Cierto es que los temblores son impredecibles. Por ello, se les debe
estudiar a profundidad, registrar su magnitud y relacionar esos datos
con los daños que sufren las estructuras de los inmuebles para
así implementar acciones que puedan, en la medida de lo posible,
mejorar su seguridad y salvaguardar la vida de sus usuarios.Cuando ocurrió
el terremoto del 19 de septiembre de 1985 no existía en la Ciudad
de México un solo edificio que contara con un sistema de registro
sísmico, por lo que se perdió una gran oportunidad para
medir la respuesta de las edificaciones ante un evento telúrico
de gran intensidad. Lamentablemente, la situación no ha cambiado
mucho desde entonces pues se estima que en todo el país
existen solamente diez inmuebles con este tipo de equipo.
Esta problemática es materia de estudio de la comunidad de ingenieros,
sobre todo de quienes se especializaron en el ramo de las estructuras
o de la sismología, como es el caso del maestro en ingeniería
Leonardo Alcántara Nolasco, quien desde hace unas semanas funge
como nuevo presidente de la Sociedad Mexicana de Ingeniería Sísmica
(SMIS).
La SMIS ha sido un elemento fundamental en el desarrollo de la ingeniería
sísmica, no sólo dentro del país, sino más
allá de sus fronteras. Las aportaciones que sus miembros han
realizado en torno al conocimiento de un fenómeno tan complejo,
así como las aplicaciones prácticas, han permitido que
los efectos en la sociedad se mitiguen, dice en exclusiva para Construcción
y Tecnología el ingeniero Alcántara Nolasco.
|
Nueva mesa directiva |
Presidente
M. Ing. Leonardo Alcántara Nolasco.
Vicepresidente
Dra. M. Consolación Gómez Soberón.
Secretario
M. Ing. Antonio Zeballos Cabrera.
Tesorero
Ing. David Almora Mata.
Vocal
Ing. Citlali Pérez Yáñez.
Vocal
Ing. Elisa Andrade Ocádiz.
Vocal
Dr. Carlos Valdés González.
Vocal
Dr. Francisco Leonel Silva González.
Vocal
M.I. Eduardo Ismael Hernández.
|
Una agrupación con causa
México es un país situado en una posición geográfica
que lo hace vulnerable al ataque de movimientos sísmicos, dice
el ingeniero civil egresado de la Universidad Nacional Autónoma
de México (UNAM), quien ahonda en la explicación y señala
que los estados con mayor riesgo son los ubicados en la zona del Océano
Pacífico –desde Nayarit hasta Chiapas– sin pasar
por alto que el estado de Guerrero, tiene un gran potencial de provocar
un sismo de una magnitud similar al de 1985. Por otro lado, señala
el investigador, hay que estar pendiente de lo que sucede al norte de
California donde hay regiones muy expuestas debido a la falla de San
Andrés.
El maestro en mecánica de suelos, prácticamente siempre
ha estado ligado al mismo campo de trabajo. Desde 1984, año en
que egresó de la facultad de Ingeniería y se integró
casi simultáneamente a la Coordinación de Instrumentación
Sísmica. Allí, desde las instalaciones universitarias,
supo de la muerte y la desolación que experimentó la Ciudad
de México. Al respecto, comenta: “El temblor de 1985 me
marcó porque observé la destrucción, las pérdidas
humanas y el dolor en la sociedad. Eso fue determinante para dedicar
gran parte de mi vida a la instrumentación sísmica y al
estudio de los temblores.
Cuando ocurrió el temblor de hace 23 años no había
ningún edificio instrumentado, aunque existían algunos
aparatos en ciertas partes del Valle de México que nos permitieron
saber qué tan intenso fue el movimiento”, dice el entrevistado,
quien rememora que esos escasos datos y registros les permitió
en cierta medida avanzar en el conocimiento de los suelos del Valle
de México, que tiene condiciones especiales así como estudiar
las respuestas de las estructuras.
|
Terremotos célebres |
Un análisis del ingeniero Daniel Reséndiz Núñez,
investigador emérito de la Universidad Nacional Autónoma
de México, realizado en la conmemoración del 20
aniversario del terremoto de 1985 deja al descubierto la fragilidad
de nuestra capital ante el embate de un terremoto semejante
al de aquella memorable mañana del 19 de septiembre.
Se sabe, informó el ingeniero Reséndiz Núñez,
que los grandes sismos que afectan a la Ciudad de México
se producen en la costa del Pacífico –entre Colima
y Oaxaca– donde las placas tectónicas Rivera y
de Cocos, empujan contra la de Norteamérica y deslizan
bajo ella, lo que fue el origen de lo que sucedió en
1985 en la costa de Michoacán. El terremoto que azotó
a la capital ese 19 de septiembre fue de una intensidad de 8.1
grados en la escala de Richter.
La historia registra algunos terremotos muy parecidos, el primero
en 1911, de una magnitud de 7.7 grados; otro más en 1932,
de 8.2, que generó un tsunami en Manzanillo, Colima.
Es memorable el terremoto de 1957, recordado por la caída
del Ángel de la Independencia, cuyo registro fue de 7.5.
