Quién y Dónde
Promotor de la arquitectura mexicana
“El nombre del arquitecto Ernesto Alva Martínez está vinculado a la difusión y promoción de la arquitectura mexicana desde hace décadas.
Si bien esta es una de sus facetas más conocidas, la trayectoria del arquitecto Ernesto Alva Martínez abarca una destacada labor docente en la Facultad de Arquitectura de la UNAM y un amplio conocimiento en el ámbito de la vivienda, así como de los retos comunes que enfrentan México y Latinoamérica.
Nuestro entrevistado cuenta que desde que estaba en la secundaria supo que sería arquitecto. “En mi familia no había arquitectos pero mis papás tenían unos amigos arquitectos y así fue como me metí en esto. Nací en el Distrito Federal, pero de niño viví en Tampico y allí estudié hasta la preparatoria. Desde que estaba en la secundaria iba a la oficina de estos amigos que eran refugiados españoles, y empecé a trabajar con ellos haciendo maquetas”.
En la ciudad de México Ernesto Alva ingresó a la entonces Escuela Nacional de Arquitectura. Paralelo al estudio siguió trabajando con uno de los arquitectos amigo de sus padres que por ese tiempo vivía en la capital y colaboraba en proyectos con los arquitectos Enrique del Moral y Mario Pani. Alva recuerda que dibujaba en un rincón y escuchaba las pláticas de estos grandes personajes.
Al terminar sus estudios en 1966, solicitó una beca para irse a Francia pero un golpe del destino condujo sus pasos a Santiago de Chile. “Yo trabajaba en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes como dibujante y un día le dije al director que quería irme. Me dijo recíbete y yo te ayudo a conseguir una beca. En la Escuela había un programa para recibirse en tres meses, te encerraban en un salón donde ahora es la biblioteca y sólo podías salir a dormir”. Así obtuvo su título y a los pocos días no se fue a Europa, sino al Cono Sur donde desde entonces se involucró en la problemática de América Latina.
El programa de estudios era una Especialización en Planeación General en el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social, de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), donde tuvo como profesores a Fernando Henrique Cardoso (Presidente de Brasil de 1995 a 2003) y al sociólogo chileno Enzo Faletto. “Yo era el único arquitecto y estuve en Chile año y medio sin estudiar nada de arquitectura. Fue un cambio de perspectiva total. Allí entendí que México era un país pobre con problemas similares a todos los países de América Latina”. En ese tiempo Chile era gobernado por Eduardo Frei Montalva, quien fue sucedido por Salvador Allende a finales de 1970.
Ernesto Alva regresó a México en 1967 en un momento de gran efervescencia política y social. Su llegada coincidió con un cambio en los planes de estudios de la UNAM en los que se incluyó en todas las licenciaturas una materia llamada “México” porque las autoridades universitarias se dieron cuenta que estudiantes y egresados no conocían el país. “Caí como anillo al dedo. Empecé a dar esta materia en la que hablábamos de demografía, de economía, de problemas sociales e insistíamos que México y América Latina tenían una problemática común y por lo tanto debíamos voltear hacia abajo y no hacia Estados Unidos. Esto me marcó desde entonces ideológicamente”.
El joven arquitecto participó activamente en el movimiento de 1968, y en 1972 se involucró en el proyecto del Autogobierno con el que se transformó la enseñanza en la Escuela Nacional de Arquitectura. “El objetivo era formar arquitectos con compromiso social. No fue un movimiento aislado, se dio en América Latina y Europa como consecuencia del 68, aunque después perdió fuerza por el avance del movimiento internacional”.
Con la mirada en la vivienda
Paralelo a la enseñanza, Ernesto Alva ha estado involucrado de lleno en el tema de la vivienda. Trabajó por más de 10 años en el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit) donde le tocó el cambio de modelo de otorgar la vivienda por medio de los sindicatos, a que el derechohabiente aplique su crédito donde quiera o pueda. También le tocó que el Infonavit dejara de desarrollar proyectos y adquirir suelo para vivienda para ser únicamente el facilitador de créditos.
