Su trabajo más conocido ha sido denominado por el propio arquitecto
como Bioarquitectura, destacando como claros ejemplos de este concepto
creativo los proyectos El Tiburón, La Ballena, Casa Flor y El
nido de Quetzalcóatl, entre otros a los cual se les une este
año la casa habitación Nautilus.
Todas estas obras son, a decir de su creador, “el resultado de
la búsqueda por generar espacios adaptados al hombre, semejantes
al seno materno o a las guaridas de los animales, otorgando así
una armonía entre el hombre, sus necesidades y su ambiente natural”.
El espacio para vivienda Nautilus está ubicado en el Municipio
de Naucalpan, Estado de México y surge principalmente por el
hecho de que los clientes del proyecto estaban buscando una casa integrada
con la naturaleza y que tuviera un carácter más informal.
Su casa original fue vendida porque poseía diversos desniveles
que provocaban el constante subir y bajar de escaleras. Con el dinero
obtenido por la venta decidieron comprar un terreno cuya principal característica
era una topografía ascendente donde posteriormente se ubicaría
su nueva residencia. El predio se encuentra limitado en tres de sus
colindancias ya que en cada una de ellas existen construcciones altas.
La cuarta colindancia es la que da al poniente y es la única
que cuenta con vistas profundas hacia una zona verde, con montañas
en el horizonte.
La importancia del proceso
Javier Senosiain recuerda que, “desde los primero estudios se
definió la zona de la construcción al fondo del predio,
quedando al frente el acceso peatonal, el vehicular así como
el jardín exterior; además, se dejó una sola fachada
tradicional pero se agregó lo que llamamos quinta fachada (las
cubiertas o techos) en el lenguaje arquitectónico”.
Con diversos estudios previos realizados, el arquitecto comentó
a CyT que cada una de las características y requerimientos específicos
del proyecto se iba cubriendo o mejor dicho, descubriendo: “para
desarrollar el diseño y darle forma al espacio que sería
habitado fue necesario una profunda observación de la naturaleza.
Una observación que nos permitió realizar, como diría
Bachelard, una poética del espacio donde el concepto es que desde
el interior sea una vivienda-organismo. Así surge Nautilus, casi
espontáneamente, nada se impone. Se encuentra la forma en lugar
de dar forma; se libera desde afuera; en otras palabras, se intenta
ayudar a que las cosas descubran su forma. Aquí la planta arquitectónica
es la espiral. Dio la espiral que se fue adecuando en el terreno y para
el trazo se dibujó dicha espiral logarítmica”.
El trabajo en maqueta llevó al equipo de proyecto por diferentes
cambios hasta que se concluyó que el volumen “pedía”
el Nautilus. “Al observarlo desde su boca encontraba el vientre
abultado que parecía flotar en el espacio vacío; espacio
que al mismo tiempo era volumen. Pensé instintivamente que se
podría adaptar al proyecto, aunque me preocupaba que fuera muy
forzado y al instante recordé que el cuarto de televisión
estaba en esa zona, de tal suerte que podría amoldarlo a la protuberancia
del vientre.” Señaló Javier Senosiain.
El arquitecto declara que en ocasiones se pregunta y reflexiona ¿si
es la primera vez que ha copiado tal cual un elemento de la naturaleza
para adaptarlo a un proyecto? Responde que para él la naturaleza
es la mayor fuente de inspiración pero el respeto a la misma
consiste en observarla, extraer de ella la esencia, sus principios;
Interpretarla no copiarla. Creo que el proceso ha sido interesante,
lúdico, divertido… lo mejor, como diría en El Principito,
es el proceso del cultivo de la rosa más que el resultado.”
Un valioso proyecto arquitectónico
Al acceder desde el exterior se sube por una escalinata y al pasar al
interior del Nautilus a través de un gran vitral se genera una
experiencia espacial viviendo la secuencia de un recorrido, en donde
ni las paredes, ni el piso, ni el techo son paralelos. Espacio fluido
en tres dimensiones que se puede percibir en la dinámica continua
de la cuarta dimensión al caminar en espiral sobre la escalinata,
con la sensación de flotar sobre la vegetación.
Dos elementos destacan: la sala que emerge del jardín interior
y la mesa del comedor que sale del muro. Espacio continuo, amplio, integral,
liberador de formas y luces cambiantes que siguen el ritmo natural de
los movimientos del hombre.
La vida social de la morada fluye en el interior del Nautilus sin divisiones.
Con los muebles como parte misma de la casa, se integran también
al ser humano y éste con la naturaleza a través del jardín
interior del hogar. Asciende la escalinata en espiral, continúa
por el vestíbulo, pasa por la sala de televisión cobijada
por el vientre del Nautilus y fluye el espacio hacia arriba de la escalera
caracol al estudio desde donde se observa el paisaje montañoso.
