debe mencionar que en la construcción del corazón impermeable
de arcilla, de 48 metros de altura, se logró por primera vez en una
obra hidráulica en México una compactación de 95% proctor,
a base de 12 pasadas con equipo mecánico, rodillo “pata de
cabra”, y por la pureza del material y su humedad óptima.
Talento a prueba
Un hecho significativo se presentó estando la obra en proceso de
construcción: la Comisión Federal de Electricidad (CFE) ofreció
descargar durante 1967, un gasto máximo de 2,000 m3 por segundo,
al solicitar a la Comisión del Río Balsas la reducción
del diámetro de los dos túneles de desvío que se construyeron
en la margen derecha del Balsas, de los 13 m de diámetro a 10.50
m, por serle conveniente para su utilización como obra de toma para
la generación de energía en la planta hidroeléctrica
que en esa misma margen se construyó.
Sin embargo, hacia el 25 de septiembre de 1967, estando ya en nivel elevado
el almacenamiento en El Infiernillo, se dieron una serie de avenidas que
llegaron a tener el pico de 25,500 m3 por segundo, lo que obligó
a establecer una comunicación permanente entre las directivas de
ambas comisiones para concertar las máximas descargas que pudieran
transitarse por los dos túneles de desvío de concreto reforzado
y por el vertedor de demasías, también de concreto reforzado,
con apenas 25 días transcurridos de sus últimos colados (correspondientes
a la cubeta deflectora) y que mediante la construcción de ataguías
provisionales se sobreelevó aceleradamente la cortina con material
semi-impermeable lográndose transitar durante cinco semanas consecutivas
las descargas del vaso de El Infiernillo, adicionadas con caudales de cuenca
propia, con una descarga pico de El Infiernillo (por unas cuantas horas)
de 11,500 m3 cúbicos por segundo.
Al término de este esfuerzo para el control de los elementos naturales
y habiendo secado el vertedor de demasías con longitud de cresta
de 98 m, se inspeccionó detalladamente la estructura, encontrando
que el cimacio, la losa, la cubeta deflectora y el dentellón de empotramiento
de la misma, no habían sufrido ni un solo daño. “Fue
otra muestra más de que el concreto bien elaborado y bien manejado
en la obras, es un material fundamental en las grandes obras de infraestructura”,
afirmó César Buenrostro.
En éste, como en muchos otros episodios, contó con la organización
y la participación directa de un equipo encabezado por el general
Lázaro Cárdenas del Río, del ing. Cuauhtémoc
Cárdenas Solórzano y del vocal secretario de la Comisión,
con la destacada asesoría del ing. Aurelio Benassini, por parte de
la Secretaría de Recursos Hidráulicos y del ing. Fernando
Hiriart, de la CFE a quienes –afirma nuestro entrevistado– aún
hace falta hacerles mayores reconocimientos, no sólo como profesionales
y maestros de muchas generaciones de la ingeniería sino por ser patriotas
ejemplares.
Así, el contrato suscrito el 1º de octubre de 1964 por el Presidente
(Alfredo del Mazo V.), el Vocal ejecutivo (Lázaro Cárdenas)
y el Vocal secretario (César Buenrostro) de la Comisión del
Río Balsas, con Ingenieros Civiles Asociados, SA (ICA), cuyo Gerente
general fue el ing. Bernardo Quintana y su Director general, el ing. Francisco
Noreña, reportó un importe de cincuenta y cinco millones de
pesos para la construcción de esta obra.
De pie
A más de cuatro décadas de haberse concluido este proyecto,
se mantiene de pie dando testimonio de la consolidación de infraestructura
realizada en esos tiempos. La presa José María Morelos “La
Villita” se suma así a este reconocimiento que el IMCYC la
hace a la ingeniería mexicana posrevolucionaria a través de
sus grandes y
más representativas obras. c
Yolanda Bravo Saldaña
Fotos: Tomadas del libro Presas y paisajes del agro mexicano, (A&S
Photo/Graphics).
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