La
Restauración |
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Resumen A casi diez años de su inicio, los trabajos de restauración del Palacio Postal de la ciudad de México están a punto de finalizar para devolver a este magnífico edificio del porfiriato su antiguo esplendor: una obra más de rescate arquitectónico que restituye a la memoria colectiva una imagen que el tiempo y el uso habían desvirtuado. El Palacio Postal de la
Ciudad de México es uno de los edificios más hermosos de nuestra
capital. Construido a principios de siglo por mandato del entonces
presidente Porfirio Díaz, esta magnífica obra en la que los estilos
plateresco isabelino y gótico veneciano se entretejen en exquisita
filigrana, hoy es objeto de una intensa restauración que tiene como fin
último restituir la originalidad arquitectónica del inmueble, seriamente
afectada en el transcurso de su ya casi centenaria vida. De su proyecto y construcción Proyectado por el arquitecto italiano Adamo Boari y construido por el ingeniero mexicano Gonzalo Garita, el Edificio Central de Correos, con sede en el predio que ocupara el hospital de Terceros Franciscanos durante la colonia, se inauguró el 17 de febrero de 1907 bajo el auspicio de un régimen que buscaba mostrar a través de sus obras, su prosperidad. En las últimas décadas del porfiriato, la ciudad tuvo un desarrollo arquitectónico sólo comparable al que impulsara Tolsá un siglo atrás. Junto con el Teatro Nacional –hoy Palacio de las Bellas Artes–, proyecto iniciado también por Boari, y la secretaría de Comunicaciones de Silvio Contri –actual sede del Museo Nacional de Arte–, la Quinta Casa de Correos es una de las obras más importantes del periodo y es parte indiscutible de la historia urbana de esta ciudad que trata de recuperar afanosamente los espacios de calidad que aún conserva. Las cicatrices de la ignorancia y el tiempo La sociedad porfirista acudió jubilosa a la inauguración de la Nueva Casa de Correos, vanagloriándose de poseer un palacio digno de una ciudad moderna. Años después, en afán de la "modernidad" de los nuevos tiempos, el edificio sufrió, entre otras modificaciones, el desmantelamiento de varios de sus pisos originales, la desaparición de sus candiles de bronce, el recubrimiento de pintura vinílica en sus muros y de esmalte en su herrería y la remoción de sus elevadores. Único en su estilo
ecléctico, este magnífico edificio fue decorado originalmente con
mármoles, trabajos de escayola, herrería ornamental de bronce dorado y
ebanistería tallada en cedro rojo. Asentado sobre una gruesa cimentación
de concreto tipo Chicago y con estructura superior de acero, ha resistido
los hundimientos diferenciales característicos del centro histórico y
los sismos que han sacudido a la ciudad de México; sin embargo, los
embates de la contaminación han dañado seriamente sus fachadas labradas
en cantera blanca de Pachuca, las que comenzaron a desmoronarse con
peligro de caer sobre automóviles y transeúntes. Vicisitudes de la restauración Los trabajos de restauración del edificio emblemático del Servicio Postal Mexicano (Sepomex) comenzaron paulatinamente a partir de 1991, cuando se dio inicio a la primera etapa de la "Restauración y Puesta en Valor del Palacio Postal", que culminó al siguiente año. En 1993, la siguiente etapa fue interrumpida. Dada la crítica situación del inmueble, las autoridades de Sepomex acordaron en 1996 llevar a cabo el Proyecto Integral de Restauración del Palacio Postal conforme a un plan maestro dirigido por el doctor en arquitectura Ricardo Prado Nuñez y ejecutado por Grupo Farla S.A de C.V. bajo la coordinación de los arquitectos Anhuar y Alberto Farah Made Lara. A partir de julio de ese
año y hasta la fecha, restauradores y arquitectos; canteros y
carpinteros; ingenieros e historiadores; marmoleros y herreros; carteros y
personal administrativo de Sepomex; especialistas y artesanos y todos
aquellos que han intervenido en esta empresa han trabajado
ininterrumpidamente para devolverle al Palacio Postal su magnificencia. La
restauración ha atacado desde la estructura hasta los acabados.
