La poesía es verde

Gregorio B. Mendoza
Fotografías: Cortesía Emilio Ambasz architecs

En esta ocasión presentamos una impresionante obra internacional de hechura de uno de los arquitectos que mayor compromiso está demostrando con la
sustentabilidad: Emilio Ambasz.

    

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El primer proyecto que lanzó a Emilio Ambasz al estrellato está plasmado en una de las imágenes arquitectónicas de mayor impacto conceptual y constructivo debido a su sencillez y riqueza argumental. Se trata de una composición basada en dos altos muros blancos levantados como velas desde un mar verde de hierba, donde una larga y desafiante escalera empotrada sube por cada uno de los muros hasta alcanzar la confluencia en ángulo recto de dos láminas blancas.

Diseñada en el apogeo del postmodernismo ecléctico e historicista, la casa presenta algunas de sus inquietudes referenciales utilizando sus propios temas históricos. Sin embargo, a nivel formal, es abstractamente moderna: los elementos tradicionales de artesanía han sido utilizados sin modificaciones y con descarada franqueza.

Vuelta al paraíso
Ambasz cumplió su promesa de proyecto, edificando la casa en una arcadia —una especie de sueño andaluz— dentro de la cual se sitúa de manera poética en relación con el paisaje circundante, dibujando elementos tanto paisajísticos como ambientales en el marco de una relación consigo misma y de ésta con aquellos. La casa corona una colina que se proyecta hacia un lago artificial cerca de Sevilla, en la Sierra Morena, una cordillera de montañas bajas y verdes salpicada de robles. Este doble espejo de concreto se abre a si mismo sobre un patio subterráneo de forma cuadrada dividido en su vértice por una columna que retoma un vinculo formal con el pasado. Detrás de la misma está la casa propiamente dicha, en espera de ser descubierta. Sus habitaciones, que parecen alcobas, se extienden en medio de enormes tragaluces y aberturas con líneas orgánicas y a veces caprichosas. El nombre que Ambasz dio a esta casa, Casa de Retiro Espiritual, deja claro que el conjunto se concibió estrictamente al traducir lo literario a lo constructivo. Aislado dentro del terreno, la casa se sumerge bajo el nivel de piso en una especie de cueva de concreto
lanzado que se ha tratado con diversos aditivos para incrementar una ganancia térmica, acústica y sobretodo un manejo de la forma que solo este material permite.

El proyecto arquitectónico requirió considerar la ubicación de los espacios principales por lo cual las habitaciones —así como los baños— están ligeramente retiradas para conciliar sueños profundos; aún más retirado se encuentra el alto balcón. Al igual que los que se encuentren en el mundo islámico, siguiendo un modelo tradicional andaluz, este balcón está enmarcado por una celosía de retorcidos elementos de madera, que proporcionan privacidad y sombra al tiempo que dejan pasar la brisa. Si bien ofrece unas vistas extraordinarias del lago y de toda la finca, la casa tiene un carácter introvertido; es un lugar para meditar o leer y, sólo de vez en cuando, para levantarse y disfrutar de las vistas, quizás una puesta del sol que se refleja en el lago y acaricia los altos muros con matices color de rosa.

En evidente contraste con los muros ascendentes y su estricta dureza material, la casa se esconde entre los montículos artificiales de tierra, ambas características guardan relación con los elementos primarios como el sol, el cielo, las estrellas y el viento, así como con la tierra que todo lo envuelve y el agua que se encauza dentro de sus muros. Utilizando unos elementos sumamente contrastantes para lograr una sensación de unidad profundamente contemplativa, la sorprendente Casa de Retiro Espiritual de Ambasz puede explicarse y comprenderse mediante dos modalidades de interpretación diferentes que resultan al mismo tiempo complementarias.
La primera, una casa pensada tanto como receptáculo para el juego cambiante de la luz y el espíritu, como secuencia de experiencias cuidadosamente coreografiada donde los elementos constructivos funcionan como un reloj solar que enmarca el mundo exterior; la segunda, el recorrido interno a través de la construcción y sus espacios, siendo ésta la modalidad más activa puesto que implica observar con paciencia como los cambios lentos y sutiles —luz, color, temperatura, movimiento, sonido— se inscriben y giran a través de los días y las estaciones del año. Dichos mecanismos inducen al espectador a situarse en una disposición de ánimo contemplativa con la conciencia del tiempo cíclico donde incluso el más sencillo de los rituales diario queda inmerso por una energía casi ritual.

