Una renovación integral
Fue motivo de una intervención integral uno de los espacios en concreto más icónicos de la capital: el Centro Cultural Universitario
Contundente
afirmó el arquitecto Orso Núñez Ruiz-Velasco, autor
del proyecto original del Centro Cultural Universitario de la UNAM (CCU):
“Nunca tuvimos duda de que los edificios tenían que ser de
concreto. Los edificios debían ser como enormes piedras que emergerían
de la irregularidad de la roca. De ahí fue que decidimos que serían
unos volúmenes quebrados de concreto con intensas texturas las que
darían el lenguaje correcto para integrarse a un paisaje muy particular”.
Era 1976 cuando se inició la etapa de diseño del primer proyecto
del conjunto: la Sala Nezahualcóyotl, sede de la Orquesta Filarmónica
de la UNAM.
Trabajando bajo un ambicioso plan maestro que incluía cinco recintos
más, Núñez coordinó un equipo de trabajo desde
la Dirección General de Obras de la UNAM, entonces dirigida por el
ing. Francisco de Pablo. “El ingeniero De Pablo nos permitió
una libertad de diseño increíble que, sumada a la asesoría
de los mejores expertos de la época, dio por resultado un proyecto
fructífero. Recuerdo las aportaciones de los maestros Jorge Velazco
y Eduardo Mata. De hecho fue Eduardo Mata quien propuso el partido arquitectónico
de la Sala Nezahualcóyotl. La ayuda de ambos fue invaluable”.Hacia
1980, el resto de los edificios que conformaban la primera etapa del plan
maestro estaban terminados. Clementina Díaz y de Ovando lo describió:
“Destaca todo el conjunto como una expresión vigorosa que se
integra al paisaje. Y la naturaleza de los materiales empleados responde
con su reciedumbre a la fuerza del sedimento volcánico sobre el cual
se levanta; por la mano del hombre, esta fuerza se ha geometrizado en armoniosos
volúmenes y nobles espacios internos; en ellos se albergan múltiples
aspiraciones espirituales de nuestra Universidad”.
33
años después
El CCU ha sido desde su apertura uno de los espacios más dinámicos
de la Ciudad Universitaria. Miles de funciones anuales en todos sus recintos,
infinidad de visitantes, directores y administraciones han pasado por este
recinto. No obstante haber recibido buen mantenimiento durante más
de tres décadas, los edificios mostraban las inevitables huellas
del desgaste natural del uso intenso, además de que necesitaban actualizarse
a las nuevas tecnologías. Así, en 2005 regresaba a México,
tras 15 años de residencia artística en Berlín, la
actriz, bailarina y ex agregada cultural Liliana Saldaña para dirigir
la Coordinación de Recintos Culturales. Una vez instalada en el puesto,
constató la problemática del mantenimiento y la edad de los
inmuebles, así como la obsolescencia en ciertos aspectos técnicos.
En 2006 se inició un plan de renovación detallado y fue revisado
hasta el último rincón del conjunto para detectar fallas,
carencias, cambios al proyecto original, adiciones posteriores mal logradas,
así como las situaciones naturales que el paso del tiempo había
deteriorado. “Hicimos un censo –como de año y medio–entre
administradores, bailarines, actores, músicos, personal de intendencia
y, por supuesto, con el público asistente. Obtuvimos datos valiosos
que generaron el proyecto”, comentó a CyT Liliana Saldaña.
Las respuestas fueron reveladoras: el mayor porcentaje de asistentes a los
conciertos supera los 60 años de edad; los baños no eran suficientes;
no había facilidades para gente con alguna discapacidad motora; se
rentaban equipos de sonido externamente para cumplir con los requerimientos
de los espectáculos a costos muy altos; existía desarmonía
en los acabados debido a los constantes cambios a lo largo de los años;
altos consumos de energía eléctrica por usar lámparas
con especificaciones antiguas; los tableros eléctricos tenían
cableados y circuitos no identificados, entre otras anomalías.
Ideas y soluciones
El siguiente paso fue desarrollar un ambicioso proyecto de renovación
y actualización de todos los “teatros” (como ellos les
llaman) del Centro Cultural. Vinieron meses de intenso trabajo donde destaca
la participación del ing. Nicolás Peláez, coordinador
técnico de la propia Coordinación de Recintos Culturales.
