La
arquitectura |
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Isaura González Gottdiener Resumen: Los
tiempos políticos inciden en la realización de la obra arquitectónica,
aquí y en todo el mundo. El recambio de autoridades que vivimos cada seis
años, entendido como un volver a empezar cada vez, ha dejado agravar los
problemas de nuestras ciudades. Sin embargo, ya existen en México grupos
interdisciplinarios que se plantean los grandes temas urbanos con una
perspectiva de largo plazo que trasciende los cortes sexenales impuestos
por la política. En
los recientes tiempos electorales, la propaganda partidista inundó calles
y avenidas; radios y televisores; pueblos y ciudades. Como cada fin de
sexenio, la industria de la construcción es de las primeras en resentir
la transición del poder, y arquitectos y constructores se apresuran para
terminar sus compromisos con la administración de turno y no dejar en el
tintero muchos proyectos que corren el riesgo de quedar inconclusos por
haber sido fraguados en el gobierno saliente. Dice
Teodoro González de León que el tiempo de la arquitectura no es el de la
política por requerir la primera, al ser un arte, de un tiempo de
maduración más dilatado que el de un proyecto político. Sin embargo,
apunta: “La política no crea una expresión arquitectónica, pero sí
puede prohibirla y suprimirla. La política sí puede hacer ciudad creando
avenidas, plazas y edificios públicos interrelacionados; y, si se apoya
en la buena arquitectura, crea áreas monumentales que son el testimonio
de nuestro paso por el mundo”. Numerosos son los ejemplos, no sólo en México, sino en el resto del orbe, de cómo los tiempos políticos afectan la materialización de la obra arquitectónica y de los vínculos que los ciudadanos establecen entre los edificios y los personajes del poder. La historia es fiel testigo de la expulsión de Walter Gropius y Mies van der Rohe, representantes de las vanguardias arquitectónicas de principios de siglo, por la Alemania nazi que erigió obras monumentales de estilo neoclásico para demostrar su poderío. El edificio del Reichstag, recientemente remodelado, permaneció en ruinas durante años después de la segunda guerra mundial como repudio al recuerdo de Hitler, y actualmente Berlín borra las heridas de la guerra fría con la colaboración de importantes arquitectos, para volver a ser la capital de Alemania reunificada. La Rusia de Stalin redujo la creatividad de los constructivistas como Leonidov a hermosos dibujos, que hoy son estudiados en las escuelas de arquitectura de todo el mundo, para dar paso a una arquitectura rígida característica del urbanismo socialista, mientras que en Washington, edificada en estilo neoclásico en la década de los treinta, se prohibió la construcción de edificios modernos hasta iniciados los cincuenta. El México porfiriano quiso reflejar su prosperidad con modelos franceses e italianos inspirados en la más pura tradición académica, para lo que contrató a Adamo Boari y Silvio Contri, y las capitales sudamericanas de Argentina y Chile se construyeron a imagen y semejanza de las europeas. En sus diez libros de la arquitectura, Vitrubio, en el siglo I A.C, dice que “a la majestad del imperio corresponde la magnificencia de los edificios”, y la grandeza de la arquitectura clásica continúa, siglos después, asociada al poder. La
arquitectura y La
arquitectura moderna, derivada de las vanguardias de principios del siglo
XX, requirió tiempo para ser incluida en los programas de obra pública
en México. La búsqueda de una imagen nacionalista para dar identidad al
país después de la Revolución fomentó la construcción de edificios
neocoloniales. Hacia los años cuarenta, un grupo de arquitectos modernos,
con José Villagrán al frente, consigue el contrato para construir
hospitales, y a finales de esa década, durante el régimen de Miguel Alemán,
se proyecta la Ciudad Universitaria, que adopta el modelo norteamericano
organizando las facultades alrededor de un campus. Latinoamérica
vio irrumpir a mediados del siglo XX en sus ciudades el estilo
internacional, que rompió su hegemonía urbana en aras del desarrollo.