En la parte posterior del cuerpo orgánico queda envuelta la zona
íntima y de servicio: recámaras, vestidores, baños
y cocina.
La metáfora buscada es lograr sentirse como un habitante interno
del caracol; como el molusco yendo de una cámara a otra, como
morador simbiótico de un enorme claustro materno fósil.
En el manto del molusco, las glándulas que están localizadas
a lo largo de la orilla producen un líquido de carbonato de calcio,
el cual endurece la forma de la concha. De algún modo el líquido
mezcla cristales en distintas capas que aumenta la fortaleza del exterior
de las paredes y un acabado nacarado en el interior.
Análogo a la baba del molusco, el ferrocemento —padre del
concreto armado— es un elemento sumamente plástico que
permite ser moldeado e incluso esculpido, casi como la plastilina en
manos de un niño. El proceso constructivo del ferrocemento es
el mortero (arena, cemento) combinado con un esqueleto de varilla de
3/8” colocado en espiral y radialmente cubierto por dos mallas
de gallinero una interior y otra exterior.
Fidelidad con el ideario
El arquitecto Javier Senosiain Aguilar
ha combinado la docencia con el ejercicio profesional y la investigación.
Egresó con mención honorífica de la Facultad
de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de
México en 1972. Desde entonces, imparte las cátedras
de Taller del diseño y Teoría de la Arquitectura.
Desde 1989 a la fecha ha colaborado como sinodal de numerosos
exámenes profesionales.
En la actividad profesional ha desarrollado proyectos y construcciones
dentro de las cuales ofrece una ventana crítica con la
cual pretende contribuir a la creación de espacios más
confortables vinculando la tecnología y la naturaleza,
para de esta forma generar experiencias singulares dirigidas
al encuentro del hogar del hombre.
Gran parte de sus principios rectores de proyecto y construcción
que ha explorado para generar su arquitectura están presentes
en el libro Bioarquitectura, en donde es posible observar la
constante cercanía que se obtiene con ese pasado del
hombre —olvidado por la modernidad— dónde
el ser humano no es más que integración con los
espacios que ocupa.
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La cimentación, muros, pisos, techos y muebles trabajan como
un cascarón de ferrocemento de 4 a 5 cm. de espesor lo que le
da la rigidez estructural es la forma toral en espiral continua de doble
curvatura. En resumen: literalmente, la morada es un gran caracol que
estructuralmente trabaja como tal.
Para la ventilación existen dos ductos bajo la tierra, al penetrarlos
el aire del exterior se enfría o se calienta conforme a la estación
del año; en la época de calor el aire se enfría,
y refresca la casa fluyendo por el caracol en espiral; empujando el
aire caliente hacia arriba y saliendo por la parte alta del Nautilus.
En cambio cuando la temperatura exterior es fría el aire al penetrar
por el ducto calienta la casa.
Desde la obra negra los clientes tuvieron interés en que los
muros interiores fueran pintados con algún material que diera
la apariencia del nácar del Nautilus; para el exterior también
insistieron en copiar el patrón de las líneas ocres que
tiene el caracol. “Yo no estaba muy convencido porque sentía
que era como hacer una escenografía, pero como ellos se identificaron
desde el primer momento con la forma, pedí que se maquillara
uno de los modelos de maqueta para tener una idea más concreta
del acabado. Sigo pensando que en esta obra fue el caracol el que fue
determinando la continuidad en cada uno de los detalles formales, estructurales,
espaciales o funcionales, pues siempre nos remitíamos al original
para encontrar las soluciones a los problemas. Al ver la maqueta me
topé con la sorpresa de que era ese el acabado que necesitaba
la fachada.”
Gran parte de la nueva residencia quedó muy parecido a la forma
del Nautilus, aumentándole en la parte baja y al centro un espacio
—medio baño— que transmite los esfuerzos del centro
del Nautilus al terreno. En la parte alta al centro quedó un
estudio y el depósito de agua en forma ascendente terminando
en punta.
Durante la construcción el comedor y la sala se reubicaron para
obtener mayor superficie verde en el interior; “la sala originalmente
se diseñó circular; sin embargo, al ver en un libro en
planta el florero ondulado que diseñó Eero Saarinen, pensé
que se podría adaptar en el jardín como la sala, lo copié
tal cual en la planta arquitectónica y se hicieron pequeñas
modificaciones”, dice Senosiain. Hoy, los moradores pueden ver
parte de su visión formal realizada: el proyecto responde fielmente
a la encomienda de construir un lugar estrechamente vinculado a la naturaleza
pero al mismo tiempo domesticado por el hombre. La filosofía
utilizada por Senosiain es concreta: “el ser humano no debe desprenderse
de sus impulsos primigenios, de su ser biológico. Nunca deberá
olvidar que proviene de un principio natural y que la búsqueda
de su morada no puede desligarse de sus raíces; se debe evitar
que su hábitat sea antinatural”.