El Carrizo es el segundo puente atirantado más importante de la carretera Durango-Mazatlán.
La culminación de la gran superestructura que es el puente El Carrizo (ubicado en la carretera Durango-Mazatlán) significa una ruta más directa y segura entre el Golfo de México y la Costa del Pacífico, materializando una zona de gran oportunidad, eficiencia, productividad y comunicación para impulsar el desarrollo comercial, industrial y turístico interoceánico. Se necesita estar de un lado u otro de los extremos para distinguir la importancia de cruzar a la otra orilla. El hombre, en su lucha por estrechar los lazos de unión territorial, avanza a pasos agigantados enfrentando los inmensos obstáculos topográficos y geológicos que le impone la naturaleza.
Desde el primer puente colgante moderno –localizado en Pensilvania, EUA − hasta la era de la globalización, la ciencia y tecnología han permitido el dominio de las técnicas de construcción de superestructuras en México y el mundo.
La infraestructura de puentes, en
la actualidad, va más allá de intenciones proyectistas y construcciones monumentales; evidencian el grado de desarrollo, empuje científico, tecnológico y económico de una sociedad, donde imaginación, conocimiento, trabajo y tecnología se conjugan en innovadoras formas de infraestructura estética y funcional.
Laborar en las alturas es un reto convertido en pasión que transforma y perfila a las grandes obras de ingeniería. Así, El Carrizo es el segundo puente atirantado más importante de la ruta Durango Mazatlán. Hacer posible esta superestructura implicó de un plan audaz y el liderazgo de ingenieros capaces de tomar decisiones justo a tiempo.
En entrevista para Construcción y Tecnología en Concreto, el superintendente general de estructuras, Juan Carlos Tenorio Becerra en conjunto con el asesor estructural y control geométrico, Miguel Ángel Ibarra Estrada, de Grupo Tradeco −firma encargada del proyecto−, puntualizan el proceso, características y desafíos que hicieron posible esta superestructura moderna.
Una gran obra
Al noreste de la República Mexicana, en Concordia, Sinaloa, flota−entre la niebla y el clima húmedo de la Sierra Madre Occidental está el puente atirantado El Carrizo, la segunda estructura más importante de la autopista Durango-Mazatlán.
¿Qué fue necesario para construir una superestructura como El Carrizo? Para los ingenieros estructuralistas de Grupo Tradeco, la fórmula fue el capital humano capacitado −desde ingenieros civiles y estructuralistas hasta varilleros y soldadores, entre otros− y una empresa con grandes fortalezas. “La clave del éxito de un proyecto como éste fue una solución integral que garantizó los aspectos técnico-económico, permitiendo conjuntar un gran ejercito de trabajadores con experiencia, habilidades y aptitudes en el desarrollo de grandes estructuras, con la tecnología, la maquinaria, el equipo y los recursos necesarios para cumplir con las exigencias de planeación y logística que requiere una estructura de las dimensiones como El Carrizo”.
Desafío convertidos en pasión
Desde el comienzo se enfrentaron a una situación extrema y contra reloj. “La prioridad era la reducción del tiempo de ejecución de la obra. Esto implicó la realización de cambios en el proyecto original, para facilitar la fabricación de dovelas metálicas en paralela a la construcción de la subestructura con apoyos y elementos de concreto”, explican orgullosos los especialistas en estructuras.
Los ingenieros debían encontrar el concepto ideal para vencer al reloj. Finalmente, consiguieron el diseño que cumplía con todos los criterios que exigía el programa de seis meses determinados para la finalización de la mega obra. El nuevo concepto fue desafiante: una estructura tipo mixto, con atirantado, doble voladizo y trabes Nebraska −puntualizan los ingenieros−, “contempla la construcción de dos apoyos principales: el primero es el mástil, con una altura de 226 mm, que da soporte a la superestructura basada en dovelas metálicas, con losa de concreto para la superficie de rodamiento, utilizando el sistema en doble voladizo atirantado con 217 m de longitud.
El segundo apoyo, con una altura 70 m, brinda soporte a la superestructura que tiene como base dovelas de concreto postensado de sección cajón, construidas con el sistema de doble voladizo. Finalmente, tres caballetes, dos correspondientes a los accesos del puente, y otro intermedio que sirve para la construcción de un claro de 18 m, con trabes tipo Nebraska”.
