La edición de este mes, julio de 2018, la dedicamos mayoritariamente al concreto lanzado y las patologías inherentes a este
sistema constructivo. Parece mentira, pero el primer concreto lanzado se usó hace más de cien años cuando el estadounidense
Carl Ethan Akeley creó, en 1907, una máquina para recubrir los esqueletos metálicos de animales prehistóricos que le
gustaba diseñar, algo que no era posible hacer con el cimbrado tradicional La patente de este equipo se denominó “cement-gun”,
un sistema que consistía en introducir la mezcla seca (cemento y agregados) por la tubería de impulsión y el agua en
la boquilla. La compañía Cement gun company explotó comercialmente el invento y lo bautizó con el nombre de “Gunita”,
que en términos simples consistía en utilizar un mortero aplicado neumáticamente a gran velocidad. Este nombre, como
todos sabemos, se sigue utilizando de manera genérica. Luego de más de un siglo, el concreto lanzado ha tenido una gran
evolución, tanto en las mezclas de materia prima como en los equipos que se utilizan para su aplicación. Es una realidad
que este sistema ha sido fundamental para la velocidad en el avance de las obras, y que su versatilidad hace que se pueda
aplicar en la construcción de túneles, estabilización de taludes y soporte de estructuras sin necesidad de encofrados.