Charlar con el dr. Xavier Cortés Rocha, es verdaderamente enriquecedor
pues su voz sigue anhelando compartir el conocimiento adquirido a lo
largo de su vida profesional. Nos presenta, con calma, cada una de las
facetas que ha experimentado y es indudable la emoción que le
genera el hablar de arquitectura y conservación. Sin duda alguna,
quienes han sido parte de su grupo de alumnos habrán tenido más
de una vez el honor de escucharlo y con ello, la oportunidad de valorar
lo que es el pasado de México.
Los inicios
Sobre sus inicios en el campo de la arquitectura, Cortés Rocha
comentó a CyT: “El interés en la arquitectura surge
en el bachillerato cuando tuve que reflexionar qué carrera iba
a seguir. La arquitectura, como una combinación de creatividad
y técnica, me atrajo y decidí inscribirme en la Escuela
Nacional de Arquitectura, de la Universidad Nacional Autónoma
de México; estamos hablando de los años sesenta. El contexto
era el siguiente: la Ciudad Universitaria iniciaba a sorprender a todo
México, recién estrenada; lucía flamante.
Yo tuve la fortuna de cursar ahí los estudios y después
de eso la vida me ha llevado por distintos caminos en el ámbito
profesional.
Dedicando los primeros años profesionales a ejercer de manera
particular, haciendo trabajos de arquitectura, fui afortunado porque
desde el principio tuve la oportunidad de recibir encargos interesantes
que me permitieron desde antes de salir de la carrera alcanzar un buen
trabajo, haciendo casas, cuestiones relativamente sencillas, pero no
por eso poco importantes.
A partir de ahí los estudios que realicé sobre urbanismo,
en Paris, marcaron el inicio de una parte de mi carrera, dedicada a
la cuestión urbana donde desarrollé una serie importante
de trabajos, algunos en el sector público —formando parte,
por ejemplo, de la entonces Secretaria de Asentamientos Humanos y Obras
Públicas— o de manera particular donde he tenido la responsabilidad
de llevar a cabo diversos planes de desarrollo urbano, proyectos de
zonas habitacionales o cuestiones de diseño en ciudades turísticas,
etc.”
¿Esta misma diversidad lo llevó
a impartir cátedra?, porque podemos decir que en gran medida
sus clases han colaborado sobremanera a forjar a arquitectos hoy también
de prestigio.
“Siempre he combinado mi labor profesional con el área
docente. Mis clases en la Universidad empezaron en 1968. Estoy por cumplir
40 años en ello el año próximo y eso ha sido una
tarea extraordinariamente gratificante que me ha permitido conocer muchas
generaciones de jóvenes, tener un contacto muy fructífero,
muy grato con ellos. Mucha gente me pregunta: ¿Y por qué
las clases? Sólo contesto que las clases son por aquello del
síndrome del vampiro: “por estar en contacto con sangre
joven”.
¿Qué ha notado en estas nuevas
generaciones? ¿Cuáles son los cambios que han ido gestando
a través de su visión de la arquitectura en México?
Yo creo que las nuevas generaciones tienen ventajas sobre lo que tuvimos
nosotros. Nosotros teníamos una serie de experiencias, de conoci
mientos a nuestra disposición; una serie de elementos de información
de aprehensión de la realidad, pero las nuevas generaciones tienen
a la mano mucha más información que nosotros no teníamos.
Los muchachos hoy en día tienen enormes posibilidades y también
una enorme capacidad para manejar esa información, por lo que
pueden aumentar de una manera realmente notable su capacidad”.
La universidad lo ha considerado innumerables
veces para estar al frente de grandes encomiendas…
“En la UNAM fui Jefe de la División de Estudios de Posgrado
de la Facultad de Arquitectura. Posteriormente fui Coordinador General
de Estudios de Posgrado, entrando en contacto con todos los posgrados
de todas las universidades: filósofos, veterinarios, abogados,
en fin, todas las disciplinas universitarias. Poco después de
dejar de ser el Coordinador de Estudios de Posgrado fui designado por
la Junta de Gobierno para ser el director de la Facultad de Arquitectura
y lo fui por dos periodos. Ésta es una de las más importantes
y gratas encomiendas que he tenido en mi vida: el dirigir la propia
facultad es una experiencia extraordinaria, ahí estuve seis años
y medio, hasta que el doctor Francisco Barnés de Castro, recién
designado, rector de la universidad me invitó a ser el Secretario
General de la institución.
