Las presas bajo la mirada femenina
Un invaluable libro de 1938 da cuenta de las principales obras posrevolucionarias que se desarrollaban en ese año cardenista.
Al buscar documentación histórica acerca
de la presa Plutarco Elías Calles de San José de Gracia, Aguascalientes
(Ver Construcción y Tecnología, marzo de 2010), hallé
en la biblioteca de la Universidad Iberoamericana un invaluable libro que
me cautivó desde el momento en que lo abrí. Se trata de Presas
y paisajes del agro mexicano, escrito por María Teresa Borragan.
Lo primero que quise fue conocer más de la autora quien de manera
coloquial, amena, apasionada y divertida, narra sus extenuantes andanzas
–con un grupo de personas– por algunas presas en construcción,
o recién terminadas, del México de los años treinta.
Desafortunadamente poco hallé de la escritora; sin embargo, me sorprendió
encontrar que María Teresa Borragan de Alonso fue una extraordinaria
mujer española que le dedicó al teatro –como dramaturga
y crítica– gran parte de su vida. Por lo que se percibe, también
fue una afortunada viajera del territorio mexicano pues además del
libro citado, escribió Doce mil kilómetros a través
de los sistemas de riego en México (1937).
Nacida en Palencia España en 1889, y fallecida en la Ciudad de México
en 1961, Borragan fue periodista, novelista, así como una mujer comprometida
con los proyectos culturales. En 1927 fue nombrada directora del Teatro
Martín, en Madrid. Además de dramaturga, es considerada en
España una luchadora en pro del feminismo. Al llegar a México,
es palpable la pasión que siente por las costumbres, la gente, el
paisaje y por la misma tierra mexicana.
El
paseo por la presas
Lo primero que escribe en su libro María Teresa Borragan es: "Cuando
subo al carro que ha de conducirnos rumbo a las presas de la República,
rodean al ingeniero Francisco Vázquez del Mercado hombres de negocios,
universitarios, periodistas, políticos; todos aquellos elementos
capaces de comprender la obra que con tino tan loable, la Comisión
[Nacional de Irrigación, creada en 1926] desarrolla en cumplimiento
del más trascendental de los afanes del presidente Cárdenas,
y de orientar a la opinión pública sobre todos esos complejos
económicos sociales que México debe solucionar en el aprovechamiento
ordenado y científico de la tierra".
La primera presa a la que alude y describe la autora es la Presa Francisco
I. Madero (localizada en la cercanías de Huichapan, Hgo.) –iniciada
por el propio Madero pero terminada en época de Cárdenas–.
De esta obra, la autora poéticamente expresa: "De pronto, bajo
la reverberación de la luz que hila doradas fantasías en los
espacios, asoma el ancho espejo del 'vertedor de demasías', de cresta
fija recién revocado, con una extensión de sesenta metros,
capaz de desfogar seiscientos metros cúbicos de agua por segundo”.
Internados en la obra, la autora asombrada describe el trajín: “Las
mezcladoras y los hombres trabajan en armónico ritmo añadiendo
estrofas viriles al poema de gesta revolucionaria que se traduce en ‘obras
de irrigación’, y casi recorremos todos los eslabones de esa
cadena recia, en que México hallará base a todas sus redenciones.
Andamiajes que se tienden en puente sobre pozas de aguas verdes con reflejos
de esmeralda; la cortina, totalmente revestida de cemento ‘aguas adentro’,
con una altura imponente que nos convierte en pigmeos. Luego, nos aventuramos
por la boca negra del túnel de la ‘obra de la toma’,
en donde se trabaja con actividad titánica abriendo bajo las entrañas
de la tierra una arteria de ciento cincuenta metros de longitud por cuatro
cincuenta de diámetro que antes de dos meses servirá para
desfogar el torrente de las primeras avenidas”.
Sigue
la autora y el grupo viajando; después de pasar por Querétaro
y Polotitlán, arriban a la presa de la Adjunta, cuyo corazón
de breca consolidada sería revestido de basalto. De ésta menciona:
"Tendrá ciento sesenta y cuatro metros de longitud en la corona
por cinco de anchura, y completando su pétrea arrogancia con doscientos
cinco metros de base y sesenta y dos de altura”.
El paseo por los paisajes en construcción del agro mexicanos se continúan.