Actualmente hay áreas terminadas que al ser recorridas maravillan la
vista por la fineza de su trabajo. Durante cada intervención, los
espacios se han liberado poco a poco de losetas vinílicas, mamparas que
obstruyen la vista, luminarias fluorescentes y pesados rellenos en sus
azoteas y han arrojado señales del camino a seguir para que luzcan como
antaño. Ya se observa un notable avance en las fachadas y espacios
interiores, y en un corto plazo el edificio entero se verá libre de
andamios para continuar con sus labores, que no han sido interrumpidas
durante todo este tiempo, y ser admirado por quienes recorren el centro
histórico de la ciudad. Los esfuerzos por recuperar la memoria La primera fase de la restauración comenzó en el segundo nivel, donde se alojan las estancias que ocuparan sus directivos a principios de siglo. Plafones, muros, pisos y columnas volvieron a revestirse con sus colores y materiales originales, para lo que fue necesaria una intensa investigación que sacó a la luz desde frisos cubiertos por capas de pintura vinílica hasta el diseño original de los candiles de bronce sustituidos en los años cincuenta por gabinetes de iluminación fluorescentes. Los frescos al temple de Bartolomé Galloti pintados sobre una base de oro de 24 kilates que engalanan el antiguo Salón de Recepciones han recuperado su entorno original y se rescató la receta para realizar los trabajos de escayola que recubren las columnas dándoles apariencia de mármol. La herrería de fierro colado recubierta de cobre y bronce, fabricada en la Fondería Pignone de Florencia, Italia, recuperó su color original dorado que estaba cubierto con pintura negra de esmalte, y puertas, ventanas y lambrines tallados en cedro rojo lucen totalmente renovados. Actualmente se trabaja intensamente en las demás áreas del edificio según los criterios establecidos durante la primera fase. Cristales grabados y biselados realzan la ebanistería, y el mármol de carrara junto con la madera se hacen presentes en los pisos. Es importante señalar que la infraestructura de todo el inmueble fue revisada y se realizaron nuevas canalizaciones para reforzar las instalaciones existentes e incluir nuevos sistemas necesarios para el eficaz desempeño de las funciones que aquí se albergan. Mención aparte merecen los patios del Palacio Postal. El primero aloja la escalera monumental por la que se asciende a los cuatro niveles y desde la que se observan, repartidas en las cuatro caras, las banderas de los países que pertenecían a la Unión Postal Universal en el momento de su fundación. Los barandales están siendo limpiados y la cancelería de lámina galvanizada con vidrio grabado, que fuera retirada de la zona de arcos, ha vuelto a tomar materia en su lugar, esta vez fabricada en cedro rojo y con vidrios transparentes para que la vista fluya libremente. El segundo patio, conocido por pocos por ser el de servicio, es único en su género ya que se forma por una estructura troquelada a partir de piezas que se repiten y ensamblan perfectamente. Su cubierta, originalmente de cristal curvo, actualmente es de policarbonato y se espera poder restituirla para que recobre su apariencia inicial. Las azoteas y el tercer
nivel eran las áreas más modificadas y degradadas del edificio. Con la
remoción de los rellenos acumulados sobre las cubiertas a lo largo de los
años se liberó a la estructura de un gran peso muerto y las losas se
impermeabilizaron reforzando algunas zonas con lámina de cobre para
evitar filtraciones. El tercer nivel, que alojara oficinas, cocinas y
comedores del Banco de México por varios años, hoy luce libre de
anacrónicos y pesados agregados y ya puede ser visitado. En él se
aprecia la belleza del domo ornamental que cubre el primer patio, vista
que estuvo impedida por mamparas. La estructura en este nivel luce
aparente y los pisos de madera y mármol son iluminados a través
tragaluces que estuvieron recubiertos de lámina. Este gran espacio
alberga hoy un museo y de él se accede a una terraza que circunda al
segundo patio. Durante el desmantelamiento de pisos y losas se encontraron
vestigios del recubrimiento original de la terraza a partir del que se
realizó la restauración y también se rescató la marquesina de fierro y
cristal que corre a lo largo de sus muros. Los estragos de la contaminación Las fachadas y el pan
coupé,1.labrados en cantera blanca de Pachuca, se limpiaron en
1978 y no se previó su posterior protección contra los agentes
atmosféricos, lo que al pasar de los años degeneró en un alto deterioro
en la piedra. Los trabajos preliminares a la restauración comprendieron
un levantamiento de todas las piezas que conforman los paramentos para
clasificarlas en tres categorías de acuerdo con su estado, lo que
determinó su restitución total o parcial o solamente su limpieza.
