Aunque parezca increíble, muchas de las obras que se realizan en México y el mundo adolecen de un plan de mantenimiento que les permita cumplir con las expectativas iniciales en relación con su durabilidad y tiempo de vida estimado. De allí que este número de Construcción y Tecnología en Concreto esté dedicada a tratar este interesante tema, toda vez que el concreto es el material más utilizado en todo el planeta y se relaciona de muchas maneras con los seres humanos.
Para que no se presenten problemas costosos, soluciones inviables y, sobre todo, ataques a la seguridad de las personas que transitan por una carretera, pernoctan en un hotel o utilizan un aeropuerto, entre muchas otras variables, hay que establecer como un principio fundamental las revisiones periódicas a cualquier tipo de obra, mismas que deben ser responsabilidad de empresas o especialistas en la materia que sean capaces de dar la voz de alerta en el momento oportuno.
En el mismo sentido, hay que saber que la durabilidad de las estructuras de concreto se sujeta a la acción de diversos factores, como son los ataques físicos, químicos, físicos y biológicos, sin pasar por alto el medio ambiente propio de cada región geográfica de una entidad, ya que no será lo mismo el mantenimiento de una estructura de concreto localizada en un litoral, que el que se le debe dar a una que se encuentre enclavada en un desierto o en una zona tremendamente húmeda.
A lo largo de los textos que presentamos en esta edición hemos querido poner de manifiesto que cualquier estructura de concreto está expuesta a diferentes acciones que pueden llegar a producir su degradación, sea como consecuencia de la corrosión de la armadura, o bien, por ataques agresivos directos sobre el propio concreto.
Nuestra intención, en esta oportunidad, es recalcar que hay un sinnúmero de causas que pueden dar al traste con la durabilidad del concreto, como la acción del agua, que puede penetrar en el concreto y generar tensiones que podrían destruirlo, o bien, cambios bruscos de temperatura que serían los detonantes de tensiones que reduzcan sus resistencias y terminen por destruirlos.
Pero hay más, ya que, por ejemplo, el calor de hidratación del cemento puede ocasionar con el paso del tiempo contracciones y posibles fisuras; sucederá algo parecido con la abrasión, erosión y cavitación, efectos que se convierten en verdaderos enemigos del concreto.
Si hablamos de los ataques químicos y de la manera en que el concreto puede colocar una barrera de defensa en contra de ellos, entonces hay que decir que este “muro” depende de su permeabilidad y de la distribución y tamaño de sus poros. Los expertos en la materia afirman que esta agresividad tenderá a disminuir si el concreto utilizado se elaboró en una relación agua/cemento baja, y si se consideró —en su momento— si el tipo y contenido del cemento fueron los adecuados para un determinado medio, y si el concreto tuvo baja absorción y permeabilidad.
Nuestro mensaje final, a manera de moraleja, es que nunca será tan alto el costo del mantenimiento como el que tiene una vida humana. Por ello es indispensable hacer todo lo que dictan las normas y la ética acerca de la seguridad y la funcionalidad de las estructuras de concreto, factores que automáticamente incrementarán la vida útil de las mismas. Los invitamos a reflexionar al respecto y a que comprendan que tan importante es el mantenimiento recurrente como el preventivo y el correctivo.
Los editores