En la primera parte de este escrito se expusieron aspectos generales acerca de los Concretos Reforzados con Fibras (FRC), sus antecedentes y clasificación. A continuación se hará referencia a la forma de trabajo de los elementos elaborados a base de este material, singularidad de cálculo y más significativas aplicaciones.
Para entender la forma de trabajo de un FRC, es preciso conocer antes la del concreto reforzado tradicional. En este último, los cálculos se realizan separando por un lado el refuerzo (que resiste los esfuerzos a tensión, flexión, cortante, etc.) y por otro lado el concreto (que resiste los esfuerzos a compresión). Posteriormente se comprueba la correspondencia integral de los cálculos; según los requerimientos establecidos por las normativas del concreto estructural.
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El empleo de morteros y concretos reforzados con fibras se ha generalizado en las últimas décadas con múltiples e impresionantes aplicaciones. Podría parecer una tecnología novedosa; sin embargo tiene sus antecedentes en la antigüedad, en aquellos primeros constructores que ya se esforzaban para dotar al concreto primitivo de mayor resistencia y durabilidad. No es casual entonces que se afirme por diversas fuentes, que el empleo de las fibras como refuerzo es una invención que data de varios siglos atrás; abarcando distintas formas y con muy diversos materiales.
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Cuando en 2011, la Comisión Europea designó a la Torre Agbar (acrónimo de Aguas de Barcelona) con el título de “Edificio verde”; un nuevo hito resplandecía en el argumento de las construcciones inteligentes.
En el marco constitucional de la Unión Europea fue distinguida la torre; mayormente por dos atractivas cualidades, que entonces revolucionaban a los proyectos tradicionales: en principio por su eficiencia energética, así como también por las reducidas emisiones de CO2 a la atmósfera, si este se compara con edificios de similares características.
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La calidad del concreto en una estructura se determina indirectamente al
ensayar cilindros fabricados con el concreto usado en el colado de sitio.
Esto es bien aceptado por la industria en general; sin embargo, posibles
problemas en la calidad del concreto, podrían ser detectados muy tarde, por lo que la
resolución de éstos, podría tener un importante impacto económico.
En muchas ocasiones, los concretos son muestreados para ensaye a la compresión,
antes de que se hagan adiciones de agua, buscando mejoras en la trabajabilidad e incluso
en casos extremos, cuando los especímenes se preparan con mezclas “especiales”
buscando cumplir con las especificaciones de proyecto.
La estética de una obra podría definirse como la uniformidad del aspecto
resultante de un proyecto. Durante mucho tiempo la única solución que se tenía para lograr dicha uniformidad era la de aplicar sobre la superficie de concreto un revestimiento (generalmente pintura o barniz) que ocultaba la estructura misma del material. Hoy en día, la amplia gama de posibilidades de expresión del concreto marca una nueva etapa de la arquitectura, en que se revalúan los diferentes métodos de limpieza y protección para lograr la uniformidad conservando la superficie del concreto. Si bien una de las grandes ventajas del concreto es que requiere muy poco mantenimiento, el incremento de la contaminación en los últimos tiempos ha obligado a investigar métodos para tratar las zonas afectadas por las micro-partículas sólidas o líquidas (cenizas, carbonos amorfos, óxidos de hierro o subproductos de combustión más o menos grasosos, que provienen de vehículos a motor, de la gran industria, etc.) ad- heridas a las superficies de concreto por razones físicas, electrostáticas o químicas.
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