Acompañados del sonido del viento y el paisaje montañoso de la Sierra Madre Occidental, entre la maquinaría y el clima extremo, el equipo de especialistas, inmersos en su jornada cotidiana se ocupan intensamente, para alcanzar una sola meta: ¡disminuir el tiempo de construcción! La programación del proyecto original establecía un término de treinta meses en la ejecución de la obra; el desafío es reducir el tiempo a sólo seis meses.
Las alturas desafiantes se convierten en una reto de pasión que acelera la adrenalina, dominada sólo por el profesionalismo de varilleros y soldadores que trabajan a una altura de 160 metros, sobre el único mástil que tiene El Carrizo. Sin embargo, el trabajo para irrumpir en las alturas tiene sus imprevistos, que sólo la audacia, el ingenio y pericia de expertos puede dominar −a decir de los entrevistados. “Estando a 12 metros de alcanzar los apoyos -en el tramo doble voladizo atirantado-, en la etapa más crítica de construcción, la acción del viento originó la presencia de movimientos verticales sobre la estructura, colocando en riesgo al proyecto. No obstante, el equipo de profesionales tomó medidas estratégicas inmediatas, mitigando el efecto del viento”.
Y es que, uno de los retos en el trabajo de las megas estructuras son las alturas, obligando a las firmas constructoras de este segmento a tomar medidas de seguridad en el trabajo. “Aunque el personal había sido instruido y capacitado, para el trabajo en las alturas, siempre existió el temor. Por esta razón, se implementaron programas de seguimiento y seguridad para todo el equipo de estructura bajo; además de platicas diarias con el personal, para hacer conciencia en uso e importancia del equipo de seguridad”, afirman los estructuralistas.
Por ello, “uno de los grandes desafíos fue durante el mismo proceso constructivo, particularmente en el doble voladizo atirantado. La presencia de comportamientos impredecibles que no correspondían con el modelo computacional, nos obligó al análisis más puntual del comportamiento de fuerzas y desplazamiento de la estructura, visualizando la esencia de la misma, logrando sentir y entender cada una de las etapas constructivas de la superestructura”, expresan los expertos.
Fraguando El Carrizo
“Durante la concepción del diseño prevaleció la utilización de materiales que garantizaran la seguridad y calidad estructural durante el proceso constructivo y en el funcionamiento operacional de la obra –enfatizan los ingenieros. Asimismo, se consideró la importancia de la conservación del habitat de la zona, con un control exhaustivo del impacto ambiental para que no se pusiera en riesgo la salud y bienestar de las comunidades y los ecosistemas”.
Sobre el concreto, comentan: “uno de los principales materiales utilizados en la obra fue el concreto. El Carrizo es un puente mixto, diseñado con base en concreto armado y postensado con una estructura metálica, permitiendo aspectos como: la fabricación y transporte de algunos elementos fuera del sitio; el uso de sistemas de cimbras con la finalidad de dar las geometrías indicadas en el proyecto; la utilización de aditivos retardantes para controlar y lograr una mejor manejabilidad del concreto; la producción de una mezcla apropiada para el bombeo a 220 m en un plano vertical; el rebombeo en plano horizontal hasta una longitud de 182 m; la obtención de una resistencia del 80% a 12 hr, para la aplicación del tensado al tirante y continuar con la construcción horizontal del tablero, entre otros aspectos”, agregan los entrevistados.
Los beneficios de esta superestructura serán enormes. “El puente El Carrizo, incrementará de manera significativa la afluencia a Mazatlán convirtiéndolo en el centro turístico más importante del Pacífico Norte. Además, se podrá mejorar la conectividad entre la zona comercial e industrial del norte del país con el Pacífico mexicano y hacia el Golfo de México; se conectarán los municipios de Concordia y Mazatlán, en Sinaloa con Pueblo Nuevo, el Salto y Otinapa en Durango, todo lo anterior beneficiando a más de un millón de personas de esas localidades, entre otros beneficios más que sucedieron durante su proceso constructivo”, finalizan su narración satisfechos, los ingenieros estructuristas.