A la pregunta de cómo ve la situación actual en la que existe un fuerte déficit en materia de generación de vivienda, pero también hay un alto índice de desocupación en los desarrollos nuevos contesta: “Sigo creyendo que el tema clave para el desarrollo de nuestras ciudades es la vivienda pero tenemos una gran incapacidad en lo que se refiere a la creación de nuevas soluciones. No hay muchos arquitectos trabajando en este rubro, se han ido marginando y está en mano de los desarrolladores. La vivienda se ha convertido en un producto, es una mercancía. En la actualidad la gente invierte hasta cuatro horas de traslado para llegar de su casa a su trabajo, por eso hay tanta desocupación. La gente compra su casa no importa dónde porque tiene derecho a un crédito, pero no la puede vivir por la lejanía. Termina viviendo en casa de sus parientes y la usa los fines de semana o la tiene deshabitada”.
Alva pone el punto sobre la “i”, al recordar que en nuestro país quien más requiere de acceso a la vivienda es la población que gana menos de cuatro salarios mínimos y no es sujeto de crédito. “Esta gente construye la llamada vivienda de producción social que no necesariamente es de autoconstrucción sino que la va haciendo poco a poquito”. Dice que la inversión en este segmento es igual a la que hace el Estado en la vivienda formal y que si bien ya ha sido reconocida en la nueva Ley de Vivienda y existen programas para su mejoramiento, los recursos destinados aún son muy bajos.
“Voltear la mirada hacía la vivienda de producción social permitiría tener una ciudad más rica. Cuando estos barrios se consolidan son bonitos, tienen identidad, al contrario de las ciudades de los desarrolladores que son aburridas. Esta gente ya dejó su huella ecológica, cuando pueda va a cambiar los muros de cartón por muros de ladrillo y esa casa va a durar 50 años. Hay que mejorarla, reconocerla y con esto mejorar la ciudad”. Presidente del Colegio de Arquitectos de la Ciudad de México de 2000 a 2002, Alva menciona que en el CAM se desarrollaron los programas de mejoramiento de vivienda y mejoramiento barrial junto con el gobierno de la ciudad en la época de Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador. “Las ONG’s habían trabajado en esto, pero el Colegio lo hizo en grande”. Cabe mencionar que tras la creación del Instituto de Vivienda del Distrito Federal (Invi), el gobierno capitalino hizo suyos estos programas que siguen vigentes. Además, la Comisión Nacional de Vivienda (Conavi) ya ha reconocido a la vivienda de producción social e incluso organismos como el Infonavit han comenzado a dar créditos para este tipo de programas.
Coordinador desde 2003 de la Especialidad de Vivienda que se imparte en la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, Alva cuenta a sus alumnos que cuando vivía en Tampico la ciudad tenía 150 mil habitantes y tenía catedral, 40 escuelas, un tecnológico, preparatoria, secundarias, primarias, cuatro mercados, muelle, aduana, cines, bares, cantinas y hasta casas de prostitución. “Tenía todo. Ahora hay conjuntos de más de 100 mil habitantes sin ni una tiendita. No hay equipamiento. Las casas tienen una superficie de 28 metros cuadrados dizque con crecimiento y la gente empieza a modificarlas desde antes que se las entreguen”. Aunque Alva cree que ha habido un cambio, dice que los organismos de vivienda siguen haciendo casas para el comercio. Lograr que los arquitectos se involucren en la búsqueda de nuevas soluciones es el propósito de la Especialidad.
