Pocas veces reflexionamos sobre los procesos que hay detrás de la construcción de un inmueble o una obra de infraestructura. La mayoría observa cómo, al paso de las semanas, un espacio desierto se convierte en una telaraña de ladrillos, varillas, acero y concreto, pero casi nadie recapacita en la labor que desarrollan las empresas que verifican la calidad de cada uno de los productos utilizados o en la responsabilidad de aquellas que se encargan de realizar estudios topográficos o de mecánica de suelos. Los veteranos de la industria de la construcción seguramente experimentaron cómo, a partir de 1950, se generó el boom de la industrialización mexicana y con ello la construcción de numerosas obras de vivienda e infraestructura. Claro está que cada una de estas obras debía ser supervisada desde la misma concepción de los proyectos, sin olvidar que los materiales a utilizar también debían ser analizados para estar seguros de su calidad.