“Teníamos detectados
los problemas y empezamos a dar soluciones. Sólo teníamos
una restricción: no se podía cambiar, ni alterar la arquitectura,
ni la esencia del proyecto original”.
El proyecto le fue presentado al rector José Narro, quien quedó
convencido de inmediato de asignar recursos para intervenir a la brevedad
los recintos. Inició la etapa de licitaciones, concursos de obra,
presupuestos y la delicada logística que implicaba una intervención
de esta magnitud. Tras estudiar minuciosamente cada etapa de trabajo y su
repercusión en el funcionamiento del CCU, se decidió cuáles
eran las programaciones que se tendrían que bloquear, las modificaciones
en el funcionamiento general de los espacios durante el proceso de obra,
y la atención y seguridad del público visitante en todo ese
tiempo, pues el Centro no cerraría totalmente sus operaciones.
Las
acciones
El 7 de diciembre de 2009, iniciaron los trabajos de renovación en
varios frentes. Los tiempos eran: se tenía fecha de entrega el 31
de marzo de 2010; es decir, poco menos de cuatro meses y con el conjunto
cultural parcialmente abierto. El slogan era: “5 espacios, 4 meses”.
“Todo se tenía que entregar funcionando y en condiciones óptimas
para el público y los artistas, incluso para los trabajadores sindicalizados,
con quienes no queríamos tener problemas. Durante esos meses hubo
momentos críticos, pero al final todo se resolvió”,
dice el ing. Peláez. “Fue una labor titánica, tomando
en cuenta todo el trabajo que tuvimos que realizar. Bellas Artes cerró
más tiempo. Nosotros en cuatro meses tuvimos todo terminado. Las
empresas tuvieron que trabajar en turnos nocturnos, fines de semana, sin
vacaciones ni descansos.
Uno de los momentos importantes fue la inclusión del arq. Orso Núñez
en el proyecto. “Orso originalmente no participó en el proyecto
con nosotros. En realidad lo conocí por accidente un día,
apenas iniciadas las obras, en que se metió a la Sala Nezahualcóyotl
y le pregunté “¿Quién es usted? ¿Qué
hace aquí? –Soy el arq. Orso Núñez, me respondió–
¿Qué están haciéndole a la sala?, pregunto.
No lo podía creer; me cayó del cielo”, dice entusiasmada
Liliana Saldaña. “Inmediatamente hicimos click. Decidí
contratarlo como asesor externo y creo que fue lo mejor que pudo habernos
pasado. Con el respaldo de Orso, sabíamos que cada decisión
que tomábamos era la mejor para el proyecto. Estuvo abierto a la
nueva tecnología pues es un arquitecto que se sabe mover con el tiempo.
Él fue el eslabón que unió todo”. Así,
en una fase temprana de los trabajos de remodelación, Núñez
participó en la mayoría de las decisiones y revisó
todo el proyecto ejecutivo avalando cada acción, color, material
y especificación.
Ya bajo la dirección del arquitecto, se diseñaron barandales
al interior de la sala inexistentes en el proyecto original, pero que eran
uno de los elementos más solicitados en las encuestas entre el público.
El diseño se buscó que fuera simple; que el barandal se perdiera
visualmente entre los pasillos. También fueron sustituidas todas
las butacas, que bajo rigurosas pruebas de acústica, lograron que
la reverberación y absorción del sonido fuera igual con la
sala llena o vacía. Se colocó mármol en los vestíbulos
de acceso a cada sala y se hizo un proyecto de señalización
interior y exterior que unificó y diferenció cada espacio
del conjunto. En las áreas exteriores, se cambiaron vastas superficies
de piso, unificando los acabados con tres materiales: recinto, piedra braza
y concreto deslavado, buscando la seguridad de los usuarios al hacer que
la textura de cada piedra sirviera como elemento antiderrapante. Fueron
hechas más rampas cuidando que todo el Centro Cultural ofreciera
facilidades para recorrer los espacios. También se colocaron barandales.
Dentro de estos trabajos destaca la intervención en la Sala Nezahualcóyotl
en el rubro de iluminación escénica y acústica. “Sustituimos
el sistema de iluminación al 100% Los músicos se quejaban
de que no veían y si les subíamos el nivel de luz, les molestaba.