Difusión y concursos
Otra de las actividades que ha caracterizado a nuestro entrevistado es la difusión de la arquitectura mexicana y la organización de concursos. Ejemplo de ello es la coordinación de la Exposición de Arquitectura Mexicana en 1982 con el apoyo del CAM, la Facultad de Arquitectura de la UNAM y la Secretaría de Asentamientos Humanos que fue expuesta en México, España, Francia, Estados Unidos Noruega y Chile. En 1999 coordinó la Guía de Arquitectura de la Ciudad de México y Área Metropolitana y en la Federación de Colegios de Arquitectos de la República Mexicana (FCARM), fue presidente de la Bienal de Arquitectura Mexicana de 1994 a 2008. Mención especial merece la coordinación de más de 10 libros publicados por la FCARM y el Grupo Comex que recibieron Mención Especial del Premio Jean Tschumi en el XIX Congreso de 1996 de la Unión Internacional de Arquitectos (UIA). Esta colección (que abarca de 1992 a 2004) además de difundir la arquitectura mexicana, es un registro de la obra construida en México en estos años. Cabe destacar que las obras fueron seleccionadas por un jurado en el que participaron arquitectos como Augusto H. Álvarez, Antonio Attolini y Ricardo Legorreta y no porque los arquitectos pagaran para ser publicados. Otro libro de reciente factura que deja un registro fundamental es el dedicado a la obra de Antonio Attolini.
En lo que toca a la organización de concursos, Ernesto Alva comenta que en todo el mundo los proyectos de obra pública se concursan. “Es la única manera de que jóvenes que no tienen apoyo puedan entrar al mercado laboral. Es una ventana de oportunidad”. Sin embargo, dice que en México no existía esta práctica porque el gobierno se resistía ya que se detonan pleitos entre los arquitectos. “En 1985 después del sismo se hizo un concurso para la Plaza de Solidaridad que se coordinó desde el CAM y hubo protestas. Le siguieron el del Zócalo y el de la Casa de las Ajaracas y ambos se cayeron. El gobierno empezó a hacer concursos pero se quedaban allí.”
Gracias a su participación como jurado en concursos internacionales, Ernesto Alva conoció como se armaban los concursos y promovió junto con el CAM su realización. Cuando surgió el concurso de la Biblioteca Vasconcelos, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) le invitó a organizarlo. “Nunca se había hecho en México un concurso internacional. Conseguí toda la reglamentación de la UIA e hicimos un jurado internacional en dos etapas”. Ganado por el arquitecto mexicano Alberto Kalach, Alva destaca que éste proyecto en un esquema tradicional no se hubiera realizado. “Se hizo porque tuvo todo el apoyo del jurado. Es una idea diferente de cómo hacer una biblioteca”.
Posteriormente, coordinó el concurso para la Terminal Dos del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México ganado por el arquitecto Francisco Serrano y recientemente estuvo al frente del concurso para la Nueva Sede del Senado de la República ganado por Xavier Muñoz, un arquitecto joven y poco conocido hasta entonces. También coordinó el concurso para el Arco Bicentenario, al que se invitaron a 30 arquitectos de varias generaciones y cuyo ganador fue César Pérez Becerril.
“Los concursos hacen que participe la gente” dice Alva y agrega que los conflictos políticos que los rodean son ajenos a la coordinación. Algo importante es darle seguimiento al proyecto ejecutivo para que no se queden en el papel. Alva y su equipo así lo han hecho en la Biblioteca Vasconcelos, el Senado de la República y el Pabellón de México en la Expo Shangai 2010, este último ganado por un despacho de arquitectos jóvenes. Además de estos concursos que han terminado en obras realizadas, otros coordinados por Alva se han quedado en el papel. Aún así dice que afortunadamente cada vez surgen nuevos concursos en nuestro país.
Así es como Ernesto Alva ha encontrado variadas vetas en su vocación como arquitecto. “Hay que inventar el trabajo, tener nuevos proyectos”. En la actualidad trabaja en una colección de libros pequeños dedicada a jóvenes arquitectos y arquitectos olvidados; desde el CAM coordinará la Convocatoria de Ideas para la Ciudad de México 2030, que pronto será anunciada y sigue con su compromiso docente en la Facultad de Arquitectura de la UNAM.
Texto: Isaura González Gottdiener.
Retrato: a&s photo/graphics.
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