Al cruzar la puerta, el visitante se encuentra frente a la esquina de un patio cuadrado más bajo y orientado en diagonal, desde donde los dos muros, que ahora se extienden hacia arriba desde los dos lados más cercanos del patio, forman un gigantesco libro abierto o simplemente, una mano tendida. No sólo dan la bienvenida a la casa: es como si nos mostraran el panorama, de una parte a otra de la casa hundida y de su tejado exuberante en naturaleza, hacia el lago cercano, las montañas más lejanas del patio y, deslizándose hacia abajo y enfrente del mismo, nos encontramos con unos altos y anchos peldaños de fácil acceso gracias a un sendero intermedio de escalones pequeños, que arquea ligeramente hacia la izquierda a medida que baja, trastornando con delicadeza la rígida simetría del espacio rectilíneo. El vuelo descendente termina exactamente en un punto que corta diagonalmente el patio y donde el último peldaño llega hasta un estanque semicircular que define el centro del patio.

  El arquitecto sin modas

Emilio Ambasz nació en Argentina en 1943; obtuvo el grado de Maestro en Arquitectura en la Universidad de Princeton, donde se destacó como profesor del área de Proyectos. A mediados de la década de los setenta, su sentido crítico lo llevan a que un grupo de catedráticos lo seleccionen como curador del Departamento de Arquitectura y Diseño del Museo de Arte Moderno de Nueva York. Cabe decir que este personaje es quien da a conocer en el plano internacional al maestro Luis Barragán, a través de una gran exposición y libro que realiza en torno a la obra del maestro jalisciense. A partir de esas fechas comienza a generar obras donde la sustentabilidad es la principal restricción estilística y espacial; fundamenta su visión del espacio haciendo uso de concreto, acero y materiales locales demostrando que puede manejarse la arquitectura verde a nivel global y sin restricciones.

La Casa de Retiro Espiritual es la primera obra que le da fama en todo el mundo y su manifiesto contundente sobre el ideal ecológico del siglo XX. Ha dictado diversos seminarios en universidades norteamericanas, así como en la Hochschule fur Gestaltung de Ulm, Alemania. Entre sus proyectos se destacan el Centro Cultural Mycal, en Japón, el Museo de Arte Folklórico Americano, en Nueva York y los invernaderos para el Jardín Botánico de San Antonio, Texas, que recibiera varios premios, así como el Museo de Arte en Grand Rapids, Michigan. Desde 1980 es jefe de consultores en diseño de la empresa de motores Cummins, el mayor grupo industrial del mundo para la producción de motores diesel.

En el 2007, dentro del marco del Segundo Congreso de Arquitectura Sustentable, celebrado en la UNAM, recibió la medalla “Manuel Tolsá” por sus aportaciones en el tema. En el evento se destacó la influencia que ha provocado en arquitectos tan prestigiados como Herzog&De Meuron, quienes, actualmente recurren a soluciones que Ambasz usó hace más de tres décadas. Actualmente Ambasz reside entre Nueva York y Milán donde produce gran parte de su obra.

