En las últimas décadas las grandes urbes de nuestro país, entre las que resalta la ciudad de México, han enfrentado un crecimiento urbano desmedido y desordenado que ha desencadenado una problemática de infraestructura, conectividad y altos niveles de contaminación. El tema de la vivienda también repercute en la economía nacional, puesto que el 75% del uso del suelo corresponde a la vivienda. Aunado a esto, la vivienda es uno de los principales activos que forman el patrimonio de las familias y, en lo general, se le considera como un ahorro e inversión para preservar sus recursos.
Como una respuesta a la problemática de planeación urbana antes mencionada se ha buscado regular el crecimiento y generar alternativas para el futuro de estas grandes ciudades. Entre dichas alternativas se encuentra la apuesta por la arquitectura vertical que fue dejada de lado por décadas en nuestro país; ya que comenzó a emplearse de forma aislada en los años 70 dando paso a desarrollos de vivienda horizontal que expandieron dramáticamente la mancha urbana. Con la arquitectura vertical se responde al objetivo de concentrar un mayor número de habitantes en las zonas urbanas densamente pobladas. Sin embargo, la construcción de edificios habitacionales o de usos mixtos debe responder a un sentido sustentable y debe tomar en cuenta la ubicación y servicios disponibles.