Se sabía que las fallas en la costa del Pacífico
podían producir terremotos de magnitud superior a 8,
pero antes de la sacudida del 19 de septiembre de 1985 se asumía
que la trayectoria de más de 300 kilómetros desde
la costa atenuaría las ondas sísmicas, de modo
que su intensidad en el Distrito Federal no podría ser
superior a los sismos ya citados. Sin embargo, en 1985 las vibraciones
llegaron a la roca del Valle de México con un contenido
muy alto de energía en un intervalo de frecuencias coincidente,
por una parte, con el que más amplifican los depósitos
lacustres de la urbe y, por otra, con el intervalo de frecuencias
naturales de oscilación de edificios de 7 a 15 pisos,
muy numerosos en la ciudad.
|
La conclusión fue la siguiente:
“Teníamos que medir el fenómeno, porque al conocer
el comportamiento de los suelos y las estructuras podemos implementar
mejores códigos de construcción. Hoy, a muchos años
de esa tragedia, contamos con una instrumentación mucho más
densa, no con la cobertura que quisiéramos, pero sí es
más grande y cubre muchos más estados”.
A unir esfuerzos
La conformación de la SMIS se oficializó en octubre de
1962, quizá motivada por el temblor en el que se derrumbo el
Ángel de la Independencia. A partir de entonces se han sumado
a este organismo 11 delegaciones situadas en Baja California Norte;
Baja California Sur; Chiapas; Colima, Guerrero; Jalisco, Estado de México;
Michoacán; Morelos; Puebla y Tlaxcala. Hasta el momento, la Asociación
ha tenido 16 diferentes mesas directivas, y aunque ha tenido que sortear
con diferentes y variadas vicisitudes para sobrevivir y cumplir con
los objetivos que plantearon sus miembros, sigue en pie.
El ingeniero Alcántara Nolasco, décimo séptimo
presidente de la SMIS, reconoce que la administración que le
precedió tuvo algunos problemas administrativos que retardaron
la gestión e hicieron más lentos algunos procesos; “pero
muchos de ellos se subsanaron y otros están en vías de
resolverse. Tenemos mucho entusiasmo y ganas de promover la actividad
de la sociedad con el gremio, de renovar los votos y fortalecer los
nexos con las delegaciones de provincia para que seamos una verdadera
asociación nacional, sin olvidar que hay que buscar el acercamiento
con los estudiantes de todo el país, que son el sector que pronto
se integrará a la docencia, la investigación o el proceso
productivo”, enfatiza.
“Una sociedad como la nuestra se justifica –dice el también
catedrático de posgrado en la UNAM– porque siempre debe
haber un elemento integrador de esfuerzos de mucha gente o instituciones.
Somos un país muy grande con muchos estados que están
expuestos a este riesgo sísmico, por lo que sumar esfuerzos siempre
será importante. Creo que hacen falta más ingenieros dedicados
a esta rama y de allí la relevancia de nuestro trabajo, ya que
somos pocos especialistas y muchos los problemas que tenemos que resolver.
Hace 23 años analizábamos una cantidad mínima de
datos, pero hoy es diferente, y requerimos formar los cuadros de estudiantes
que se incorporen a analizar esos registros”, establece el entrevistado.
Responsabilidad ante la sociedad
El destacado ingeniero Emilio Rosenblueth, icono de la ingeniería
sísmica a nivel mundial, decía que el ingeniero tiene
una gran responsabilidad con la sociedad al elaborar los reglamentos
de construcción y diseñar estructuras que cumplan con
los lineamientos allí plasmados.
Se debe realizar este compromiso, decía el legendario especialista,
“ya que los riesgos son muy altos, y si no hay seguridad suficiente
pueden ponerse en peligro vidas humanas. Este contrato social al que
estamos obligados se cumple de modo muy distinto a como lo hacen los
médicos, que actúan directamente con los pacientes y devuelven
así todo lo que han recibido de la sociedad, su formación,
sus estudios. El ingeniero, en cambio, trabaja en un campo en el que
con frecuencia existen conflictos de intereses entre el inversionista
y la sociedad. En México actualmente se construye mejor que antes,
y no tan bien como quisiéramos”. Al respecto, el ingeniero
Alcántara Nolasco, actual coordinador de Instrumentación
del Instituto de Ingeniería de la UNAM, considera que las condiciones
propias de la geografía mexicana han sido fundamentales para
promover el avance en el conocimiento de los fenómenos sísmicos,
hecho que “sitúa a México al nivel de Japón
y Estados Unidos, los países que más esfuerzo y recursos
le han dedicado a la investigación y la instrumentación.
Creo que tenemos una responsabilidad con la sociedad y ésta tiene
derecho a exigirnos, –sentencia el presidente de la SMIS–
quien abunda y señala que “muchas veces estamos inmersos
en una problemática nacional muy grande, relacionada con el agua,
la contaminación o la densidad de población, entre otros
muchos aspectos, y se nos olvida que ocurren temblores y catástrofes.
Claro, cuando eso sucede la sociedad reclama, pero no creo que sea precisamente
una queja particular contra los ingenieros especializados en esta rama”.
El ingeniero Alcántara Nolasco denota en cada una de sus palabras
una gran pasión por su trabajo. “El futuro se mira con
optimismo”, dice, porque cree que al final de su responsabilidad
la agrupación que preside estará fortalecida e integrada
a los grupos de provincia, lo que debe complementarse con la creación
de una infraestructura sólida para la integración de los
estudiantes.
Hoy, concluye el especialista, “estamos mejor preparados que en
1985 y todo el conocimiento que hemos acumulado con el paso de los años
nos ha permitido hacer construcciones más seguras. Sin embargo,
no hay que olvidar que desconocemos mucho de los sismos y de los efectos
que causan en las estructuras”, concluye.
|