Fenómenos sociales tales como la migración del campo a la ciudad,
ocasionada por políticas centralistas, dieron origen a la sobrepoblación
de las otrora tranquilas capitales hispanas, y las políticas de planeación
urbana llegaron tarde. En México, las ciudades han sufrido graves
deterioros por causa de las
políticas sexenales, ya que su planeación se reinventa cada seis años
con base en complejos estudios financieros que buscan solucionar problemas
cada vez más graves como son el abastecimiento de agua, la necesidad de
vivienda o la construcción
de hospitales. ¿
Qué planes nuevos traerá la próxima transición del poder? En metrópolis
como la ciudad de México, la recuperación de espacios perdidos es una
cuenta pendiente que tiene detenidos proyectos de reestructuración urbana
en zonas tales como el entorno de la Alameda Central. Lentamente, otros
espacios ya son objeto de intervención y esperemos que prosigan por
encima del cambio de administración. Monumentos históricos en
reestructuración tales como la Catedral y Sagrario Metropolitanos han
logrado sobrevivir a las políticas sexenales, dada su carga simbólica y
porque la conservación de los centros históricos de las ciudades ya
forma parte de la agenda pre-supuestal de los estados. Al
emprender grandes obras, los gobernantes transforman la fisonomía de las
urbes; en ocasiones crean ciudad y en otras la destruyen. Las políticas
de vivienda popular han transformado seriamente la vida de la gente que
habita en casas en serie y en los multifamiliares. Graves problemas
sociales han surgido por la masificación de la vivienda, y la búsqueda
de nuevas soluciones plantea un reto para los arquitectos. Este es un tema
por demás polémico ya que es una prioridad nacional y existe un
importante déficit en su desarrollo. La dotación de servicios es otro de
los puntos álgidos en las partidas presupuestales. Hospitales, clínicas,
escuelas y centros comunitarios se han estandarizado para su rápida
ejecución. Sin embargo, las condiciones sociales, climáticas y
culturales de las diversas regiones que conforman México son contras-tantes
y requieren más de una solución para cada caso, y en algunos, ya se
busca la adecuación de los estándares a condiciones particulares. Esto
es también arquitectura pública que puede contribuir a mejorar el
entorno de las ciudades y pueblos, si se estudia sin afán de protagonismo
por parte de los arquitectos, y con apoyo del gobierno, que también
invierte muchas veces en obras de lucimiento innecesarias para dejar
huella de su paso. El
arquitecto
Para
William Curtis, el arquitecto inventa el mito que representa a la
institución, al proyectar un edificio público. En un país como México,
con sabidos problemas económicos, la construcción de edificios públicos
muchas veces es criticada por considerarse un derroche innecesario.
Arquitectos tales como Teodoro González de León, Abraham Zabludowsky,
Ricardo Legorreta y Augusto Álvarez han buscado crear una arquitectura de
calidad a un costo razonable, empleando pocos materiales que no necesiten
un mantenimiento constante. Con su talento, han aportado a nuestras
ciudades espacios que se han convertido en centros de reunión que
articulan la vida urbana, y también han dejado en el papel gran cantidad
de proyectos que por causas políticas aún no se ejecutan. La
sociedad y la planeación
Cada
día existe en la sociedad más conciencia de los problemas que nos
aquejan, y se han conformado grupos interdisciplinarios que buscan
soluciones reales, en los que participan autoridades y profe-sionistas con
diversas especialidades, quienes esperan, sobre todo estos últimos,
trascender las fronteras sexenales para dar continuidad a proyectos
que requieren varios años para fructificar. La joven generación,
representada por nombres como los de Alberto Kalach y Enrique Norten,
trabaja en proyectos urbanos en los que intervienen junto a la
arquitectura diversas profesiones. Tal es el caso del proyecto para la
“Vuelta a la Ciudad Lacustre”, que busca solucionar el problema del
abastecimiento de agua de la capital mexicana con base en estudios multidi-sciplinarios.
En las ciudades medias también se realizan estudios de planeación urbana
para no incurrir en los errores de la capital, y se organizan foros
abiertos que fomentan la participación ciudadana. La
práctica de concursos de arquitectura para realizar un edificio público
es poco común en nuestro país. La presente administración capitalina
convocó a dos diferentes contiendas para la re-modelación del Zócalo y
la Casa del Jefe de Gobierno de la Ciudad de México. La comunidad de
arquitectos participó con entusiasmo, y aunque no se han ejecutado
ninguno de los proyectos ganadores, esperemos que los concursos no mueran
y se sigan realizando para el bien de nuestras ciudades. La inserción de
nuevos edificios en nuestro contexto urbano contribuye a mejorarlo si se
efectúa adecuadamente. La Francia de
Miterrand dio a París hermosos edificios públicos que se
integraron a su traza urbana con un lenguaje contemporáneo. Londres luce
renovada con la alta tecnología de Norman Foster, y Barcelona se
transforma discretamente día con día. Muchos de estos edificios fueron
resultado de concursos internacionales que fomentan la participación de
la sociedad al organizar exposiciones con los trabajos realizados. Mientras algunos trabajaban a
contrarreloj de cara a las elecciones, otros esperaban que los nuevos
tiempos fueran mejores. A la lista de proyectos congelados por las
etiquetas sexenales, se agregarán otros nuevos sin importar si pueden
resultar benéficos para la sociedad o no. Mejorar la calidad de vida
urbana fue lema de campaña de todos los partidos. ¿Sucederá? Mientras
tanto, la evolución de la arquitectura sigue su curso y espera poder
contribuir a estas mejoras ya que su función final es prestar un servicio
a la sociedad.
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Instituto Mexicano
del Cemento y del Concreto, A.C. |
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