Al terminar esa tarea, después del cambio de rector, estuve por
un plazo breve, como Director de Obras de la Universidad y después
fui invitado a la responsabilidad que tengo actualmente que es la de
Director de Obras de Sitios y Monumentos del Patrimonio Cultural (dependiente
de Conaculta), ésta es una encomienda muy importante, porque
trabajamos con monumentos del país, con los monumentos que conforman
su patrimonio”.
¿Ha sentido temor al trabajar con los
emblemas, lo hitos y las fuentes de identificación social de
una nación?
Definitivamente sí. Hace un par de años nos tocó
restaurar la campana de Dolores ahí en Palacio Nacional; hubo
que bajarla de su lugar, llevarla con todo respeto al sitio donde fue
restaurada en algún lugar del propio palacio donde de manera
reservada se fue restaurando e ir a Dolores, Hidalgo a buscar mezquite
de la misma especie de lo que es el contrapeso de la campana para hacer
los injertos necesarios, se hicieron los análisis de la madera
como de los metales que la integran, hubo que hacer un badajo nuevo
porque estaba totalmente deteriorado —el anterior se guardó
en el Museo de Antropología— pero se hizo uno con las mismas
características, con el mismo metal, estabilizar el metal de
la campana y volver a forrar, volver a subir e instalarla en su lugar.
De verdad algo muy complicado, el grado de responsabilidad de todo el
equipo es justamente monumental. También hemos trabajado recientemente
en restaurar la iluminación del Palacio Nacional. Cada vez que
uno adquiere la responsabilidad de un monumento esas tareas se deben
hacer con un enorme respeto, con un información histórica
válida para seleccionar los procedimientos que permitan que el
edificio esté en la mejor condición de estabilidad, de
comportamiento, de aspecto: todo eso se tiene que hacer con profesionalismo,
con seriedad”.
Después de la Catedral Metropolitana…
“Aún hay mucho, por ejemplo el Palacio Nacional,
aunque tiene una problemática diferente, pero es un edificio
con una riqueza y peso emblemático también muy importante,
estos dos edificios, cada uno en su género pesan mucho sobre
la espalda en materia de responsabilidad”.
El equipo…
“Con las obras que tenemos a cargo trabajan artesanos de alta
calidad; carpinteros, ebanistas, tapiceros, canteros, albañiles,
vidrieros, en fin gente de muy diversas disciplinas que deben dominar
su oficio, que tienen que dominar sus tareas porque lo mismo nos toca
la sillería del coro de una catedral que las sillas de la sala
de acuerdos del Palacio Nacional o las cortinas de uno de los salones
de las residencias del mismo edificio o de tapar las grietas en una
bóveda que ha tenido un deterioro como en Catedral. No podemos
menospreciar el trabajo, el equipo debe de ser en cada área el
mejor.
Realmente los mexicanos somos afortunados porque siguen existiendo
estos artesanos conocedores de su oficio. Ya en países ricos
estos personajes valiosos se han perdido, pues la gente se dedica a
otras cosas. Aquí aún contamos con ese amor por detallar
la madera, por labrar la piedra o por hacer elementos de hierro forjado
lo hacen y lo hacen muy bien, dominan sus tareas muchas veces lo único
que tiene que hacer uno es estar atento a que las cosas se hagan con
oportunidad porque ellos los saben hacer de forma excelente”.
La mejor satisfacción…
“Yo diría que cada una de las facetas en las que me ha
tocado participar, me han dado grandes satisfacciones. Le mencionaba
el caso del Tribunal Federal Electoral, pero hay muchas obras de enorme
envergadura que me han llenado de satisfacción, desde casas habitación,
por mencionar simplemente un género —que podría
ser el más socorrido en la profesión— y luego los
cargos en la administración universitaria”.
Ser director de la propia facultad en un cargo honrosísimo, que
la Junta de Gobierno lo entreviste a uno y después le diga que
fue designado para dirigir su facultad, fue muy honroso para mí.
Hace 11 años estuve entre los finalistas para estar en la rectoría
de la universidad. Es algo muy grande que se piense en uno para dirigir
la institución. Por ello, estar a cargo de los monumentos de
propiedad federal también da enormes satisfacciones y trabajar
por todo el país, recorrer el país y que eso sea parte
del trabajo y que le paguen a uno por hacer lo que le gusta, es uno
de los mayores privilegios que se puede tener”.