Al revisar el sistema sobre el escenario, aquello era un tendedero de cables
y reflectores de todos tipos sin ningún orden”, comentan los
responsables. El proyecto de iluminación desarrollado por el ing.
Peláez incluyó un sistema con base en 3 aros concéntricos
sobre el escenario conocidos como “varas”, que fueron electrificadas
funcionando como tres sistemas independientes, motorizados para poder operarlos
y posibilitar el movimiento y giros de las lámparas, según
el tipo de escena requerido: luz de trabajo; luz escénica para usos
específicos y luz robótica con leeds para cambios de color.
El reto fue integrar los sistemas de iluminación a las condiciones
acústicas de la sala, por lo que se investigó a fondo cada
especificación. “Teníamos que estar seguros de que las
lámparas no emitieran ningún sonido o zumbido y que no vibraran.
Contratamos al mismo proveedor de la Filarmónica de Berlín:
Electronic Theatre Controls (ETC). Bajo un diseño por computadora
en 3D, con la condicionante de no tocar el plafón acústico,
ETC en coordinación con Peláez resolvieron el proyecto de
iluminación. “Las simulaciones en computadora cumplieron en
un 95% con lo esperado en la realidad”. Con los resultados obtenidos,
en las otras salas se usaron los mismos criterios de proyecto, adecuándolos
a la escala de cada espacio.
Teletec de México instaló los nuevos equipos de audio e iluminación
dotando a todos los “teatros” con los más altos estándares
internacionales de calidad. Se instalaron consolas digitales Yamaha que
eliminaron racks periféricos ya que integran todo tipo de efectos
y salidas por canal. También se integraron nuevos sistemas de voceo
integral y fueron reforzados los sistemas electroacústicos en todas
las salas. Expertos de la UNAM verificaron la acústica de cada espacio.
Se sustituyó la instalación eléctrica, desde la subestación hasta los tableros, cambiando éstos por otros más eficientes y considerando un posible crecimiento estimado en otros 30 años. “Se bajó el consumo en watts en relación al que había; sin embargo, se incrementaron los equipos casi al doble”. Finalmente, el 10 de abril tuvo lugar el concierto de gala con motivo de la reapertura de la Sala Nezahualcóyotl. “El éxito del proyecto se dio porque trabajamos cuatro años en gestarlo con detalle. Le dimos su tiempo a cada etapa y teníamos claro qué queríamos porque sabíamos de qué carecíamos. Nos involucramos mucho porque sabemos de teatro. Éramos gente de teatro remodelando teatros”, puntualiza Liliana Saldaña.
Una piel rejuvenecida
Uno de los trabajos más destacados fue la limpieza de la totalidad
de las superficies de concreto estriado de cada uno de los edificios del
Centro Cultural. Sólo con cepillo de alambre, durante varios meses
cuadrillas de trabajadores estuvieron tallando la singular textura del concreto.
El resultado era notable: las superficies ya terminadas contrastaban con
las aún sucias. Un gris oscuro, un poco ocre, esperaba su turno para
cambiar a un gris claro que reflejaba mejor la luz del sol. De esta manera
los claroscuros y contrastes de luz y sombra en la volumetría edificada
eran más expresivos. “El concreto fue el gran protagonista
de nuestro proyecto. Hicimos varias muestras cambiando la dosificación
de los agregados para obtener el color deseado. El objetivo era que con
la ayuda del sol, se marcaran las líneas de sombra muy bien; que
unas caras estuvieran en penumbra, casi negras y otra luminosas, casi blancas.
No queríamos medios tonos. Tener varias caras en la volumetría
general nos ayudaría a conseguir el efecto deseado; hasta los accesos
se enmarcarían mejor, diciéndole al usuario: ‘aquí
está la entrada’. Siempre tuvimos la intención de hacer
una piel pétrea, sólida como el paisaje que nos rodeaba y
el concreto aparente era la mejor solución”, agrega Orso Núñez.
Tres décadas después las rocas artificiales emergen con renovada
energía del agreste suelo natural. c
.
Armando Carranco
Fotos: Cortesía Coordinación de Recintos
Culturales de la Coordinación de Difusión Cultural (Barry
Domínguez)
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