Torreones, balaustradas, pretiles, gárgolas, logias y paños de fachada,
elaborados con una estereotomía perfecta, recibieron un lavado general
para ser consolidados con productos químicos que evitarán su posterior
deterioro. Los trabajos de cantería se realizaron simultáneamente en
talleres de Chimalhuacán, Querétaro, y en la obra misma, con piedra del
banco original emplazado cerca de Real del Monte, Hidalgo. Una vez
realizada la restitución, empaste o injerto parcial, los nuevos elementos
reciben una pátina a partir de pigmentos minerales para conservar la
unidad cromática del edificio, adquirida en el transcurso de 90 años.
Finalmente, cada fachada restaurada es hidrofugada. De las cuatro caras,
las poniente y norte, alineadas con el Eje Central y la calle de Tacuba,
se terminaron en 1998 y 1999 respectivamente, mientras que el costado
hacia el callejón de Condesa acaba de liberarse, restando sólo el frente
sur que actualmente es intervenido. El muro del pan coupé luce su dorada
marquesina pintada por años de negro junto con la carátula del reloj
monumental en lo alto. Los lampadarios de bronce que marcan las entradas
pronto tomarán su sitio y sus puertas se reabrirán para encontrar que "en
el enjambre de la mayor ciudad del mundo, aún se transpira paz,
comunicación, entre espacios que se explayan".2. Elementos que sobresalen Dentro del Proyecto Integral de Restauración del Palacio Postal se destaca la restitución de los elevadores y del reloj monumental. Los primeros ya se encuentran funcionando en sus jaulas de bronce fabricadas a imagen y semejanza de las originales, que fueran de fierro colado recubierto de cobre y bronce fabricadas como toda la herrería, en Florencia. Al acceder por la calle de Tacuba, estos singulares cubos reciben al usuario para transportarlo verticalmente en sus cajas de cristal. El reloj monumental del pan coupé, de manufactura alemana, y su carillón, lucen tal y como Adamo Boari los diseñara, y su maquinaria, reparada por el arquitecto Agustín de los Ríos Paredes, puede ser admirada en el tercer nivel. Para su intervención se realizó una cuidadosa investigación en el Archivo General de la Nación, la que arrojó importantes datos talescomo el nombre de los fabricantes y las cartas de contratación que, junto con croquis y fotografías de su estado original, permitieron una rehabilitación fiel de este elemento. En la restauración del
Palacio Postal existe un sentimiento común de amor hacia el edificio por
parte de todos los involucrados en esta gran empresa. Los empleados no
quisieron abandonar su sede de labores y continúan su trabajo entre polvo
y ruido; la señora Josefina, su más antigua trabajadora, ha aportado
datos vitales para los trabajos de investigación, mientras los
responsables de la restitución arquitectónica encuentran día con día
nuevas señales escondidas en algún muro o una antigua fotografía. El
rescate de este espléndido edificio, con sus altas y bajas, completa casi
una década de esfuerzos que culminarán con su reapertura próxima, en la
que despertará como en 1907 la admiración de sus visitantes. Agradecemos al Grupo Farla por las facilidades otorgadas para la realización de este artículo. |
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Instituto Mexicano
del Cemento y del Concreto, A.C. |
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