La autora siempre muestra en palabras su admiración por puentes,
pueblos, joyas arquitectónicas y cascadas; pero, sobre todo, por
la gente trabajadora que está construyendo postrevolucionario. Arriban
a la zona en construcción de la presa de Cointzio, en Michoacán,
con su cortina de enrocamiento. Asimismo, conoce los planes de irrigación
del valle del Yaqui, así como la planta de bombas de los “áridos
calizales” de Tetabiate, Sonora “que parecen despertar de un
sueño milenario requeridos por los titanes de irrigación para
sumarse al concierto de un vivir más fecundo”.
Después
de semanas de viaje toman rumbo hacia el sur, para conocer la construcción
de la presa que ella considera es la “obra más grande de irrigación”:
la presa de la Angostura (cuyo nombre real es presa Belisario Domínguez),
localizada en el cañón del mismo nombre. De las labores que
ahí estaban realizándose a la llegada del grupo, dice: “Ocho
kilómetros de carretera, abiertos en temerarias curvas, faldeando
la montaña de pedernales, tuvo que construir la Comisión Nacional
de Irrigación en este lugar, sólo para los preliminares del
‘colado’ de la cortina de cien metros; una de las más
grandes del mundo, que contendrá los torrenciales ímpetus
del Bavispe […] Estamos frente a la cortina de arco de gravedad, en
que los gigantes de la Comisión Nacional de Irrigación han
ahondado doce metros en pura roca, bajo el nivel del río […]
El túnel de desviación, con 300 metros de longitud y una sección
de tipo ‘herradura’, con 5.5 metros de ancho, excavado en roca
sólida, recoge en estos momentos toda el agua del río, pudiendo
asegurarse que, con respecto al colado que se realiza en el cauce, este
túnel es el barómetro de defensa de las obras, ya que si no
tuviera cabida para los aluviones en época pluvial, podría
romperse el ‘ataguía’ e inundarse la base, con respetable
pérdida de millones y de tiempo para la Comisión” […]
Estamos frente a la planta mezcladora, que Irrigación tuvo que montar
para las revolturas de arena y grava que, con un millón de sacos
de cemento, se emplearán en amasar el dolmen del recio dromedario
de la Angostura”.
Poco
después retornan al norte para visitar la Presa El Azúcar
(Marte R. Gómez), en el estado de Tamaulipas. La autora nuevamente
se impacta ante los trabajos para hacer la cortina que tendrá 6 kilómetros
de longitud. Se adentra en el túnel y puede observar las formas del
vaciado del concreto. Expresa de manera literaria su impresión: “Los
obreros, a las cuatro de la tarde, son vomitados como hormigas por la enorme
boca del socavón. Y al deslizarnos por la sombría voracidad
de sus fauces, nos parece avocar a los mitológicos mundos del aquel
enano Alberico, que Wagner inmortalizara en su trilogía genial de
Nibelungos, Walkirias e hijas del Rhin”. Otra presa visitada por este
empeñoso grupo en el cual viaja María Teresa Borragan es la
presa de Santa Rosa, en Zacatecas, ya terminada cuando la conocen. Observa
el entorno y lo describe: “Algunas mujeres lavan en el vaso de almacenamiento,
con capacidad para quince millones de metros cúbicos de agua, que
empieza a llenarse. En el murallón, se alzan las válvulas
de compuertas, para mil trescientos litros de desplace por segundo. El canal
alimentador, nutrido con las avenidas del río Chico, que a su vez
recibe el agua de la sierra de la Herradura y del Monte de los García…
Cruzamos sobre la nucortina de seiscientos metros de longitud y contemplamos
el vertedor de demasías, para un gasto de ciento ochenta metros cúbicos
por segundo, cuyo ‘delantal’ de noventa metros de largo, argamasado
con concreto pizarroso, luce bajo el sol que asoma por momentos, como algún
monstruo acostado en la llanura”.
La
autora termina su libro con un reconocimiento a los trabajos realizados
en el gobierno cardenista, escribiendo: “Si a cada época le
señala su obra el destino, la nuestra debe sentirse orgullosa de
la empresa titánica que, bajo la égida del presidente Cárdenas,
y la dirección del ing. Francisco Vázquez del Mercado, realiza
la Comisión al fincar sus centauros de piedra y de cemento en las
maravillosas extensiones del agro mexicano, sobrepasando el lema con que
pelean en la liza: POR LA GRANDEZA DE MÉXICO”. c
Yolanda Bravo Saldaña
Fotos: Tomadas del libro Presas y paisajes del agro mexicano, (A&S
Photo/Graphics).
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