La poesía es de color verde
Ambasz y algunos críticos norteamericanos han definido su planteamiento arquitectónico “verde” o ecológico, puesto que busca armonía con la naturaleza, incluso desapareciendo en la misma o formando una extensión suya: se devuelve un área a la naturaleza, amontonando tierra y plantas contra los muros e incluso sobre los tejados. Lo cual, a su vez, conlleva mayor confort, ahorro energético y reducción de emisiones de dióxido de carbono gracias a un mayor aislamiento y a elevados niveles de inercia térmica, puesto que la masa de tierra circunstante absorbe el calor durante los días de verano y los irradia durante las noches frías y el invierno. Incluso bajo el excepcional color del verano de 2003, cuando en Sevilla se alcanzaron cuarenta grados de temperatura, la casa se mantuvo a unos veintitrés grados; y cuando las temperaturas de invierno han bajado hasta seis grados, la casa siempre ha permanecido a dieciocho grados, incluso con las cristaleras abiertas. Sin embargo, en este proyecto es más evidente el planteamiento ecologista que el ahorro energético y los tejados verdes.

Cuando la casa se diseñó a mediados de los setenta, la casa autónoma, aislada y autosuficiente con su propio jardín o finca, era el paradigma del verde ideal. Sin embargo, hoy en día, al alba del siglo XXI, la casa autónoma se considera socialmente problemática, en parte debido al tiempo y a la energía que suponen los desplazamientos y a que refuerza el aislamiento.
En la actualidad, el ideal de verde es la relación y no el sistema de multiusos, con todos los servicios al alcance de la mano y fuertes vínculos comunitarios. El nuevo planteamiento que hoy pregona el arquitecto busca, por consiguiente, la comunión con la naturaleza y la comunidad, en busca de la alegría, el socorro y el significado que nos ayuden a desprendernos del consumismo desesperado que desvía la atención y nos defiende del persistente legado de la enajenación y la falta de sentido que supone la era moderna. Éste es el ideal urbano del “Prefectural International Hall” realizado por Ambasz en 1990 para el Ayuntamiento de Fukuoka, en Japón, con sus amplias terrazas en el techo sembradas de plantas formando una extensión verde y escalonada que llega hasta el parque municipal.
Sin embargo, para lograr la sostenibilidad no son suficientes las medidas ecológicas y técnicas, también se precisa un cambio en nuestra representación cultural del mundo y en nuestras reacciones sicológicas a sus estímulos. Y es justamente desde este punto de vista que la casa de Ambasz cobra su mayor significado para nuestra era, aunque se trate de una casa apartada del medio urbano. Porque la Casa de Retiro Espiritual nos recuerda los impulsos síquicos más profundos que fueron el origen de la arquitectura,
produciendo una reflexión acerca de lo que es la arquitectura y lo que podría ser. Es por ello que la casa mira hacia adelante y hacia atrás al mismo tiempo, evocando con fuerza la dimensión crucial de una arquitectura ecológica más completa para el futuro. Quizás no ofrece un nexo con la comunidad; sin embargo se trata de un lugar encantado destinado a la comunión más intima con un poderoso sentido tanto de nuestro ser interior que logra sacar hacia afuera, como del cosmos lejano que logra atraer hacia su propio centro.

El concreto verde
Durante su estancia en México con motivo del Segundo Congreso de Arquitectura con Tecnología Sustentable realizado en la UNAM, el arquitecto comentó que el uso del concreto debe de adquirir una mayor relevancia en estos proyectos que, según observó en nuestro país ha comenzado a incrementar en número y cantidad. Su afirmación, dijo, se basa en que no todo lo sustentable es verde ni debiera serlo, pero si las tecnologías de cada material deberán desarrollarse bajo este esquema. Para él está claro que al menos en nuestro país, donde la cultura por el concreto tiene referentes históricos, este material será uno de los detonantes a nivel económico y ecológico de la nueva arquitectura. “Para mi está muy claro que el concreto aporta por toda su carga tecnológica un cúmulo de soluciones que ningún otro material ofrece, el futuro de este material no sólo es prometedor es ya, una realidad que debemos comenzar a explotar responsablemente.