El Concreto es Hoy

Ha quedado al desnudo la belleza, sin prejuicios; los límites dependen de la capacidad, la experiencia, el conocimiento, la maestría, el arte: el concreto es ya, sin más, la materia por excelencia en el mundo creado por el hombre.

Materia prima, prioritaria para cualquier afán de construcción, el concreto es al hábitat de la cultura -es decir, todo lo creado por la mano humana-, lo que la tierra es a la naturaleza: el elemento indispensable, punto de partida y de llegada.

Hace cuarenta años, el concreto padecía de incomprensión, era agredido por la ignorancia, mal empleado por sus secretos aún no descubiertos. Para el bisoño, entonces, quizá todavía, el concreto era un material costoso, frío, desagradable, duro, feo, pesado, propio para los ambientes funerarios, caparazón de las "cajas de zapatos" vueltas edificio sin remedio ni imaginación.

Del cemento ni hablar, pues cuatro décadas atrás no se le bajaba de enemigo público y atmosférico. El cemento era una fábrica llena de humos perniciosos en el corazón de las ciudades, capaz de cubrir con su manto blancuzco, como velo del mal, barrios enteros a su alrededor.

Aquel implacable, despiadado heraldo de las planchas destructoras del progreso, es ahora compañero, amigo cálido de la humanidad en sus horas más necesitadas de vivienda e infraestructura urbana para sobrevivir y desarrollarse.

Capaz de ser pulido como el mármol, limpio como el cristal, al color del sentimiento que lo tiña; texturizado hacia todas las superficies concebibles como cobertura, acabado o piel; de combinar con cuanto material se le conjunte; de resistir los más enormes pesos o de alcanzar las máximas alturas sobre la tierra o sobre el mar, el concreto ha mostrado su nobleza, lo mismo que su fuerza.

Capaz de ser cuerpo y alma, forma y contenido, el concreto está ya inmerso en la mente arquitectónica más elaborada, en los más complejos cálculos ingenieriles, en las ambiciones urbanísticas del sociólogo, las urgencias del político, los apremios del economista; en los afiebrados afanes físico nucleares para construir en el espacio, o en el sueño candoroso del más pobre de los mortales, de "tener una casita".

Capaz como el agua de adquirir la forma que lo contenga, de desafiar las leyes de la física con las volumetrías más espectaculares, de llenar los espacios vuelto escultura monumental, blando como el barro o duro como la roca -al capricho del alfarero constructor-, pesado o ligero según requerimientos, más resistente según el material que lo acompañe, el concreto es, sin duda, la piedra viva del hombre.

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